viernes, 6 de abril de 2018

CREA TU PARAÍSO



En mi opinión, las personas vivimos habitualmente en estados de tensión -incluso cuando aparentemente estamos tranquilos exteriormente -, distraídos de la vida –y esto es muy grave-, en un mundo en el que parece que una vorágine nos arrastra a su caos –y nos dejamos arrastrar muy mansamente-, y donde parece que sólo tenemos buenos momentos en contadas ocasiones.

A menudo los buenos momentos de la vida son unos hechos aislados, sólo puntuales, que nos provocan el pensamiento de que deberíamos vivirlos más a menudo. “Esta es la parte buena de la vida”, pensamos sin palabras. Algo dentro de nosotros se da cuenta de que “deberíamos repetirlos más a menudo”, pero enseguida volvemos a las ocupaciones, los compromisos, las obligaciones, las responsabilidades… y nos relegamos para otro momento. “Algún día voy a tener que cambiar esta forma de vida que llevo, porque nunca encuentro un momento para mí”.

“Y nos relegamos para otro momento”… ¡qué tragedia!

¡Esto es dramático!

Nosotros, que somos el eje y el motivo principal de nuestra vida… nos relegamos dando preponderancia y prioridad absoluta a lo otro… Esto hay que revisarlo.

Ya lo sé, hay que atender a los hijos o las responsabilidades familiares y eso es inevitable, hay que dedicar unas horas al trabajo para poder obtener la economía necesaria para asumir los gastos ineludibles, hay que dormir, hay que ducharse, comer… todo lo anterior encaja en la denominación de obligaciones y responsabilidades, pero…

¿Cuándo empieza uno a ocuparse de SÍ MISMO? Y no me refiero a sus cosas externas de la vida cotidiana. He escrito SÍ MISMO con mayúsculas para diferenciar, para que quede claro que estoy hablando de otra cosa que no es este cuerpo que deambula distraído y apesadumbrado. No me refiero al personaje atribulado y olvidadizo que sólo se acuerda de la persona en contadas ocasiones.

Me refiero al Ser Humano, a quien es persona y es divino, al que ha venido a este mundo con la misión de vivir su vida y desarrollar sus capacidades esenciales; me refiero al que está dotado de la facultad de disfrutar y disfrutarse, a quien tiene la tarea ineludible de conocerse, de existir con plenitud, de vivirse.

Y para hacer todo esto se requiere tiempo y tranquilidad de ánimo.

Sugiero la creación de un Paraíso Personal, un “lugar” en la mente o en el corazón al que poder retirarse dejando fuera lo cotidiano y su ruido; propongo la instauración de un Universo exclusivo para uno mismo, o de un refugio lleno de paz al que uno se pueda retirar con la sensación tranquilizadora de que nadie va a poder penetrar en él, sólo uno mismo.

¿Por qué no te creas un Paraíso?

Un lugar al que acceder por lo menos un minuto al día. Ya ves que puede ser interesante incluso con poco tiempo, aunque siempre es preferible dedicarle más. 

Y no se trata de un lugar en el que evadirse de las tareas que estar en el mundo nos requiere, sino un lugar de auto-encuentro en el que contactar con ese SÍ MISMO que somos. Un lugar en el que poder decir “Soy yo, y estoy aquí y ahora” y escuchar el eco de la frase retumbando en el interior, inextinguiblemente, hasta que el contacto con esa realidad se manifieste a través de una sonrisa leve del alma, o en una paz que nos acoja con los brazos abiertos de la aceptación incondicional.

Un lugar en el que reconciliarnos con la esencia que somos, en el que armonizarnos con los más nobles sentimientos de Amor Propio, con la persona que mantenemos sepultada por el personaje.

Un lugar en el que tomar consciencia de quiénes somos, de cómo deberíamos manifestarnos, de qué podemos hacer para procurarnos cosas satisfactorias, de cómo podemos relacionarnos mejor y más íntimamente con nosotros mismos.

Y es fácil de crear, porque nuestro interior mental o emocional es inmenso y hay sitio de sobra. 

Un sitio diseñado por cada uno a su gusto, en una playa de sol interminable, en una cabaña en la montaña donde se puede regular la climatología al gusto, en un sillón junto a una chimenea encendida, o en el vacío amniótico en el que uno pierde todo contacto con lo externo y queda a merced de sí mismo, en contacto consigo mismo, a solas y feliz.

¿Te vas a crear un Paraíso Personal?

Te dejo con tus reflexiones… 



Francisco de Sales
buscandome.es

jueves, 5 de abril de 2018

Carencia afectiva, cuando nos faltan nutrientes emocionales


La carencia afectiva genera hambre emocional y deja marca en nuestro cerebro. La falta de un vínculo sólido y de un apego saludable imprime un sentimiento permanente de ausencia y de vacío. Además, impacta en la personalidad del niño y perfila en el adulto un miedo casi constante: el temor a que le fallen emocionalmente, la angustia a ser abandonado una y otra vez.
La mayoría de nosotros hemos leído y oído aquello de que el ser humano es, por encima de todo, una criatura social. Bien, desde un punto de vista psicológico, incluso biológico, es necesario ir mucho más allá: las personas somos emociones. Esas pulsiones, esas dinámicas internas orquestadas por complejos neurotransmisores, hormonas y diversas estructuras cerebrales conforman lo que somos y lo que necesitamos.
 ► El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado.
                                                              William James
El afecto, así como los vínculos basados en un apego seguro y saludable imprimen en nuestra mente un equilibrio casi perfecto. Ahora bien, cualquier carencia, cualquier vacío o disonancia emocional despierta al instante nuestras alarmas instintivas. Lo sabe bien ese recién nacido que no recibe el calor de una piel que se acomode a la suya para conferirle seguridad y protección. Lo sabe el bebé que no es atendido cuando llora y lo sabe el niño que se siente solo frente a sus miedos, al que nadie acoge, atiende o escucha.
La carencia afectiva es una forma de involución y genera déficits si aparece sobre todo en edades tempranas. Asimismo, este vacío emocional también deja “lesiones” en la madurez, cuando construimos relaciones de pareja habitadas por la frialdad afectiva, la desatención o el desinterés.

Anatomía de la carencia afectiva

Con la caída del comunismo de Nicolae Ceausescu en Rumanía (1989), se tuvo la desafortunada oportunidad de comprender con mayor profundidad el impacto y la anatomía de la carencia afectiva en el ser humano. Lo averiguado en aquellos años fue tan decisivo como impactante. La situación de aquellos niños huérfanos era de extrema gravedad. Ahora bien, lo verdaderamente dramático no era la desnutrición o el abandono, era por encima de todo la desatención afectiva.
La escuela de Medicina de Harvard hizo un seguimiento permanente de la evolución de aquellos pequeños. Querían saber cómo maduraría y se desarrollaría un bebé o un niño que apenas había disfrutado del contacto con un adulto. Tenían ante ellos criaturas que habían dejado de llorar desde edades muy tempranas porque entendían que nadie iba a asistirlos. Aquellas miradas vacías y ausentes habían crecido en un entorno afectivamente estéril, y las consecuencias posteriores iban a ser inmensas.

  • Se pudo ver que los niños -que sufren de una carencia afectiva permanente a lo largo de los 3 primeros años de vida- sufren retraso en el crecimiento físico a pesar de recibir una nutrición adecuada.
  • El desarrollo del cerebro era lento. Algo que pudo verse es que la maduración neurológica se relaciona con el nivel de afecto que recibe el niño. Así, factores como los genes, el entorno, el acceso a un cuidador y un vínculo de apego seguro, además de la nutrición adecuada, la estimulación sensorial y los aportes lingüísticos son claves para un desarrollo cerebral óptimo.
  • Aparecieron además trastornos del lenguaje, problemas de elocución y vocabulario pobre.
  • Asimismo, también pudo verse que por término medio, aquellos niños no desarrollaron habilidades necesarias para construir relaciones saludables.Siempre mostraron una baja autoestima, falta de confianza, problemas de gestión emocional, hiperactividad, conductas desafiantes y agresividad.
  • Las investigaciones realizadas evidenciaron una vez más la importancia que tiene el apego en el desarrollo evolutivo de los niños. Disponer de una o varias figuras de referencia capaces de organizar nuestra experiencia emocional, de nutrirnos y satisfacer necesidades, genera en nuestra mente un refugio seguro, unos cimientos sólidos donde asentar nuestra personalidad.

    Hombres y mujeres de hojalata en busca de su corazón

    Todos recordamos al personaje del hombre de hojalata en el mago de Oz. Buscaba un corazón, buscaba esa fuerza interior que le permitiera recuperar la sensibilidad, la oportunidad de amar, de emocionarse por las cosas. Buscaba tal vez, eso que nunca había recibido. Buscaba poder conectar con su universo emocional… para volver a ser humano, para dejar a un lado esa piel de hojalata que hasta el momento, le había servido como barrera defensiva.
    De algún modo, también muchos de nosotros avanzamos por nuestros mundos de adulto envueltos en ese disfraz de hojalata intentando mostrar cierta independencia, reserva y hasta frialdad. Porque quien sufrió desnutrición afectiva se dice a menudo a sí mismo aquello de que es mejor desconfiar, que no hay que hacerse ilusiones. Devalúan las relaciones por temor a ser heridos de nuevo hasta que poco a poco, dejan de pedir soporte afectivo e incluso de ofrecerlo.

  • La carencia afectiva deja secuelas muy profundas. Es ese vacío al que un niño no sabe ponerle nombre, una herida psicológica que no puede traducirse en palabras, pero que queda impresa de por vida en la conciencia. Es también esa nostalgia devoradora de quien no recibe el refuerzo afectivo de la pareja y poco a poco se marchita hasta llegar una la conclusión: a menudo es preferible la soledad a ese vacío emocional.
    No descuidemos por tanto este nutriente vital. Pensemos que el afecto nunca sobra, que las caricias emocionales nos humanizan, nos hacen crecer, nos fortalecen. Seamos por tanto valientes suministradores de esta energía que crece cuando se comparte.
Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 4 de abril de 2018

Higiene mental: 5 hábitos para una auténtica calidad de vida


¿Y si aprendemos a cuidar de nuestra mente igual que lo hacemos de nuestro cuerpo?La higiene mental se alza como una estrategia de vida con la cual estar en mayor armonía con nuestro entorno. Supone ejercitar el músculo de la autoestima, vencer la resistencia de la apatía, transitar en mayor equilibrio con nuestras emociones y aprender a poner adecuados filtros en nuestro entorno social.
Somos conscientes de que en la actualidad se está popularizando cada vez más esos enfoques orientados a “cuidar” de nuestra mente. Sin duda, hablamos de estrategias como el Mindfulness o incluso el Wellness. Cada uno, desde sus propios orígenes y disciplinas, tienen un mismo fin: conferir un mayor equilibrio entre la mente y el cuerpo para garantizar no solo nuestro bienestar, sino también una mayor sensación de control sobre la propia vida.
  ► Sin bienestar la vida no es vida; solo es un estado de languidez y sufrimiento.
                                                                Francois Rabelais

Bien, tanto si ya nos hemos iniciado en alguna de estas prácticas como si no, vale la pena tener en cuenta unos sencillos aspectos. El bienestar psicológico responde ante todo a una serie de hábitos y estrategias que cada individuo debe aprender a desarrollar en base a sus características. Algo así requiere ante todo voluntad, algo de creatividad y constancia.
Por ello, la higiene mental se convierte en una tarea muy particular donde cada uno debe aprender a ventilar, sanear y oxigenar sus propios escenarios mentales. A su vez, y no menos importante, tampoco debemos olvidar que formamos parte de un escenario físico y social y que también nuestros contextos afectan a nuestro equilibrio.
Por tanto, toda higiene mental requiere de un enfoque holístico, implica saber priorizar, enfocar, filtrar todo estímulo que nos llega para vivir con mayor armonía. Veamos por tanto una serie de estrategias.

1. Higiene mental: aprende a reconocer la chispa antes 

de que surja la llama

Gran parte de nuestra experiencia emocional parte de “chispas”, de pequeñas ráfagas de sensaciones negativas que colapsan en nuestro cerebro. Estas pequeñas descargas surgen por los desajustes con nuestro entorno. Un comentario que no nos agrada, pero que nos callamos; una propuesta con la que no estamos de acuerdo, pero que cumplimos; una situación que debemos resolver, pero que postergamos…
Pequeñas chispas acumuladas, una tras otra, acaban generando una llama. Nuestra mente se queda sin recursos y al final acabamos “quemados”, agotados en todos los sentidos. Así, una primera estrategia en la que deberíamos invertir tiempo y esfuerzo es en reconocer esos disparadores. Esos estímulos que nos incomodan y que hay que gestionar cuanto antes.
No dejes por tanto para mañana la preocupación que te molesta hoy.

2. Prioridades claras, mejores decisiones

Todo buen deportista conoce su cuerpo, sabe dónde están sus límites y entrena cada día para mantenerse y mejorar su rendimiento. Tal desempeño no surge al azar, sino que responde a una buena planificación donde prioridades y objetivos diarios están claros.
A la hora de cuidar de nuestro cerebro y de nuestra higiene mental, también sería bueno contar con nuestro propio plan, nuestras prioridades cotidianas. Nadie debería por tanto salir de casa sin haberse vestido con un propósito, calzado con unas metas, desayunado con una motivación Es así como transitamos por nuestros complejos caminos con mayor aplomo para decidir qué nos beneficia y qué nos perjudica, qué es aquello que deberíamos dejar a un lado con el fin de garantizar nuestro bienestar.

3. Relaciones basadas en la reciprocidad

Un pilar básico para cuidar y promover nuestra higiene mental es atender al equilibrio de nuestras relaciones. Todo vínculo no equilibrado supone un coste emocional alto. Implica invertir tiempo, ilusiones, esfuerzos y afectos en personas que no nos hacen llegar la misma energía, la misma reciprocidad.
Queda claro que no todas nuestras relaciones van a ser simétricas en lo que se refiere a dar y recibir. Un ejemplo muy marcado de ello lo vemos en la relación entre padres e hijos. Sin embargo, es necesario que nuestros vínculos más importantes (pareja, familia, amigos) se mantengan sobre un equilibrio, y en algunos casos sobre una simetría.

4. Aprender a tolerar la adversidad

Quien se resiste a la adversidad, al fracaso, a la pérdida o al error queda bloqueado en el desánimo, en la rabia, en el malestar. En cambio, la buena higiene mental requiere capacidad de crecimiento y expansión. Algo así solo ocurre cuando uno es capaz de vencer sus resistencias, aprendiendo a ser tolerante con la adversidad, con el lado complejo de la vida, con su vertiente más delicada.
Debemos asumir por tanto los claroscuros de nuestra realidad. Porque toda higiene parte de la capacidad de saber sanar. Y para curar hay que aceptar primero la existencia de una herida sin negarla, sin volverle el rostro o enfadarse cada día con ella.

5. Una mente en equilibrio, una mente centrada

Clifford Saron es un neurocientífico del centro Mente y Cerebro de la Universidad de California. Sus interesantes trabajos se centran en demostrar cómo el entrenamiento de nuestra atención revierte en nuestras emociones. Una mente centrada y en equilibrio se traduce en bienestar y en un cerebro más sano.
Tal y como él mismo nos explica, la mayoría de nosotros no somos conscientes de la gran plasticidad que tienen nuestros circuitos neurológicos. Si aprendemos a centrarnos cada día en el presente, en lo que acontece a nuestro alrededor (y no tanto en el pasado o en ese futuro que aún no existe) veremos mayores posibilidades, nos sentiremos más optimistas y con menor ansiedad.
Para entrenar nuestra atención nos puede ser de gran ayuda aprender a meditar, lo sabemos. Sin embargo, hay otro aspecto que no podemos dejar de lado. Una mente más centrada necesita a su vez un cuerpo más relajado. Por tanto, no descuidemos tampoco hechos tan básicos como favorecer un buen descanso nocturno, hacer alguna siesta de 15 o 20 minutos, caminar, hacer estiramientos para aliviar tensiones musculares, mantener una dieta balanceada…
En resumen, la higiene mental es una fabulosa estrategia de vida que se compone a su vez de diversas actividades. Son dinámicas y hábitos cotidianos enfocados a garantizar nuestro bienestar físico y psicológico. Apliquemos aquellos que más se ajusten a nuestras necesidades y empecemos hoy mismo a invertir en nosotros.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com