Decía el filósofo René Descartes “Cogito ergo sum”, que se puede traducir como “pienso, luego existo”. Si pensamos, existimos, es una certeza innegable. Cuando hablamos de conducta humana e incoherencia en psicología, podríamos aplicar una frase similar “actúo, luego justifico”, esta hace referencia a la disonancia cognitiva.
La teoría de Festinger sobre la disonancia cognitiva explica cómo justificamos nuestras contradicciones. Cuando hacemos algo contrario a lo que pensamos, o en nuestro pensamiento hay dos ideas, creencias o emociones opuestas surge una sensación incómoda que intentamos eliminar mediante razonamientos.
Es más fácil justificar nuestros actos que cambiar nuestras acciones. Las explicaciones apaciguan nuestro malestar y calman nuestra mente. Suele resultar más sencillo darle un porqué a nuestros actos, después de llevarlos a cabo y que no nos deje en mal lugar, que admitir que nos hemos equivocado o que nuestro interés no era tan noble.
La incómoda sensación de la disonancia
Cuando decimos o hacemos algo contrario a nuestros pensamientos, es decir, cuando los actos y los pensamientos son inconsistentes entre sí, las personas experimentamos una sensación llamada “disonancia cognitiva”. Una disonancia cognitiva que produce una sensación de malestar que vamos a intentar revisando la justificación de nuestros actos.
►La disonancia cognitiva es una experiencia psicológicamente desagradable que se acompaña de inquietud y aparece cuando hay pensamientos o acciones que no concuerdan entre sí dentro de uno mismo.
Ese malestar no suele aparecer cuando la incoherencia es sobre un tema sin importancia, por ejemplo, si quiero un café pero me tomo un té. La disonancia cognitiva aparece ante acciones o pensamientos con cierta importancia para nosotros, por ejemplo, cuando queremos decidir si cambiamos o no de trabajo, cuando tenemos que defender una idea públicamente aunque internamente pensemos lo contrario o cuando hacemos algo en contra de nuestros valores fundamentales.
Hago, entonces justifico
La disonancia cognitiva desencadena un intento de justificar nuestras inconsistencias y de buscar una explicación a esas situaciones en las que hacemos algo contrario o diferente a lo que pensamos. La mayoría de las veces no somos conscientes de ello, sino que justificamos pensando que realmente son esos motivos los que nos han llevado a actuar, cuando en realidad los motivos han sido otros y los hemos modificado o maquillado después.
►“Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas, quiso atraparlos con su boca. Mas no pudo alcanzarlos, se alejó diciéndose: “ni me agradan, están tan verdes…”
Esopo
Como en la fábula de Esopo, cuando la zorra no consigue alcanzar las uvas decide que no las quiere. Primero hacemos, decidimos y actuamos para después darle forma y calmarnos mediante una razón inventada.
Una defensa habitual contra el malestar
Justificarse en lugar de asumir la inconsistencia o responsabilidad de nuestros actos es la manera que nuestra mente tiene de disminuir el malestar. La disonancia cognitiva está presente en todas las personas y ante ella aparece una defensa habitual para proteger a nuestra autoestima y autoconcepto.
Por ejemplo, imagina que uno de los valores que pensamos atesorar es la honestidad y estamos muy orgullosos de ser unos buenos representantes del mismo. Sin embargo, un día te “pillas” mintiendo, una acción que está en contra de nuestro valor. Para nuestra mente es mucho más sencillo pensar que hemos mentido porque la situación “nos ha obligado” o para beneficio de otros más que para el propio. Así, buscamos una justificación aceptable para alejar la mala sensación que nos ha producido “traicionar” a nuestro valor.
Lo mismo ocurre cuando hacemos un gran esfuerzo y fracasamos a la hora de conseguirlo o cuando ante una elección acabamos eligiendo una opción con la que no estamos del todo satisfechos. Siempre encontraremos una razón que amanse nuestros miedos y proteja nuestra imagen.
Cuando lo sano se vuelve insano
La disonancia cognitiva es un mecanismo que nos protege, es decir, ayuda a conservar nuestra autoestima y salud mental. Actuamos, erramos, nos justificamos y aprendemos. Disminuimos el malestar y eso nos permite avanzar y no anclarnos en el error.
►Como decía Aristóteles “la virtud está en el término medio”. Lo que la mayoría de las veces nos protege y ayuda a sobrellevar el malestar puede volverse en nuestra contra.
Pero en algunas ocasiones esta barrera contra el malestar puede ser perjudicial. A veces nos quedamos parados en la justificación sin avanzar o aprender de la inconsistencia. En otras ocasiones la disonancia es tan intensa que puede llevarnos a realizar conductas aún más perjudiciales para nosotros mismos.
Por ejemplo, podemos ser conscientes de que fumar es perjudicial para nuestra salud y aún así hacerlo. Para reducir el malestar que produce este enfrentamiento entre conducta y conocimiento, podemos minimizar en nuestra mente las repercusiones negativas del tabaco. Algo que a su vez puede incrementar el consumo de tabaco, que antes precisamente era moderado por el conocimiento que ahora nos cuestionamos para sentirnos mejor.
Hazte siempre esta pregunta: ¿fue antes el huevo o la gallina?
Tomar conciencia de nuestros mecanismos psicológicos nos ayuda a conocernos y aceptarnos mejor. Nos permite reflexionar sobre nuestros actos, tomar perspectiva y aprender de nuestros errores. Todos los seres humanos tenemos defensas e identificarlas es un paso en el camino del autoconocimiento.
La próxima vez que te encuentres a ti mismo/a justificándote ante una acción que hayas hecho y te cause cierto malestar o te sientas en alguna medida responsable, pregúntate, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina, el actuar o el justificar?
Psicología/Andrea Pérez
https://lamenteesmaravillosa.com
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