Hay situaciones en las que parece que no hay manera de salir adelante, en las que todo se complica y se conjura para no hacerte levantar cabeza. Sin embargo, muchas situaciones solo son complicadas en la medida en que las vemos así. Salir adelante es fácil cuando te atreves a salir de tu propia prisión.
Es habitual ver a personas exagerar todo lo que le ocurre y ponerse nerviosas por no tener controlado el resultado de cada decisión que toman. Saber cómo serán las cosas antes de empezar o preparar el futuro al segundo -o al menos intentarlo- es para mucha gente una forma, y una frustración constante, de vida. Pero, ¿de verdad es necesario complicarse tanto el presente para dejar atado todo lo que vendrá?
La vida puede ser mucho más sencilla y no por ello carente de oportunidades. Intentar sujetar y controlar todo es una misión imposible, privándonos de grandes momentos y de la posibilidad de encontrar, conocer y sorprendernos.
Escúchate, deja de resistirte y confía en el viaje
La vida tiene mucho más que dar de lo que tu mente puede concebir. ¿Por qué encerrarnos en la prisión que supone controlar y planificar absolutamente todo? No se trata de ir sin rumbo ni conciencia, sino que dejar la puerta abierta a lo que la fortuna disponga, porque lo va a disponer igual. Así, si es malo, podemos elegir en la mayoría de las ocasiones entre sufrirlo o afrontarlo.
Pero, ¿cómo identificar ese camino? Escucharte te dará la pista. Si eres capaz de ser sincero, de silenciar las voces que te dicen lo que tienes que hacer o que te indican que es lo [políticamente] correcto, podrás oír tu voz interior. Y cuando sientas que necesitas hacer algo fuera del plan, algo diferente, no te resistas. Explora lo que tu voz interior demanda. Descifra eso que necesitas y busca la manera de hacerlo, dentro de tus posibilidades.
Pero, sobre todo, confía en el viaje. Solo así podrás disfrutarlo y sacarle provecho. Solo así encontrarás el medio de expresión que necesitas para airear tus emociones y sentimientos, para crecer, ser tú mismo y salir adelante.
Tú tienes la llave de tu prisión
Muchas veces todo nuestro potencial se constriñe en una prisión de la que nosotros mismos tenemos la llave. Pero, ¿por qué hacemos esto? ¿Por qué diseñamos una vida que nos corta las alas en vez de acompasar el vuelo? ¿Por qué, teniendo un potencial tan grande, nos sometemos a una vida mediocre?
La verdad es que es la idea de vivir con todo controlado y planificado parece muy cómoda. Sin embargo y al mismo tiempo, el acomodamiento puede ser muy traicionero. Para abrir las puertas de tu celda, empieza por deshacerte de esa visión estrecha que no te deja mirar más allá, que no te deja contemplar todas las oportunidades que se te presentan.
Cierto que ese acomodamiento surge a menudo de experiencias pasadas. El sufrimiento y el dolor cargan nuestra mochila emocional con miedos, complejos y creencias limitantes. Pero, ¿qué tal si conviertes esa pesada mochila emocional en una caja de herramientas?
Tú tienes la llave… y el poder para abrir la puerta
Una cosa es saber que tienes la llave, y otra bien distinta tener el valor de usarla para abrir la puerta y salir. El miedo se esconde tras cada decisión que tomamos. El miedo al fracaso, a lo desconocido, a no ser suficientemente buenos, a equivocarnos de camino o a ser juzgados, nos frena.
Pero, no hacer algo es la mejor manera de tener remordimientos, de morir sin haber vivido. Ahora bien, ¿tienes miedo a fracasar pero no tienes miedo a perder la oportunidad de triunfar? ¿Tienes miedo a equivocarte y no a perder una buena idea? ¿Tienes miedo a ser juzgado pero no temes la opinión que tendrás de ti en el futuro?
No dejes que el miedo guíe tus acciones y nunca lamentarás haber tomado una decisión importante. Aunque fracases, aunque te equivoques… Cada paso es importante en tu crecimiento personal. Cada paso te acerca a tus objetivos -incluso aunque ese paso sea un error- y te concede la oportunidad de dar paso a tu libertad para asumir decisiones valientes.
Explora más allá de tu zona de confort para salir adelante
Tu prisión es tu zona de confort. Nada te retiene allí. Sal y ábrete al mundo. Tu zona de confort seguirá donde la dejaste si necesitas volver. Recuerda que tienes la llave. Eres libre para salir y también para volver a entrar.
Tienes que asumir el riesgo que supone poner un pie fuera, y luego otro. Si crees que haces lo correcto, abraza ese riesgo. No tienes que lanzarte de golpe si no estás preparado. Hazlo paso a paso. A medida que lo hagas te sentirás mucho más seguro y, sobre todo, mucho mejor contigo mismo.
La incertidumbre ante el riesgo juega su propio papel. A medida que te acostumbres a esa incertidumbre, a medida que aprendas a gestionarla, el miedo dejará paso a la curiosidad y a las ganas de ir más allá.
Eva María Rodríguez
https://lamenteesmaravillosa.com
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