Aquella señora quedó maravillada al examinar una preciosa y fina taza en la tienda de antigüedades.
- Nunca había visto algo tan exquisito - exclamó la dama - esta taza es una verdadera joya –dijo.
- Usted no sabe todo lo que he pasado –, le habló la taza, para su gran sorpresa –. Hubo una vez en que yo simplemente era un trozo de barro. Mi maestro me recogió del suelo con una pala y me colocó en un torno de rueda horizontal y me dio vueltas y vueltas y más vueltas, mientras me daba forma con sus manos. Yo gritaba que parara, y el repetía:
- Todavía no…
- Luego me metió en un horno. Nunca sentí tanto calor. Grité y quise salir pronto de ahí, pero el maestro seguía repitiendo:
- Todavía no…
- Finalmente abrió la puerta y me sacó para enfriarme un poco. Entonces tomó brochas y pinceles, y empezó a pintarme. Los olores de la pintura me asfixiaban. A mis quejas el maestro sólo atinaba a decir:
- Todavía no…
- Para colmo, me metió de nuevo en el horno, ahora mucho más caliente que antes. Supliqué, lloré, di patadas, refunfuñé…pero la única respuesta que obtuve fue:
- Todavía no…
- Cuando pensaba que ya no había ninguna esperanza de parar esas torturas, el maestro me sacó del horno y me puso frente a un espejo.
No es posible - dije al verme reflejada en el espejo - esa no puedo ser yo. ¡Es una bella taza! ¡Soy una bella taza! ¡Soy una obra de arte! Y el maestro me contestó de la siguiente manera:
- "Quiero que recuerdes esto: sé que te dolió cuando te saqué del suelo con la pala, que te mareaste en el torno, que sufriste un horrible calor en el horno, que te asfixiabas con el olor a pintura y que casi te achicharraste en el segundo horno. Pero si no hubieras pasado por todo eso, todavía no serías más que un trozo de barro. Ahora en cambio, eres una hermosa taza de porcelana”.
Desconozco el autor
Cada uno de nosotros somos como esa taza de porcelana. Una obra de arte. Pero a veces nosotros sólo vemos el barro. Necesitamos que la vida nos ponga a prueba y nos moldee para descubrir el tesoro que llevamos dentro.
¡Gracias Julio César Valdés Arrastia!
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