Uno de los episodios más entrañables de la historia de la filosofía de
la India -la visita de un joven brahmán a la Muerte- contiene una
preciosa enseñanza sobre lo verdaderamente trascendental
El profesor Surendranath
Dasgupta, autor de una ambiciosa y generalmente brillante historia de la
filosofía de la India, señala en su capítulo sobre las enseñanzas de los
Upanishads, los textos que revelan los secretos de los Vedas, orientados a
buscar el camino del jnana (el conocimiento):
La emancipación es la meta
natural y única del ser humano porque representa su naturaleza y esencia. Es
realizar [hacer real] nuestra propia naturaleza lo que se llama emancipación.
Ya que desde el principio y por siempre somos nuestra propia naturaleza
esencial y por lo tanto [estamos] emancipados, lo único necesario para nosotros
es saber lo que somos.
Así, lo único realmente
importante es conocernos a nosotros mismos, todo lo demás son distracciones y
obstáculos que prolongan nuestro sonámbulo y errático vagar por el mundo
cíclico, donde el sufrimiento es la norma. El profesor Dasgupta entiende que
este es el tema fundamental del Katha Upanishad, en el que el joven brahmán
(brāhmaṇa en sánscrito) Naciketas tiene un intercambio memorable con la Muerte.
Este es uno de los episodios más famosos en la historia de la literatura
sánscrita y es considerado como la esencia de las instrucciones para alcanzar
(o reconocer) el Atman, el alma inmortal que es la realidad intrínseca de todas
las cosas, libre de todo sufrimiento, dicha inmaculada.
Como en toda historia clásica de
instrucción esotérica, Naciketas, al ser enviado a la Muerte, a Yama, quien
conoce lo que está más allá de lo perecedero, de lo mundano (todo lo que devora),
debe probar su valor, su renuncia y su fe. Sólo así podrá acceder a la
recompensa última que es la sabiduría. De entrada Naciketas muestra algo de su
talante, al esperar a Yama haciendo un ayuno de 3 días en su morada. La Muerte,
en recompensa a esta acción, le ofrece cumplirle tres deseos. Primero Naciketas
resuelve su deuda con su padre y le pide a la Muerte que Gautama (su padre)
olvide su enojo y se complazca de sus actos. Con esto muestra respeto a las
normas brahmánicas y también simbólicamente se libera de su karma, lo que de
alguna manera le permite acceder a un conocimiento más sutil y puro.
El segundo deseo es conocer el
secreto "del fuego que conduce al cielo". Este fuego en la tradición
védica es el sacrificio y la concentración ascética de la atención,
"tapas". Yama la explica que el fuego "es el comienzo de este
mundo", es la sustancia del sacrificio con el que se creó el mundo y es la
llave también para alcanzar lo divino: "Este fuego es el medio para
alcanzar el mundo infinito y también su fundamento, entiéndelo como asentado en
la caverna del corazón". Yama luego le enseña a Naciketas a preparar el
sacrificio del fuego.
Para su tercer deseo, donde se
concentra la esencia de la enseñanza, Naciketas le pide a Yama conocimiento
sobre la naturaleza del alma y si ésta subsiste a la muerte, una pregunta
ciertamente pertinente pero que exige a la Muerte revelar su más celoso
secreto. Mientras que los anteriores deseos habían sido cumplidos sin ningún
reparo, en este caso Yama se muestra reticente. Le ofrece, en cambio, hacerlo
príncipe del mundo y brindarle riquezas y placeres: "mujeres deliciosas
con carros e instrumentos musicales", placeres a los cuales los mortales
no acceden... Pero el joven muestra una madurez inusitada: "Las cosas de
los mortales son efímeras, oh Antakr, y agotan el brillo de los sentidos.
Incluso el calor de todos los sentidos se agota. Incluso una vida entera es
deleznable. ¿Carros? ¿Danzas y canciones? Contigo toda vida es corta. La
recompensa que deseo es lo que he dicho". A lo que Yama responde:
“Una cosa es buena, otra es
placentera. Bienaventurado es aquel que elige la buena; aquel que elige el
placer se desvía de su meta. Pero tú, habiendo considerado los objetos del
deseo, los has abandonado. Estas dos, la ignorancia (cuyo objeto es lo
placentero) y la sabiduría (cuyo objeto es lo que es bueno), son conocidas por
ser opuestas y llevar a diferentes metas. Creyendo que este mundo existe y no
el otro, el joven descuidado cae una y otra vez en mi dominio... El conocimiento
que tú has pedido no se obtiene a través del raciocinio. Yo sé que la felicidad
mundana es transitoria puesto que lo firme no será obtenido por lo que no es
firme. El sabio, al concentrarse en el alma, conociendo aquello que es duro de
aprehender, abandona tanto la alegría como el sufrimiento. Tú, Oh Naciketas,
eres como una casa cuya puerta está abierta al Brahman [el Ser universal, la
Verdad Absoluta]. Brahman es inmortal, quien sea que lo conozca obtiene todo lo
que desea. El sabio no nace; no muere; no es producido de ninguna parte.
Nonata, eterna, el alma no muere, aunque se mate al cuerpo; más sutil que lo
sutil, más grande que lo grande, sin moverse viaja lejos, inmóvil alcanza la
totalidad. Pensando en el alma como incorpórea entre cuerpos, firme entre cosas
impermanentes, el sabio se libera de todo sufrimiento. El alma no puede
alcanzarse con elocuencia, entendimiento o aprendizaje. Sólo puede alcanzarse
por aquel a quien ella elige. A él le revela su propia naturaleza.”
La anterior es una traducción de
lo expuesto sobre el Katha Upanishad por Dasgupta en el primer tomo de su
Historia de la filosofía de la India y contiene lo esencial en términos
filosóficos de lo que Yama le dice a Naciketas, si bien no incluye la
instrucción completa más esotérica para alcanzar el Atman, que es parte de una
enseñanza yóguica para conducir la energía por el canal central, desbloquear
los nudos del corazón y separar al alma o al ser (purusha) del cuerpo. De
cualquier manera esta enseñanza más esotérica necesita, para aplicarse, de la
instrucción oral precisa de un gurú. Dasgupta explica el último enunciado:
Siempre que el Sí mismo [Self] se identifique con sus
deseos actúa en concordancia con ellos y cosecha sus frutos en el presente y en
vidas futuras. Pero cuando llega a conocer la verdad más alta de sí mismo [de
su ego], que él mismo es la esencia más alta y el principio del universo, lo
inmortal e infinito, deja de tener deseos, y alejándose de los deseos realiza
la verdad última de sí mismo en su propia infinitud. El hombre es, como si
fuere, el epítome del universo y contiene dentro de si los constituyentes del
cuerpo groso (annamaya kosa), las funciones vitales (pranamaya kosa), el deseo
y la voluntad (manomaya) y los pensamientos e ideas (vijnanamaya), y hasta que
se mantenga a sí mismo en estas esferas y atraviese por una serie de
experiencias en esta vida y en vidas siguientes, estas experiencias obedecen a
sus deseos y en ese sentido son creadas por él mismo. Sufre placeres y dolores,
enfermedad y muerte. Pero si se retira de éstas hacia su verdadero ser
inmutable, existe en un estado de unidad con su experiencia y no hay cambio ni
movimiento. Lo que es este estado no puede explicarse por medio de conceptos.
Uno sólo puede indicarlo apuntando que no es ninguno de los conceptos que
pueden encontrarse en el conocimiento ordinario; no es nada de lo que uno
conoce como esto o esto otro (neti neti). En este infinito y verdadero sí
[Atman] no hay diferencia, no hay diversidad, no hay yo o tú. Es como un océano
en el cual toda nuestra existencia fenoménica se disolverá como un grano de sal
en el agua.