lunes, 12 de octubre de 2015

Permite que el pasado se convierta en pasado‏

En mi opinión, desperdiciamos mucha parte de nuestra vida presente –de este único e irrepetible presente- añorando eso que llamamos pasado.
En muchas ocasiones volvemos al pasado porque contiene muchas cosas que ahora no tenemos. Y volvemos a él tanto para bien –para disfrutar con lo bueno que hubo- como para mal –para recordar el sufrimiento-.
No es malo regresar al pasado siempre y cuando se tenga claro que ya es pasado. Y que lo actual, lo vivo –que es lo que toca vivir- es el presente y es la realidad tangible.
Pretender regresar al pasado para quedarse en él es un disparate, algo materialmente imposible, y es una tendencia de quienes lo comparan con su actualidad, añoran las cosas, la felicidad, o las personas que habían entonces, y no son capaces de construir un presente pleno en el que las condiciones cambien continuamente, o puedan cambiar, y la realidad de la no permanencia de las cosas y las personas es la norma general e irrechazable.
Está bien traer los recuerdos del pasado al presente, bien para disfrutarlos de nuevo o para aprender de lo que no se quiere volver a repetir. Está bien. Es enriquecedor. Puede llegar a ser muy agradable. Pero no hay que olvidar que el pasado es una etapa que ya terminó, que no se puede revivir físicamente de nuevo, y que si uno sólo extrae de él la frustración de su ausencia eso se convierte en contraproducente. En auto-agresivo.
Si uno regresa de su paseo por el pasado con una mala sensación, tal vez sea mejor no repetirlo.
El pasado es el contenedor de lo que hemos vivido hasta ahora, y es loable aprovechar cuanto nos pueda aportar. Es una maravilla esto de tener memoria y una mente capaz de recrear de algún modo algo que ya no existe y a lo que sería imposible regresar sin su colaboración.
Y creo que esta capacidad es un regalo divino, y que hay que aprovecharla. Siento que todo aquello que el Creador nos ha concedido es porque es bueno para nosotros.
Lo que no me parece correcto es pretender instalarse en el pasado como refugio de una huída, no querer estar en el presente, que es lo que corresponde ahora, y perderse este presente –precisamente- porque no estar totalmente en él.
No hay que olvidar que al mismo tiempo que estamos viviendo el presente lo estamos convirtiendo en nuestro pasado, por lo que conviene vivirlo bien, para que cuando regresemos a él –ya como pasado- sea motivo de satisfacción. El destino del presente es convertirse en pasado. Somos una fábrica de pasados.
El pasado pasó, y esto va más allá de una aparente obviedad o un juego de palabras.
El pasado no es más que una sucesión de presentes, y la responsabilidad es el presente. ¿Qué puedo hacer hoy, ahora, para que cuando sea pasado me sea grato y satisfactorio de recordar?, ¿Qué no he de hacer hoy, ahora, para que no tenga que arrepentirme más adelante?
Emocionalmente, sería mucho más fácil aceptar con naturalidad que las cosas y las personas pasan y desaparecen, y eso es rotundo e irrechazable. No se puede negociar la permanencia eterna de las personas y las cosas. No hay diablo que pueda pactar eso por muy apetitosa que sea el alma que se le ofrece.
Todo el presente es un regalo maravilloso que pasa desapercibido durante la mayor parte del tiempo.
Nos parece tan normal esto de estar vivos, de acostarnos cada noche con la seguridad de que al día siguiente nos despertaremos y habrá luz, que no tomamos consciencia de eso.
Y no le agradecemos continuamente, a quien corresponda, que tengamos este regalo, que podamos sentir placeres o disfrutar de nuestros sentidos, que podamos emocionarnos, gozar, disfrutar…
Ahora, pero ahora mismo, antes de que este ahora desaparezca, es cuando hay que vivir este irrepetible presente. No aplazarlo para luego por eso de que disponemos de muchos efímeros presentes. De este ya no dispondremos jamás.
La vida sigue, como has podido comprobar cada Año Nuevo o cuando cumples años. Y cada vez queda menos vida, aunque la consciencia de ello te dure muy poco. “Mejor no pensar en eso”, se suele decir.
Mejor SÍ pensar en eso. Mejor darse cuenta. Eso no amarga la vida, sino que, al contrario, permite vivir con más atención e intensidad. Así, cuando este presente se vaya al pasado irá pleno, vivido, lleno de contenido, pero, sobre todo, nos habrá dejado la sensación de estar viviendo, de verdad, la vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales/Buscándome

domingo, 11 de octubre de 2015

Viviendo en el mundo


En el pasado, si habéis sido llamados a explorar lo espiritual, puede haber sido necesario que os hayáis unido a un monasterio, a un  convento o tomado sacerdocio en cualquier religión a la que pertenecierais. Por supuesto, eso también es una opción hoy en día. Todos tenemos que encontrar la manera de vivir que sea correcta para nosotros, teniendo en cuenta nuestras propias circunstancias e inclinaciones individuales. Pero es probable que tengamos más opciones hoy.

¿Queremos vivir en el mundo, ganarnos la vida, formar una familia, tener relaciones y así sucesivamente, o deseamos vivir una existencia más solitaria, tener pocas responsabilidades y aislarnos de la sociedad en general? Nuestra respuesta puede ser diferente en diferentes etapas de nuestra vida. También es posible que prefiramos vivir en el mundo y tomar retiros ocasionales.

Pero, hagamos lo que hagamos, es importante comprender nuestras necesidades reales a un nivel profundo.
Mientras que a un nivel más profundo todos compartimos una Unidad esencial, sin embargo, también vivimos temporalmente en el mundo de la dualidad y tenemos diferentes aptitudes, talentos y habilidades creativas que expresar y compartir. Sin embargo, la tarea que tenemos ante nosotros es cómo vivir y funcionar físicamente en el mundo de la dualidad, mientras que también residimos psicológicamente y aun nivel de sensibilidad en lo no-dual.

Viviendo en el mundo, no siempre es fácil mantenerse consciente de nuestra verdadera naturaleza sin quedar atrapados en toda la actividad de tensiones emocionales, relaciones y responsabilidades. A veces podemos sentir que salimos y nos escapamos en mitad de la nada. En otras ocasiones, es posible que nos impliquemos completamente en lo que está ocurriendo. Pase lo que pase, viviendo en el mundo, nuestros sentidos son golpeados continuamente por toda la actividad, todos los asuntos de la vida moderna.
La televisión, la radio, la prensa e Internet nos están todos bombardeando cada día con noticias, información, publicidad, programas sobre estilos de vida y similares. Nuestros sentidos están llenos hasta el tope con este flujo constante de información e influencia en nuestras vidas. Si tenemos hijos, es difícil saber cómo proteger su inocencia en un mundo de educación y condicionamiento de masas. Entonces los llamados expertos nos dicen que deberíamos vivir de esta manera o de esta otra, comer esto y no comer aquello, creer en esto y quejarnos de aquello.

Todo esto nos está llevando cada vez más lejos de nuestra verdadera naturaleza, cada vez más lejos de sentir la vida a un nivel profundo, y nos hunde cada vez más en pensamientos y emociones triviales. Esta es la sociedad de consumo, donde consumimos todo lo que nos ofrecen, donde la sociedad nos consume y nos escupe al final de nuestra vida útil. Siempre que nos arrojemos a vivir esta forma de vida nunca encontraremos la felicidad, nunca estaremos en paz dentro de nosotros mismos.

Necesitamos dar un paso atrás de todo lo que está pasando en el mundo, entrar en esa parte atemporal de nosotros mismos y aprender a sentir lo que es estar vivo. Entonces podemos vivir en el mundo si queremos, pero no ser un producto del mundo. 

Cualquiera que sea la sociedad de hoy en día, cambiará. Todas las culturas y civilizaciones tienen una vida útil limitada y lo que está de moda en un momento dado no lo estará en otro. Pero subyacente a todo lo que ocurre en el mundo, nuestra verdadera naturaleza siempre está ahí, subyacente a nuestro sentido de lo que somos.
Nunca estamos separados de nuestra verdadera naturaleza, excepto psicológicamente, cuando creemos en la obra que se está representando en el mundo, cuando nos identificamos con ella y nos sumergimos en ella. Pero siempre tenemos, si somos conscientes de ello, la opción de dar un paso atrás y entrar en el vacío silencioso de nuestra verdadera naturaleza. Si no tomamos esta opción, entonces seremos engullidos por el mundo y toda la actividad sin sentido, y así perdernos por completo.

Es un verdadero desafío vivir en el mundo, sobre todo hoy. Las modernas comunicaciones y recursos de información significan que podemos tener muy fácil y rápidamente acceso a grandes cantidades de información y conocimiento acerca de absolutamente todo, incluyendo las enseñanzas espirituales. La información disponible es tan vasta que podríamos fácilmente llegar a confundirnos por todo lo que se oferta. Pero, ¿somos máquinas de información? ¿Cuál es el sentido de tener toda esta información si no nos conocemos a nosotros mismos, si no estamos en profundo contacto con el centro de nuestro ser?

El lado positivo de vivir en el mundo es que, si hemos despertado espiritualmente, somos constantemente desafiados por la vida diaria, por las actitudes de los que nos rodean que están completamente ajenos a la dimensión espiritual. Se nos desafía continuamente a re-pensar y re-explorar nuestras propias actitudes ― nuestra ira, miedo, deseo, auto-compasión, resentimiento, codicia y así sucesivamente. Somos bombardeados con tanta información y con tantas situaciones cargadas emocionalmente que vienen a nosotros a un ritmo tan rápido, que cometemos errores con más frecuencia y más rápidamente de lo que sería el caso si viviéramos aislados del mundo. Pero también tenemos más oportunidades para observar estos errores y seguir adelante con mayor rapidez ― si tenemos la suerte de no ser completamente arrastrados por el mundo y toda su actividad.

Hay muchos obstáculos para el desarrollo espiritual en el mundo moderno, pero también está comenzando a tener lugar una intensificación de algún tipo de despertar, ya que el abismo entre lo que está sucediendo en el mundo y la perspectiva espiritual es tan grande que todo se vuelve claro y obvio.

Cuando vivimos desde el vacío silencioso de nuestra verdadera naturaleza, toda la actividad en el mundo no nos puede expulsar de esa realidad. Todos los ejércitos de Mara no nos pueden echar fuera de debajo del árbol Bodhi, cuando vivimos en la luz de nuestra verdadera naturaleza. A veces podemos hacer frente a la ira y la agresión de las personas con las que trabajamos, o incluso con miembros de nuestra propia familia, pero permanecemos en la sensación, sin resistirnos ― escuchando, recibiendo, pero sin rechazar, ni apartar, ni temer. Permanecemos en el vacío silencioso de nuestra verdadera naturaleza.

Todo lo que sucede, lo que enfrentamos en el mundo, es parte del gran juego cósmico de la vida. Descansando en el vacío silencioso de nuestra verdadera naturaleza, vemos como fluye, sin rechazarlo ni atraerlo. La gente puede decir que nos falta sentimiento, que no respondemos, pero lo que realmente están diciendo es que no nos involucramos emocionalmente, que es lo que quieren que hagamos.
La gente utiliza la emoción para evitar profundizar realmente en la sensación. Es mucho más fácil y más seguro para el ego jugar con la emoción, manipular a otras personas a través del chantaje emocional, pero sin ir en realidad nunca a la raíz del problema, sin ver por debajo de la superficie de la vida. Pero esto es lo que significa vivir en el mundo ― afrontar los retos, explorar la relación entre lo real y lo irreal, ponerse de nuevo en pie y sumergirnos profundamente en la dicha de nuestra verdadera naturaleza y reírnos del mundo.

Muerte y sueño

Pase lo que pase en nuestras vidas, sin importar lo que hagamos con nosotros mismos, sin importar la fama, el poder o la riqueza que acumulemos, siempre hay muerte. Este mundo, nuestro mundo, es un sueño pasajero. Cualquiera que sea la suprema filosofía que adoptemos, cualquiera que sean los principios que mantengamos, si no están profundamente integrados en nuestra actual experiencia de la vida, no son más que palabras vacías que simplemente desaparecen sin dejar rastro en este vasto océano de la existencia.
Lo seres humanos consumen tanta energía en la supervivencia o en la búsqueda de una mayor seguridad psicológica. Si uno vive en el tercer mundo, la necesidad de encontrar comida, ropa y refugio son obviamente una prioridad. En el mundo del bienestar "occidental", la gente está preocupada por otras cosas. Se preocupan por si van a estar o no cómodos y seguros en su vejez. Cuanto más acumule uno, se considera una seguridad de que no te van a convertir en una víctima de un sistema que trata a las personas como simples estadísticas molestas una vez que han pasado su tiempo de utilidad. Así que a menudo sacrificamos nuestra juventud, poniendo todo a un lado para la vejez.

Pero, lo que tratamos de preservar lo vamos a perder, y lo que tratamos de evitar, nos veremos obligados a enfrentarlo algún día. La vida tiene una manera de hacer que nos fijemos en lo que no queremos ver. La casa grande, la cuenta bancaria, los recuerdos, no significarán nada cuando tal vez nos quedemos con nosotros mismos, viejos y solitarios, después de haber vivido durante setenta u ochenta años, y sin haber establecido aún contacto con quién y qué somos realmente.

Pase lo que pase en nuestra vida, de una manera u otra, toda nuestra historia individual llegará a su fin. No hay nada que podamos hacer para cambiar este hecho. La muerte y el renacimiento son una realidad que está teniendo lugar en nosotros todos los días, horas, minutos y segundos de nuestras vidas, ya que nuestros cuerpos y mentes son sometidos a una continua modificación. La vida no es la realidad sólida que la mayoría de nosotros suponemos, seducidos como estamos por la aparente realidad que nuestros sentidos perciben desde la limitación de sus estructuras físicas y condicionales.

La atención obsesiva que cada uno de nosotros pone en sus circunstancias individuales y personales podría verse, en última instancia, como una pérdida de potencial. No hay manera de que podamos conservar, sustentar, mantener o perpetuar nuestra propia imagen, más de lo que podemos construir una estructura permanente en la arena. Todo lo que acumulamos en términos de poder, riqueza, fama y experiencia será deshecho antes de que pase mucho tiempo. El sueño que perseguimos no tiene una realidad distinta a este breve momento en el tiempo ― y el tiempo es una ilusión inventada por la mente humana para apoyar la creencia en un mundo sólido y duradero.

Da un paso atrás y considera todos los billones y billones de estrellas y galaxias a lo largo de este vasto e interminable universo. ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es un año, un mes, un día, un minuto, un segundo en relación con esta maravilla intemporal? ¿Y quién eres tú? ¿Quién es cualquiera en relación con la realidad intemporal del universo?

No vas personalmente a ninguna parte con todos tus esfuerzos. Cualquier fama, riqueza, poder que encuentres en tu camino, pronto pasará. Eso es lo hermoso de la vida ― está siempre renovándose y re-inventándose. Cualquier dictador ególatra que haya vivido estaba ciego al hecho de que la vida tiene todas las herramientas necesarias para despacharlo con facilidad. Tu sueño no es la realidad.
Sólo cuando vives desde el vacío silencioso de tu verdadera naturaleza estás viviendo en armonía con la realidad de la vida, del universo. Entonces no pretendes ser nada en absoluto, entonces no gastas todo tu tiempo persiguiendo dinero, experiencias, poder y fama. Si vienen a ti, los aceptas, pero ya no significan nada para ti, porque la única realidad duradera radica en el vacío silencioso de tu verdadera naturaleza.
El tiempo es el sueño. El tiempo es una invención humana. Cuando vivimos bajo la tiranía del reloj, nos perdemos los momentos pasajeros de la vida, lo que significa que no vivimos en absoluto. Estos momentos que pasan son todo lo que tenemos. El resto no es más que un sueño. Si perdemos los momentos que pasan a medida que surgen continuamente, entonces estamos ya como muertos ― vivimos sólo en la imaginación, en la cabeza, y nuestra realidad no es más que una serie de eventos eléctricos en nuestros cerebros.

Viviendo desde el vacío silencioso de nuestra verdadera naturaleza, el dolor y la lucha de la vida se evapora en la nada. Fluimos con el momento, morimos para el ego-mente fijo y limitado y nos dejamos llevar por lo desconocido, por lo que la vida desarrolle en nuestra historia personal, sabiendo que es el juego de lo infinito, el juego de lo intemporal.

En verdad, en esta vida, no podemos aferrarnos a nada. Para permanecer interiormente libres de apego a todas las cosas, a todos los objetos, a todos los recuerdos, hay que vivir de verdad. Con este espíritu, sabemos que nada es nuestro y todo es posible. La muerte vendrá a esta forma, a esta persona, a ti y a mí. Es el juego de la vida, que ofrece infinitas posibilidades.

Todo lo que sube baja. Todo lo que tiene un principio debe tener un final. Es sólo una cuestión de tiempo, pero la vida opera de forma intemporal. La muerte sólo tiene sentido en términos de lo particular, el individuo que es atrapado en el sueño de una entidad sólida que exista permanentemente, que perdure para siempre. Este punto de vista es una completa ilusión, que no tiene una base real.
Desde el vacío silencioso de nuestro verdadero ser, añadamos un poco de ligereza en nuestra vida. Pensemos lo que pensemos, hagamos lo que hagamos, no podemos añadir o quitar nada de lo que la vida es. Nuestras esperanzas, sueños, preocupaciones, inquietudes y obsesiones no significan nada en realidad. Sólo sirven para empujarnos, como mecanismos cuerpo-mente, más profundamente en la ilusión de que somos entidades separadas, distintas y perdurables. Nuestras experiencias son por tanto de lucha, sufrimiento, miedo, deseo, ira, frustración y auto-compasión.

Sin embargo, nuestra realidad interior es más alegre que esto. No somos nada (ninguna cosa), y cuanto antes comprendamos e integremos este conocimiento en cada momento fugaz que vivimos, más pronto disfrutaremos de la vida desde el vacío silencioso bienaventurado de nuestra verdadera naturaleza.
Cuando vamos a dormir por la noche, no tenemos miedo. Suponemos que vamos a despertar por la mañana. Pero, si tuviéramos que partir de este mundo permanentemente, durante el sueño profundo, ¿cuál sería nuestra pérdida? Tenemos miedo a la muerte, pero morimos cada día cuando entramos en el sueño profundo sin sueños; en ese estado, el sentido de la persona, "yo", no existe. Un día todos entraremos en este estado de forma permanente.

Sólo ten en cuenta que durante el resto de la eternidad, no existirás ― no de la manera como crees existir aquí y ahora. No habrá marcha atrás en esto. No hay sentimiento ni indulgencia en la personalidad desde la perspectiva de lo eterno, lo universal.
Todo a lo que te sientes apegado y todo lo que posees, incluyendo tu sentido de ti mismo, terminará. Cuando entras en el el sueño profundo sin sueños, esto es lo que sucede. Pero vuelves a despertar, con tu memoria intacta. Entonces tu lucha re-comienza. Sin embargo, no hay necesidad de luchar en esta vida. La lucha es debida a la identificación con este mecanismo cuerpo-mente y todo lo que está apegado a él. Aléjate de todo esto. Esto terminará. Esto no tiene ninguna realidad o significado último. En el sueño profundo sin sueños, vuelves a conectar con tu verdadera naturaleza. Esto refresca al mecanismo cuerpo-mente, liberándolo de las tensiones y ansiedades de la "persona". Si no realizaras esta conexión con regularidad, estarías atrapado en la mente de forma continua, y la mente es una prisión en la que ya pasas la mayor parte de tu vida despierta tratando de escapar.


Extracto del libro de Roy Whenary
The Texture of Being - Capítulos 7 y 8 

Aspectos terapéuticos de la Meditación


La idea que frecuentemente se tiene de la Meditación en Occidente, es que se trata de una técnica que proporciona al practicante sobre todo calma, sin embargo las posibilidades de esta práctica son mucho más amplias y uno de los aspectos que podemos considerar sobre la Meditación es el terapéutico.

En el contexto terapéutico tendremos en cuenta dos posibilidades, la Meditación como práctica que aporta claros beneficios en la recuperación de la salud y la Meditación como medio preventivo de desequilibrios que nos llevan a la enfermedad.

La experiencia de gran parte de los meditadores habituales confirma la mejora en la salud física, emocional y mental. Lo más popular es el efecto que tiene sobre el estrés precisamente por su contribución a ubicar a la persona en un estado de calma mayor. En todo caso esto no es lo único que ofrece la práctica meditativa, pues estudios empíricos contrastados han demostrado diversos campos de mejora relacionados con la salud como: incremento de los niveles de melatonina, mejoría del asma bronquial, disminución de la presión sanguínea, disminución de los niveles de colesterol, disminución del insomnio, mejoría en pacientes con epilepsia, con fibromialgia y con enfermedad arterial coronaria.

 Es muy sencillo entender las fuentes de la eficacia de la Meditación sobre las cuales nos proponemos reflexionar ahora. El individuo es un compendio específico de elementos que se expresan según tres categorías de manifestación básicas: cuerpo, emoción y mente, todo ello sostenido desde su interior por una «fuerza» que estando ordinariamente velada para la percepción humana, no por ello deja de estar presente, y que podemos llamar principio anímico. Así que lo material, lo emotivo, lo mental y lo anímico, o espiritual si se quiere, que conforma nuestro yo completo están en una continua interrelación, y la enfermedad que se manifiesta en lo físico puede -y de hecho suele- tener su origen en desequilibrios de otros niveles.

Así que la enfermedad tiene un origen interno, y las causas que pueden promoverla son múltiples y tales como: una emoción violenta, una actitud emocional insana sostenida en el tiempo, formas de pensamiento negativas o la disputa interior entre partes de uno mismo. Todo esto afecta a las funciones biológicas del organismo y las distorsiona.

La Meditación, cuando está bien orientada, saca hacia fuera la causa del desequilibrio y la pone en contacto con la solución inherente al mismo. Porque meditar no es, como a veces se escucha, vaciar la mente, si no que entre otras muchas cosas, pero en principio, es alcanzar un orden interno que en general trae como consecuencia el popular estado de paz al que esta técnica es asociada.

Conocer una dificultad no es la única cosa necesaria para combatirla, es precisa una acción interna o externa que la neutralice o la elimine. Por eso la técnica meditativa no es un método fundamentalmente analítico, al menos no como base del mismo, si no que es un método resolutivo mediante el cual lo que está en desequilibrio puede ser movido a un equilibrio.

La forma de conocimiento que promueva la Meditación es de naturaleza directa, puesto que la práctica habitual y bien estructurada despierta la capacidad intuitiva del meditador que ofrece información completa de las cosas sin derivar en una reflexión específica de ellas. Y dado el alto valor terapéutico que le estamos confiriendo a la herramienta meditativa, veamos qué elementos ha de considerar una práctica sólida y bien estructurada.

Por una parte está la capacidad de percibir los movimientos de la vida desde una posición de observador, lo cual se hace colocándose ante los propios pensamientos, emociones y sensaciones con una distancia que confirma que «yo no soy eso». Para encontrar esta posición no es preciso realizar un esfuerzo, ni someterse a una inmunidad ante los estímulos que se perciben, es mucho más simple y como dijo el buda consiste en mirar lo que tenemos delante de los ojos. Solo este movimiento de toma de distancia facilita que la virulencia de ciertas emociones o incluso el dolor físico disminuyan de intensidad.

Otro elemento imprescindible de la Meditación es el aprendizaje del manejo con la atención. Puesto que la atención es el timón que marca la dirección de nuestra fuerza vital, es perentorio ejercer sobre esta voluntad un dominio suficiente que nos facilite llevar la atención hacia algo externo o interno, sobre todo interno, y también retirar esa fuerza cuando así lo consideremos. El valor de este entrenamiento es altísimo para manejarnos con los conflictos más íntimos, pues si logramos sacar la atención del sufrimiento y dirigirla hacia la posibilidad de curación, por la propia naturaleza de las cosas estaremos focalizando nuestra fuerza vital en una dirección de mejoría.

Con estos dos elementos, aprender a observar con distancia y sin intervención, por lo menos inicialmente, y aprender a manejarnos con la atención, los resultados ya serán considerables, pero todavía podemos ir más allá. Recordemos el principio anímico del que hablamos al principio, de eso que sostiene todo, algo en lo que no tenemos que creer a priori, aunque sí considerarlo como una posibilidad, puesto que la propia práctica meditativa, si tenemos ánimo indagador, nos facilitará el contacto con dicho principio.

Pues bien, de esa fuerza de las profundidades del ser podemos obtener el más valioso de los recursos para corregir aquéllo que está en distorsión en nosotros, de tal manera que encontrándonos con esa sabiduría esencial y abriendo nuestra voluntad a que actúe sobre la enfermedad, habremos encontrado la piedra angular que nos permite recuperar la salud. Esta es la magia de la Meditación, desde la adquisición de un orden en nuestros instrumentos hasta la intervención de lo que los excede, realizándose esto no por una fe ciega si no por la realidad de la propia experiencia más íntima.

Además no solo somos receptores pasivos de eso que nos resulta inaprensible con la razón, si no que nos podemos convertir en partícipes activos de las posibilidades que el campo intuitivo nos ofrece, recibiendo las inspiraciones que nos facilitan recuperarnos de la enfermedad, la cual finalmente es la representación de un sufrimiento que está en nuestra vida para marcar la dirección de un cambio.

A veces reconocemos la necesidad de ese cambio, y desconocemos la dirección a tomar, por eso acudimos al terapeuta, que al fin y al cabo actúa sustituyendo a nuestra capacidad de orientación interna atrofiada, pero si disponemos de la vía directa de acceso, tal como logramos disponer a través de la práctica meditativa, progresivamente desarrollamos una conexión directa mucho más efectiva.

Sin duda la mejor de la terapias es aquélla que previene la enfermedad, y éste es el punto fuerte de la Meditación, pues al promover la consciencia de nosotros mismos tanto como los medios para vivir en el equilibrio, nos mantiene dentro de una dimensión de bienestar aceptable en la vida cotidiana. Eso sí, es preciso permitir que la práctica meditativa no se quede en un entrenamiento solitario sentados, y que todo lo que ensayamos en ese laboratorio pueda ser aplicado al dinamismo de la vida.

Escucha la sabiduría de tu cuerpo


Escucha la sabiduría de tu cuerpo, que se expresa por señales de comodidad e incomodidad. Cuando elijas cierta conducta, pregunta a tu cuerpo que siente al respecto. Si tu cuerpo envía una señal de inquietud física o emocional, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y anhelo, procede.

Vive en el presente, que es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es porque el Universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las cosas; por el contrario, sé uno con él.

Dedica tiempo al silencio, a meditar, a acallar el diálogo interior. En momentos de silencio, cobra conciencia de que estás recontactándote con tu fuente de conciencia pura. Presta atención a tu vida interior para que puedas guiarte por tu intuición, antes que por interpretaciones impuestas desde fuera sobre lo que conviene o no te conviene.

Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo, sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una gran libertad. 

Cuando te descubras reaccionando con enojo u oposición ante cualquier persona o circunstancia, recuerda que sólo estás luchando contigo mismo. Presentar resistencia es la reacción de las defensas creadas por viejos sufrimientos. Cuando renuncies a ese enojo te curarás y cooperarás con el flujo del universo.

Recuerda que el mundo de allí fuera refleja tu realidad de aquí dentro. Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior. Lo que más odias es lo que más niegas en ti mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de ti. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará automáticamente allí; lo que más te disgusta desaparecerá.

Libérate de la carga de los juicios. Al juzgar impones el bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación. Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a ti mismo.

No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida, la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del campo de la conciencia que eres tú.

Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita. Pero tratar de imponer el pasado al presente jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo ocurre cuando encuentras la seguridad de tu propio ser, que es amor. Motivado por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu fuerza interior es invulnerable al miedo.

Comprende que el mundo físico es sólo el espejo de una inteligencia más profunda. La inteligencia es la organizadora invisible de toda la materia y toda la energía; como una parte de esta inteligencia reside en ti, participas del poder organizador del cosmos. 

Como estás inseparablemente vinculado con el todo, no puedes permitirte el contaminar el aire y el agua del planeta. Pero en un plano más profundo, no puedes permitirte el vivir con una mente tóxica, porque cada pensamiento crea una impresión en el campo total de la inteligencia. Vivir en equilibrio y pureza es el más elevado bien para ti y para la Tierra.”

    Deepak Chopra

    EL MANEJO DEL DOLOR CON AYURVEDA



    El dolor es la principal razón por la que las personas acuden a un médico, se sabe que más de 100 millones de estadounidenses sufren de dolor crónico, un número mayor al de todas las personas que padecen diabetes, enfermedades cardíacas, cáncer, demencia y derrames cerebrales. Los doctores tienden cada vez más a recetar analgésicos para controlar el dolor, lo que ha ocasionado que se hayan convertido en una importante causa de adicción y muerte por sobredosis.

    El problema con los medicamentos para aliviar el dolor
    La población de Estados Unidos representa casi el cinco por ciento de la población mundial, pero consume alrededor del 80 por ciento de los medicamentos controlados llamados opiáceos, que son los analgésicos más fuertes y adictivos. Hoy en día, las muertes por sobredosis de opiáceos (una cada 30 minutos) exceden a las muertes por accidentes de tránsito, así como la tasa de mortandad por sobredosis de heroína y cocaína juntas.
    Las propiedades del opio para aliviar el dolor se conocen desde hace miles de años, pero debido a sus peligrosos efectos secundarios y propiedades adictivas, por lo general se reservan para formas más graves de dolor agudo.
    A mediados de la década de 1990 los doctores comenzaron a recetar opiáceos para su uso a largo plazo de forma más generalizada. Las compañías farmacéuticas lanzaron campañas de mercadotecnia, y en el transcurso de las siguientes dos décadas el uso médico de los opiáceos en Estados Unidos aumentó diez veces. Cada vez hay más pruebas de que el uso de opiáceos por largos periodos de tiempo genera un círculo vicioso de dolor continuado y adicción. La apuesta entre aliviar el dolor de los pacientes y el riesgo de adicción está perdida.

    El alivio del dolor con el ayurveda
    El ayurveda sugiere un método distinto para aliviar el dolor. Para comenzar, el dolor es visto como una experiencia mente-cuerpo que es muy subjetiva. El dolor se observa a través de un fenómeno llamado "autoeficacia". El cerebro contiene diversos químicos que alivian el dolor, y pueden activarse mentalmente,  razón por la cual tomar un placebo alivia el dolor en un gran porcentaje de la población.
    Sin darse cuenta, las personas autoregulan su dolor. No se trata de un engaño mental. Las tomografías cerebrales muestran que un placebo, cuando surte efecto, cambia al cerebro de la misma forma que las píldoras con sustancias activas, y estos cambios se pueden encontrar en la columna vertebral, no sólo en el cerebro. También surte efectos importantes en el dolor crónico durante un periodo extendido de tiempo. Los estudios en pacientes con artritis han demostrado que el efecto placebo puede durar más de dos años. De hecho, la autoeficacia es más poderosa y duradera de lo que se acepta generalmente, incluso entre médicos. El ayurveda reconoce este poder de la mente para aliviar el dolor, y fortalece esta fuerza a través de prácticas de meditación e ideas positivas.

    Cómo influye el estilo de vida en el control del dolor
    Lo que sabemos hasta ahora es que la mitad de nuestra sensibilidad al dolor está determinada por nuestros genes mientras que la otra mitad depende de una combinación de variables: nuestros antecedentes culturales y religiosos, estado de ánimo, experiencias pasadas con el dolor, y nuestro entorno (por ejemplo, tener una buena estructura de apoyo o carecer de ella). Las mujeres perciben el dolor en forma distinta que los hombres, incluso desde que acaban de nacer, y es más probable que den a conocer que padecen enfermedades dolorosas.
    Los componentes del estilo de vida ayurveda (tales como las relaciones positivas, las emociones que nutren, el masaje, las actividades equilibradas, el descanso, y la dieta) son algunos de los medios para reequilibrar, fortalecer, y purificar las variables de la mente y el cuerpo que reducen  nuestra sensibilidad al dolor. El amor y el contacto humano son otros poderosos elementos para aliviar el dolor. Los estudios han demostrado que un abrazo de 20 segundos puede aliviar el dolor y el estrés al actuar sobre las células nerviosas para  liberar los químicos que alivian el dolor como la oxitocina y reducir la liberación del cortisol, la hormona del estrés.  

    La espiritualidad y el control del dolor
    Así mismo, la religión y la espiritualidad son muy importantes en el control del dolor. Los investigadores de la Universidad de Oxford usaron tomografías cerebrales para estudiar cómo las creencias religiosas afectaban la respuesta al dolor.
    • A los participantes en el estudio se les mostró una imagen de la Virgen María de un pintor italiano del siglo XVII o una pintura no religiosa de da Vinci.
    • Después de ver cada imagen durante 30 segundos, se les aplicaron descargas eléctricas y se les pidió que calificaran su nivel de dolor.

    • Resultados: Los católicos devotos y los ateos respondieron al dolor de manera similar después de ver la pintura no religiosa, pero los creyentes devotos dieron una clasificación más baja a su dolor después de haber visto a la Virgen María. Las tomografías cerebrales mostraron que los católicos devotos usaban más su corteza ventromedial, una región del cerebro conocida por su participación en el efecto placebo, que en apariencia hizo que su dolor fuera menos amenazante.
    El conocimiento védico dentro del ayurveda dice que el dolor afecta al cuerpo, surge del karma de una persona, pero no toca el alma ni el yo superior. En el Bhagavad Gita, el Señor Krishna dice al guerrero Arjuna que "las armas no lo cortan, el fuego no lo quema… el ser es indestructible y atemporal".

    Entender que todo dolor es temporal y que está separado de su naturaleza verdadera les da a las personas que se inclinan por la espiritualidad la fortaleza mental para poner el dolor en su contexto justo y lidiar con él sin caer en la depresión ni la culpa. Los no religiosos pueden lograr efectos similares a través de la conciencia, el yoga, o distintas formas de meditación.
    Un estudio controlado aleatorio de tres meses en 2011 sobre el yoga Iyengar en 313 pacientes con dolor de espalda mostró cómo sus espaldas funcionaron mejor después de tres, seis y doce meses de práctica de yoga en comparación con el grupo con un cuidado médico habitual. 

    El ayurveda presenta técnicas conscientes, de conciencia de uno mismo, para reducir el dolor que son eficaces sin ser adictivas. Está claro que no sugerimos que hay que tomar el dolor a la ligera o que debería tratar cualquier tipo de dolor médico sin ayuda de nadie. Ninguna persona debería dejar de tomar opiáceos controlados para reducir el dolor de un día para otro. Lo que sugiero es que la solución a largo plazo para el uso generalizado de opiáceos en Estados Unidos radica en cambiar el entorno de autoeficacia, y el Ayurveda brinda varias opciones útiles.

    Deepak Chopra, M.D.