sábado, 6 de febrero de 2016

Hogar es adonde te diriges, no donde te encuentras (sobre una historia de Rumi)


El hogar como un propósito ambicioso pero asequible o como una realidad de la que nunca tuvimos conciencia hasta que fue demasiado tarde: un contraste que encontramos en esta fábula de Rumi

Por: Juan Pablo Carrillo Hernández

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Imagen: Sarah Capon
En una historia contada por Rumi, el famoso poeta místico persa, tres peces toman distintas decisiones cuando ven que un grupo de pescadores se acerca al lago donde viven. Uno de ellos, el más inteligente, opta por tomar rumbo al mar y se va sin enterar a los otros dos de su partida; el segundo, “medio inteligente”, decide quedarse pero fingir que está muerto: al verlo flotar vientre arriba, los pescadores se creen el engaño y lo descartan; finalmente, el tercer pez, que en la historia se califica de tonto, confía en que su habilidad y su astucia serán suficientes para evadir las redes de los pescadores, pero se equivoca, y termina en una sartén, cocinándose a fuego lento.
Como sucede con frecuencia en la literatura religiosa o edificante, en este caso la narración sirve de vehículo a una o varias enseñanzas. De manera general, se instruye al lector en la multiplicidad de perspectivas que es posible adoptar ante la vida y las circunstancias de las que está hecha, ese carácter impredecible tan suyo y por el cual vivir puede parecer a veces tan complicado (sobre todo para quienes quisieran que las cosas se mantuvieran fijas o bajo su control).
En un sentido más específico, pero aún como una interpretación, puede decirse que el tema central de la historia es el hogar y la postura que cada uno de los peces asume ante este. Aunque, al principio, parece que para los tres el lago es su hogar, conforme la historia se desarrolla y se exponen las decisiones que cada uno tomó, advertimos que no es así, que si acaso algo comparten los tres con respecto al lago es tomarlo como el lugar donde vivían, un punto en común que se ramifica de manera distinta para cada uno.
Si nos mantenemos en esta hipótesis, de los tres peces los más interesantes son el primero y el último. El más inteligente podría calificarse también de más ambicioso, arriesgado, pues es el único que aprovecha la circunstancia para arrostrar un camino que implica distancia y peligros, la soledad de un viaje que hace por su propia cuenta y sin compañía, incluso la posibilidad de no retornar; un poco como si el pez supiera del océano con anterioridad, lo anhelara, pero solo en el momento de enfrentarse con los pescadores reconociera que tenía que partir —eso o la muerte:

El pez inteligente decidió irse de inmediato, recorrer el largo y difícil camino hacia el mar.
Pensó: “No consultaré con los otros dos. Harán vacilar mi decisión, pues aman demasiado este lugar. Lo llaman su hogar. Su ignorancia los obligará a quedarse aquí”.
Cuando viajes, pide consejo a un viajero, no a quien esté anclado a un lugar por su propia incapacidad. Mahoma dice:
“El amor por el terruño es parte de la fe”.
Pero el terruño es lugar hacia donde te diriges, no donde estás.
No leas mal ese hadith.

El hogar es en esa parte de la historia menos un ideal que un propósito: algo para lo cual se va en pos de. Un objetivo que se vislumbra a la distancia, quizá incluso en la imaginación o en el deseo, pero que aun así se sabe asequible. Implica enfrentar dificultades pero es posible que, después de todo, se consiga, se llegue ahí. Por eso, poco más adelante pero todavía en este mismo talante, Rumi escribe: “Amar el hogar es bueno pero pregúntate primero: ¿dónde está realmente el hogar?”.
El tercer pez, en contraste, vive confiado en sus recursos y quizá podría decirse que no ve más allá de su propio horizonte ni está interesado en ir más allá. Piensa que escabullirse de los pescadores será tarea fácil, pero muere consumido por su propia ignorancia. Al final de la historia se nos muestra por una última vez a este pez, ya en la sartén, en un pensamiento de componentes contradictorios:

Mientras, el tercer pez tonto, brincaba agitado tratando de escapar por medio de su agilidad y astucia. Por fin la red lo atrapó y ya en la terrible cama del sartén para freír, pensó, “Si salgo de ésta nunca viviré otra vez en los confines del lago. Para la próxima, el mar. Haré del Infinito mi hogar”.

Como vemos, la estrechez de juicio de este tercer pez llega hasta el último minuto: aunque está a punto de ser comido, todavía piensa que puede salir bien librado de la adversidad, y al instante siguiente se dice: “Para la próxima, el mar. Haré del Infinito mi hogar”, sin darse cuenta de que no existe tal cosa como una próxima oportunidad. Al menos no para hacer del infinito el hogar propio. Si eso es posible, no hay otro lugar más que aquí, ni otro momento más que ahora.

Twitter del autor: @saturnesco

Fuente: Pijamasurf

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