viernes, 16 de febrero de 2018

Terapia Shiatsu y consciencia

“Tú eres el único que puede hacerlo. Nadie puede hacerlo por ti. Pero si tienes la suerte de encontrar a alguien que es intensamente consciente, si puedes estar con esa persona y unirte a ella en el estado de presencia, eso te ayudará y acelerará las cosas.” 

                         Eckhart Tolle. El poder del ahora.



¿Qué es el Shiatsu? Esta pregunta se me realiza en muchas ocasiones. El Shiatsu es una terapia holística que mediante presiones (digitales, palmares…), estiramientos y rotaciones, consigue equilibrar la energía existente en el cuerpo humano. Se trata de una técnica milenaria que vino desde Japón a Europa. Llegó en un primer momento a Francia desde donde se extendió por el resto de los países europeos. Hemos sido nosotros, los europeos, los que hemos querido “occidentalizarlo” para adaptarlo a nuestras necesidades. De igual manera hacemos con otras muchas terapias que nos han llegado de Oriente, de forma y manera que corremos el riesgo de perder sus verdaderos orígenes.
Muchas personas creen que el Shiatsu es un simple masaje. Es normal, puesto que lo que se ve desde el exterior es que el terapeuta aplica presión sobre una serie de puntos a través de los cuales el paciente se relaja (sus músculos se calman, los nervios se distienden…). Así que otorgan al Shiatsu el único objetivo, erróneo, de relajar. Sin embargo, si profundizamos un poco más nos damos cuenta de que el Shiatsu no es sólo “presionar por presionar” ciertos puntos, sino llegar a conectar con el sentimiento, dolor, emoción, del propio paciente y, desde esa conexión, poder llegar a la raíz de la dolencia que el cuerpo ha llegado a somatizar.

La sanación viene del interior

Una vez localizada esta causa, el terapeuta, que no masajista, estará en condiciones de poder ayudar a sanar al paciente. Y decimos sanar, no curar, aunque que estamos acostumbrados a oír que cualquier terapeuta, sea de la rama que sea, nos va a curar de una u otra dolencia. La curación sobreviene del exterior. Sin embargo, la sanación viene del interior, de la activación de las capacidades del propio cuerpo para auto-sanarse. Por lo que la labor del terapeuta de Shiatsu es equilibrar las energías del paciente para que sea su propio cuerpo el que se permita sanar. En esto consiste la verdadera sanación: llegar a la causa, muchas veces oculta en el subconsciente, de la patología, de la dolencia, motivo por el cual el paciente llegó a nuestra consulta.
Sin embargo, existe una premisa previa que ha quedado relegada al olvido: para poder conectar con el sentimiento, y en definitiva con la esencia misma del paciente, el terapeuta debe estar, a su vez, en esencia. Debe estar establecido en su esencia de forma permanente; siendo éste el punto idóneo desde el que debiera iniciarse cualquier tipo de terapia. Para mantener ese estado de lucidez, el terapeuta debe mantener despierta una auto-consciencia de forma activa y continua. Ello es lo que le va a permitir realizar la terapia de forma consciente, lo que, al margen de la patología a tratar, despertará la consciencia del paciente. Así, conectará con las posibles causas que provocaron el bloqueo de la energía que en su momento impidieron que ésta fluyera con libertad por el organismo, somatizando tal bloqueo –por lo general de origen emocional– en forma de patología o enfermedad.
De esta manera, establecido en ese eje, el terapeuta podrá captar, a través de una silenciosa observación, todos los síntomas que pudieran ser un claro indicador de lo que sucede en el interior del paciente: respiración agitada, entrecortada, abdominal o pectoral, profunda o superficial… También son fuente de abundante información los gestos del rostro: labios tensos o crispados, párpados forzados, posición de las cejas, etc. Son múltiples las señales por las que el cuerpo se va a expresar gracias a un lenguaje que va más allá de las palabras y que el terapeuta sagaz debe saber captar. Se hace más que evidente que la valoración del terapeuta ha de ser holística, esto es: tener en cuenta todo lo percibido. Además, si el terapeuta mantiene la consciencia activa y su energía equilibrada, no será arrastrado por las vivencias propias del paciente, ni se llevará consigo los temidos “malos rollos” o “malas energías” que el paciente pudiera traer a la consulta almacenados en su psiquismo.

Conexión con la respiración

Para obtener todos estos beneficios consideramos fundamental, a la vez que sanador, que el propio terapeuta tenga integrados en su vida cotidiana la práctica de ejercicios que le ayuden a la toma de consciencia, tal como el yoga y la meditación por ejemplo, para llegar al tan deseado equilibrio y, de ese modo, conseguir un óptimo equilibrio de la energía del paciente y, como consecuencia natural, contribuir a su posterior sanación.
¿Cómo hacer todo esto? El principio básico es la conexión con la respiración. Tomar consciencia de cómo respiro: agitado o sereno, nervioso o tranquilo, y después darse cuenta de cómo presiono: rápido, lento, nervioso… si realmente la forma de presionar es la correcta para el tratamiento correspondiente… Para llegar, incluso, a sentir el frío que, en un momento dado, el paciente pudiera llegar a experimentar durante el transcurso de la terapia y, por supuesto, tener despierta la sensibilidad necesaria para, en ese mismo instante, arroparle.
Todo aquello que el terapeuta vivencia durante la terapia es transmitido al paciente. Si nosotros estamos agitados, y no somos conscientes de ello, contagiaremos nuestro estado al paciente. Ahora bien, si nos damos cuenta de nuestro estado, si somos conscientes, tendremos la oportunidad de transformarlo a voluntad, siempre y cuando previamente exista el suficiente cultivo de sí mismo en nuestro interior. Tener la capacidad de transmutar esos estados internos a voluntad es la clave de la auténtica sanación. Por ello, consideramos de suma importancia la práctica de disciplinas complementarias que ayuden a mantener activa y despierta nuestra consciencia de ser.
¡Feliz terapia!


Shiatsu/Natalia López
http://www.yogaenred.com

jueves, 15 de febrero de 2018

Vivir según la filosofía Zen



Los valores Zen se pueden aplicar en nuestro día a día, no es necesario escapar del mundanal ruido e ingresar en un monasterio. Pero para vivir siguiendo la filosofía Zen, no se puede ser utilitarista, no se puede coger sólo aquello que nos gusta y utilizarlo en provecho propio.

La meditación, por ejemplo, no es una única forma de relajarnos porque llevamos una vida demasiado acelerada. Hemos de comprender que no tendríamos que llevar un tipo de vida que no nos satisface y nos pone al límite de nuestras energías.
Estaríamos haciendo un uso utilitario si lo que pretendiéramos fuera conseguir más energías para seguir llevando una vida en la que sólo prima la ambición por conseguir más bienes materiales.
El Zen nos invita a hacer una reflexión sobre el ritmo que llevamos y a entender que debemos cuidar nuestra espiritualidad desde una actitud más elevada.
No es que no podamos tener un trabajo normal ni ganar dinero, pero sí que deberíamos procurar aprender a poner todo esto en su sitio y a valorarlo en su justa medida.
Para poder aplicar el Zen a nuestra vida diaria debemos comprender que es mucho más importante ser que tener.
Vivimos en una sociedad en la que es muy importante poseer. Consumir bienes sirve para conseguir un estatus, pero ¿cuándo acaba esta ansia?
No tiene fin. Por tanto nunca estará satisfecha, y ello nos condena a la infelicidad.
Esta ambición por poseer nos impide ver lo esencial: no es importante tener, sino ser.
La verdadera riqueza y abundancia es la que llevamos en nuestro interior y nadie puede robarnos.
Nuestra riqueza es la más desconocida para la mayoría de la humanidad, es la que menos cultivamos, la que más olvidamos. Y eso nos lleva a una pobreza de espíritu que no se puede equilibrar con la posesión de cosas externas.
Intentar encontrar fuera lo que no se tiene dentro es sinónimo de no sanear el interior.
El Zen abre la puerta del gran tesoro interior.
                          
¿Cómo compatibilizar esta filosofía oriental con la sociedad occidental en la que vivimos?
La respuesta la hallaremos en la práctica continuada del “zazen”, la meditación.
Con la práctica del “zazen”, podremos ver las cosas desde un punto de vista completamente diferente.
Si estamos sometidos al miedo, a los deseos, a la inseguridad o a la ambición, lo que nos rodea resulta demasiado grave y acaba convirtiéndose en un gran problema.
En cambio, cuando somos capaces de relajarnos, podemos actuar con mucha más libertad y las cosas fluyen de forma natural.
Conseguir la calma espiritual es uno de los pasos que más nos acerca a la felicidad, pues supone dejar de sufrir por cosas que no merecen la pena.

El Zen es un camino que nos conduce a la lucidez y a la paz de espíritu. Y desde la tranquilidad es más fácil asumir cualquier reto que se nos presente.

Para llevar una vida Zen es imprescindible la presencia de un maestro.
El Zen no tiene escrituras sagradas ni preceptos que seguir. Los conocimientos se han difundido durante siglos a través de maestros a discípulos, mediante la práctica oral.
El maestro nos ayudará a encontrar la postura adecuada, a hallar la respiración idónea, a diluir las inseguridades. Él sabe valorar las actitudes de sus alumnos y sacar lo mejor de cada uno de ellos. Conoce cómo ayudarlos en cada caso.
El maestro Zen es un guía espiritual que ayuda a cada alumno a encontrar la llave para abrir su mundo espiritual, sin ser nunca un gurú o un predicador.
No es un profesor, pues él no da sermones, su método es ayudar a despertar la conciencia de sus pupilos.
La práctica del Zen es muy beneficiosa para la salud, aleja muchos trastornos y permite llevar a cabo un día a día mucho más sano.
El primer efecto es la ausencia de estrés. El Zen consigue que cuerpo y mente logren una gran relajación, y esto supone un beneficio en el que se padecen menos enfermedades.
El control de la respiración que se consigue mediante el “zazen” calma el ritmo cardíaco y regula la circulación.
La espiración profunda que se lleva a cabo durante la meditación, sirve para liberar a los pulmones del gas carbónico acumulado en ellos, y así se evitan enfermedades. El aire estancado en los pulmones produce opresión, ansiedad y nerviosismo.
El “zazen” baja la tensión y el ácido láctico en sangre, que es el responsable de la agresividad y de la desestabilización hormonal y del sistema nervioso.
La relajación corporal y el estiramiento de la columna vertebral sirven para combatir los problemas de espalda y contracturas musculares en general.
La función del Zen no es curar, pero su práctica habitual puede mejorar las condiciones de nuestro organismo.
La meditación “zazen” nos ayuda también a potenciar nuestras habilidades manuales, nuestra creatividad y nuestra intuición.
La persona verdaderamente creativa es la que es capaz de ver más allá y proponer soluciones diferentes.
La meta radica en no obsesionarnos sino en dejar que todo fluya de forma natural.
Hay un dicho del maestro Dogen que dice así: “Mantened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Cerrad las manos, sólo obtendréis un puñado de arena”.

La metáfora significa que sólo hemos de dejar que las cosas ocurran y notar las sensaciones que despiertan en nuestro cuerpo y dejarnos guiar por nuestra intuición, a la que habremos despertado con las técnicas “zazen”.
maestroviejo/selenitaconsciente.com 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Cómo adquirir hábitos posturales sanos

Cuando trabajamos, estudiamos, andamos en nuestra vida diaria, no somos conscientes de nuestra postura. Nuestra columna vertebral, como su propio nombre indica, es el eje sobre el que se sustenta todo el organismo. Cualquier problema vertebral puede originar patologías como parálisis, dolor crónico, ciática, lumbalgia… Por ello es tan importante cuidarla, y casi diríamos mimarla.



¿Qué podemos hacer por ella en nuestra vida cotidiana? Si cuidamos nuestras posturas a la hora de hacer cualquier actividad, mantendríamos nuestro equilibrio físico y mental, puesto que se ha comprobado que un cambio en la postura puede llegar a traer cambios incluso en nuestra personalidad.
Malos hábitos sentados
Cuando trabajamos solemos inclinar la cabeza hacia un lado u otro, aunque siempre suele ser el mismo lado, provocándonos molestias en el cuello que se pueden transformar más adelante en dolores de cabeza, molestias en los hombros e incluso en un desequilibrio de nuestra columna vertebral, pues el cuerpo humano tiende a ir hacia el equilibrio. Si nosotros le estamos demandando, día tras días, que “necesitamos” tener la cabeza inclinada, por ejemplo a la derecha, el cuerpo lo aprende, y entonces busca alternativas para mantener la homeostasis corporal, como tensar más un músculo, subir el hombro o hacer unas curvaturas mayores en la columna vertebral. Así es el cuerpo humano.
Al cepillarnos los dientes
Al lavarnos los dientes solemos mantener las dos piernas estiradas y la espalda curvada hacia delante mientras dura la limpieza. Lo adecuado sería flexionar un poco la rodilla contraria a la mano en la que mantenemos el cepillo y apoyar la otra mano en el lavabo para flexionarnos hacia delante y mantener nuestra espalda lo más recta posible. Por supuesto no lo hacemos.
Al levantarnos de la cama
Para levantarnos de la cama solemos tirar de nuestra columna bruscamente hacia adelante hasta conseguir sentarnos, provocando en nuestro cerebro un despertar abrupto que puede ocasionar desde enfados hasta estrés durante todo el día, aparte de una sobrecarga en la columna lumbar. Lo suyo sería girar sobre un costado y desde ahí, apoyando las dos manos en la cama, levantarnos despacio y dejar colgar nuestras piernas. Una vez sentados, apoyar nuestras manos en nuestros muslos e incorporarnos.
Cuando la postura se alinea correctamente. todos los músculos se encuentran en equilibrio. Si no sucede así, habrá unos músculos que los tendremos en tensión continua, mientras que el resto estarán estirados constantemente y, en consecuencia, al final habrá excesiva rigidez.
Como ya se ha comentado con anterioridad, pasar de una postura incorrecta a otra correcta puede llevarnos incluso a un aumento de la autoestima y a cambios de la personalidad, puesto que si el cuerpo no está en equilibrio y los músculos están todo el tiempo contraídos, comenzarán a mandar información de su “desagrado” al cerebro, que corresponderá con hormonas que nos harán estar de mal humor. Si no, haz tú mismo la prueba: colócate en una postura en la que estés incómodo durante dos minutos y observa qué ocurre…
El ser humano siempre busca el equilibrio, la comodidad y el gasto mínimo de energía ,y basándose en estas tres consignas va a buscar la postura que él considere como más adecuada. Por esta razón, debemos de estar muy conscientes de nosotros mismos en todo momento y observarnos para poder corregir las posturas inadecuadas antes de que creen un hábito del que ya sea menos fácil salir.

Técnicas de equilibrado

Disponemos de varias técnicas importantes que podemos utilizar. Entre otras, tenemos:
Sotai : reeducación postural integral. Gracias a esta técnica, venida desde el Japón, podemos tender al equilibrio de una manera suave y natural, sin dolor y consiguiendo una sincronización muscular y articular mediante una serie de ejercicios fáciles de aprender para poder realizarlos todos los días en nuestra casa.
Feldenkrais: es un proceso educativo que, a través de movimientos fáciles y suaves y una adecuada orientación de la atención hacia los efectos que los mismos producen en los distintos aspectos de la persona, brinda a ésta la posibilidad de mejorar su accionar cotidiano. Cuenta con dos técnicas: la autoconsciencia por el movimiento y la integración funcional
Técnica Alexander: pone en nuestra mano la posibilidad de mejorar el control consciente de nuestro organismo y así poder recuperar equilibrio en las actividades de la vida cotidiana.
Hatha Yoga: gracias al Yoga podemos permanecer más conscientes de nuestra estructura corporal. A través de las distintas asanas se estiran las distintas partes de los músculos y fascias para liberar los bloqueos de las malas posturas diarias en todo nuestro cuerpo. Esto permite al organismo ganar flexibilidad y coordinación en los movimientos. Además, al hacernos más conscientes de nuestra postura diaria, permite cambiarla en caso necesario.
Cualquiera de estas técnicas te puede ayudar a observar en qué momento te encuentras y poder cambiarlo a voluntad. Es cierto que como todas son medios naturales en los que sólo utilizamos nuestro cuerpo, y le hemos obligado a mantener una postura inadecuada durante mucho tiempo, necesitará otro tanto para recolocarse adecuadamente. Así que recomendamos un poco de paciencia.

Natalia López /Shiatsu
http://www.yogaenred.com