¿Me acepto a mí mismo tal cual soy? ¿Puedo aceptar a los demás, sin pretender cambiarlos? Aunque es cierto que buscar un cambio (en uno y en los demás) es algo noble y necesario, paradójicamente el cambio se da más fácilmente luego de una actitud de aceptación. Recogemos los valiosos consejos del psicólogo Carl Rogers, elaborados desde su propia experiencia.
Me gustaría transmitirles algunas de las cosas que he aprendido en las miles de horas que empleé trabajando en contacto íntimo con individuos que sufren. Presentaré cada una de ellas con una frase u oración que transmita algo de su sentido particular. Luego la desarrollaré brevemente. No he seguido en su exposición ningún orden especial, pero cabe señalar que las primeras se refieren sobre todo a las relaciones con los demás. Las siguientes, en cambio, corresponden al ámbito de los valores y convicciones personales.
No comportarme como si yo fuera distinto de lo que soy
1. En mi relación con las personas he aprendido que, en definitiva, no me resulta beneficioso comportarme como si yo fuera distinto de lo que soy: mostrarme tranquilo y satisfecho cuando en realidad estoy enojado y descontento; aparentar que conozco las respuestas cuando en verdad las ignoro; ser cariñoso mientras me siento hostil; manifestarme aplomado cuando en realidad siento temor e inseguridad. He descubierto que esto es cierto aun en los niveles más simples. No me ayuda aparentar bienestar cuando me siento enfermo.
No es útil tratar de aparentar, ni actuar exteriormente de cierta manera cuando en lo profundo de mí mismo siento algo muy diferente.
Lo que quiero decir es, en otras palabras, que en mis relaciones con la gente he podido comprobar que no es útil tratar de aparentar, ni actuar exteriormente de cierta manera cuando en lo profundo de mí mismo siento algo muy diferente. Nada de esto me ayuda a lograr relaciones positivas con individuos. Pienso que la mayoría de los errores que cometo en mis relaciones personales (es decir, la mayor parte de los casos en que no logro ser útil a los demás) pueden explicarse por el hecho de que, a causa de una actitud defensiva, me comporto de una manera superficial y opuesta a mis verdaderos sentimientos.
Soy más eficaz cuando soy yo mismo
2. La segunda enseñanza puede expresarse en los siguientes términos: Soy más eficaz cuando puedo escucharme con tolerancia y ser yo mismo. Con el transcurso de los años he adquirido una mayor capacidad de autoobservación que me permite saber con más exactitud que antes lo que siento en cada momento: puedo reconocer que estoy enojado o que experimento rechazo hacia una persona, que siento calidez y afecto hacia otra, que estoy aburrido y no me interesa lo que está pasando, etc.
Quizás este punto de vista pueda resultar bastante extraño para algunos. Sin embargo, lo considero valioso a causa de que, paradójicamente, cuando me acepto como soy, puedo modificarme. Creo que he aprendido esto de mis pacientes, así como de mi propia experiencia: no podemos cambiar, no podemos dejar de ser lo que somos, en tanto no nos aceptemos tal como somos. Una vez que nos aceptamos, el cambio parece llegar casi sin que se lo advierta.
Otro resultado que parece surgir del hecho de aceptarse tal como uno es, consiste en que solo entonces las relaciones se tornan reales. Las relaciones reales son atractivas por ser vitales y significativas. Si puedo aceptar el hecho de que este cliente o estudiante me hace sentir molesto o me aburre, podré aceptar con mayor facilidad los sentimientos con que me ha de corresponder. También puedo aceptar la experiencia y la modificación de los sentimientos que surgirán en ambos como consecuencia.
Solo cuando acepto todas estas actitudes como un hecho, como una parte de mí, mi relación con la otra persona llega a ser lo que es, y puede crecer y cambiar más fácilmente.
El enorme valor de comprender a otra persona
3.- Llegamos ahora a una enseñanza capital, que ha tenido gran significación para mí. Puedo expresarla en los siguientes términos: He descubierto el enorme valor de permitirme comprender a otra persona. La manera en que he formulado esta afirmación puede resultarles extraña. ¿Es necesario permitirse conocer a otro? Pienso que efectivamente es así.
Nuestra primera reacción ante las afirmaciones que oímos de otras personas suele ser una evaluación inmediata o un juicio, más que un intento de comprensión.
Nuestra primera reacción ante las afirmaciones que oímos de otras personas suele ser una evaluación inmediata o un juicio, más que un intento de comprensión. Cuando alguien expresa un sentimiento, una actitud o creencia, tendemos a pensar: “Está en lo correcto”; o “Es una tontería”; “Eso es anormal”; “No es razonable”; “Es incorrecto”; “Es desagradable”. Muy pocas veces nos permitimos comprender exactamente lo que su afirmación significa para él. Pienso que esto se debe a que comprender es riesgoso. Si me permito comprender realmente a otra persona, tal comprensión podría modificarme, y todos experimentamos temor ante el cambio. Por consiguiente, no es fácil permitirse comprender a un individuo, penetrar en profundidad y de manera plena e intensa en su marco de referencia. En efecto, esto es algo que ocurre con escasa frecuencia.
La comprensión es doblemente enriquecedora. Cuando trabajo con pacientes que sufren, aprendo modificándome, de modo tal que me torno una persona diferente, con mayor capacidad de dar. Quizá sea aun más importante el hecho de que mi comprensión de estos individuos les permite cambiar, aceptar sus propios temores y sus extraños pensamientos, sus sentimientos trágicos y sus desesperanzas, así como sus momentos de coraje, amabilidad, amor y sensibilidad. Su experiencia y la mía revelan que cuando un individuo comprende plenamente esos sentimientos puede aceptarlos con mayor facilidad en sí mismo. Entonces descubren que tanto ellos como sus sentimientos cambian.
Abrir canales de comunicación
4. Otra enseñanza que ha sido muy importante para mí es la siguiente: He descubierto que abrir canales por medio de los cuales los demás puedan comunicar sus sentimientos, su mundo perceptual privado, me enriquece, Puesto que la comprensión es muy gratificante, me gustaría eliminar las barreras entre los otros y yo, para que ellos puedan, si así lo desean, revelarse más plenamente.
Aceptar realmente a otra persona, con sus propios sentimientos, no es tarea fácil. ¿Puedo aceptarla cuando encara la vida y sus problemas de manera muy distinta a la mía?
En la relación terapéutica existen una serie de recursos mediante los cuales puedo facilitar al cliente la comunicación. Como docente también he observado que cuando puedo establecer canales a través de los cuales otros pueden brindarse, me enriquezco. Por esa razón, intento, aunque no siempre lo logre, crear en el aula un clima en el que puedan expresarse los sentimientos y en el que los alumnos puedan manifestar su desacuerdo con los demás y con el profesor. He observado que esto se cumple también en los grupos que coordino o en los que soy considerado líder. Quiero reducir el temor o la necesidad de defensa, de modo tal que las personas puedan comunicar sus sentimientos libremente. Esto ha sido muy interesante y me ha llevado a una concepción totalmente nueva de lo que podría ser el liderazgo.
Aceptar a otra persona es gratificante
5. En mi trabajo como asesor he aprendido aún otra cosa muy importante: me ha gratificado en gran medida el hecho de poder aceptar a otra persona. He descubierto que aceptar realmente a otra persona, con sus propios sentimientos, no es de modo alguno tarea fácil, tal como tampoco lo es comprenderla. ¿Puedo permitir a otra persona sentir hostilidad hacia mí? ¿Puedo aceptar su enojo como una parte real y legítima de sí mismo? ¿Puedo aceptarlo cuando encara la vida y sus problemas de manera muy distinta a la mía? ¿Puedo aceptarlo cuando experimenta sentimientos muy positivos hacia mí, me admira y procura imitarme?
Todo esto está implícito en la aceptación y no llega fácilmente. Pienso que es una actitud muy común en nuestra cultura pensar: “Todas las demás personas deben sentir, juzgar y creer tal como yo lo hago” Nos resulta muy difícil permitir a nuestros padres, hijos o cónyuge sentir de modo diferente al nuestro con respecto a determinados temas o problemas.
Cada persona es una isla en sí misma, en un sentido muy real, y sólo puede construir puentes hacia otras islas si efectivamente desea ser él mismo y está dispuesto a permitírselo. Por esa razón, pienso que cuando puedo aceptar a un individuo, lo cual significa aceptar los sentimientos, actitudes y creencias que manifiesta como una parte real y vital de sí mismo, lo estoy ayudando a convertirse en una persona, y a mi juicio esto es muy valioso.
Aceptar sin pretender “arreglar las cosas”
6.- La siguiente enseñanza que deseo enunciar puede resultar difícil de expresar. Es la siguiente: Cuanto más me abro hacia las realidades mías y de la otra persona, menos deseo “arreglar las cosas”. Cuando trato de percibirme a mí mismo y observar la experiencia que en mí se verifica, y cuanto más me esfuerzo por extender esa misma actitud perceptiva hacia otra persona, siento más respeto por los complejos procesos de la vida. De esa manera, va desapareciendo de mí cualquier tendencia a corregir las cosas, fijar objetivos, moldear a la gente o manejarla y encauzarla en la dirección que de otro modo querría imponerles. Experimento mayor satisfacción al ser yo mismo y permitir que el otro sea él mismo.
Cuanto más deseosos estamos de ser nosotros mismos, tantos más cambios se operan, no sólo en nosotros, sino también en las personas con las que nos relacionamos.
Sé muy bien que esto puede parecer un punto de vista bastante extraño, casi “oriental”. ¿Cuál es el sentido de la vida si no pretendemos transformar a la gente? ¿Para qué vivir si no enseñamos a los demás las cosas que nosotros consideramos que deben aprender? ¿Qué objeto tiene la vida si no nos esforzamos por lograr que los demás piensen y sientan como nosotros? ¿Cómo puede alguien defender un punto de vista tan pasivo como el que yo sostengo? Estoy seguro de que las reacciones de muchos de ustedes incluyen actitudes como las que acabo de describir.
Sin embargo, el aspecto paradójico de mi experiencia consiste en que, cuanto más me limito a ser yo mismo y me intereso por comprender y aceptar las realidades que hay en mí y en la otra persona, tantos más cambios parecen suscitarse. Resulta paradójico el hecho de que cuanto más deseosos estamos de ser nosotros mismos, tantos más cambios se operan, no sólo en nosotros, sino también en las personas con las que nos relacionamos. Esta es al menos una parte muy vívida de mi experiencia y también una de las cosas más profundas que he aprendido en mi vida privada y profesional.
Extractos de: Carl R. Rogers, “El proceso de convertirse en persona”
http://www.viviragradecidos.org/
Excelente
ResponderEliminarGracias
Bendiciones
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Gracias a vos querida Daisy por estar siempre. Te abrazo.
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