sábado, 26 de noviembre de 2016

Aprender a olvidar




En mi opinión, hay muchas cosas que por nuestro propio bien -por nuestra tranquilidad personal y emocional-  sería muy conveniente olvidar deshaciéndonos de ellas urgentemente una vez extraída la lección implícita que todas las cosas que nos suceden traen para nosotros.

Olvidarlas, borrar hasta la última huella de su paso por nuestra vida, deshacernos de su influencia, liberarla y liberarnos. 

Ya habrás escuchado esta frase: “NOS RESULTARÍA MUCHO MÁS FÁCIL OLVIDAR LAS COSAS DESAGRADABLES SI NO INSISTIÉRAMOS TANTO EN RECORDARLAS”. 

En muchas ocasiones es como si nos repitiéramos machaconamente “Que no se me olvide que lo tengo que olvidar”. Un contrasentido. Pero así de torpes somos en demasiadas ocasiones, unos absurdos teóricos que saben la regla que tienen que aplicar pero no la aplican. Una gran torpeza por nuestra parte.

He escuchado a algunas personas decir que persisten en no querer olvidar una cosa porque quieren tenerla presente para no volver a repetirla. Esto estaría muy bien si se quedasen sólo con la foto del hecho histórico, solamente con lo que pasó, pero en cambio –en mal cambio- mantienen el hecho y además todo lo negativo que aportó ese hecho. No se quitan la espina para recordar cuánto duele una espina clavada. Absurdo también.

Deberíamos confiar en que somos lo suficientemente inteligentes como para darnos cuenta de que algo que nos hizo mal –o algo que hicimos mal-, no necesita seguir martirizándonos, sino que con saberlo y haberlo aprehendido dentro ya es suficiente.

Recrearnos masoquistamente en el mal no aporta nada que sea bueno o beneficioso y en cambio –también en mal cambio- nos ata a una sensación dolorosa de ser víctimas o culpables, cuando no somos ni una cosa ni otra sino simples actores de un papel en el mundo.

Olvidar es sano y libera, porque nos exime del peso del asunto.

Olvidar no es de cobardes, sino de sensatos.

Mantenerse en el dolor –sea el que sea- es una autoagresión y una injusticia.

Aprender a olvidar es aprender a liberarse, es aceptar que uno es humano –y eso le da derecho a equivocarse-, y que trata con otros humanos -que también tienen derecho a equivocarse- ,y que las cosas no siempre suceden como uno quisiera y que los otros no siempre se comportan como sería deseable, y liberarse es comprender que la vida está compuesta por momentos buenos –que conviene multiplicar y disfrutarlos todo cuanto se pueda- y momentos menos agradables -que hay que pasar y dejar que vayan al olvido-.

¿Cómo se hace para olvidar?

DESAPEGÁNDOSE DEL ASUNTO.

DANDO PERMISO PARA QUE SE VAYA, DICIÉNDOLE QUE YA SE APRENDIÓ LO QUE HABÍA QUE APRENDER.

ANALIZÁNDOLO OBJETIVAMENTE.

DESDRAMATIZANDO LOS SUCESOS.

COMPRENDIENDO Y ACEPTANDO.

NO INSISTIENDO EN EL RECUERDO.

RECONOCIENDO QUE ERA SIMPLEMENTE UNA EXPERIENCIA.

NO IMPLICÁNDOSE MÁS DE LO NECESARIO.

CAMBIANDO EL PENSAMIENTO POR OTRO CUANDO SE PRESENTE.

Que cada uno utilice el método  o los métodos que considere adecuado o adecuados a su caso. Y que añada los que les sean útiles. Cada uno se conoce –o se debería conocer- y sabe qué es lo que mejor le puede funcionar.

Por cierto, hemos hablado de olvidar lo malo, pero lo bueno, si no causa dolor su ausencia, está bien mantenerlo sin olvidarlo.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco De Sales
buscandome.es

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