sábado, 10 de junio de 2017

La capacidad de asombro


Asombrarse es la capacidad de mirar siempre con los ojos renovados. Es un acto en peligro de extinción en el momento en que nos basamos y regimos siempre desde la lógica de las cosas.

    El mero acto de asombrarse va ligado a una actitud de cierta ingenuidad e inocencia; virtudes asociadas a la ausencia de conocimientos. Disponer de una capacidad de asombro no significa buscar el renovarlo constantemente, quizás el mismo hecho de observar el transcurso de los acontecimientos dispara el apreciar hasta el más mínimo detalle. Significa, pues, encontrar un significado en lo puntual, una carga de contenido en lo sencillo, y un asombro interior incluso en lo que damos por sentado.

    Reservamos el asombro para cuando ocurra lo extraordinario, desperdiciando así un proceso de florecimiento en lo ordinario. Dependiendo de la mirada, dependerá nuestra receptividad. El asombro de un niño es una buena prueba de ello. Para él todo es nuevo, grandioso, majestuoso, y su curiosidad se expande en todo aquello que le asombra.

    Esa capacidad la perdemos, se desinfla o la corrompen. Se deja paso al tedio, el aburrimiento y la familiarización con las cosas que nos rodean, perdiendo un renacer a lo que se va presentando. No logramos identificar el milagro frente a nuestras narices, porque lo analizamos, lo diseccionamos, y extraemos una conclusión reducida a la razón.


 Nuestra mente ha resuelto el misterio. ¿Para qué más extender el asombro? Algo vivo como una flor ha quedado enumerada en partes, en clasificaciones, en tipos de flores. El misterio de exhalar su aroma ya no es sorprendente, porque como ella, hay millones más. Hemos asesinado lo asombroso, hemos reducido en una parte algo en lo que se manifiesta la totalidad.

    Nuestra carga de conocimiento puede entorpecer el asombro. En el momento en que ¨sabes¨, te cierras a saber; en el momento en que ¨conoces¨, te niegas a dejar entrar el conocimiento. Se van acumulando memorias y en cuanto lo sorprendente se posiciona delante de nosotros, giramos la mirada. No podemos cargar con más, es mucho lo acumulado. Es mucho lo que todavía no nos ha dado tiempo a digerir como para ingerir más. Pero esa es la visión de la mirada que pertenece al pasado, o la visión de la expectativa del futuro. Si soltamos ambos extremos, podemos juntar las manos y sucede el milagro.

    De una manera espontánea, en apertura, en actitud relajada, accedemos al asombro. Dejamos la identidad que tanto enjuicia para ser consciencia dejándose embriagar; operamos con la inocencia del niño que aún no necesita reducir todos los contextos a una experiencia racional. Así la vida es un asombro continuo de momentos, incluidos los menos deseados, incluidos los más detestados.

    El asombro no es sólo por los estímulos del exterior, también el misterio de vivir, de pertenecer a una existencia. El milagro de ver nacer a un bebé, la observación del rocío al amanecer, el ensimismamiento de un silencio al atardecer. Asombrarse no significa exaltarse continuamente, ni acceder a la euforia desmedida, es una comprensión más profunda de ver lo milagroso en lo que nos rodea, lo divino en lo que nos alberga. Es estar despiertos a lo que es, recibiéndolo con una fuerte carga de alerta y receptividad, porque sabemos que su connotación de sentido no se volverá a repetir.


La capacidad de asombrarnos se pierde en cuanto nos llenamos de decepciones, de desencantos, de frustraciones, de una supuesta madurez hermética de la que no podemos escapar. La capacidad de asombrarnos es recuperar la mirada del niño, pero sin su ausencia de ¨saber¨. Es volver a descender a los grados en los que todo conformaba un espectáculo lejos del raciocinio. Es el saber de una ausencia de conocimiento que se perpetúa inmaculado y que permite asombrarnos en la propia instantaneidad, aportando con nuestro asombro color a lo incoloro, curvas a lo lineal e intensidad a lo monótono.

    Recuperemos el asombro que hemos silenciado en nosotros por encajar en unos patrones determinados. Avivemos la llama que cada vez se va consumiendo por buscar el ser correctos y diplomáticos. Nuestra seriedad puede reconciliarse con una actitud más expandida a captar lo que nos pasa inadvertidos por estar infundados en una personalidad de estructura petrificada.

Para retornar a nuestra capacidad de asombrarnos no hay que recurrir al libertinaje, simplemente en silencio, en la quietud del momento, pues como dice el zen: ¨La hierba crece sola¨.



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viernes, 9 de junio de 2017

El Buda sobre cómo eliminar el karma y evitar el renacimiento

Discursos del Buda del 'Canon Pali' sobre cómo cortar la raíz de la originación dependiente y evitar el sufrimiento que caracteriza al samsara

Justo antes de despertar, Gautama Buda descubrió en su meditación lo que ha sido llamado la originación dependiente (pratityasamuptada). Esto es la secuencia errática que genera y concatena la existencia cíclica que está marcada por la condición fundamental del sufrimiento. En el Vinaya Pitaka se describen los 12 vínculos (nidana):

   Condicionadas por la ignorancia surgen las formaciones kármicas; condicionada por las formaciones kármicas surge la conciencia; condicionados por la conciencia surgen el nombre y la forma; condicionados por el nombre y la forma surgen los seis campos sensoriales; condicionadas por los seis campos sensoriales surgen las impresiones; condicionadas por las impresiones surgen la sensaciones; condicionados por las sensaciones surgen los deseos; condicionados por los deseos surgen los apegos; condicionado por los apegos se produce el devenir; condicionado por el devenir se produce el nacimiento; condicionado por el nacimiento se producen el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza. Este es el origen de toda esta masa de sufrimiento.

En el Samyutta Nikaya II el Buda explica de manera más explícita cómo llegar al cese del sufrimiento, cortando la cadena de originación dependiente. Debemos mencionar que en sánscrito (y en pali y tibetano) existen numerosas palabras para referirse a lo que nosotros llamamos conciencia. En el discurso que presentamos a continuación, cuando el Buda habla de que la conciencia debe ser eliminada, ya que es producto del karma y de la ignorancia, se usa el término vijnana, que refiere a una forma dualista de conocer, que a su vez genera el cuerpo material (ya que para el budismo es la conciencia la que genera el cuerpo y no el cuerpo el que genera la conciencia). Eliminar esta conciencia, este modo dual de cognición, no significa para el budismo que deje de haber cognición. Eliminando la ignorancia, entrando en el estado que está más allá de la muerte, existe siempre una cierta cognición, que podemos llamar gnosis primordial no dual (jnana en sánscrito y ye-she en tibetano). Este es el misterio central del budismo y de otras tradiciones no duales, la existencia de una gnosis que no es constreñida por un sujeto y no depende de objetos para saber, que existe de manera intemporal, libre de condiciones. Como dijo el Buda:


Aquello que queremos, aquello que intentamos hacer y aquello con lo que nos ocupamos, estos son los objetos que soportan la conciencia. Si hay un objeto entonces hay un asidero para la conciencia. Cuando la conciencia crece en este asidero se produce renacimiento y existencia recurrente en el futuro. Si hay renacimiento y existencia recurrente en el futuro, se producen el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza... 
Si ni queremos ni intentamos hacer pero de todas maneras nos ocupamos con algo, la misma secuencia se produce.
Pero si ni queremos ni intentamos hacer algo ni tampoco nos ocupamos con algo, entonces no hay objeto para el soporte de la conciencia; así no hay asidero para ella; sin que la conciencia tenga un asidero para crecer, no hay renacimiento o existencia recurrente en el futuro. En su ausencia, se detienen también el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza. Así se elimina toda esta masa de sufrimiento...


Ahora bien, ¿cómo se evita que surja la conciencia y con ella toda esta cadena de sufrimiento que conocemos como samsara? La gran aportación del Buda no es, obviamente, notar que el mundo es sufrimiento o que hay sufrimiento como condición general debido a la ignorancia, sino que el sufrimiento puede cesar si uno cultiva el dharma, la perspectiva correcta de ver, percibir y actuar en el mundo. Cortar de raíz esta originación dependiente implica evitar que surja la ignorancia en el nivel más básico de la percepción: "evitando la ignorancia se evitan las formaciones kármicas", dice el Buda. El karma a final de cuentas no tiene una existencia absoluta sino que depende de la intención de la mente --sin intención, sin objeto que genera avidez o aversión, no hay karma. El Buda tempranamente propone el óctuple noble sendero, afincado en la percepción de la realidad como es, y basado en tres pilares: sabiduría (prajna), concentración (samadhi) y moral (shila), como método para evitar toda esta cadena de sufrimiento. Especial énfasis debemos hacer en el aspecto del cultivo de la concentración de la mente o samadhi, que generalmente se asocia a la meditación. Es este entrenamiento de la mente, combinado con el vipashyana, la visión penetrante de la meditación analítica, lo que permite que se alcance una sabiduría, una cognitividad que no depende ya de objetos, sino que es la pura luminosidad de la mente. El budismo theravada habla de las etapas de absorción meditativa (dhyanas) en las que el practicante sostiene un estado de concentración pacífica en la que deja de estar sujeto a los estímulos externos, algo similar al estado del sueño profundo, del sueño sin sueños. Este estado se describe como una dicha profunda, totalmente pacífica.
El tema con estos estados de profundo samadhi es que pueden hacer que las personas alcancen un estado similar a los de los dioses, que viven por eones en un gozo informe, pero que no han alcanzado la liberación completa. Para trascender el estado de los dioses es necesario combinar la concentración unipuntual y la pacificación de la mente con la sabiduría, saber que los estímulos que generan los objetos conducen al sufrimiento- ya que son impermanentes- y saber que el yo no tiene una existencia inherente e independiente --no hay real asidero para la conciencia. En el budismo mahayana y en el vajrayana se hará especial énfasis en la vacuidad de todos los fenómenos (no sólo del yo) y también en la cognición no dual, siendo, sobre todo en el vajrayana, la reificación del acto perceptual en una dicotomía sujeto-objeto el origen primero de la ignorancia y toda su cadena.

Fuente: Pijamasurf

El silencio interno - la gran sabiduría del Tao





Habla simplemente cuando sea necesario, sé breve y preciso, ya que cada vez que dejes salir una palabra, dejas salir al mismo tiempo una parte de tu energía. No hagas promesas que no puedas cumplir ni utilices en tu vocabulario palabras que proyecten imágenes negativas, porque se reproducirá a tu alrededor lo que has proyectado.
Si no tienes nada bueno, verdadero y útil que decir, permanece en silencio
Aprende a ser como un espejo. Escucha y refleja la energía. El Universo mismo es el mejor ejemplo que la naturaleza nos ha dado, porque el Universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones y nos envía de vuelta el reflejo de aquello que pensamos bajo la forma de las diferentes circunstancias que se presentan en nuestra vida.
Si te identificas con el éxito tendrás éxito. Si te identificas con el fracaso, tendrás fracaso. 
Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra habladuría interna. Aprende a ser como el Universo, escuchando y reflejando la energía sin emociones densas y sin prejuicios, porque siendo como un espejo sin emociones, aprendemos a hablar de otra manera, con el poder mental tranquilo y en silencio, sin darle oportunidad de imponerse con sus opiniones personales y evitando que tenga reacciones emocionales excesivas, simplemente permitiendo una comunicación sincera y fluida.
No te des mucha importancia y sé humilde, pues cuanto más te muestres superior, inteligente y prepotente, más te vuelves prisionero de tu propia imagen y vives en un mundo de tensión e ilusiones.
Sé discreto, preserva tu vida íntima, de esta manera te liberas de las opiniones de los otros y llevarás una vida tranquila volviéndote invisible, misterioso, indefinible, insondable como el TAO.
No compitas con los demás, vuélvete como la tierra que nos nutre, que nos da lo que necesitamos. Ayuda a los otros a percibir sus cualidades, a percibir sus virtudes, a brillar. El espíritu competitivo hace que crezca el ego y crea conflictos inevitablemente. Ten confianza en ti mismo, preserva tu paz interna.
No te comprometas fácilmente
Si actúas de manera precipitada sin tomar consciencia profunda de la situación, te vas a crear complicaciones. La gente no tiene confianza en aquellos que muy fácilmente dicen “si”, porque saben que ese “si” no es sólido y le falta valor. Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tu decisión después. Así desarrollarás la confianza en ti mismo y la sabiduría.
Si realmente hay algo que no sabes o no tienes la respuesta a la pregunta que te han hecho, acéptalo. El hecho de no saber es muy incómodo para el ego, porque le gusta saber todo, siempre tener razón y siempre dar su opinión muy personal. En realidad el ego no sabe nada, simplemente hace creer que sabe.
Evita el hecho de juzgar y criticar, el TAO es imparcial y sin juicios, no critica a la gente, tiene una compasión infinita y no conoce la dualidad. Cada vez que juzgas a alguien, lo único que haces es expresar tu opinión muy personal y es una pérdida de energía, es puro ruido. Juzgar es una manera de esconder las propias debilidades. El sabio tolera todo y no dirá ni una palabra.
Recuerda que todo lo que te molesta de los otros es una proyección de todo lo que todavía no has resuelto en ti mismo. Deja que cada quien resuelva sus propios problemas y concentra tu energía en tu propia vida. Ocúpate de ti mismo, no te defiendas. Cuando tratas de defenderte, en realidad estás dándole demasiada importancia a las palabras de los otros y le das más fuerza a su agresión. Si aceptas el no defenderte estás demostrando que las palabras de los demás no te afectan, que son simplemente opiniones y que no necesitas convencer a los otros para ser feliz.
Tu silencio interno te vuelve impasible. Haz regularmente un ayuno de la palabra para reeducar el ego, que tiene la costumbre de hablar todo el tiempo. Practica el arte de no hablar. Toma un día a la semana para abstenerte de hablar o por lo menos unas horas en el día, según lo permita tu organización personal. Es un ejercicio excelente para conocer y aprender el universo ilimitado del TAO, en lugar de tratar de explicar con palabras lo que es el TAO.
Progresivamente desarrollarás el arte de hablar sin hablar y tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial, dejando aparecer la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría del silencio. Gracias a esta fuerza atraerás hacia ti todo lo que necesitas para realizarte y liberarte completamente. Pero hay que tener cuidado de que el ego no se inmiscuya. El poder permanece cuando el ego se queda tranquilo y en silencio. Si tu ego se impone y abusa de este poder, el mismo poder se convertirá en un veneno y todo tu ser se envenenará rápidamente, perdiendo la paz.
Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son o lo que tienen la capacidad de ser. Dicho en otras palabras, vive siguiendo la vida sagrada del TAO.


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