Tocar la Luz..., rozarla aunque fuera con la punta de los dedos. A orillas de la vida la Luz nos llega. Y nosotros, como ciegos del alma aferrados al balcón del mundo, alargamos la mano para tocarla, ignorantes de la realidad más suprema: Somos Ella. Somos luz vibrante, circundante, absoluta y plena.
Desde lo más intimo a lo más gigante. Desde el exterior más inconmensurable al interior más profundo, somos Luz, la Luz Somos. Y no hay realidad que pueda negarlo, ni camino que pueda torcerse invocando ese principio, ni tez oscurecida por la sombra que no brille ante el más mínimo resplandor.
Tocar la Luz. Levantar el brazo buscando que la punta de los dedos pueda rozar un rayo. Y que ese rayo socave el alma y, como Luz que es Fuego, encienda el corazón del hombre y el corazón del mundo.
Tocar la Luz.Y, al tocarla, sentirla dentro... , donde siempre ha estado. Donde anida. Donde vive. De donde es. De donde somos.
Miguel Angel del Puerto
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