El momento más oscuro de la noche de la vida, ocurre un instante antes del amanecer.
Vicente Ferrer
¿Qué sucede cuándo
sentimos que “tocamos fondo”?, ¿acaso cuando más oscura es la noche, es
justamente cuando la vida da paso al alba? Si observamos las leyes de la
naturaleza, veremos que el crudo invierno da paso al sol de la primavera y que
en lo más profundo del fruto caído, se halla la semilla dispuesta. Ciclos ascendentes
que llegan a su cenit y comienzan a descender hasta “tocar fondo” y volver a
emerger a un nuevo episodio de existencia. Un principio que, como Ley del
Ritmo, señala el permanente cambio y transformación de todas las cosas.
Cuando uno experimenta en
el mismo día una pizca de frustración y otra de esperanza, un punto de
crispación y otro de sosiego o bien pinceladas de incertidumbre y más tarde de
confianza, se puede preguntar, ¿existe algún estado mental que realmente
permanezca? La respuesta es obviamente No. La realidad se construye con un
material tan fugaz como lo puedan ser los pensamientos. Y, ¿somos capaces de
mantener algún pensamiento durante unos minutos? La respuesta es evidente al
observar que la corriente de las ideas es tan chispeante como efímera.
Lo mismo sucede con las
sensaciones y las emociones. ¿Podemos alargar el placer que sentimos al comer
un alimento exquisito cuando éste ha sido ya masticado? ¿Podemos alargar la
emoción de satisfacción por un trabajo bien hecho? o ¿la exaltación del abrazo
a un ser querido? La respuesta sigue siendo No. Lo único que tenemos es el
presente, y lo único que permanece ante esta ilusionada noria que toca fondo y
se eleva, es la observación y la consciencia de tan rotunda impermanencia.
Algo que corre a cargo del Testigo inmutable. El Yo Real e imperturbable que ni
se mueve, ni se altera.
Si uno mantiene su
atención a los cambios y ondulaciones que su mente experimenta, sucede que tal observación
sostenida nos despierta y libera. En el fondo de nosotros mismos, sabemos
muy bien que la vida tiene sentido tanto en la incertidumbre, como en la
certeza. En el Universo infinito todo es movimiento. Átomos, moléculas,
células, órganos, planetas y estrellas se mueven, orbitan y cambian. De la
misma forma, pensamientos, emociones y sensaciones también fluyen en suaves
ondas que vienen y van a lo largo de ciclos que se alternan.
Cuando uno sufre,
conviene que observe su dolor y también, cómo tras él, brota la esperanza. No
hace falta que dediquemos gran esfuerzo para superarlo, ni que hagamos grandes
ingenierías en la mente confusa por la tormenta. Simplemente, cuando llegue la noche
oscura del alma, fluyamos hacia adelante y dejemos que lo próximo llegue y
que, de todo ello, uno suavemente aprenda. Todo son vivencias que acontecen en
la gran espiral de la experiencia. Confiemos en el cambio. En realidad, somos
mucho más que los juegos ondulantes de la mente alterna. No somos víctimas, ni
verdugos. El dolor es transitorio y forma parte del diseño, como lo puedan ser
el placer y la satisfacción plena.
Tengamos confianza en el
Ritmo del Universo. Todo sucede por algo, y a veces, es duro nacer a una
nueva etapa, pero uno bien sabe que detrás de lo que sucede hay crecimiento y
enseñanza. Cuanto más difícil es el momento, más cerca está el cambio abrupto
por el que nacemos a otra esfera. Si ahora hay nubes de dolor y confusión en su
vida, acepte, observe, mantenga la atención... usted bien sabe que esto
también pasa.
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