domingo, 11 de junio de 2017

La voz en la cabeza tiene una vida propia


Condicionados por el Pasado. El Karma y La Conciencia.

La voz en la cabeza tiene una vida propia. La mayoría de las personas están a merced de esa voz; ellos están poseídos por el pensamiento, por la mente. Y como la mente está condicionada por el pasado, ustedes están entonces forzados a volver a revivir el pasado una y otra vez.
El término utilizado en el Oriente para esto es karma. Cuando ustedes se identifican con esa voz, no lo saben por supuesto. Si lo supiesen, ya no podría poseerlos porque ustedes están solamente verdaderamente poseídos cuando ustedes confunden la entidad que los posee con quienes ustedes son, o sea, cuando ustedes se convierten en ella.
Durante miles de años la humanidad ha incrementado esta posesión mental, ignorando que la entidad posesora “no es el yo”. A lo largo de una total identificación con la mente, apareció un falso sentido del yo – el ego. La densidad del ego depende del grado en el cual ustedes – la conciencia – se identifican con su mente, con su pensamiento. El pensamiento no es más que un pequeño aspecto de la totalidad de la conciencia, la totalidad de quienes ustedes son.
El grado de identificación con la mente varía de una persona a otra. Algunas personas disfrutan de la libertad de su mente durante algunos períodos, aunque breves, y la paz, la alegría y la vivacidad que experimentan en esos momentos hacen que la vida merezca la pena. Estos también son los momentos en los cuales surgen la creatividad, el amor y la compasión.
Otros están atrapados constantemente en el estado egoíco. Están alienados de sí mismos, así como de los demás y del mundo que los rodea. Cuando ustedes los ven, pueden ver la tensión en sus caras, quizás el ceño fruncido, o una expresión ausente en sus ojos. 
La mayor parte de la atención de ellos está absorta en el pensamiento y así ellos no los ven a ustedes realmente y tampoco los escuchan a ustedes realmente. No están presentes en ninguna situación, porque su atención está en el pasado o en el futuro, lo cual por supuesto existe solo en la mente como formas de pensamiento. O se relacionan con ustedes a través de algún tipo de papel que ellos juegan y por tanto no son ellos mismos.
 La mayoría de las personas están alienadas a partir de quienes son y algunos en un grado tal que la forma en la que se comportan e interactúan se puede reconocer como ‘falsa’ por parte de los demás, excepto por parte de quienes son igualmente falsos, igualmente alienados a partir de quienes son.
La alienación significa que ustedes no se sienten cómodos en ninguna situación, en ningún lugar, o con ninguna persona, ni siquiera consigo mismos. Siempre están tratando de ir “a casa”, pero nunca se sienten en casa. 
Algunos de los grandes escritores del siglo veinte, tales como Franz Kafka, Alberto Camus, T.S. Elliot y James Joyce reconocieron a la alienación como el dilema universal de la existencia humana, probablemente lo sintieron más profundamente dentro de sí mismos y por eso fueron capaces de expresarlo de manera brillante en sus obras. Ellos no ofrecen una solución. Su contribución consiste en mostrarnos un reflejo del infortunio y sufrimiento humano para que podamos verlo con mayor claridad.
Ver el infortunio y el sufrimiento propio con claridad es un primer paso para poder superarlo. Así que mientras todavía esperan porque algo significativo suceda en sus vidas, puede que no perciban que la cosa más significativa que puede sucederle a un ser humano ya ocurrió dentro de ustedes: el comienzo del proceso de separación del pensamiento y la percepción.
Extracto del libro de Eckhart Tolle: Una Nueva Tierra

sábado, 10 de junio de 2017

La capacidad de asombro


Asombrarse es la capacidad de mirar siempre con los ojos renovados. Es un acto en peligro de extinción en el momento en que nos basamos y regimos siempre desde la lógica de las cosas.

    El mero acto de asombrarse va ligado a una actitud de cierta ingenuidad e inocencia; virtudes asociadas a la ausencia de conocimientos. Disponer de una capacidad de asombro no significa buscar el renovarlo constantemente, quizás el mismo hecho de observar el transcurso de los acontecimientos dispara el apreciar hasta el más mínimo detalle. Significa, pues, encontrar un significado en lo puntual, una carga de contenido en lo sencillo, y un asombro interior incluso en lo que damos por sentado.

    Reservamos el asombro para cuando ocurra lo extraordinario, desperdiciando así un proceso de florecimiento en lo ordinario. Dependiendo de la mirada, dependerá nuestra receptividad. El asombro de un niño es una buena prueba de ello. Para él todo es nuevo, grandioso, majestuoso, y su curiosidad se expande en todo aquello que le asombra.

    Esa capacidad la perdemos, se desinfla o la corrompen. Se deja paso al tedio, el aburrimiento y la familiarización con las cosas que nos rodean, perdiendo un renacer a lo que se va presentando. No logramos identificar el milagro frente a nuestras narices, porque lo analizamos, lo diseccionamos, y extraemos una conclusión reducida a la razón.


 Nuestra mente ha resuelto el misterio. ¿Para qué más extender el asombro? Algo vivo como una flor ha quedado enumerada en partes, en clasificaciones, en tipos de flores. El misterio de exhalar su aroma ya no es sorprendente, porque como ella, hay millones más. Hemos asesinado lo asombroso, hemos reducido en una parte algo en lo que se manifiesta la totalidad.

    Nuestra carga de conocimiento puede entorpecer el asombro. En el momento en que ¨sabes¨, te cierras a saber; en el momento en que ¨conoces¨, te niegas a dejar entrar el conocimiento. Se van acumulando memorias y en cuanto lo sorprendente se posiciona delante de nosotros, giramos la mirada. No podemos cargar con más, es mucho lo acumulado. Es mucho lo que todavía no nos ha dado tiempo a digerir como para ingerir más. Pero esa es la visión de la mirada que pertenece al pasado, o la visión de la expectativa del futuro. Si soltamos ambos extremos, podemos juntar las manos y sucede el milagro.

    De una manera espontánea, en apertura, en actitud relajada, accedemos al asombro. Dejamos la identidad que tanto enjuicia para ser consciencia dejándose embriagar; operamos con la inocencia del niño que aún no necesita reducir todos los contextos a una experiencia racional. Así la vida es un asombro continuo de momentos, incluidos los menos deseados, incluidos los más detestados.

    El asombro no es sólo por los estímulos del exterior, también el misterio de vivir, de pertenecer a una existencia. El milagro de ver nacer a un bebé, la observación del rocío al amanecer, el ensimismamiento de un silencio al atardecer. Asombrarse no significa exaltarse continuamente, ni acceder a la euforia desmedida, es una comprensión más profunda de ver lo milagroso en lo que nos rodea, lo divino en lo que nos alberga. Es estar despiertos a lo que es, recibiéndolo con una fuerte carga de alerta y receptividad, porque sabemos que su connotación de sentido no se volverá a repetir.


La capacidad de asombrarnos se pierde en cuanto nos llenamos de decepciones, de desencantos, de frustraciones, de una supuesta madurez hermética de la que no podemos escapar. La capacidad de asombrarnos es recuperar la mirada del niño, pero sin su ausencia de ¨saber¨. Es volver a descender a los grados en los que todo conformaba un espectáculo lejos del raciocinio. Es el saber de una ausencia de conocimiento que se perpetúa inmaculado y que permite asombrarnos en la propia instantaneidad, aportando con nuestro asombro color a lo incoloro, curvas a lo lineal e intensidad a lo monótono.

    Recuperemos el asombro que hemos silenciado en nosotros por encajar en unos patrones determinados. Avivemos la llama que cada vez se va consumiendo por buscar el ser correctos y diplomáticos. Nuestra seriedad puede reconciliarse con una actitud más expandida a captar lo que nos pasa inadvertidos por estar infundados en una personalidad de estructura petrificada.

Para retornar a nuestra capacidad de asombrarnos no hay que recurrir al libertinaje, simplemente en silencio, en la quietud del momento, pues como dice el zen: ¨La hierba crece sola¨.



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viernes, 9 de junio de 2017

El Buda sobre cómo eliminar el karma y evitar el renacimiento

Discursos del Buda del 'Canon Pali' sobre cómo cortar la raíz de la originación dependiente y evitar el sufrimiento que caracteriza al samsara

Justo antes de despertar, Gautama Buda descubrió en su meditación lo que ha sido llamado la originación dependiente (pratityasamuptada). Esto es la secuencia errática que genera y concatena la existencia cíclica que está marcada por la condición fundamental del sufrimiento. En el Vinaya Pitaka se describen los 12 vínculos (nidana):

   Condicionadas por la ignorancia surgen las formaciones kármicas; condicionada por las formaciones kármicas surge la conciencia; condicionados por la conciencia surgen el nombre y la forma; condicionados por el nombre y la forma surgen los seis campos sensoriales; condicionadas por los seis campos sensoriales surgen las impresiones; condicionadas por las impresiones surgen la sensaciones; condicionados por las sensaciones surgen los deseos; condicionados por los deseos surgen los apegos; condicionado por los apegos se produce el devenir; condicionado por el devenir se produce el nacimiento; condicionado por el nacimiento se producen el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza. Este es el origen de toda esta masa de sufrimiento.

En el Samyutta Nikaya II el Buda explica de manera más explícita cómo llegar al cese del sufrimiento, cortando la cadena de originación dependiente. Debemos mencionar que en sánscrito (y en pali y tibetano) existen numerosas palabras para referirse a lo que nosotros llamamos conciencia. En el discurso que presentamos a continuación, cuando el Buda habla de que la conciencia debe ser eliminada, ya que es producto del karma y de la ignorancia, se usa el término vijnana, que refiere a una forma dualista de conocer, que a su vez genera el cuerpo material (ya que para el budismo es la conciencia la que genera el cuerpo y no el cuerpo el que genera la conciencia). Eliminar esta conciencia, este modo dual de cognición, no significa para el budismo que deje de haber cognición. Eliminando la ignorancia, entrando en el estado que está más allá de la muerte, existe siempre una cierta cognición, que podemos llamar gnosis primordial no dual (jnana en sánscrito y ye-she en tibetano). Este es el misterio central del budismo y de otras tradiciones no duales, la existencia de una gnosis que no es constreñida por un sujeto y no depende de objetos para saber, que existe de manera intemporal, libre de condiciones. Como dijo el Buda:


Aquello que queremos, aquello que intentamos hacer y aquello con lo que nos ocupamos, estos son los objetos que soportan la conciencia. Si hay un objeto entonces hay un asidero para la conciencia. Cuando la conciencia crece en este asidero se produce renacimiento y existencia recurrente en el futuro. Si hay renacimiento y existencia recurrente en el futuro, se producen el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza... 
Si ni queremos ni intentamos hacer pero de todas maneras nos ocupamos con algo, la misma secuencia se produce.
Pero si ni queremos ni intentamos hacer algo ni tampoco nos ocupamos con algo, entonces no hay objeto para el soporte de la conciencia; así no hay asidero para ella; sin que la conciencia tenga un asidero para crecer, no hay renacimiento o existencia recurrente en el futuro. En su ausencia, se detienen también el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza. Así se elimina toda esta masa de sufrimiento...


Ahora bien, ¿cómo se evita que surja la conciencia y con ella toda esta cadena de sufrimiento que conocemos como samsara? La gran aportación del Buda no es, obviamente, notar que el mundo es sufrimiento o que hay sufrimiento como condición general debido a la ignorancia, sino que el sufrimiento puede cesar si uno cultiva el dharma, la perspectiva correcta de ver, percibir y actuar en el mundo. Cortar de raíz esta originación dependiente implica evitar que surja la ignorancia en el nivel más básico de la percepción: "evitando la ignorancia se evitan las formaciones kármicas", dice el Buda. El karma a final de cuentas no tiene una existencia absoluta sino que depende de la intención de la mente --sin intención, sin objeto que genera avidez o aversión, no hay karma. El Buda tempranamente propone el óctuple noble sendero, afincado en la percepción de la realidad como es, y basado en tres pilares: sabiduría (prajna), concentración (samadhi) y moral (shila), como método para evitar toda esta cadena de sufrimiento. Especial énfasis debemos hacer en el aspecto del cultivo de la concentración de la mente o samadhi, que generalmente se asocia a la meditación. Es este entrenamiento de la mente, combinado con el vipashyana, la visión penetrante de la meditación analítica, lo que permite que se alcance una sabiduría, una cognitividad que no depende ya de objetos, sino que es la pura luminosidad de la mente. El budismo theravada habla de las etapas de absorción meditativa (dhyanas) en las que el practicante sostiene un estado de concentración pacífica en la que deja de estar sujeto a los estímulos externos, algo similar al estado del sueño profundo, del sueño sin sueños. Este estado se describe como una dicha profunda, totalmente pacífica.
El tema con estos estados de profundo samadhi es que pueden hacer que las personas alcancen un estado similar a los de los dioses, que viven por eones en un gozo informe, pero que no han alcanzado la liberación completa. Para trascender el estado de los dioses es necesario combinar la concentración unipuntual y la pacificación de la mente con la sabiduría, saber que los estímulos que generan los objetos conducen al sufrimiento- ya que son impermanentes- y saber que el yo no tiene una existencia inherente e independiente --no hay real asidero para la conciencia. En el budismo mahayana y en el vajrayana se hará especial énfasis en la vacuidad de todos los fenómenos (no sólo del yo) y también en la cognición no dual, siendo, sobre todo en el vajrayana, la reificación del acto perceptual en una dicotomía sujeto-objeto el origen primero de la ignorancia y toda su cadena.

Fuente: Pijamasurf

El silencio interno - la gran sabiduría del Tao





Habla simplemente cuando sea necesario, sé breve y preciso, ya que cada vez que dejes salir una palabra, dejas salir al mismo tiempo una parte de tu energía. No hagas promesas que no puedas cumplir ni utilices en tu vocabulario palabras que proyecten imágenes negativas, porque se reproducirá a tu alrededor lo que has proyectado.
Si no tienes nada bueno, verdadero y útil que decir, permanece en silencio
Aprende a ser como un espejo. Escucha y refleja la energía. El Universo mismo es el mejor ejemplo que la naturaleza nos ha dado, porque el Universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones y nos envía de vuelta el reflejo de aquello que pensamos bajo la forma de las diferentes circunstancias que se presentan en nuestra vida.
Si te identificas con el éxito tendrás éxito. Si te identificas con el fracaso, tendrás fracaso. 
Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra habladuría interna. Aprende a ser como el Universo, escuchando y reflejando la energía sin emociones densas y sin prejuicios, porque siendo como un espejo sin emociones, aprendemos a hablar de otra manera, con el poder mental tranquilo y en silencio, sin darle oportunidad de imponerse con sus opiniones personales y evitando que tenga reacciones emocionales excesivas, simplemente permitiendo una comunicación sincera y fluida.
No te des mucha importancia y sé humilde, pues cuanto más te muestres superior, inteligente y prepotente, más te vuelves prisionero de tu propia imagen y vives en un mundo de tensión e ilusiones.
Sé discreto, preserva tu vida íntima, de esta manera te liberas de las opiniones de los otros y llevarás una vida tranquila volviéndote invisible, misterioso, indefinible, insondable como el TAO.
No compitas con los demás, vuélvete como la tierra que nos nutre, que nos da lo que necesitamos. Ayuda a los otros a percibir sus cualidades, a percibir sus virtudes, a brillar. El espíritu competitivo hace que crezca el ego y crea conflictos inevitablemente. Ten confianza en ti mismo, preserva tu paz interna.
No te comprometas fácilmente
Si actúas de manera precipitada sin tomar consciencia profunda de la situación, te vas a crear complicaciones. La gente no tiene confianza en aquellos que muy fácilmente dicen “si”, porque saben que ese “si” no es sólido y le falta valor. Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tu decisión después. Así desarrollarás la confianza en ti mismo y la sabiduría.
Si realmente hay algo que no sabes o no tienes la respuesta a la pregunta que te han hecho, acéptalo. El hecho de no saber es muy incómodo para el ego, porque le gusta saber todo, siempre tener razón y siempre dar su opinión muy personal. En realidad el ego no sabe nada, simplemente hace creer que sabe.
Evita el hecho de juzgar y criticar, el TAO es imparcial y sin juicios, no critica a la gente, tiene una compasión infinita y no conoce la dualidad. Cada vez que juzgas a alguien, lo único que haces es expresar tu opinión muy personal y es una pérdida de energía, es puro ruido. Juzgar es una manera de esconder las propias debilidades. El sabio tolera todo y no dirá ni una palabra.
Recuerda que todo lo que te molesta de los otros es una proyección de todo lo que todavía no has resuelto en ti mismo. Deja que cada quien resuelva sus propios problemas y concentra tu energía en tu propia vida. Ocúpate de ti mismo, no te defiendas. Cuando tratas de defenderte, en realidad estás dándole demasiada importancia a las palabras de los otros y le das más fuerza a su agresión. Si aceptas el no defenderte estás demostrando que las palabras de los demás no te afectan, que son simplemente opiniones y que no necesitas convencer a los otros para ser feliz.
Tu silencio interno te vuelve impasible. Haz regularmente un ayuno de la palabra para reeducar el ego, que tiene la costumbre de hablar todo el tiempo. Practica el arte de no hablar. Toma un día a la semana para abstenerte de hablar o por lo menos unas horas en el día, según lo permita tu organización personal. Es un ejercicio excelente para conocer y aprender el universo ilimitado del TAO, en lugar de tratar de explicar con palabras lo que es el TAO.
Progresivamente desarrollarás el arte de hablar sin hablar y tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial, dejando aparecer la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría del silencio. Gracias a esta fuerza atraerás hacia ti todo lo que necesitas para realizarte y liberarte completamente. Pero hay que tener cuidado de que el ego no se inmiscuya. El poder permanece cuando el ego se queda tranquilo y en silencio. Si tu ego se impone y abusa de este poder, el mismo poder se convertirá en un veneno y todo tu ser se envenenará rápidamente, perdiendo la paz.
Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son o lo que tienen la capacidad de ser. Dicho en otras palabras, vive siguiendo la vida sagrada del TAO.


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jueves, 8 de junio de 2017

ANAPANASATI : Meditación para iluminarse



ANAPANASATI es la meditación consciente en la respiración (inhalación y exhalación). Fue la primera meditación que expuso Buda.

Buda puso especial énfasis en esta meditación, ya que es la puerta de entrada a la iluminación y al Nibbàna; y porque ha sido adoptada por todos los Buddhas del pasado como la base principal de su logro de la Buddheidad. Cuando Buda se sentó al pie del Árbol del Bodhi y resolvió no levantarse de ahí hasta que alcanzara la iluminación, tomó el ànàpàna-sati como su objeto de meditación. Sobre esta base, alcanzó las cuatro absorciones (jhànas), recordó sus vidas previas, desentrañó la naturaleza del samsàra, experimentó los sucesivos conocimientos introspectivos y, en el atardecer, alcanzó la sabiduría ilimitada de un Buddha Totalmente Iluminado.


“Aquí, monjes, un monje que se ha ido al bosque, o al pie de un árbol, o a un lugar vacío, se sienta con las piernas cruzadas, sosteniendo erecta su espalda, haciendo emerger la atención plena frente a él.”
Esto significa que cualquier persona que pertenezca a uno de los cuatro tipos de individuos mencionados en esta enseñanza – es decir, bhikkhu (monje), bhikkhùni (monja), upàsaka (laico), o upàsikà (laica) – deseoso de practicar esta meditación, debe ir ya sea a un bosque, al pie de un árbol apartado, o a una morada solitaria. Ahí deberá sentarse con las piernas cruzadas, manteniendo su cuerpo en posición erecta, fija su atención plena en la punta de su nariz, el lugar de su objeto de meditación.
Si hace una inhalación prolongada, deberá comprender tal acto con plena atención. Si hace una exhalación prolongada, deberá comprender tal acto con plena atención. Si toma una inhalación corta, deberá comprenderlo con plena atención, si hace una exhalación corta, deberá comprenderlo con plena atención.
“Inhala experimentando el cuerpo en su totalidad, exhala experimentando el cuerpo en su totalidad”
Esto es, con atención bien situada, ve el principio, el medio y el final de las dos fases, la inhalación y la exhalación. Conforme practicas la observación de la inhalación y exhalación con atención, se calmarán y tranquilizarán las dos funciones de inhalación y exhalación.
Buda ilustró esto con un símil. Cuando un hábil tornero o su aprendiz trabajan un objeto en su taller, atienden a su labor con atención fija: al hacer un giro largo o uno corto, saben que están haciendo un giro largo o uno corto. De la misma manera, si el practicante de meditación inhala largamente lo comprende como tal; y si exhala largamente, lo comprende como tal; si hace una inhalación corta, lo comprende como tal y si su exhalación es corta, lo comprende como tal. Ejercita su atención de tal forma que ve el principio, el medio y el final de estas dos funciones de inhalación y exhalación. Comprende con sabiduría la tranquilización de estos dos aspectos, de la inhalación y la exhalación.
Se da cuenta entonces de que su cuerpo, el cual ejercita las dos funciones de inhalación y exhalación, es únicamente un cuerpo, no un ego o “Yo”. Esta atención plena y sabiduría son útiles para desarrollar una mejor y más profunda atención y sabiduría, capacitándolo para descartar las concepciones erróneas de las cosas en términos de “Yo” y “mío”. Entonces, llega a estar capacitado para la vida con sabiduría respecto a este cuerpo y no se aferra a nada en el mundo con una visión errónea. Viviendo sin apego, el meditador recorre el camino hacia Nibbàna a través de la contemplación de la naturaleza del cuerpo.
LOS PRELIMINARES DE LA PRÁCTICA
En primer lugar, Buda indicó una morada apartada para practicar el ànàpàna-sati. En el sutta se mencionan tres lugares; el bosque, el pie de un árbol, o un lugar vacío. Este puede ser una tranquila cabaña, o una habitación libre de la presencia de otras personas. Hasta podemos considerar una sala de meditación como un lugar vacío. Aunque puede haber una gran cantidad de personas en dicho lugar, si cada uno permanece quieto y callado puede considerársele un lugar vacío.

Buda recomendó un lugar así porque para practicar el ànàpàna-sati, el silencio es un factor esencial. Un meditador principiante encontrará más fácil desarrollar su concentración mental en la respiración sólo si hay silencio. Aún si uno no pudiera encontrar el silencio completo, se debería elegir un lugar tranquilo en donde se pueda disfrutar de privacidad.
Buda explicó después la posición de sentado. 
Hay cuatro posturas que pueden adoptarse para la meditación: de pie, sentado, acostado y caminando. De estas la postura más adecuada para la práctica del ànàpàna-sati al principio, es la postura sentada.

La persona que desee practicar el ànàpàna-sati debe sentarse con las piernas cruzadas. Ésta no es una postura fácil para todos, pero puede dominarse gradualmente.
En la práctica del ànàpàna-sati, es imperativo sostener el cuerpo derecho. El torso debe mantenerse erecto, pero no tirante ni rígido. Uno puede cultivar esta meditación adecuadamente sólo si todos los huesos de la columna están alineados en una posición erecta.

Las manos deben colocarse suavemente en el regazo, el dorso de la mano derecha sobre la palma de la mano izquierda. Los ojos pueden estar cerrados suavemente o semi-cerrados, lo que resulte más cómodo. La cabeza debe sostenerse derecha, inclinada ligeramente en ángulo hacia abajo, la nariz perpendicular al ombligo.

Para cultivar el ànàpàna-sati uno debe estar claramente atento al lugar en el que el aire entra y sale por las fosas nasales. Esto se sentirá como un punto debajo de las fosas nasales o sobre el labio superior, en donde se presente el contacto del aire al entrar y salir de las fosas nasales, en el que pueda sentirse con mayor precisión. En ese punto, deberá fijarse la atención, como un centinela que observa una puerta.

Uno inhala atentamente, exhala atentamente. Desde el nacimiento hasta la muerte, esta función de inhalación y exhalación continúa sin detenerse, sin una pausa, pero no reflexionamos conscientemente en ello, ni siquiera nos damos cuenta de la presencia de esta respiración. Si lo hacemos, podemos obtener mucho beneficio por medio de la calma y la introspección.

El practicante de meditación que observa conscientemente la respiración de esta manera, no debe tratar nunca de controlar su respiración o retener su respiración con esfuerzo. Ya que si controla o retiene su respiración con esfuerzo consciente, se fatigará y su concentración mental se verá afectada e interrumpida. La clave de la práctica es fijar la atención de forma natural en el punto en donde se siente que entran y salen las inhalaciones y exhalaciones. Entonces, el meditador tiene que mantener su atención en la sensación de contacto del aire en las fosas nasales, manteniendo la atención tan continua y consistente como sea posible.

Texto extraído del libro “ANAPANASATI: MEDITACIÓN EN LA RESPIRACIÓN”
Namasté
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