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martes, 14 de febrero de 2017

Y tú ¿qué máscaras llevas?


Una de las necesidades básicas de los seres humanos consiste en crear vínculos y sentir pertenencia a un grupo. Esa necesidad de pertenecer nos mueve a establecer una serie de personajes que nos ayudan a adaptarnos y a “sobrevivir” en cada ambiente.
Todos tenemos una serie de máscaras, de personajes internos que van apareciendo según las circunstancias que vivimos, con quién nos relacionamos y según nuestras emociones, pensamientos y acciones.
Algunos de ellos nacen en nuestra zona menos sana y nos empujan hacia actitudes y mecanismos que no nos benefician, otros surgen de nuestra parte equilibrada y nos ofrecen mejores consejos. Algunos salen en determinados círculos y otros son más permanentes y nos acompañan todo el tiempo.
“El mundo es un gran teatro, y los hombres y mujeres son actores. 
Todos hacen sus entradas y sus mutis y diversos papeles en su vida…” ‘Como gustéis’ W. Shakespeare
Los disfraces poco sanos que usamos sin darnos cuenta para funcionar en el mundo son los que en Terapia Gestalt llamamos egomecanismos que nos sirven para protegernos y mostrarnos en función de lo que creemos que nos va a facilitar el a veces complicado arte de vivir y relacionarnos con los demás.
Unos ejemplos sencillos:
–  A Silvia le cuesta mucho gestionar situaciones de enfrentamiento y expresar su desacuerdo o malestar ante algo. En un intento de evitar cualquier tipo de conflicto, ha adoptado una máscara de “buena niña”, por lo que su personaje adaptable, pacífico e inofensivo le asegura de librarse de cualquier situación que la ponga frente a lo que tanto teme.
– En su infancia, Montse recibió el mensaje de que “la vida es un valle de lágrimas”. Fiel a la tradición familiar, se define a través de su máscara de sufrimiento, que la muestra como una víctima de todo y de todos. Montse obtiene así la atención, compasión y “amor” que su personaje carente busca de forma desesperada.
– Al contrario que Montse, Jordi tiene muchas dificultades para aceptar el dolor y las partes menos agradables de la vida. Ha construido una máscara de felicidad, optimismo y “estar siempre bien” que le ayuda a huir de las emociones que más teme: el dolor y la tristeza. A la vez, su personaje muestra al exterior una imagen de felicidad y plenitud que alimenta y sostiene todo el montaje.
 – Javier tiene miedo a que le hagan daño y le vean vulnerable. Aunque es sensible, se muestra agresivo y poco emocional. El personaje más bien duro y a la defensiva que ha construido le ayuda a evitar la expresión de sus emociones y un contacto más estrecho con las demás personas. 
La “niña buena”, el “tipo duro”, la “superwoman”, el “rompecorazones”, el “oso amoroso”, la “ayudadora”, el “rebelde”, la “sufridora”… Progresivamente y con el paso del tiempo nuestro disfraz se va consolidando y apoderando de nuestra identidad hasta que acabamos identificándonos con lo que algún día sólo fue una herramienta, algo que nos facilitó el trabajo de vivir. Es como si un carpintero acabara creyendo ser su martillo.
“Cuando llevas una máscara tanto tiempo, te olvidas de quién eras debajo de ella”  Alan Moore
Las máscaras que parecen protegernos, en realidad nos debilitan. Las usamos para evitar lo que tememos, obtener el amor y el reconocimiento de los demás, para “encajar”, para cumplir con lo que creemos que se espera de nosotros… y en realidad ocultan parte de nuestro ser, limitan nuestro contacto con los demás, estrechan nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.
Detrás de nuestros disfraces egoicos en realidad se esconde algo muy profundo, un mecanismo construido por el niño o niña herida que una vez fuimos, que sigue intentando ser visto y querido a través de actitudes que le funcionaban en la infancia, pero que en la edad adulta ya no tienen sentido.
Como dice Alan Moore en su cita, al llevar tanto tiempo nuestros disfraces al final acabamos olvidando quiénes éramos debajo de ellos. Además de la Terapia Gestalt, algunas disciplinas cuyo objetivo se centra en este trabajo son el Eneagrama y el teatro terapéutico.
Estas técnicas son potentes herramientas que nos ayudan a ponerles conciencia,  desenredarnos poco a poco de sus limitaciones y redescubrir quiénes somos.
Para liberarnos de ellas se hace necesario, en primer lugar, tomar conciencia de que las llevamos e ir descubriendo a qué responden: qué partes ocultan, cuáles muestran, para qué nos sirven, qué nos ayudan a evitar y a conseguir… en definitiva, conocerlas en profundidad para, posteriormente y a partir de un trabajo de autoconocimiento, salir de la jaula donde nos han tenido encerrados durante tanto tiempo.

Clara Dini Llobet
http://psicopedia.org


 ►Siempre -decía- llevamos una máscara, una máscara que nunca es la misma sino que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida: la del profesor, la del amante, la del intelectual, la del marido engañado, la del héroe, la del hermano cariñoso.
                                                                                               Ernesto Sábato. Sobre héroes y tumbas

lunes, 19 de diciembre de 2016

Reconocimiento, comprensión, transformación


Si crees que eres tu nombre/forma, cuando alguien insulte tu nombre/forma te disgustarás, y eso equivale a un momento de enfermedad del alma. Si crees que eres lo que haces, cuando alguien critique lo que haces te entristecerás o te enfadarás, o quizás ambas cosas, y eso equivale a una enfermedad del alma. Si crees que eres tu religión, cuando alguien ridiculice tus creencias religiosas te lo tomarás como algo personal y discutirás, y eso equivale a fricciones y quizás ira, que a su vez equivale a enfermedad del alma.

Todas las enfermedades del alma parten de un sentido erróneo de quién y qué SOY. Por eso nuestro principal hábito, el más profundo y frecuente, es con mucho el de perder nuestro sentido de quién y qué somos.

Para muchos, sobre todo quienes ya han iniciado un “camino espiritual”, todo esto puede parecer elemental. Ahora bien, las sutiles capas de ilusión sobre nuestro yo se hunden en lo más profundo de nuestra conciencia. Cuando “reaccionas” emocionalmente a cualquier persona o cosa, sabes que aún hay otra capa, otro hábito de apego e identificación errónea que tienes que disolver.

Hasta que no empiezas a “darte cuenta” y, por tanto, descubrir estas sutiles capas por ti mismo, dentro de ti, no puede iniciarse el arte más profundo del viaje desde el reconocimiento hasta la comprensión y, posteriormente, la transformación. Transformación, aquí, no significa cambiar sino trascender de las sutiles “formas mentales” con las que has estado identificando erróneamente a tu yo. 

¡Nadie ni nada es el ser que tú eres! 

Extracto del libro:
EL SISTEMA INMUNITARIO DEL ALMA 

Cómo liberar tu ser de todo tipo de enfermedades
Ed. GAVISUS
Mike George

martes, 11 de octubre de 2016

¿Tus ideas y sentimientos han caducado?


Alejandro Jodorowsky: Me gustaría que esta fábula la leyeran ciertos individuos engreídos que, por tener un sitio confortable en el sistema económico-social, se sienten con derecho a despreciar a quienes no tienen tal “poder”:
En los bodegas de la vieja mansión, conversaban unas botellas. 
 El champaña proclamaba el aroma excelso de sus burbujas, la ambarina transparencia de su líquido y se sentía noble permitiéndose altivo despreciar al mundo. 
El vino, de un rojo que podría ser confundido con negro, comparaba su licor a los amores, al éxtasis místico y, orgulloso, creía ser el símbolo de la verdad eterna. 
Una garrafa de agua decía ser la pureza misma y se identificaba con la hebra perfecta con que está tejida la materia. 
¡Cada botella alegaba ser más importante que las otras! Un día vino un mayordomo y llevó las botellas de alcohol a un banquete. Cuando los invitados terminaron de escanciar los preciosos líquidos, las botellas, ahora inservibles, pasaron a formar parte de un montón de basura. ¿Quién las iba a tomar en cuenta? Quizás un niño para usarlas como blanco de pedradas… 
Mientras tanto la garrafa perdió su tapón y su agua comenzó a podrirse. Se sintió enferma; nauseabunda. “¡Ya no valgo nada, soy una ruina!” Un barril de madera trató de calmarla: “Señora, creo que comete una equivocación: ¿por qué se siente cambiada si su cristal fue, es y será siempre el mismo? ¡Usted no es su contenido: el líquido que encierra no le pertenece y si él se pudre, usted no tiene más que vaciarlo y llenarse en una fuente pura! 
Al comienzo yo estuve pleno de coñac y no por eso me sentí identificado con el alcohol que me llenaba: dejé que su aroma impregnara mi madera y cuando me vaciaron, mi leña fragante recogió con agrado un vino y le aportó el sabor de la anterior experiencia. Así como yo siempre fui barril, aprenda usted a considerarse garrafa y no agua. ¡Que su pudrición actual quede como lo que es: una experiencia que no afecta para nada la esencia de su vidrio!
►¡Somos el que piensa y no lo pensado, el que siente y no lo sentido! 
Si nuestras ideas y sentimientos han caducado, eso no afecta nuestro ser real: incorporemos nuevas ideas y nuevos sentimientos y no nos aferremos a un difunto pasado.
El placer de pensar
Alejandro Jodorowsky en Plano sin Fin

lunes, 10 de octubre de 2016

La necesidad de conflicto



En las relaciones humanas parece ser el conflicto una dimensión que se mantiene presente. En su latencia todo va bien, todo fluye y es armónico, pero en su despereza todo se desencaja, todo chirría y nada parece volver a reajustarse.

    El conflicto puede surgir al cruzarse intereses, al chocar puntos de vista dispares, pareceres antagónicos. Es su esfera un marco que representa división, lejanía en las personas, el inicio de confrontaciones. El conflicto puede perdurar o ser puntual, reconciliable o incurable, ser pasajero o permanente.

    Todos tenemos y pasamos por conflictos. No sólo entran en juego los que se reproducen en el marco externo, también están los conflictos internos, los desgarros de dentro. Pero la inclinación al conflicto es algo que merece indagación.

    Hay personas que tienden a agarrarse al fuego antes que esperar a que se apague, y así, la vida se consume en una fuente inagotable de insatisfacción de la que no se es consciente. La externalización en conflictos exteriores no es más que la celebración del conflicto que se mantiene dentro. A veces es inevitable caer en un conflicto, en una discusión, pero otras se torna como una válvula de escape para sacar el malestar de dentro.

    El conflicto externo es la representación teatral de la función escenificada de los adentros, que surge de una retroalimentación de dolor y miedo. Toda la carga de confusión, de sufrimiento, de insatisfacción, de baja estima, entre otras, son las anillas que se tiran cuando provienen circunstancias adversas del exterior. Entonces estalla la bomba de dentro y se vierte en las relaciones, en la interactuación con los demás.


La necesidad de ese conflicto surge cuando nos hemos identificado tanto en ese mecanismo de dolor que parece ser nuestra verdadera identidad. Como una parte más de nuestra personalidad, buscamos alimento en el conflicto para nutrirlo, para mantener viva esa identidad que se ha ido construyendo en nosotros. Entonces la capacidad de estar en perfecta armonía se corrompe, se disuelve, el malestar se sitúa en primera fila y se manifiesta en la conducta, en la contrariedad, en el inconformismo crónico, en la irritabilidad permanente.

    Todo se vuelve motivo de conflicto, todo merece una discusión, nada escapa sin que se mastique con los dientes del remordimiento. Si no hay conflicto, se busca. Si no hay motivos, se encuentran. Se convierte el exterior, las personas, las relaciones, todo, como una gran confabulación orquestada para hacernos desgraciados. Salen las autodefensas, el ego permanente, la guardia siempre mantenida.

    La necesidad no es sólo en cuanto a discutir con alguien, también hay personas con la necesidad de, precisamente lo que más teme, sacarlo a relucir para roer ese cierto malestar, sentir que hay un motivo que le empuja a ello, y autoconvencerse de su desdicha.

    Por no mirar de frente al dolor, al malestar que está sin drenar, el sufrimiento que tanto queremos evadir, todo nos zarandea y nos acaba atrincherando. Lo que más tememos que se repita, acabamos generándolo a través del conflicto. Lo que más queremos tener lejos, más lo acercamos a través de propiciar el conflicto. Al final el dolor se alimenta una y otra vez, y parece que todo se coordina para nuestra fatalidad.

    Primero, el conflicto debe resolverse dentro. Así, la identidad del dolor no se perpetúa a través del conflicto. Se puede sentir dolor al soltar esa parte nuestra a la que tanto nos aferramos, y empero, comenzamos a ser conscientes de lo negativo que resulta mantener su hospedaje en nosotros. Se requiere también bajo esa mirada de autoconocimiento, no hacer responsables al resto de cómo nos sintamos, y neutralizar de ese modo los factores de discordia.


Cuando el conflicto es crónico como su necesidad de expresarlo, no es más que el reflejo de un tornado que se crea en un océano agitado de dentro. Son personas víctimas de sí mismas, albergando en ellas una naturaleza de crispación que deroga la verdadera esencia de una personalidad solapada por un manto de ofuscación. El conflicto acaba convirtiéndose en adicción; se necesita del mismo para satisfacer el impulso incontrolado de saciarlo. Se crea en uno una parcela destinada a recrearlos, un área de atención al conflicto, para así, disponer de recursos y poder ser resolutivos con ellos dentro del margen de la contraposición.

    Entonces del conflicto ya no se evade, produce en el sujeto una atracción. Todo es una constante disputa, un reproche permanente, una altura a la que nadie está. Toda comunicación es una intransigencia, un ¨como deben ser las cosas¨ en lo que nada encaja.

    Ninguna armonía de fuera va a resolver la inarmonía de dentro. Por ello, el trabajo debe ser interior para deshacer el nudo de lo conflictivo. Debemos rellenar el vacío que se recarga de debates fuera de tono, pérdidas de maneras, chismes continuados, olfateo constante de disputas.

    Resolver esa identidad desgarradora que busca el enfrentamiento para sostenerse, es soltar una parte que ha secuestrado la que mira por la concordia, la ausencia de problemas, la capacidad de acuerdos, y el afán resolutivo. Surge entonces otro tipo de presencia, sujeta en uno, afincada al ser, y no presta a perderse enseguida en el círculo repetitivo del conflicto. Al ir poco a poco desligándonos de esa emanación de constante dolor, sufrimiento y queja, el conflicto carece de atractivo, deja de ser estimulante, y cuando aparece es como un tren que dejamos pasar porque sabemos que en la mayoría de los casos no nos conduce a nada y crean un campo de negatividad en nuestro entorno.

Eso no significa evadirlos y evitar mostrar la defensa de intereses lícitos en uno, sino determinar la prioridad de que la paz interior y la dicha no deben de alterarse por participar en rencillas que no nos transforman en nada y que nos desgastan por completo.

En Busca del Ser
http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

sábado, 1 de octubre de 2016

LA SABIDURÍA DE LA RENDICIÓN


Es la calidad de tu conciencia en este momento lo que más determina el futuro que experimentarás.
Así que rendirte es lo mejor que puedes hacer para traer cambios positivos. Cualquier acción es secundaria.
Ninguna acción verdaderamente positiva puede surgir del estado de conciencia de no-rendición.
Para algunas personas, “rendirse” puede tener connotaciones negativas: derrota, abandono, fracaso ante los retos de la vida, volverse letárgico, etc. Sin embargo, la verdadera rendición no tiene nada que ver con eso. No significa que tolerar pasivamente cualquier situación en la que estés y no hacer nada al respecto. Ni tampoco significa dejar de planificar cosas o de realizar acciones positivas.
Rendirse es la simple pero profunda sabiduría de ceder, en lugar de oponerse al flujo de la vida.
El único lugar en el que puedes experimentar el flujo de la vida es el Ahora.
Así que rendirse es aceptar el momento presente de manera incondicional y sin reservas.
Es decir, renunciar a lo que interiormente se resiste a lo que es.
La resistencia interior es decir “no” a lo que es, a través de juicios mentales y negatividad emocional. Se nota más cuando las cosas “van mal”, lo que significa que hay una brecha entre lo que la mente pretende y lo que es. Esta brecha es el dolor.

Si has vivido lo suficiente, verás que las cosas “van mal” bastante seguido. Precisamente es ahí cuando se debe practicar la rendición, si es que quieres librarte del dolor y la tristeza.
La aceptación de lo que es inmediatamente te libera de la identificación con la mente y te reconecta con el Ser.
La resistencia es la mente.

La rendición es un fenómeno puramente interior. Esto no significa que no puedas intervenir en lo exterior o cambiar la situación. De hecho, no es la situación en general lo que debes aceptar cuando te rindes, sino el pequeño segmento llamado “el ahora”.
Por ejemplo, si te encontraras atascado en el barro, no vas a decir: “Bueno, me resigno a estar atascado en el barro”. La resignación no es lo mismo que la rendición.
No necesitas aceptar una situación indeseable o desagradable, ni tampoco mentirte a ti mismo y decir que todo está bien. No. Reconoces totalmente que quieres salir de esta situación y limitas tu atención al momento presente, sin etiquetarlo mentalmente.
Esto significa que no hay juicios mentales sobre el Ahora, y por consiguiente, no hay resistencia ni negatividad emocional. Aceptas que este momento ya es como es. Luego actúas y haces todo lo que esté a tu alcance para salir de la situación. 
A estas acciones las llamo “acciones positivas”. Y son mucho más efectivas que las negativas, las cuales surgen a partir de la bronca, la desesperación o la frustración.

Hasta obtener el resultado deseado, sigues practicando la rendición absteniéndote de etiquetar el Ahora. 
Déjame darte una analogía visual para que se entienda.
Vas caminando de noche por la senda, rodeado por espesa niebla, pero tienes una linterna muy potente que la atraviesa y crea un espacio estrecho y claro frente a ti. 
La niebla en este caso es la situación en la que te encuentres, que incluye pasado y futuro. La linterna es tu presencia consciente. El espacio claro es el Ahora.

La no-rendición endurece a tu forma psicológica, el caparazón del ego, creando un fuerte sentido de separación. 
El mundo que te rodea y en particular la gente, se perciben como una amenaza. 
Surge la compulsión inconsciente de destruir a los demás juzgándolos. Como así también surge la necesidad de competir y dominar. 
Incluso la naturaleza se vuelve un enemigo, y tus percepciones e interpretaciones son gobernadas por el miedo. 
La enfermedad mental que llamamos “paranoia” es apenas una versión un poco más aguda de este estado normal pero disfuncional de conciencia. 
No solo tu forma psicológica, sino también tu forma física (tu cuerpo) se torna rígida con la resistencia. Surge la tensión en distintas partes del cuerpo. Y el cuerpo, como un todo, se contrae.
El libre flujo de energía por el cuerpo, el cual es esencial para un funcionamiento saludable, queda restringido en gran medida.
El ejercicio y ciertas terapias físicas pueden ayudar a recuperar este flujo. Pero a menos que practiques la rendición en tu vida diaria, solo será una ayuda temporal, dado que la causa, es decir, el patrón de resistencia no se ha disuelto. 

Hay algo dentro de ti que permanece intacto a las situaciones pasajeras que conforman tu vida diaria. Y es solo a través de la rendición que puedes acceder a esto.
Se trata de tu vida, tu propio Ser, que existe eternamente en el presente sin tiempo. 
Si encuentras tu situación insatisfactoria o intolerable, es solo rindiéndote primero que puedes romper el patrón inconsciente que se resiste y prolonga esa situación. 

La rendición es perfectamente compatible con realizar acciones, iniciar cambios o lograr objetivos. Pero en el estado de rendición, una energía totalmente distinta, una calidad distinta, fluye en tu hacer. 
La rendición te reconecta con la fuente de energía del Ser. Y si tu hacer está impregnado de Ser, se convierte en una alegre celebración de energía de vida que te lleva más profundamente hacia el ahora. 
A través de la no-resistencia, la calidad de tu conciencia y, por consiguiente, la calidad de lo que sea que hagas o estés creando, mejora de manera inconmensurable. 
Los resultados entonces, vendrán solos y reflejarán esa calidad.
A esto lo podemos llamar “acción proveniente de la rendición”.

En el estado de rendición, ves claramente lo que hay que hacer. Y actúas haciendo una cosa a la vez y enfocándote en una sola cosa a la vez. 
Aprende de la naturaleza, mira como todo se desarrolla y como el milagro de la vida se despliega sin insatisfacción. 
Por eso Jesús dijo: “Mira las azucenas, como crecen… no se esfuerzan ni dan vueltas”.

Si tu situación en general es insatisfactoria o desagradable, toma solo este instante y ríndete a lo que es.
Esa es la linterna que atraviesa la niebla. Entonces, tu estado de conciencia deja de depender de lo exterior. Ya no reaccionas ni te resistes. 
Luego mira la situación más específicamente. Pregúntate: “¿Hay algo que yo pueda hacer para cambiar la situación, mejorarla, o apartarme de ésta?”.
Si la hay, actúa adecuadamente. No te enfoques en las mil cosas que tendrás o puede que tengas que hacer en algún futuro, sino en la única que puedes hacer ahora.
Esto no significa que no debas hacer planes, puede que planear algo sea lo único que puedes hacer ahora. Pero asegúrate de no estar corriendo tras películas mentales que continuamente te proyectan hacia el futuro y te hacen perder el Ahora. 
Puede que las acciones que realices no den fruto de manera inmediata; hasta que lo hagan, no te resistas a lo que es.
Si no hay nada que puedas hacer, y no puedes irte de la situación, úsala para entrar más profundamente en la rendición, en el Ahora, en el Ser. 
Cuando entras a esta eterna dimensión del Presente, el cambio suele presentarse de manera extraña, sin requerir mucho de tu parte. La vida se torna servicial y colabora. 
Si son factores internos como el miedo, la culpa o la pereza los que te impiden actuar, se disolverán a la luz de tu presencia consciente. 

No confundas la rendición con una actitud de: “Ya nada puede molestarme” o “Ya no me importa”. Si miras más de cerca, verás que estas actitudes están contaminadas de negatividad en la forma de resentimiento oculto, de manera que no es rendición sino resistencia enmascarada. 

A medida que te rindes, lleva tu atención hacia adentro, para asegurarte si aún hay algún rastro de resistencia en ti. Estate muy alerta cuando lo hagas, de otra forma, una cierta cantidad de resistencia puede seguir escondiéndose en algún oscuro rincón, en la forma de un pensamiento o de una emoción no reconocida. 




Eckhart Tölle
Camino al Despertar

lunes, 15 de agosto de 2016

Quien mira hacia adentro, despierta


Carl Jung en esta frase nos invita a mirar dentro de nosotros, ya que en nuestro interior están las respuestas que buscamos. Somos y vivimos lo que está en nuestra mente tanto consciente como inconsciente.
Sin embargo, generalmente buscamos las respuestas, las responsabilidades, el bienestar afuera de nosotros. Soñamos con vivir de una forma diferente, soñamos con que nuestros problemas se resuelvan, soñamos con la llegada de una persona o un momento que nos hará felices, etc. Pero esta búsqueda afuera no da resultados, es solo un sueño.

¿Por qué buscamos en el lugar equivocado?

Quizá porque preferimos lo fácil, por eso buscamos afuera. Quizá porque nos da miedo encontrarnos con todo el dolor que tenemos, y porque no sabemos qué hacer con él. Quizá porque cargamos con tanta culpa y vergüenza que creemos que no hay tanto valor adentro como para salir adelante por nuestros propios medios.

Desde siempre conocemos relatos antiguos que hablan de los tesoros existentes en nuestro interior. Seguro has escuchado muchos de estos, desde cuentos, escritos filosóficos y frases celebres de grandes maestros; todos hacen mención del inmenso poder interior y de los tesoros internos existentes. ¿Por qué confluyen en un mismo final estos relatos? Debe ser porque es cierto.
Jesús decía “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Y creo yo que no se refería a él, sino que a través de uno mismo está el camino, la verdad y la vida.

Tanto la frase de Jesús como la frase de Jung mencionada, sugieren que es a través del conocimiento personal que crecemos, es a través de integrar lo que nos gusta de nosotros mismos y lo que no nos gusta, y descubrir además toda la potencialidad que somos.
Es conocerme a mí misma a través de los otros, de mi entorno. Es aprender a amarme tal como soy y contar conmigo, con la única persona con la que puedo contar siempre y me acompañará para el resto de mi vida.

Hablando de buscar en el lugar equivocado, me acordé de este cuento:
Muy tarde por la noche Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.
– ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
– Sí, estoy buscando mi llave.

El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? – les pregunta.
– Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.

Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:
– Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
– No, dice Nasrudín
– ¿dónde la perdiste, pues?
– Allí, en mi casa.
– Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
– Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.
Fuente: http://www.personarte.com/nasrudin.htm
Y tú ¿ya estás mirando hacia adentro o sigues buscando afuera lo que perdiste adentro?.

Fuente: Carolina Rentería

jueves, 16 de junio de 2016

¿Qué hay detrás de los enfados frecuentes?


Detrás de todo enfado hay algún grado de frustración. Nos irritamos porque nos sentimos incapaces de controlar alguna situación, e incluso a alguna persona. Eso es claro. Como también lo es que todos, absolutamente todos, de vez en cuando tenemos ratos de mal humor. Pequeñas explosiones de carácter que pueden ser muy saludables cuando las origina una causa razonable.
Pero ¿Qué pasa cuando el enfado no cesa? ¿Cuando permanecemos casi todo el tiempo con el ceño fruncido, los ojos entreabiertos y a la caza de alguna pelea? ¿Será que pertenecemos a ese grupo de “gruñones por naturaleza”, o hay algo más ahí?
La respuesta es una sola: detrás de un enfado frecuente hay más que una frustración pasajera; lo que se esconde es una depresión encubierta.

El enfado crónico

En ocasiones el mal humor no es asunto de un rato, sino que se extiende por semanas, meses o años. A veces lo inusual no es que tengamos esos incendios repentinos en nuestro carácter, sino la serenidad. El enfado se va convirtiendo en nuestra manera “normal” de ser ante la vida. Todo nos molesta; nos volvemos intratables y salirnos de quicio es la nota predominante.
En este caso el enfado no está dirigido contra una persona o una situación en particular. Simplemente se siente todo el tiempo y se experimenta como intolerancia, fastidio, hastío.
A su vez, se expresa por medio de las actitudes clásicas: gritar, permanecer inquieto y tenso, y tener siempre a mano un comentario de auto-descalificación o de crítica para los demás. Físicamente  se manifiesta a través del ceño fruncido permanente, problemas digestivos y, muy probablemente, dificultades para dormir adecuadamente.
Si ese es tu caso, lo más probable es que no estés enojado con el mundo: en realidad, estás enojado contigo mismo.
Las razones que te han impulsado a enemistarte internamente con lo que eres, seguramente tienen que ver con los modelos mentales que manejas inconscientemente. Hay unos parámetros que has elegido para evaluarte, sin tener muy claro por qué, y que solo están sirviendo para reprobarte una y otra vez. También hay experiencias no resueltas en tu pasado. Por eso te enojas, pero no lo sabes.

El fuego y la llama

No es del caso entrar a analizar aquí todas las posibles razones por las cuales has decidido convertirte en uno de tus peores enemigos. Están en lo profundo de tu mente, en lo más remoto de tu historia. Pero lo que sí se puede esbozar es al menos una pregunta por qué tan válidas son las razones que te llevan a mantenerte enojado.
Olvídate de los demás, porque nunca se van a comportar exactamente como tú quieres o piensas que deben comportarse. Los otros son solamente una excusa que has utilizado para poder expresar tu enfado. No son sus fallas, ni la crisis económica, ni la tensión bélica en Corea lo que te ponen irritable.
Simplemente tienes una idea del “deber ser” en la vida y no logras ajustarte a él. Eso te hace sentir terriblemente mal; no solamente te juzgas severamente, sino que también te culpas y te atormentas. Paradójicamente, tu gigantesco ego no te deja ni comprenderte, ni perdonarte.
La ira es como un fuego interno que arde. Un elemento capaz de dar calor o de arrasar lo que encuentre a su paso. Esa ira indefinida es también una fuerza interna de la que no has logrado apropiarte. Puede ser el motor de grandes acciones, pero también la brasa donde se consuman los mejores momentos de tu vida.
Hay un asunto que está pendiente contigo mismo, no con los demás. Debes resolverlo y probablemente necesitarás ayuda para ello. ¿Qué esperas?
Imagen cortesía de Rodrigo Carmona.
Edith Sánchez

lunes, 6 de junio de 2016

TRASCENDER EL EGO, ABANDONAR LA NEGATIVIDAD, DISOLVER LA INCONSCIENCIA


TRASCENDER EL EGO
A medida que uno crece, va formándose una imagen mental de sí mismo basada en su condicionamiento personal y cultural. Esta imagen mental es el ego.
El ego es tu actividad mental y sólo puede funcionar mediante el pensamiento constante.
El ego es creado por una identificación inconsciente con la mente. Es el falso Yo. Crees que eres este Yo, cuando en realidad eres Conciencia.
Para el ego, el momento presente no existe. Sólo considera importantes el pasado y el futuro.
Incluso cuando parece que el ego está en el presente, no ve el presente: lo percibe equivocadamente porque lo mira con los ojos del pasado.
O reduce el presente a ser un medio para un fin. Un fin que siempre reside en el futuro proyectado por la mente.

El momento presente contiene la clave de la liberación, pero no puedes encontrar el momento presente mientras seas tu mente.

Alcanzar la iluminación significa elevarse por encima del pensamiento. Es estar en el Presente, el Aquí y Ahora. Estar libre de pensamientos, de sentimientos, de tiempo, de dualidad. Es el total fluir de lo que Es.
En el estado de iluminación sigues usando la mente cuando la necesitas, pero de un modo mucho más enfocado y eficaz que antes. La empleas principalmente con fines prácticos, pero eres libre del diálogo interno involuntario, y vives en la quietud interior.
Cuando empleas la mente, y en particular cuando necesitas dar una solución creativa a algo, vas oscilando cada pocos minutos entre la mente y la quietud, entre la mente y la no-mente.
La no-mente es conciencia sin pensamiento.
Sólo la no-mente permite pensar creativamente, porque da al pensamiento un poder real.

La mente (ego), no es únicamente el pensamiento. Incluye también las emociones y las pautas de reacción inconscientes, tanto mentales como emocionales.
La emoción surge en el momento en que el cuerpo reacciona al pensamiento. Es el reflejo de la mente en el cuerpo.
Toda emoción es una reacción de tu cuerpo cuando hay identificación con el pensamiento. Es decir, cuando dejas de prestar atención al Presente y te sumerges en tus pensamientos. Esta acción es inconsciencia. Por esto, en la iluminación no hay emociones.
Si no puedes sentir tus emociones, si estás desconectado de ellas, acabarás sintiéndolas a un nivel puramente físico, como un problema o síntoma físico.

Cuanto más te identificas con el pensamiento, con lo que te gusta o disgusta, con tus juicios e interpretaciones, es decir, cuanto menos presente estás como conciencia observante, más fuerte es la carga de energía emocional.

Puedes dejar que la emoción esté ahí sin ser controlado por ella. Ya no eres la emoción; eres el observador, la presencia que mira.
Si practicas así, todo lo que es inconsciente en ti, saldrá a la luz de la conciencia.

¿CÓMO PODEMOS ABANDONAR LA NEGATIVIDAD?

Soltándola. Reconociendo que no quieres sufrir el dolor o soportar la carga más y después dejándola ir.

Toda resistencia interior se experimenta como negatividad en una forma u otra. Toda negatividad es resistencia.
La negatividad va de la irritación o la impaciencia, a la rabia furiosa; de un humor depresivo o un resentimiento sombrío, a la desesperación suicida.
La negatividad es identificación con la mente, es inconsciencia. Es una resistencia al fluir de la vida. Niegas lo que es.
En cuanto sabes que no la quieres y no la necesitas, entonces puedes soltarla.
La única manera de poder abandonarla es aceptándola, siendo consciente de ella.
Ríndete a ella, sin poner resistencia, entrégate a ella y se disolverá.

El ego cree que por medio de la negatividad puede manipular la realidad y conseguir lo que quiere. Cree que por medio de ella puede atraer una condición deseable o disolver una indeseable.
Pero la realidad es que en lugar de atraer una condición deseable, impide que surja. En lugar de disolver una indeseable, la mantiene en su lugar.
La única función de la negatividad es que refuerza el ego y por eso al ego le encanta.
La negatividad es totalmente antinatural. Ninguna otra forma de vida en el planeta conoce la negatividad, sólo los seres humanos.
Observa cualquier planta o animal y permite que te enseñe la aceptación de lo que es, la entrega al Ahora. Deja que te enseñe a Ser.

Las emociones negativas recurrentes a menudo contienen un mensaje, lo mismo que las enfermedades.
La negatividad te recuerda que debes estar más presente.
Siempre que te des cuenta de que ha surgido alguna forma de negatividad en ti, mírala como una señal que te dice: "Despierta. Sal de la mente. Vive el presente".
Incluso la más leve irritación es significativa y debe ser reconocida y observada. En caso contrario, habrá una acumulación de reacciones no observadas.

¿CÓMO PODEMOS DISOLVER LA INCONSCIENCIA?

Hazla consciente.
Observa las muchas formas en que el desasosiego, el descontento y la tensión surgen dentro de ti a causa del juicio innecesario, de la resistencia a lo que es y de la negación del Ahora.
Todo lo inconsciente se disuelve cuando tomas conciencia sobre ello. Y para lograrlo, debes observarte a ti mismo.
Puedes preguntarte: ¿Estoy tranquilo en este momento? o ¿Qué está ocurriendo en mí en este momento?
Dirige tu atención hacia tu cuerpo. Si existe alguna tensión, observa en qué forma estás evitando, resistiéndote o negando la vida, el Ahora.
Debes estar al menos tan interesado en lo que pasa en tu interior como en lo que ocurre fuera.
Si tu interior está bien, lo exterior estará en orden. Si hay paz en tu interior, habrá paz en el exterior. Lo que es adentro es afuera.

Eckhart Tölle