miércoles, 11 de abril de 2018

Las mejores frases de Wayne Dyer, el «padre de la motivación»


Alrededor de sus más de 40 libros, Wayne Dyer, formó un «ejército» de millones de fans que convirtieron la mitad de sus obras en best-sellers a nivel mundial. La piedra angular de su legado, «Tus zonas erróneas», fue publicado hace casi cuatro décadas, en 1976, y se convirtió rápidamente en un texto de referencia en la automotivación, llegando a permanecer 64 semanas en la lista de más vendidos del The New York Times.
El libro fue ideado mientras trabajaba como profesor en la Universidad de St. John, en Nueva York, tras finalizar su Doctorado en Educación. En sus clases se reunían alumnos que no estaban inscritos en su asignatura. Dyer, que era huérfano y había crecido en un barrio pobre de Ohio,hablaba de positivismo y motivación, lo que llamó la atención de un agente literario, que le propuso escribir un libro que reuniese sus enseñanzas. Así fue como nació el llamado «padre de la motivación».
Algunas de sus frases marcaron la vida de millones de personas que le seguían, no solo a través de sus libros, sino también en sus conferencias o apariciones públicas varias. Esta dedicación a la comunicación hizo que proclamara sentencias que han quedado para la memoria.

Progreso

«El progreso depende de seres que son innovadores, que rechazan los convencionalismos y modelan sus propios mundos».

Carpe Diem

«Siendo la muerte una propuesta tan eterna y la vida tan increíblemente breve, pregúntate a ti mismo: ¿Debo evitar hacer las cosas que realmente quiero hacer? Ser feliz, vivir efectiva y eficientemente y amar son metas mejores y más importantes».

Autoengaño

«Tú puedes hacer lo que te propongas. Eres fuerte y capaz. No eres frágil ni quebradizo. Al postergar para un momento futuro lo que quisieras hacer ahora, te entregas al escapismo, a la autoduda, y lo que es aún peor, al autoengaño»

Nuevas experiencias

«Puedes mirarte a ti mismo con ojos nuevos y abrirte a nuevas experiencias que nunca llegaste a pensar que podrían estar dentro de tus posibilidades como ser humano, o puedes seguir haciendo las mismas cosas, de la misma manera, hasta que te entierren».

Saborea el presente

«Valora el momento presente. Aférrate a cada momento de tu vida y saboréalo».

Enfado y cólera

«Entender la cólera como una elección más que como algo que sencillamente te ocurre, te permitirá eliminarla cuando te inmoviliza o cuando inmoviliza a otros. Si te limitas a aceptar la idea de que no puedes evitar ser como eres y que tus emociones simplemente se producen, es evidente que no podrás hacer nada por cambiarlas cuando interfieran en tu vida».

Barreras

«El prejuicio se basa no tanto en lo que uno odia o le desagrada, ya sean ideas, actividades o gente, sino en el hecho de que es más fácil y seguro quedarse con lo conocido».

Buscar tus circunstancias

«La gente siempre le echa la culpa a sus circunstancias por lo que ellos son. Yo no creo en las circunstancias. La gente a la que le va bien en la vida es la gente que va en busca de las circunstancias que quieren y si no las encuentran, se las fabrican».

Camino

«No tienes que saber hacia dónde vas; lo importante es estar en el camino».

Rompe tu rutina

«El tener conciencia de la rutina es dar el primer paso para cambiarla».
abc.es
Vía: http://paradigmaterrestre.com

martes, 10 de abril de 2018

EL CONFLICTO MENTE- CORAZÓN


En mi opinión, esto de que algunas cosas sean imposibles de demostrar de un modo científico, y que no se puedan medir y explicar con claridad indiscutible, nos lleva a confusiones o a elucubrar teorías basadas solamente en una especie de sospecha o en una idea que no está clara del todo.

Cuando hablamos de la mente parece que ya hay algunas cosas que están “más o menos controladas”, pero siguen quedando muchas otras sin demostrar. Cuando hablamos del corazón -refiriéndonos a él como a “los sentimientos”-, nos pasa igual: “creemos”, “suponemos”, “puede ser que…”, pero tampoco se puede afirmar su funcionamiento de un modo concluyente.

Cuando se relacionan entre sí y al mismo tiempo ambas cosas, aún se complica más que cuando están por separado.

A la hora de hablar de nuestros sentimientos no tenemos la certeza de cuánto está interfiriendo la mente, y en los asuntos que debieran ser exclusivamente mentales tampoco sabemos cuánto se entrometen los sentimientos.

Y hay teorías para todos los gustos.

Hay quien opina que “no es del todo descabellada la idea de que es el corazón quien decide, y no la mente, a la que utiliza para que le proporcione un raciocinio que justifique su decisión”.

Otras veces la mente tiene una idea –que puede estar sin razonar- y se dedica nada más que a buscar explicaciones que la justifiquen –que están manipuladas inconscientemente-, en vez de afrontar la irrealidad o el sinsentido de su idea y buscar por otro sitio la verdad.

Otros opinan que el corazón obstruye la capacidad de raciocinio analítico de la mente, y que con sus sentimentalismos distorsiona el mensaje natural dotándole de unas emociones que pueden ser innecesarias o contraproducentes.

A veces creemos que pensamos, y lo que estamos haciendo en realidad es dejar que se manifieste el corazón, y como todo lo percibimos a través de la mente no sabemos si lo que “nos dice” nuestra mente lo dicta y suscribe ella o nos está trasmitiendo un mensaje del corazón.

A veces necesitamos pensar con raciocinio, desapasionadamente, y el corazón no se puede callar e interviene, dotando de humanidad o de confusión al asunto.

Esto se complica, sobre todo, en los asuntos de relaciones sentimentales, en los que se ve con claridad –si se mira objetivamente, desde fuera y sin pasión- cuándo algo claramente no está funcionando, pero el corazón se empeña en mantenerlo con excusas irrazonables, o por el contrario cuándo una relación en la que priman unos sentimientos convencidos y reales se ven entorpecidos por una mente que quiere controlar el incontrolable mundo de los sentimientos.

Todos los asuntos - relaciones con la mente son un poco complicados de manejar. El problema es que usamos la mente tanto para pretender entender los asuntos del corazón como para juzgar o comprenderse a sí misma. Hacemos de la mente al mismo tiempo sujeto que observa y objeto de esa misma observación. Complicado.

Hay quien opina que los asuntos sentimentales deben estar atendidos exclusivamente por el corazón y no permitir que la mente interfiera en ellos. ¿Cómo? Es cuestión de práctica, pero se puede llegar a diferenciar cuándo es la mente o son los sentimientos quienes se expresan.

La profundización en la meditación ayuda bastante en esto, pero también es útil tener claro dónde llevar nuestra atención. Si nos centramos en la parte del cerebro cercana a la frente, será mental todo lo que aparezca. Si somos capaces de trasladar nuestra atención hacia la zona del órgano del corazón, entonces contactamos mejor con los sentimientos.

Es un poco complicado hasta que se adquiere práctica y se convierte en sencillo, pero conviene centrarse en lo que se siente, en los sentimientos en sí mismos sin ocuparse de poner una etiqueta a lo que está pasando. Un suspiro, o un estremecimiento amable que nos recorra todo el cuerpo, o una sonrisa apenas perceptible, o una sensación de paz o de aceptación nos están diciendo más –a nosotros, no a la mente- que todo un proceso racional de ideas desprovistas de alma.

Requiere un poco de entrenamiento relacionarse bien con los sentimientos, pero realmente merece la pena hacerlo. Generalmente son más fiables –porque son naturales- que los pensamientos –que suelen estar contaminados por condicionamientos y prejuicios-.

Los sentimientos, cuando uno los conoce bien, son más certeros y dan sensación de seguridad y verdad, mientras que la mente difícilmente llega a quedarse plenamente satisfecha y se queda con la sensación de que puede faltar algo o que puede haber algún error en alguna parte.

Entrenar, practicar, atender, insistir… la mente y los sentimientos nos manejan. Dependemos de ellos. Conviene conocerlos, ponerlos a nuestro servicio, y que no sean ellos quienes nos controlen. 

Te dejo con tus reflexiones…



Francisco de Sales
http://buscandome.es

lunes, 9 de abril de 2018

La respiración consciente contra la ansiedad

Somos seres básicamente respirantes. Lo primero que hicimos al nacer es inhalar y lo último que haremos en esta vida es exhalar. Respiramos de quince a veinte veces por minuto y existe una estrecha relación entre la mente y la respiración, tanto es así que en el yoga se dice que la mente es el jinete y la respiración es el caballo.  

Escribe Ramiro Calle.

La respiración y los estados mentales y emocionales están íntimamente vinculados. Si estamos tranquilos y relajados, la respiración se hace más lenta, pero si estamos ansiosos o nerviosos, se hace más rápida. Si recibimos un susto, se entrecorta, y si estamos muy concentrados, se suspende unos instantes. Cuando padecemos angustia se hace jadeante y cuando estamos muy distendidos, se equilibra. A cada estado emocional y mental sigue un tipo de respiración y viceversa. Partiendo de este evidente principio, los yoguis se han servido desde muy antaño de la respiración para concentrar la mente y calmar los procesos emocionales y somáticos. La respiración es así una herramienta fabulosa para sosegarse e irse liberando de la agitación, la ansiedad o la zozobra.

Basta con hacer una respiración un poquito más consciente, lenta y larga (lo que puede llevarse a cabo paseando por una playa, en un parque o en cualquier lugar donde uno se encuentre), para que el sistema nervioso se tranquilice y las emociones se pacifiquen. Por ejemplo, la respiración diafragmática es un verdadero bálsamo, seda el sistema nervioso y resulta idónea para utilizarla durante la relajación profunda. La respiración consciente, asimismo, acrecienta y unifica la consciencia, nos reporta vitalidad y plenitud y nos ayuda a desarrollar la presencia de ser. Estando atentos a la respiración volvemos a nuestro centro, es decir, nos recentramos y aquietamos.

Como la respiración es nuestra constante compañera mientras estamos en este cuerpo, la podemos convertir en una aliada excepcional para estar más atentos, vivos, plenos y aplomados. La atención a la respiración se convierte en una especie de ganzúa para explorar otros planos de la consciencia, y la denominada meditación sobre a respiración es una meditación universal, porque cualquiera puede usarla tenga o no tenga uno u otro tipo de creencias, sea niño o anciano, sano o enfermo. La respiración consciente se convierte en un medicamento de gran eficacia, y sin contraindicaciones, para permanecer armónico y desarrollar claridad mental y ecuanimidad.

Un valiosímo ejercicio de respiración que debería aprenderse desde niño es el denominado “respiración integral”, que consiste en llevar el aire lentamente por la nariz desde el viente, ininterrumpidamente, hasta la zona más alta del tórax pasando por la zona intercostal. Esta respiración influye muy favorablemente en tres niveles: el somático, el energético y el mental. Es una fuente de vitalidad y plenitud y se puede realizar extendido, sentado o de pie.
 
La respiración, pues, se puede utilizar de dos maneras: como ejercicio respiratorio y como soporte para la denominada meditación sobre la respiración; ésta última hay que llevarla a cabo respirando con toda naturalidad. Incluso en la vida diaria, ante una situación estresante o intranquilizadora, podemos calmarnos haciendo una respiración un poquito más lenta y más larga. Sus efectos ansiolíticos son evidentes. Y siempre podemos encontrar en la respiración una amiga con la que ayudarnos a sosegar los procesos del cuerpo y de la mente y una herramienta muy efectiva para encontrar nuestro “punto de quietud”.