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jueves, 26 de abril de 2018

La fidelidad es propia de los más inteligentes


Rodolfo Llinás es un neurocientífico colombiano que ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio del cerebro. Dirigió el programa NEUROLAB de la NASA y actualmente es director del departamento de psicología y neurociencias de la Universidad de Nueva York. Hace un tiempo dio una entrevista en la que sorprendió por el mapa que trazó con los conceptos de fidelidad, amor y felicidad.
Sus declaraciones prueban, desde el punto de vista neurológico, lo que muchos intuían por sentido común, experiencia u observación del comportamiento. Afirma que el cerebro es un sistema cerrado, que solamente es “perforado” por los sentimientos. Indica que su funcionamiento guarda cierta analogía con el de un ordenador, con la diferencia de que el cerebro tiene plasticidad y creatividad: se modifica, se nutre y cambia.
► La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella.
                                                                   Goethe  

Según sus extensos y profundos estudios sobre el cerebro, concluye que la estructura intelectual está basada en la emocional. Primero es la emoción y luego la razón. Nos formamos las ideas del mundo no tanto a partir de razonamientos, sino de lo que sentimos. El amor tiene un lugar destacado y la fidelidad es propia de los más inteligentessegún sus palabras.

La fidelidad y la inteligencia

Rodolfo Llinás indica que el área emocional del cerebro es una de las más antiguas. Fue una de las primeras en desarrollarse. Según sus palabras, “es el cerebro truhán, el de los reptiles, donde no existen más que patrones de acción fijos. Por eso ellos se acercan o se van si quieren comida; atacan si quieren defenderse, y tienen sexo si quieren reproducirse”.
El amor tiene su origen en la misma área, pero implica unas funciones fisiológicas diferentes. El amor, dice Llinás, es como una golosina. Y quien está enamorado se vuelve goloso. Desea tener más y más amor de la persona a la que ama. Agrega además que “nadie se muere por exceso de amor”.
El amor, señala el científico, no es como hacer gimnasia, sino como bailar, desde el punto de vista fisiológico. Frente al llamado “amor eterno” dice: “Ese es de inteligentes, que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como la mano de uno; cuidarla es mi responsabilidad, y viceversa. Saber que no habrá una puñalada trapera es la norma”.
La fidelidad contribuye a no desgastar energía emocional o intelectual innecesariamente. El ser humano, cuanto más inteligente, más orientado está hacia las grandes preocupaciones de la humanidad, deja de lado las situaciones que inestabilizan su vida o emplea energía para acciones más complejas.
Por todo ello, Llinás concluye que el amor eterno es un baile infinito de neuronas entre dos personas inteligentes.

Estudios sobre inteligencia y fidelidad

Rodolfo Llinás no es el único que ha hablado de la relación entre inteligencia y fidelidad. Un estudio dirigido por Satoshi Kanazawa, especialista en psicología evolutiva, llegó a una conclusión similar. En su investigación señaló que los hombres con coeficientes intelectuales más altos (superiores a 106) valoran más la fidelidad en pareja. En las mujeres es diferente: todas la valoran, sin que esto guarde relación con su nivel de inteligencia.
El estudio indica que la monogamia es una fase superior de la evolución humana. En principio, el humano está estrechamente ligado al comportamiento instintivo del mamífero. Esto le inclina a la poligamia. Pero, tanto en la historia de la humanidad como en la individual de cada hombre, la monogamia parece implicar un nivel superior de evolución.
Verdaderamente, la infidelidad tiene como condición tener mucho tiempo libre y mucha disposición emocional para el conflicto. Cuando una buena parte de nuestro tiempo está ocupado es más complicado gastar parte de él en las intrigas y las estrategias asociadas a la infidelidad. Tampoco se dispone de tanta energía emocional como para pagar el precio de actuar a escondidas, evitando ser pillados y manteniendo una fachada falsa.
Resulta mucho más inteligente establecer una relación y refinarla que ir saltando de relación en relación. La monogamia trae grandes satisfacciones, no es un sacrificio. Como toda situación humana con valor, implica esfuerzos. Sin embargo, es mucho más lo que aporta.
► Si la vida individual se enfoca hacia grandes objetivos, seguro que un compañero o compañera permanente de viaje es un gran tesoro. Y al contrario, si la vida se enfoca a lo banal, una relación estable entorpece esa futilidad e intrascendencia.


Edith Sánchez
Imágenes cortesía de Leonid Afremov
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 25 de abril de 2018

Dejá de temerle al FUTURO



Resulta inútil temerle al futuro, porque se trata de algo incierto. El presente es el resultado del pasado y la semilla del futuro. Nos la pasamos preocupados por los últimos dos, sin darnos cuenta de que cuando nos dispongamos a vivir con una mente libre de aquellas limitaciones alimentadas por nuestras creencias pasadas, ya no nos acosarán los miedos futuros. 

Las cosas seguirán ocurriendo pero ahora con la comprensión de que los incidentes son pasajeros y dan lugar a las necesarias experiencias. Así que, para seguir avanzando, una y mil veces debemos repetirnos: “El pasado pasó, el futuro no existe”. 

¡Nunca existe! Se trata de un espacio irreal en los confines de una mente que necesita escapar a la responsabilidad de crecer y de cambiar, para sumergirse en el único momento que vale, el “ya mismo”. 

También se requiere firmeza. 

El cambio de vida que deseamos conseguir sólo puede suceder en un instante de firmeza, acompañado por la responsabilidad necesaria. 

La firmeza y la responsabilidad nos permiten liberarnos del sufrimiento, la ansiedad y la neurosis de un futuro desde el presente, sin imaginarnos realidades temerosas que nos tiren abajo en un instante. 

►¿Cómo evitar divagar con porvenires amenazadores? Sencillo: comprendiendo que la causa de nuestros problemas no son los demás ni el mundo de afuera sino la propia mente. Mientras respiremos, la mente vendrá para llevarnos al pasado o al futuro

¿Futuro? Exacto; cuando hay temor, la mente querrá trasladarnos hacia él, con su equipaje de miedos, dudas, deseos por cumplir, apego a los resultados, expectativas de esperanza y fantasmas apocalípticos. 

El futuro todavía no ha ocurrido, por lo tanto es absolutamente irreal. ¿Cuál es el único momento con el que contamos? El presente. ¿Y en cuál planificamos un futuro? Ahora, en el instante actual. ¿Puedo cambiar lo que viene o traerlo a mi experiencia? No. 

La mente lo entiende perfectamente y sabe que nosotros, convencidos desde el intelecto y el discernimiento, nos encontramos en condiciones de romper las cadenas que nos mantienen prisioneros del futuro, para apuntar al divino presente: el único momento que experimentamos en la tercera dimensión que habitamos. 



Claudio María Domínguez
https://www.larevistadeclaudio.com.ar

martes, 24 de abril de 2018

“¿Cómo estás?”, esa frase que a todos nos gusta escuchar

Un “¿cómo estás”? acompañado por una sonrisa sincera y una mirada que acoge esperando nuestra respuesta es terapéutico y reconforta. Porque a veces no hace falta más, porque en ocasiones bastan esas dos palabras mágicas para sentir que estamos a salvo, vinculados a alguien significativo y acogidos con los cinco sentidos del corazónpara entender que pase lo que pase, todo va a ir bien.
La psicología evolutiva, por curioso que parezca, tiene mucho que decir en este mismo tema. Dentro de esta perspectiva se defiende la idea de que el ser humano desarrolló su inteligencia social al promover el cuidado y protección de los miembros del grupo y al rechazar al cazador o recolector que iba “por libre”, al individuo que no cooperaba, que miraba únicamente por el propio beneficio renegando o no apoyando a sus semejantes.
   ► El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado, reconocido y valorado.
                                                               William James

Las múltiples pruebas arqueológicas y etnográficas nos demuestran también que en los inicios de nuestra agricultura la cooperación pacífica y el altruismo era habitual, y que gracias a ello, pudimos sin duda avanzar como especie. Asimismo, también existen evidencias de que los neandertales cuidaban de sus ancianos con delicada atención. Los honraban sin esperar nada a cambio, y más tarde realizaban ceremonias de enterramiento demostrando un claro simbolismo emocional y religioso.
Todo ello viene a demostrarnos claramente que preocuparnos por los demás, atenderlos, cuidarlos… es posiblemente lo que más dignifica a una especie determinada, a un grupo social. Aún más, toda conducta orientada a proporcionar alivio, apoyo o atención revierte de forma positiva en nuestro bienestar físico y psicológico, nos ayuda a sobrevivir, a conectar los unos con los otros de manera trascendente y significativa.
Por ello, un “¿cómo estás?” enunciado de forma sincera o escrito incluso a través de un mensaje de Whats App, puede hacer muchísimo más de lo que podemos creer en un primer momento…

Estoy aquí para ayudarte, estoy aquí para ti y no voy a pedirte nada a cambio

David Graeber es un conocido antropólogo que ha adquirido notable fama por su activismo social. Una de sus teorías más recurrentes es aquella donde focaliza su visión crítica sobre el modo en que el dinero y la economía está destruyendo por completo nuestro altruismo primigenio, nuestro “gen” por favorecer la cohesión, por fomentar esa unión esencial entre los grupos humanos con la que preservar nuestra supervivencia, nuestro bienestar y la armonía.
Para justificar esta idea Graeber nos habla de los Inuit de Groenlandia o de los iroqueses. Explica que en estas comunidades existió siempre no solo una preocupación sincera de los unos por los otros, sino que además, no se concebía la idea del pago de un favor o incluso la obligación de devolverlo. Tal y como dicen los Inuit “en nuestro país somos humanos y nos preocupamos los unos por los otros. Si alguien necesita unos zapatos, solo tiene que pedirlos. Si un cazador no ha tenido un buen día, sus vecinos compartirán con él parte de su comida.
Como vemos, tanto en el pasado como en algunos pequeños resquicios de nuestro presente, hay grupos de personas que basan todas sus interacciones en el altruismo y en un interés intrínseco, auténtico y constante por ese ser humano que al igual que yo, pasa sus dificultades, sus necesidades, que atraviesa sus miedos, sus hambres, sus soledades… Hay por tanto una voluntad sincera por alzar el rostro más allá de la pequeña isla del ego para sortear las fronteras individuales y apreciar así al otro como parte de uno mismo.
Algo que sin duda, deberíamos poner más en práctica en nuestras sociedades avanzadas y aparentemente, “aventajadas”.

Un “¿Cómo estás”? terapéutico, el que va más allá de los formalismos

Admitámoslo, en el día a día la expresión más recurrente en ese nuestro lenguaje cordial es el clásico “¿cómo estás?, ¿qué tal todo?”. Lo dejamos ir sin esperar respuesta, como entradilla al diálogo y donde rara vez esperamos que la otra persona se sincere, porque apenas dejamos tiempo de respuesta o porque sencillamente, preferimos los formalismos a la sinceridad, la apariencia a la autenticidad emocional.
               ► Sólo quien sabe cuidar lo ajeno puede poseer lo propio.
                                                                    George Gurdjieff
En esta sociedad del envase, como diría Eduardo Galeano, parece que hemos olvidado ese principio de humanidad de los Inuit o de nuestros ancestros más primitivos. Más que unos zapatos, más que una cena o ropa de abrigo, lo que las personas necesitamos es apoyo, consideración, cercanía, interés y atención.
Necesitamos palabras sinceras y personas preocupadas en escucharnos. Queremos que tras un “¿cómo estás?” se dé paso al silencio, a la espera y a esa mirada que nos trasmite la suficiente confianza como para tirar de nosotros, remolcándonos de nuestras escolleras, de nuestros agujeros negros.
Asimismo, cabe decir que no es necesario que nos suceda algo concreto para necesitar ese diálogo terapéutico capaz de favorecer el desahogo emocional. La mayor parte de las veces ese “¿cómo estás?” nos alegra el día, nos hace sentirnos parte de alguien, partícipes de un vínculo, piezas relucientes de un engranaje con el que la vida adquiere mayor sentido, mayor autenticidad.
No descuidemos pues a los nuestros, no caigamos en los meros formalismos y practiquemos el arte de la consideración, el reconocimiento y la reciprocidad. Practiquemos el “cómo estás” a diario preocupándonos realmente por el bienestar de las personas que nos son significativas.

Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de Clare Elssaeser
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 21 de abril de 2018

OÍR O LEER SIN REFLEXIONAR ES TAREA INÚTIL



En mi opinión, esta frase que dijo Confucio hace más de 2.500 años sigue manteniendo su vigencia, y parece que seguirá conservando su verdad hasta el fin del mundo. 

Llevo ya más de 30 años en esto del Desarrollo Personal, del Camino Espiritual, del Autoconocimiento, o del nombre que se le quiera dar a esto de tratar de ser mejor persona y mejor Ser Humano. 

Este preámbulo sirve para decir que he tenido ocasión de hablar con cientos de personas APARENTEMENTE interesadas en esta tarea. He podido comprobar que en demasiadas ocasiones esta búsqueda de la que hablan no va más allá de una curiosidad temporal, de un autoengaño, o de pretender presumir ante los otros de ser “una persona especial”,  “interesada en su trascendencia” y en “el descubrimiento de la Autenticidad”.

Estoy harto de escuchar cómo sale eso por la boca pero sin pasar antes por el corazón, y cómo se afirma con apariencia de algo tajante pero se sustenta sobre una auto-estafa.

Estoy harto de las personas que leen los artículos y al finalizarlos se creen con autoridad para emitir un juicio o una crítica con aires de doctores en la materia, y les parece que con opinar ya han hecho suficiente, y lo amontonan en el olvido junto a otros cientos de artículos.

Estoy harto de los coleccionistas de frases célebres que se conforman con poder recordar una retahíla de ellas, llegando a decirlas con solemnidad y empaque y creyéndose por ello en posesión de la Gran Verdad. Cuando expresan “Pues como decía Fulanito…”, inmediatamente les corto y les pregunto “¿y tú qué dices?” y ya no saben cómo seguir. Malviven de experiencias ajenas.

Estoy harto de los que leen algo que podía tocarles en la fibra de su realidad, pero en vez de aceptarlo y utilizarlo como argumento para iniciar el proceso para solucionarlo, lo que hacen es aplicárselo a otro y decir sin palabras “esto es lo que le pasa a mi amiga”, o “se lo voy a pasar a Fulanito para que lo lea”.

Estoy harto de los que no invitan a que estén presentes en las lecturas su corazón, sus sentimientos o sus emociones, su sensibilidad, sus auténticos deseos de sanación o de aprendizaje, su esencia, su alma...

Estoy harto de los que al terminar de leer algún escrito interesante e importante, se conforman con darle a like/me gusta y van a la caza de su siguiente artículo/captura, y de los que dicen “algún día tendría que hacer esto que dice el artículo”, y de los que dicen “tiene razón… si yo pudiera, lo haría”.

Estoy harto de los que usan mentiras como excusas (¿a quién pretenden engañar -me pregunto- si en realidad sólo se engañan a sí mismos?), de los que dicen “no puedo” en vez de decir “voy a hacerlo. Y ya”, o los que dicen “voy a intentarlo” en vez de decir “voy a hacerlo. Y ya”,

Estoy harto de los teóricos, de los intelectualoides, de los falsos, de los que permiten que sus “defectos” o sus asuntos pendientes de revisar o mejorar queden inafectados, escondidos, a salvo de cualquier intento de solución, mientras derrochan conocimientos, presumen de un centenar de libros leídos, de haber asistido a charlas y cursillos, y todo eso desde una intelectualidad que se quedará en la teoría de las cosas sin penetrar más allá de la superficialidad que les pone a salvo de las revoluciones interiores necesarias.

Estoy harto de las personas que oyen o leen sin reflexionar, sin buscarse a sí mismos en ese artículo o esa frase, de los que olvidan a la misma velocidad que leen, de los que no se paran a escuchar las voces interiores que se sienten afectadas con algunas lecturas y gritan reclamando una solución.

La utilidad se encuentra en la reflexión (pensar atenta y detenidamente sobre algo) y en el darse cuenta (advertir o percatarse de algo comprendiéndolo), y si no se hace de ese modo, se le está dando la razón a Confucio.

Un artículo no se acaba en el punto final. Ahí es donde comienza su utilidad. El final, o el momento en que se siente algo, ha de ser el inicio de una introspección (mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo), de una abstracción (separar por medio de una operación intelectual un rasgo o una cualidad, y concentrarse en los propios pensamientos apartando los sentidos o la mente de la realidad inmediata), o de una cavilación (pensar con intención o profundidad en algo).

Y acabo este artículo del mismo modo que todos los que he escrito:

Te dejo con tus reflexiones … 



Francisco de Sales
buscandome.es

martes, 17 de abril de 2018

El Trabajo

     ► Un método simple para desarmar creencias que nos hacen infelices.


Byron Katie sufrió una severa depresión después de cumplir los treinta años. A lo largo de diez años, su depresión se profundizó y se pasó cerca de dos años casi incapaz de salir de su cama y obsesionada con la idea del suicidio. 
De repente una mañana, desde las profundidades de la desesperación, tuvo una revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de cómo era («Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían apreciarme») ella sufría, y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. 
Vio que la causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía respecto a ese mundo.
 
En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro esfuerzo por encontrar la felicidad estaba enrevesado: en vez de intentar, inútilmente, cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de cómo «debería» ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables.
 
Katie desarrolló un método de indagación sencillo y, sin embargo, poderoso llamado El Trabajo, que hacía alcanzable esta transformación. Como resultado, una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida le aporta.
Las 4 preguntas:
1.   ¿Es verdad?
2.   ¿Puedes absolutamente saber que eso es verdad?
3.   ¿Cómo reaccionas cuando crees en ese pensamiento?
4.   ¿Quién serías sin ese pensamiento?

 
Su método puede hacerlo uno mismo (con cuaderno y lápiz) o conversando con otra persona.
Podés usar este método cuando identificas una creencia o pensamiento que te causa ansiedad o infelicidad. Algo que para vos es importante, que te problematiza. Por ejemplo: “Mi madre nunca me amó” o “Fulano/a espera que yo resuelva todos sus problemas”.
Con esa creencia te hacés las 4 preguntas y vas respondiendo cada una.
Su trabajo se presenta como una mirada de no-dualismo. Y es más un des-hacer creencias que un agregarse nuevas.
Byron Katie dice:
Si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños a comportarse bien», «Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más deprisa», «Mi mujer o mi marido debería estar de acuerdo conmigo», «Debería estar más delgada o ser más guapa o tener más éxito».
 
Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
 
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
 
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad». La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».) Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos.

Byron Katie

Información más detallada sobre cómo hacer "El Trabajo":

Traducción y compilación:    Fernanda Caffaro Taboada 
www.caminosalser.com

lunes, 16 de abril de 2018

La sobreexigencia en los niños


Cuando se espera de los niños que sean más que niños, que tengan cierto rendimiento escolar o actitudes sociales, que sean un ejemplo; niños que admiremos nosotros y los otros. Un niño que no moleste lo que hago ni intente cambiarme, que rápido se adapte a lo que ofrezco porque no tengo tiempo de buscar otras opciones, ni tampoco las conozco, o porque creo que lo que hago está bien. No quiero problemas, y si los hay, quiero soluciones rápidas, donde el que cambie sea el otro y yo solo sea el que monitoree las transformaciones.
Se habla mucho hoy de que los niños no tienen voluntad, no se esfuerzan en nada, que nada les interesa, que no son tolerantes, que no les importa aprender, que son indiferentes. Y ¿si se los digo al revés? Estoy descubriendo hoy una gran cantidad de adultos, quizá lamentablemente la mayoría, que no tiene voluntad de búsqueda, no se esfuerzan por transformarse, no son tolerantes ante las manifestaciones diversas, no quieren aprender nada nuevo, eligen la actitud de indiferencia…  

La falta de real atención, interés y responsabilidad de los grandes hacia los niños es un abuso silencioso hacia la infancia.  
La palabra abuso es fuerte, si, pero no he encontrado otra que describa mejor lo que hoy estamos haciendo con los niños. El grande abusa de su poder, abusa por tener mayor edad, abusa de su “conocimiento”, porque en realidad si realmente quisiéramos acompañar a los niños, guiarlos, esto cambiaría ya. 

Si has decidido ser padre, madre, docente, terapeuta, en realidad no estas decidiendo conducir a niños, en el fondo, tu mayor tarea no es esa. Al decidir tomar estos roles, tu mayor compromiso deberá estar orientado a trabajar sobre ti mismo, hacer terapia, buscar herramientas de autoconocimiento, leer mucho, consultar, preguntar, meditar contigo, ser humilde, aprender a escuchar las distintas formas en las que pueden llegar mensajes…
Es contigo la mayor exigencia
La exigencia no tiene que estar orientada hacia el niño, sino hacia uno mismo. Debemos si o si preguntarnos ¿qué hago? ¿qué actitudes tomo? ¿cómo guio o cómo acompaño?
Cuando un padre o madre envía a su hijo a una consulta terapéutica, le pregunto, ¿has pensado antes en dedicarte a hacer un buen proceso terapéutico tú? ¿Quién o quiénes colaboran directamente con la conformación del carácter o conducta del niño? ¿Quién es modelo constante con su forma de ser u obrar?

Es más fácil, con menos exigencia para el adulto, decir "llevaré a mi hijo a una fonoaudióloga, luego tiene turno con la psicóloga, después lo enviaré a hacer refuerzo escolar"… pero, ¿estás seguro de que todo eso, que vendrá de afuera hacia el niño, cambiará las condiciones que generaron determinados comportamientos en él?
Habrá que ser valiente, humilde, sincero, flexible para emprender, de adentro hacia afuera, los cambios necesarios.

Este niño que no presta atención, que es agresivo, que tiene dificultad de aprendizaje o de lenguaje, que se aísla, que es intolerante, ¿cuántas horas descansa por la noche? ¿Cuantas horas de tecnología diarias consume?, ¿Cuántas horas de calidad pasa en familia? ¿Qué alimentos recibe? ¿A qué otros estímulos está expuesto? ¿Cuál es el ritmo diario? ¿Cuáles son los hábitos familiares? ¿Cuáles son las frecuentes reacciones emocionales en las que está inmerso?
Los padres de hoy han decidido llevar adelante una educación sin ninguna exigencia sobre ellos mismos, y toda la exigencia la han volcado sobre los niños. 
Emprender cambios, darle continuidad a una decisión, mantenerse firme, sanar heridas, transformar criterios no es tarea sencilla. Pero es lo que tenemos que asumir nosotros, si decidimos estar a cargo de niños. 

Si tienes un problema con un pequeño, empieza a revisar, aunque duela, aunque no entiendas, todo. Libre de culpa, solo con absoluta responsabilidad y deseo de autosuperación, haz una profunda reflexión e indagación.

Tienes delante la oportunidad de crecimiento, tómalo con alegría, ya que gracias ello no solo saldrás beneficiado tú, sino la personita que está dulcemente acompañándote...

 Nancy Erica Ortiz
www.caminosalser.com

sábado, 14 de abril de 2018

TOCAR LA LUZ


Tocar la Luz..., rozarla aunque fuera con la punta de los dedos. A orillas de la vida la Luz nos llega. Y nosotros, como ciegos del alma aferrados al  balcón del mundo, alargamos la mano para tocarla, ignorantes de la realidad más suprema: Somos Ella. Somos luz vibrante, circundante, absoluta y plena. 

Desde lo más intimo a lo más gigante. Desde el exterior más inconmensurable al interior más profundo, somos Luz, la Luz Somos. Y no hay realidad que pueda negarlo, ni camino que pueda torcerse invocando ese principio, ni tez oscurecida por la sombra que no brille ante el más mínimo resplandor.

Tocar la Luz. Levantar el brazo buscando que la punta de los dedos pueda rozar un rayo. Y que ese rayo socave el alma y, como Luz que es Fuego, encienda el corazón del hombre y el corazón del mundo.

Tocar la Luz.Y, al tocarla, sentirla dentro... , donde siempre ha estado. Donde anida. Donde vive. De donde es. De donde somos. 

Corazón de Luz. Corazón de Fuego. Luz en el corazón. Lo que Somos. Luz. Solo Luz.


Miguel Angel del Puerto
http://www.deshambala.com

lunes, 9 de abril de 2018

La respiración consciente contra la ansiedad

Somos seres básicamente respirantes. Lo primero que hicimos al nacer es inhalar y lo último que haremos en esta vida es exhalar. Respiramos de quince a veinte veces por minuto y existe una estrecha relación entre la mente y la respiración, tanto es así que en el yoga se dice que la mente es el jinete y la respiración es el caballo.  

Escribe Ramiro Calle.

La respiración y los estados mentales y emocionales están íntimamente vinculados. Si estamos tranquilos y relajados, la respiración se hace más lenta, pero si estamos ansiosos o nerviosos, se hace más rápida. Si recibimos un susto, se entrecorta, y si estamos muy concentrados, se suspende unos instantes. Cuando padecemos angustia se hace jadeante y cuando estamos muy distendidos, se equilibra. A cada estado emocional y mental sigue un tipo de respiración y viceversa. Partiendo de este evidente principio, los yoguis se han servido desde muy antaño de la respiración para concentrar la mente y calmar los procesos emocionales y somáticos. La respiración es así una herramienta fabulosa para sosegarse e irse liberando de la agitación, la ansiedad o la zozobra.

Basta con hacer una respiración un poquito más consciente, lenta y larga (lo que puede llevarse a cabo paseando por una playa, en un parque o en cualquier lugar donde uno se encuentre), para que el sistema nervioso se tranquilice y las emociones se pacifiquen. Por ejemplo, la respiración diafragmática es un verdadero bálsamo, seda el sistema nervioso y resulta idónea para utilizarla durante la relajación profunda. La respiración consciente, asimismo, acrecienta y unifica la consciencia, nos reporta vitalidad y plenitud y nos ayuda a desarrollar la presencia de ser. Estando atentos a la respiración volvemos a nuestro centro, es decir, nos recentramos y aquietamos.

Como la respiración es nuestra constante compañera mientras estamos en este cuerpo, la podemos convertir en una aliada excepcional para estar más atentos, vivos, plenos y aplomados. La atención a la respiración se convierte en una especie de ganzúa para explorar otros planos de la consciencia, y la denominada meditación sobre a respiración es una meditación universal, porque cualquiera puede usarla tenga o no tenga uno u otro tipo de creencias, sea niño o anciano, sano o enfermo. La respiración consciente se convierte en un medicamento de gran eficacia, y sin contraindicaciones, para permanecer armónico y desarrollar claridad mental y ecuanimidad.

Un valiosímo ejercicio de respiración que debería aprenderse desde niño es el denominado “respiración integral”, que consiste en llevar el aire lentamente por la nariz desde el viente, ininterrumpidamente, hasta la zona más alta del tórax pasando por la zona intercostal. Esta respiración influye muy favorablemente en tres niveles: el somático, el energético y el mental. Es una fuente de vitalidad y plenitud y se puede realizar extendido, sentado o de pie.
 
La respiración, pues, se puede utilizar de dos maneras: como ejercicio respiratorio y como soporte para la denominada meditación sobre la respiración; ésta última hay que llevarla a cabo respirando con toda naturalidad. Incluso en la vida diaria, ante una situación estresante o intranquilizadora, podemos calmarnos haciendo una respiración un poquito más lenta y más larga. Sus efectos ansiolíticos son evidentes. Y siempre podemos encontrar en la respiración una amiga con la que ayudarnos a sosegar los procesos del cuerpo y de la mente y una herramienta muy efectiva para encontrar nuestro “punto de quietud”.
 

domingo, 1 de abril de 2018

Tener esta habilidad es signo de la inteligencia más alta

Esta probablemente sea la inteligencia más alta, superior a lo que reflejan los examenes de IQ: una inteligencia holística y emocional, capaz de percibir la realidad y fluir 

El escritor F. Scott Fitzgerald, uno de los más grandes novelistas del siglo XX en lengua inglesa, dijo famosamente que: "la prueba de una inteligencia de primer orden es la habilidad de sostener ideas opuestas en la mente al mismo tiempo y aun así mantener la habilidad de funcionar". En otras palabras, ser capaces de residir en la paradoja, en la ambivalencia, en la ambiguedad. Ir más allá de la lógica aristotélica de que algo es una cosa y por lo tanto no puede ser otra, es esto y por lo tanto no puede ser otra. Una mente que está libre de la polarización, del maniqueísmo, del fundamentalismo, de ver el mundo como blanco y negro o bueno y malo sin toda la riqueza de tonos intermedios. Esta capacidad, por otro lado, tiene que ver con la percepción o el entendimiento de la realidad, la cual es más compleja y ambivalente y no tiene un único significado, sino que es una construcción interdependiente. Esto fue bien descrito por Robert Anton Wilson:

Todos los fenómenos son reales en algún sentido, irreales en algún sentido,  sin sentido y reales  en algún sentido, sin sentido e irreales en algún sentido y sin sentido reales e irreales en algún sentido…

O como dijera Nagarjuna, el padre de la teoría de que las cosas no tienen existencia independiente en el budismo o que están vacías, concepto central del budismo mahayana:
En la verdadera naturaleza no hay ni permanencia ni impermanencia.
Ni ser ni no-ser, ni limpio ni no-limpio.
Ni felicidad ni sufrimiento.
Así los cuatro puntos de vista equivocados no existen.

O el sublime sendero de la más alta inteligencia del tao, que es un camino y sin embargo es un camino que no puede caminarse:
El camino que puede ser recorrido no es el eterno camino.
El nombre que puede ser nombrado no es el eterno nombre.

Llegamos a un sitio más allá de la lógica y de la dualidad. Y es que de hecho la realidad no tiene una definición única, ni las cosas existen por sí solas, y por lo tanto tienen múltiples valores y posibilidades. La física cuántica ha demostrado que la luz es onda y partícula (existe en superposición); las cosas existen y no existen a la vez. Ser y no ser, esa es la cuestión. Esto es muy difícil de entender y de contemplar (incluso de jugar con), ya que la mente busca seguridad, busca identificarse con algo (lo cual le da seguridad), busca definir las cosas para defenderse de la incertidumbre, pero, a la vez, entenderlo, o al menos darle el beneficio de la duda es altamente liberador, puesto que así no limitamos nuestro potencial y las posibilidades de la existencia. Así podemos acercarnos al misterio y desencadenar la creatividad. Sí, la ambigüedad nos puede producir una sensación de vértigo y de vacío, pero por otro lado es la verdadera sal de la existencia. Como dijo el filósofo budista Nagarjuna: "ya que todo está vacío, todo puede ser". Todo puede suceder, el mundo está abierto, fresco, vibrante; las cosas no están dadas, sino que tenemos que descubrirlas por nosotros mismos y aventurarnos a lo desconocido. Y de hecho es más interesante y estimulante que así lo sea, hay mucha más energía en existir de esta manera tan abierta e indefinida. Quien no se angustia por esto accede a la energía del caos, a la energía primordial que aún no toma forma.

Esto no sólo tiene una aplicación filosófica; también, en un sentido psicológico de utilidad mundana, poder sostener visiones contrastantes sin identificarse con una única visión es algo muy valioso. Por una parte, evita el fundamentalismo y nos permite el diálogo y la apertura a otras ideas. Una forma simplificada de los beneficios de esto puede atisbarse en el famoso experimento de los malvaviscos de la Universidad de Stanford en los años 70. Niños de 3 años fueron presentados con un malvavisco y una proposición. El investigador les presentaba la posibilidad de no comerse el malvavisco y en 15 minutos les daría dos o más, pero tenían que aguantar. Si el niño se comía el malvavisco, ya no habría más. Lo notable de esto es que, cuando los investigadores siguieron al grupo del experimento años después, notaron que aquellos que habían podido esperar en la habitación sin comerse el malvavisco mostraron tener mejores resultados en pruebas psicométricas, niveles de satisfacción, salud y demás.
Para un niño, este experimento básico representa sostener en la mente dos ideas en conflicto y una sensación de ambigüedad: el pensamiento "Quiero comerme el malvavisco" y "Si no me como el malvavisco, luego tendré más". Hay una cierta resiliencia, a la vez que una capacidad de ver más allá de lo inmediato. Contempla,, por ejemplo estas dos ideas: "Puedo morir en cualquier momento. La muerte es inevitable" y "La vida es maravillosa. Amo la vida". Aparentemente estas ideas se oponen, pero sostenerlas al mismo tiempo puede ser lo más provechoso.
En el adulto, generalmente este tipo de ocasiones se presentan en momentos en los que no tenemos certidumbre de lo que va suceder y en los cuales hay posibilidades que entran en conflicto sobre un desenlace. En estos momentos podemos ser presa de angustia, parálisis o falta de motivación y colapsar y bajar nuestra eficiencia, o podemos mantener la calma, seguir haciendo lo que nos compete o considerar un camino medio entre los posibles desenlaces. El signo de inteligencia --que es el poder estar a gusto con la ambigüedad y la ambivalencia-- es justamente no caer en los extremos, no apresurarse a definir y etiquetar, tener paciencia y contemplar las cosas sin proyectarles el deseo --que viene del miedo y la ansiedad-- de cierre, de que se revelen como algo definido y concluyente. Esta inteligencia es, a fin de cuentas, la capacidad de jugar con la naturaleza vacía de los fenómenos, esto es, con su potencial sin límites. 

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