En mi opinión, el inconformismo es una de las cualidades interesantes del Ser Humano.
Aún es más interesante cuando ese inconformismo es constructivo, o sea, aporta alguna utilidad.
Hay un tipo de inconformismo que se queda en la protesta y posterior berrinche, en una sensación frustrante de no querer aceptar lo que esté sucediendo mientras que tampoco se hace nada para resolverlo. Ese es un inconformismo inútil que no va más allá de la pataleta infantil en la que uno se queda enrabietado, protestando a gritos o silenciosamente, pero casi más satisfecho con su propia rabia que con la solución.
Se queda nada más que en el rechazo, pero no propone ni provoca una solución.
Siempre he estado en contra del sectarismo y un poco afligido por las personas que pertenecen a esas sectas que les inculcan las ideas, las ideologías, lo que tienen que pensar, lo que tienen que creer, y hasta lo que tienen que sentir.
Es contraproducente y dramática esa renuncia absoluta a sí mismo y a sus principios para evitarse el tener que hacer sus propias cavilaciones y tomar sus propias decisiones, y es trágica esa aceptación incondicional de lo que otros le inculcan sin molestarse en revisarlo o en modificarlo con sus propias ideas.
Es lo que unos dicen de los que acatan y obedecen las cosas de la Iglesia sin objeciones –ya que poner algo en duda se entendería como pecado-, o lo que otros dicen de los Testigos de Jehová por el mismo motivo de falta de opinión propia, o cualquiera de las muchas sectas con reglas y normas totalitarias.
Uno puede ser Cristiano, o Ateo, o Testigo de Jehová, o de cualquier otra religión o doctrina o creencia, siempre que pertenecer a cualquiera de ellas le dé libertad para seguir siendo él mismo, y para que pueda hacer las modificaciones que considere oportunas, para dudar cuando dude, y para no estar de acuerdo con alguna parte del todo, sin que se penalice por todo ello.
Me incomoda que haya personas que no son capaces de pensar por sí mismas y tener sus propias filosofías –cotidianas o religiosas- y se manejan con lo que otros les dicen u ordenan, y siguen con los ojos y la mente y el corazón cerrados a ciertos gurús, o repiten como un loro lo que dicen algunos maestros sin antes pasarlo por el tamiz de su corazón.
Existe lo que se denomina inconformismo constructivo, y se refiere al hecho de que cuando uno no está de acuerdo con alguna de las cosas que se le presentan en la vida, en vez de quedarse en el refunfuño, o de sacar los defectos que ve y sus motivos de queja con el fin de herir o de pretender mostrar una supuesta superioridad, haga una aportación positiva, dé una opinión provechosa, haga alguna contribución eficaz con sus sugerencias, o sea, que ayude, que contribuya, que colabore en la mejora.
A mí me gustan las personas que me hacen cuestionar lo que pienso o lo que creo. Me encantan. No me cierro a recibir nuevas opiniones o puntos de vista atrincherándome en unas ideas mías que pueden correr el riesgo de quedarse arcaicas y, además, cortas porque yo no he sido capaz de ver algo más o mi punto de vista es muy cerrado y pequeño.
Me encanta el que me hace ver lo que no está bien y es posible mejorarlo mientras que, al mismo tiempo, me aporta una posible solución o una forma de mejoramiento.
Y en eso creo que podemos ayudar todos, colaborando en la mejoría de las cosas, siendo positivos y constructivos, aportando, construyendo…
Es bueno que nadie se conforme con las cosas que tienen posibilidades reales de ser mejoradas.
Es bueno ser un inconformista.
Es bueno cuestionar y cuestionarse… siempre que haya una buena intención detrás.
Es bueno no acatar las dictaduras, rebelarse si apetece contra los dogmas, huir de los sectarismos, no obedecer si no se está de acuerdo, verificar que las verdades sean verdades… pero también es bueno que todo eso se haga desde la mejor actitud y con la mejor intención.
Piénsalo… comprueba a ver si te gustaría ser inconformista constructivo y, si te gusta… adelante.
Te dejo con tus reflexiones…
Aún es más interesante cuando ese inconformismo es constructivo, o sea, aporta alguna utilidad.
Hay un tipo de inconformismo que se queda en la protesta y posterior berrinche, en una sensación frustrante de no querer aceptar lo que esté sucediendo mientras que tampoco se hace nada para resolverlo. Ese es un inconformismo inútil que no va más allá de la pataleta infantil en la que uno se queda enrabietado, protestando a gritos o silenciosamente, pero casi más satisfecho con su propia rabia que con la solución.
Se queda nada más que en el rechazo, pero no propone ni provoca una solución.
Siempre he estado en contra del sectarismo y un poco afligido por las personas que pertenecen a esas sectas que les inculcan las ideas, las ideologías, lo que tienen que pensar, lo que tienen que creer, y hasta lo que tienen que sentir.
Es contraproducente y dramática esa renuncia absoluta a sí mismo y a sus principios para evitarse el tener que hacer sus propias cavilaciones y tomar sus propias decisiones, y es trágica esa aceptación incondicional de lo que otros le inculcan sin molestarse en revisarlo o en modificarlo con sus propias ideas.
Es lo que unos dicen de los que acatan y obedecen las cosas de la Iglesia sin objeciones –ya que poner algo en duda se entendería como pecado-, o lo que otros dicen de los Testigos de Jehová por el mismo motivo de falta de opinión propia, o cualquiera de las muchas sectas con reglas y normas totalitarias.
Uno puede ser Cristiano, o Ateo, o Testigo de Jehová, o de cualquier otra religión o doctrina o creencia, siempre que pertenecer a cualquiera de ellas le dé libertad para seguir siendo él mismo, y para que pueda hacer las modificaciones que considere oportunas, para dudar cuando dude, y para no estar de acuerdo con alguna parte del todo, sin que se penalice por todo ello.
Me incomoda que haya personas que no son capaces de pensar por sí mismas y tener sus propias filosofías –cotidianas o religiosas- y se manejan con lo que otros les dicen u ordenan, y siguen con los ojos y la mente y el corazón cerrados a ciertos gurús, o repiten como un loro lo que dicen algunos maestros sin antes pasarlo por el tamiz de su corazón.
Existe lo que se denomina inconformismo constructivo, y se refiere al hecho de que cuando uno no está de acuerdo con alguna de las cosas que se le presentan en la vida, en vez de quedarse en el refunfuño, o de sacar los defectos que ve y sus motivos de queja con el fin de herir o de pretender mostrar una supuesta superioridad, haga una aportación positiva, dé una opinión provechosa, haga alguna contribución eficaz con sus sugerencias, o sea, que ayude, que contribuya, que colabore en la mejora.
A mí me gustan las personas que me hacen cuestionar lo que pienso o lo que creo. Me encantan. No me cierro a recibir nuevas opiniones o puntos de vista atrincherándome en unas ideas mías que pueden correr el riesgo de quedarse arcaicas y, además, cortas porque yo no he sido capaz de ver algo más o mi punto de vista es muy cerrado y pequeño.
Me encanta el que me hace ver lo que no está bien y es posible mejorarlo mientras que, al mismo tiempo, me aporta una posible solución o una forma de mejoramiento.
Y en eso creo que podemos ayudar todos, colaborando en la mejoría de las cosas, siendo positivos y constructivos, aportando, construyendo…
Es bueno que nadie se conforme con las cosas que tienen posibilidades reales de ser mejoradas.
Es bueno ser un inconformista.
Es bueno cuestionar y cuestionarse… siempre que haya una buena intención detrás.
Es bueno no acatar las dictaduras, rebelarse si apetece contra los dogmas, huir de los sectarismos, no obedecer si no se está de acuerdo, verificar que las verdades sean verdades… pero también es bueno que todo eso se haga desde la mejor actitud y con la mejor intención.
Piénsalo… comprueba a ver si te gustaría ser inconformista constructivo y, si te gusta… adelante.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
http://buscandome.es/
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Correcto.
ResponderEliminarGracias
Bendiciones