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miércoles, 1 de noviembre de 2017

En la vida todo llega, todo pasa y todo cambia


Al principio somos como niños ansiosos. Queremos que todo llegue lo antes posible, soñamos con devorar experiencias, con exprimir la vida. Más tarde llegan los triunfos, las desilusiones, las piedras en el camino… No obstante, de eso trata la vida, de avanzar, de asumir cambios y ser humildes en todo ese maravilloso trayecto vital.
¿Quién no ha querido alguna vez que algo llegue lo más pronto posible? ¿Y quién no ha deseado en alguna ocasión que un momento fuera eterno, que el tiempo se detuviera ahí mismo como esas rocas que se alzan firmes en medio del océano?
No importa, porque los buenos momentos siempre se quedarán impresos en nuestra memoria. El hombre, por así decirlo, está hecho de recuerdos y nos pasamos gran parte del día evocando buenos y malos instantes.
Admitir que nuestra vida discurre un poco más cada día y que avanza con un tic-tac que nadie puede detener, es sin duda algo que nos asusta y que nos obliga a reflexionar. No obstante, no hay que tener miedo a ese camino, a ese avanzar.
Todos somos breves inquilinos en este mundo imperfecto lleno de cosas maravillosas. No hay que tenerle miedo a los años, sino a la vida no vivida, a los años vacíos huecos de emociones, de triunfos y por qué no, también de fracasos nunca experimentados. Esos de los que tanto aprendemos.
Reflexionemos hoy brevemente sobre este avanzar de nuestra existencia, hablemos de esos aspectos permanentes que debemos cuidar cada día para llevar una vida más plena.

En la vida todo cambia, excepto las esencias

En efecto, podríamos decir que en esta vida todo llega, todo pasa y todo cambia. No obstante, hay algunos elementos que deben ser puntos fijos en nuestro microuniverso particular:

Tu autoestima, tu necesidad por aprender e ilusionarte

El amor, el respeto, la dignidad y nuestra necesidad por cultivar el crecimiento personal, deben ser pilares esenciales en tu día a día. Veletas que guiar con fuerza y entereza tu camino, sea cual sea.
Hay veces en que en esta extensa aventura vital, declinamos muchos de estos aspectos en favor de otras personas. Hay quien prioriza en algún momento de su vida a sus parejas hasta tal punto, que se olvida de uno mismo.
Y si bien todo es justificable si los sentimientos son intensos, hay que saber mantener el equilibrio. Ofrecernos a los demás hasta el punto de olvidar nuestras necesidades, nos hará caer tarde o temprano en la frustración, y por tanto dejaremos de avanzar.
Cuando pierdes tu capacidad por ilusionarte, cuando tus días están aferrados a la preocupación o la insatisfacción, tu vida ha dejado de avanzar. 
El peso que acumulas te arraiga ya al sufrimiento. Respira, relativiza todo lo que te aferra y rompe las cadenas que creas necesarias…
Puede que pienses también que otro aspecto que no debe cambiar a lo largo de nuestra vida, son sin duda los valores. Bien, sin lugar a dudas existirán esos esquemas básicos que nunca romperemos, como es el respeto a uno mismo y a los demás, la honestidad, la valentía…
Ahora bien, dentro de este avanzar vital, todos podemos llegar a hacer pequeños cambios en nuestra personalidad e incluso en nuestra escala de valores de acuerdo a las experiencias vividas. Y todo será sin duda para bien porque forma parte del proceso de aprendizaje y de crecimiento.
No le tengas miedo a los cambios, son anclas que rompemos para avanzar con un poco más de sabiduría de acuerdo a los actos vividos.

El amor que nos trasciende

El amor que sentimos por los nuestros, por nuestra familia, por nuestra pareja o nuestros hijos, son también puntos fijos en nuestra esencia vital.
Ahora bien, el amor no es una entidad estable en el tiempo. También el amor se trasforma y se adapta. Un ejemplo de ello es nuestra propia relación de pareja.
Los dos miembros deberán ir adaptando a los cambios vitales que van surgiendo a lo largo del tiempo: los cambios de trabajo, la llegada de los hijos, el equilibrar el crecimiento individual con el crecimiento de la propia pareja.
Todo ello son momentos que van a exigir nuestra dedicación, nuestra sabiduría y la capacidad de ir avanzando siendo dos personas en una misma unidad existencial. Compartimos esas mismas raíces nutridas por el amor, pero alzamos nuestras ramas personales para seguir creciendo personalmente.

Claves para asumir los cambios con sabiduría

– Tú eres la prioridad, el protagonista de tu vida y eres importante dentro de tu mundo. No te aferres a los miedos o a la indecisión porque a largo plazo, llegará la frustración, el lamento por una vida no vivida.
– Nunca dejes de cuidar a ese “niño interior. Debes ilusionarte por ti y por la vida, ser espontáneo dentro de toda la sabiduría que has adquirido. Disfruta de las cosas sencillas, ama, experimenta, atrévete.
No te ancles a los errores del pasado ni te alimentes de nostalgias, la vida no espera a quien se detiene en sus propias oscuridades. La vida busca luz y su propia libertad, permítete crecer con ella, con optimismo, con ilusión y sencillez.

Psicología/Valeria Sabater
Cortesía imagen: Cha Wakan
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 30 de septiembre de 2017

5 pasos para sanar nuestras heridas emocionales


Las experiencias dolorosas que desarrollamos a lo largo de nuestra vida conforman nuestras heridas emocionales. Estas heridas pueden ser múltiples y podemos llamarlas de muchas formas: traición, humillación, desconfianza, abandono, injusticia…
No obstante, debemos de hacernos conscientes de nuestras heridas emocionales y evitar maquillarlas, pues cuanto más tiempo esperemos a sanarlas más se agravarán. Además, cuando estamos heridos, vivimos de forma constante situaciones que tocan nuestro dolor y hacen que nos pongamos múltiples máscaras por el miedo a revivir nuestro dolor.
Así es que, a continuación, os mostramos 5 etapas que necesitamos experimentar para sanar nuestras heridas emocionales:

1- Acepta la herida como parte de ti mismo

La herida existe, puedes estar o no de acuerdo con el hecho de que existe pero el primer paso es aceptar esa posibilidad.  Según Lisa Bourbeauraceptar una herida significa mirarla, observarla detenidamente y saber que tener situaciones que resolver forma parte de la experiencia del ser humano.
No somos mejores o peores solo porque algo nos haga daño. Haberte construido tu coraza de protección es un acto heroico, un acto de amor propio que tiene mucho mérito pero que ya ha cumplido su función.
Es decir, te protegió de los ambientes que te dañaron pero, una vez que la herida está abierta y la puedes ver es momento de pensar en sanarla. Aceptar nuestras heridas resulta muy beneficioso entre otras cosas porque nos ayudará a no querer cambiarnos a nosotros mismos.

2- Acepta el hecho de que lo que temes o reprochas, te lo haces a ti mismo y a los demás

La voluntad y la decisión de sobreponernos a nuestras heridas es el primer paso hacia la paciencia, la compasión y la comprensión con nosotros mismos. Estas cualidades que desarrollarás para ti mismo, irás desarrollándolas para con los demás, lo que alimentará tu bienestar.
A veces no nos damos cuenta de que ponemos nuestras expectativas vitales en los demás, esperando que suplan nuestras carencias y que colmen nuestras esperanzas. Lo cierto es que nuestro comportamiento lleva a anular nuestras relaciones y gran parte de nuestra vida, generando gran malestar porque los demás no responden como esperamos.

3- Darte el permiso para enfadarte con aquellas personas que alimentaron esa herida

Cuanto más nos dañen y más profundas sean nuestras heridas, más normal y humano resultará culpar y sentir enfado hacia quien nos perjudicó. Date permiso para enfadarte con ellos y perdónate a ti mismo.
De lo contrario, desahogarás todo ese rencor contigo mismo y con los demás, pues si lo haces es como si estuvieras arañando tus heridas de forma constante. Sentirse culpable dificulta el perdón pero liberarnos de esa culpa y el rencor es la única forma de sanar nuestras heridas.
También es necesario perdonar, pues debemos aceptar que las personas que hieren es probable que lleven dentro un profundo dolor. Nosotros mismos dañamos a los demás con las máscaras que nos ponemos para proteger nuestras heridas.

4- Ninguna transformación es posible si no se acepta previamente la herida

Estas heridas emocionales te van a enseñar algo, aunque es probable que te cueste aceptarlo porque nuestro ego crea una barrera de protección bastante eficaz para ocultar nuestros problemas.
Lo cierto es que, normalmente, el ego quiere y cree tomar el camino más fácil pero en realidad nos complica la vida. Son nuestros pensamientos, reflexiones y actuaciones los que nos la simplifican, aunque nos parezca demasiado complicado por el esfuerzo que requiere.
Intentamos esconder la herida que más nos hace sufrir porque tememos mirar de frente a nuestra herida y revivirla. Esto nos hace portar máscaras y agravar las consecuencias del problema que tenemos; pues, entre otras cosas, dejamos de ser nosotros mismos.

5- Darte tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida en todos estos años. 

Lo ideal es deshacernos de estas máscaras cuanto antessin juzgarnos ni criticarnos, pues esto nos permitirá identificar cómo debemos tratar nuestras heridas para sanarlas.
Es posible cambiar de máscara en un mismo día o llevar la misma durante meses o días. Lo ideal es que seas capaz de decirte a ti mismo: Vale,  me he colocado esta máscara y la razón ha sido ésta. Entonces sabrás que estás en camino y que en el resto del viaje, tu guía será la inercia que te permita sentirte bien sin ocultarte.

Psicología/Raquel Aldana
Imágenes cortesía de bruniewska y natalia_maroz
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Para salir adelante, sal de tu propia prisión


Hay situaciones en las que parece que no hay manera de salir adelante, en las que todo se complica y se conjura para no hacerte levantar cabeza. Sin embargo, muchas situaciones solo son complicadas en la medida en que las vemos así. Salir adelante es fácil cuando te atreves a salir de tu propia prisión. 
Es habitual ver a personas exagerar todo lo que le ocurre y ponerse nerviosas por no tener controlado el resultado de cada decisión que toman. Saber cómo serán las cosas antes de empezar o preparar el futuro al segundo -o al menos intentarlo- es para mucha gente una forma, y una frustración constante, de vida. Pero, ¿de verdad es necesario complicarse tanto el presente para dejar atado todo lo que vendrá?
La vida puede ser mucho más sencilla y no por ello carente de oportunidades. Intentar sujetar y controlar todo es una misión imposible, privándonos de grandes momentos y de la posibilidad de encontrar, conocer y sorprendernos.

Escúchate, deja de resistirte y confía en el viaje

La vida tiene mucho más que dar de lo que tu mente puede concebir. ¿Por qué encerrarnos en la prisión que supone controlar y planificar absolutamente todo? No se trata de ir sin rumbo ni conciencia, sino que dejar la puerta abierta a lo que la fortuna disponga, porque lo va a disponer igual. Así, si es malo, podemos elegir en la mayoría de las ocasiones entre sufrirlo o afrontarlo.
Pero, ¿cómo identificar ese camino? Escucharte te dará la pista. Si eres capaz de ser sincero, de silenciar las voces que te dicen lo que tienes que hacer o que te indican que es lo [políticamente] correcto, podrás oír tu voz interior. Y cuando sientas que necesitas hacer algo fuera del plan, algo diferente, no te resistas. Explora lo que tu voz interior demanda. Descifra eso que necesitas y busca la manera de hacerlo, dentro de tus posibilidades.
Pero, sobre todo, confía en el viaje. Solo así podrás disfrutarlo y sacarle provecho. Solo así encontrarás el medio de expresión que necesitas para airear tus emociones y sentimientos, para crecer, ser tú mismo y salir adelante.

Tú tienes la llave de tu prisión

Muchas veces todo nuestro potencial se constriñe en una prisión de la que nosotros mismos tenemos la llave. Pero, ¿por qué hacemos esto? ¿Por qué diseñamos una vida que nos corta las alas en vez de acompasar el vuelo? ¿Por qué, teniendo un potencial tan grande, nos sometemos a una vida mediocre?
La verdad es que es la idea de vivir con todo controlado y planificado parece muy cómoda. Sin embargo y al mismo tiempo, el acomodamiento puede ser muy traicionero. Para abrir las puertas de tu celda, empieza por deshacerte de esa visión estrecha que no te deja mirar más allá, que no te deja contemplar todas las oportunidades que se te presentan.
Cierto que ese acomodamiento surge a menudo de experiencias pasadas. El sufrimiento y el dolor cargan nuestra mochila emocional con miedos, complejos y creencias limitantes. Pero, ¿qué tal si conviertes esa pesada mochila emocional en una caja de herramientas?

Tú tienes la llave… y el poder para abrir la puerta

Una cosa es saber que tienes la llave, y otra bien distinta tener el valor de usarla para abrir la puerta y salir. El miedo se esconde tras cada decisión que tomamos. El miedo al fracaso, a lo desconocido, a no ser suficientemente buenos, a equivocarnos de camino o a ser juzgados, nos frena.
Pero, no hacer algo es la mejor manera de tener remordimientos, de morir sin haber vivido. Ahora bien, ¿tienes miedo a fracasar pero no tienes miedo a perder la oportunidad de triunfar? ¿Tienes miedo a equivocarte y no a perder una buena idea? ¿Tienes miedo a ser juzgado pero no temes la opinión que tendrás de ti en el futuro?
No dejes que el miedo guíe tus acciones y nunca lamentarás haber tomado una decisión importante. Aunque fracases, aunque te equivoques… Cada paso es importante en tu crecimiento personal. Cada paso te acerca a tus objetivos -incluso aunque ese paso sea un error- y te concede la oportunidad de dar paso a tu libertad para asumir decisiones valientes.

Explora más allá de tu zona de confort para salir adelante

Tu prisión es tu zona de confort. Nada te retiene allí. Sal y ábrete al mundo. Tu zona de confort seguirá donde la dejaste si necesitas volver. Recuerda que tienes la llave. Eres libre para salir y también para volver a entrar.
Tienes que asumir el riesgo que supone poner un pie fuera, y luego otro. Si crees que haces lo correcto, abraza ese riesgo. No tienes que lanzarte de golpe si no estás preparado. Hazlo paso a paso. A medida que lo hagas te sentirás mucho más seguro y, sobre todo, mucho mejor contigo mismo.
La incertidumbre ante el riesgo juega su propio papel. A medida que te acostumbres a esa incertidumbre, a medida que aprendas a gestionarla, el miedo dejará paso a la curiosidad y a las ganas de ir más allá. 

Eva María Rodríguez
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 13 de agosto de 2017

Personas que no aportan nada: ¿Cuándo dejarlas marchar?


Cuando el amor aprieta, es que no es de tu talla”. Esta frase, que leí en algún lugar, se me ha quedado impresa porque recurre a un símil particularmente esclarecedor. Cuando vamos a la tienda y nos probamos un par de zapatos o un vestido, si nos queda chico, pedimos una talla mayor, nos damos cuenta inmediatamente de que no está hecho a nuestra medida y debemos cambiar. Sin embargo, lo que resolvemos en cuestión de segundos en una tienda puede llevarnos años cuando se trata de las relaciones interpersonales. Y es que normalmente nos aferramos a las personas y a las experiencias que hemos vivido con ellas, aunque nos hagan daño o ya no nos aporten nada gratificante. 

A veces nos resistimos a aceptar que hay relaciones que están heridas de muerte y prolongar su agonía solo implica hacerse daño innecesariamente, es como hurgar en la herida para provocar más dolor. Cuando una persona no nos aporta nada, lo mejor es dejarla marchar. De esta forma ambos podremos pasar página con mayor rapidez y mirar al futuro.


Las señales que indican que una relación ha llegado a su fin


- Los intereses han cambiado. A veces conocemos a personas en determinadas etapas de nuestra vida, personas con las cuales conectamos inmediatamente pues descubrimos gustos e intereses comunes. Sin embargo, con el paso del tiempo todos cambiamos y no es difícil que desarrollemos intereses distintos que nos alejen. Cuando sentimos que “nada es lo mismo”, ha llegado el momento de replantearnos el sentido de la relación, sobre todo si la otra parte ya ha decidido que la separación es el mejor camino.

- Los acuerdos son una misión imposible
. Hay relaciones en las que cada una de las partes quieren cosas diferentes por lo que llegar a un acuerdo es casi imposible. En estos casos lo usual es que las discusiones sienten casa, se convierten en pan cotidiano y terminan afectando el equilibrio psicológico de todos los implicados. Cuando en vez de disfrutar del tiempo que pasamos con el otro, lo empleamos en discutir, ha llegado la hora de dejar ir esa relación pues aporta más cosas negativas que positivas.

- La confianza se ha esfumado. En cualquier tipo de relación, ya sea de pareja o de amistad, la confianza y la sinceridad son pilares fundamentales. Cuando se deja de confiar en el otro se comienza a desarrollar una relación basada en las dudas, la incertidumbre y el recelo. Este tipo de relación no es beneficiosa para nadie y, a la larga, si la confianza no se recupera, solo provocará dolor ya que es probable que ambas partes se hagan daño.

- El peso de la relación recae sobre una persona. Cuando sientes que eres el único que lucha para que la relación funcione, que llevas todos los problemas sobre tu espalda porque la otra persona no pone de su parte, ha llegado el momento de poner punto final. Una relación solo es satisfactoria cuando ambas partes están comprometidas y dispuestas a cambiar o a trabajar para solucionar las dificultades. Si solo una persona arrastra con el peso de los problemas, es porque el otro ha perdido el interés y eso significa que no tiene sentido seguir luchando por algo que ya no existe.



¿Por qué nos aferramos a este tipo de relaciones?


- Nostalgia. En muchas ocasiones nos aferramos a una relación simplemente porque hemos vivido buenos momentos y, cuando los recordamos, nos invade la nostalgia, un sentimiento que nos da la falsa sensación de seguridad. Simplemente preferimos mantenernos atados al pasado en vez de mirar al futuro.

- Miedo. Dejar ir a una persona que ha estado a nuestro lado durante mucho tiempo puede ser aterrador por lo que en ocasiones preferimos a “un malo conocido que a un bueno por conocer”. La creencia de que el futuro es incierto o de que no encontraremos a otra persona nos genera tal desasosiego que preferimos mantener el estado actual de las cosas.

- Hábito. Las relaciones que se han mantenido durante años han ido construyendo a su alrededor una serie de hábitos que han echado raíces. Abandonar estas costumbres y apostar por el cambio puede dar pereza y por eso, a veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort, al lado de una persona que en realidad ya no nos aporta nada.

- Esperanza. Detrás de la esperanza casi siempre se encuentra el amor, muchas personas se aferran a relaciones heridas de muerte simplemente porque tienen la esperanza de que el otro cambie. Sin embargo, recuerda que tampoco se le pueden pedir peras al olmo.

Dejar ir: Un proceso liberador


Cuando en una relación se llega al punto en el cual esta no nos reporta prácticamente nada positivo sino que se ha convertido en una carga de tensión, negatividad y problemas, lo mejor es dejar que esa persona se marche.

Al contrario de lo que muchos piensan, cuando ponemos ese dejar ir en la balanza, no suele ser doloroso sino liberador. Después de meses de discusiones, desencanto y estrés, poner punto final es un alivio. Por supuesto, eso no significa que sea sencillo y mucho menos fácil pero en muchas ocasiones es la única solución para poder continuar adelante.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

miércoles, 5 de julio de 2017

Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupadas negándolos


Yo no he sido” es el mantra de los niños, una frase que hacen suya apenas descubren que cuando cometen un error serán castigados. Por alguna extraña razón, hay quienes siguen repitiendo esa frase cuando son adultos. Quizá ya no la repiten en voz alta pero sigue resonando en su mente: “yo no he sido, la culpa es del otro”.

El problema es que, si bien es cierto que negando el error tienen más probabilidades de eludir sus consecuencias, también se impiden crecer y madurar como personas. Todo error trae consigo la semilla del aprendizaje, pero para que esta germine es necesario asumir los fallos cometidos.

Las 3 formas de afrontar los errores que impiden crecer


Un estudio muy interesante llevado a cabo en las universidades de Nueva York y California desveló que la manera en que asumimos nuestros errores está íntimamente relacionada con nuestra personalidad y las potencialidades de crecimiento.

Estos psicólogos analizaron a miles de personas para identificar los tipos de personalidad que predominan en la reacción ante los errores. Así llegaron a la conclusión de que el 70% de la población se puede catalogar en tres grandes grupos:

1. La culpa es del otro

Estas personas siguen usando la frase a la que recurrían cuando eran niños: “Yo no he sido”. Cuando cometen un error intentan desligarse de la responsabilidad y le atribuyen la culpa a alguien más. Obviamente, estas personas no pueden aprender de sus fallos, simplemente porque no los reconocen o no tienen la madurez necesaria para dar el salto cualitativo. Suelen ponerse a la defensiva cuando otean cualquier intento de crítica, aunque sea constructiva, y caen a menudo en comportamientos victimistas.

2. Error, ¿qué error? Aquí no ha pasado nada

Se trata de personas que niegan incluso la existencia del error, lo cual suele provocar un gran enfado en los demás. Esta persona, aunque la pongan de frente a la evidencia, no solo negará su implicación en el asunto sino que nos intentará convencer de que no se trata de un fallo, de que no ha ocurrido nada. Esta forma de lidiar con los errores significa que esa persona espera ser perdonada por todo lo que hace, y que no está dispuesta a reconocer sus defectos ni el daño que puede causarle a los demás. Obviamente, al asumir esta actitud es imposible que aprenda de sus errores y los corrija.

3. La culpa es mía

Estas personas asumen una actitud diametralmente opuesta: entonan el mea culpa ante el menor desliz. El problema es que a menudo se culpan por todo e incluso llegan a asumir responsabilidades que no son suyas. Suelen ser duros jueces de sí mismos y a menudo van por la vida autoflagelándose sin ninguna necesidad. Sin embargo, quizá lo más interesante es que estas personas tampoco aprenden mucho de sus errores ya que a menudo reconocen la culpa de manera automática, por un sentido de culpa visceral que probablemente le inculcaron en su infancia, pero que no implica un análisis reflexivo de su implicación y responsabilidad en la situación.



El error es una oportunidad de aprendizaje: Tú decides si aprovecharla o descartarla


La mayoría de las personas no reconoce sus errores por miedo, porque eso les hace sentir débiles, avergonzados o incompetentes. Esto se debe a que nuestra sociedad ha rodeado a los errores de un halo negativo haciéndonos creer que las personas inteligentes, competentes y capaces no se equivocan.

Sin embargo, los errores forman parte de la vida y nos conducen a nuevos aprendizajes que nos permiten mejorar como personas, pero solo si somos capaces de reconocer el fallo y estamos dispuesto a enmendarlo. En palabras de Confucio: “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error aún mayor”.

Por eso, si bien equivocarnos puede que no sea la sensación más agradable del mundo, es aún peor desaprovechar esa oportunidad para aprender.


Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com
Fuente:
Dattner, B. & Hogan, R. (2011) Managing Yourself: Can You Handle Failure? En: Harvard Bussiness Review.