Cuando comprendemos que la meditación no es sólo algo que se intenta durante la postura del loto sino que empieza desde la primera respiración de nuestra práctica, entenderemos también que dicha práctica no ocurre solo un día o dos a la semana, sino que comprende todos los minutos de nuestra vida consciente.
Tanto la palabra yoga como la palabra meditación podrían entenderse como sinónimas en muchos aspectos. Si bien la meditación (dhyana) está descrita por Patanjali, autor del primer tratado sobre yoga, como una parte del yoga que se refiere al control mental (samyama), cabe entender también que el auténtico yoga, cuyo significado es unión, ha de integrar todos sus aspectos al unísono. De este modo, la meditación no sería una parte o nivel del yoga, sino uno de sus fundamentos constitutivos en todo momento de su práctica. Una vez introducida esta cuestión, prioritaria a la hora de entender ambos conceptos, pasemos a ver ahora sus aspectos más significativos.
A menudo, la práctica del yoga en Occidente se ha vinculado especialmente al hatha yoga, entendido éste solamente como yoga físico, cuya finalidad principal sería el ejercicio en el dominio de las asanas (o posturas). El maestro Osho afirmó que el yoga físico es, si acaso, una mera introducción, un aperitivo, de todo lo que el yoga tiene que ofrecernos. No obstante, el dominio y control de las posturas no aportaría nada si no hubiese una mente encargada de conducir todo el proceso. Es así la mente el elemento clave en la práctica ordinaria del yoga. La mente que es observada y la mente que a su vez observa y dirige al cuerpo. La labor del yogui será la de ir posicionándose en un nivel de testigo tanto del cuerpo, como de la mente e incluso del ser (atman).
El maestro B. K. S. Iyengar, fundador del yoga Iyengar, ampliamente difundido en Occidente, señaló en una ocasión que la postura más difícil de lograr es la del cadáver (savasana). Esta pequeña ironía encierra una gran verdad, pues una postura que consiste en quedarse tumbado completamente sobre el suelo –como un cadáver- supone una dificultad extrema para el observador, puesto que los focos de tensión que le sirven como referente para llevar la atención quedan suprimidos (relajados) y la atención mental ha perdido todo punto de referencia.
Tanto la postura como pranayama (el control de la respiración) son precisos soportes para enfocar la atención. El elemento fundamental de todo yoga es la atención, el tomar conciencia, la observancia. Si no olvidamos esto, cualquier estilo de yoga y cualquier aspecto que remarquemos del mismo serán igualmente correctos. La atención se irá volviendo espontánea, no forzada. Completamente natural. El hecho fundamental que el yoga investiga es esto mismo, la atención, nuestra capacidad de ser conscientes, la Conciencia, el Ser. Por ello, la atención irá naturalmente hacia ella misma, hacia su estado autoconsciente.
El cuerpo es el templo que guarda nuestro espíritu. No somos sólo un cuerpo, pero el cuerpo está ahora en nosotros, por tanto, prestarle atención es algo natural, así como cuidarlo y respetarlo, todo ello será una forma sabia de entender la vida.
Como hemos apuntado, el yoga es el arte de la unión, y por tanto se trata de ir uniendo todas las dimensiones que tienen lugar en nosotros. La dimensión física y la dimensión mental o emocional son interdependientes, y no se puede trabajar la una sin la otra. Observar una postura es observar lo que en ella sucede: pensamientos, emociones, sensaciones… La clave del yoga va mucho más allá del control y tiene mucho más que ver con la escucha atenta. Una vez que vayamos familiarizándonos con esa forma de práctica, podremos realizar un trabajo yóguico integral.
Una vez que la meditación no es sólo algo que se intenta durante la postura del loto sino que empieza desde la primera respiración de la sadhana (práctica), iremos viendo el verdadero significado tanto del yoga como de la meditación y comprenderemos finalmente también que dicha práctica no ocurre solamente durante un periodo de tiempo al día o a la semana, sino que comprende todos los minutos de nuestra vida consciente. He aquí cuando el practicante de yoga es, ciertamente, un yogui.
José Manuel Martínez Sánchez
http://www.yogaenred.com/
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