Lo que no debes hacer tras una ruptura: póntelo fácil, déjalo marchar.
Aún te suena extraño decirlo, pero “ya no sois pareja”. Ha habido un punto final que ha dado comienzo a un proceso de duelo, ese tiempo que necesitas para poder adaptarte a la pérdida. En estos primeros momentos abundan los voluntarios que se ofrecen a acompañarte, apoyarte e incluso aconsejarte acerca de lo que deberías o no deberías hacer para superarlo “cuanto antes”.
Y tú les dejas decir, hablar y comentar, buscando alguna idea a la que aferrarte que te parezca un buen plan para aliviar tu dolor, aunque en el fondo sabes que no te queda otra que aceptar la emoción que te está invadiendo.
Te hayan dejado, o lo hayáis dejado de mutuo acuerdo, la realidad es que te ha descolocado por completo tu vida, tus planes, tus rutinas, etc. Ahí estás tú, con tu casa y tu mente de mudanza a tierra desconocida, migrando a un nuevo estado incierto, lo cual te crea más angustia aún.
En medio de esa desorientación, incertidumbre, tristeza e interrogantes, te levantas cada día pensando cuándo vas a estar mejor o si ya deberías estar mejor. Lo cierto es que el duelo es un proceso que puede extenderse en el tiempo (1 año o incluso 2, aunque varía de unas personas a otras) y no se puede pasar de página tan rápido como te gustaría en estos momentos.
►Lo que sí puedes es elegir cómo afrontar esta ruptura: ¿te lo pones fácil o te colocas más obstáculos en tu recuperación?
Hay cosas que dependen de ti, y ésta es una de ellas. Cuidado con las acciones que pueden hacer que la ruptura sea más dolorosa y que te quedes estancado sin poder avanzar.
Veamos algunas de esas conductas peligrosas, que es mejor no hacer, si quieres encaminarte hacia la superación:
#1. Negar, disimular u ocultar tu dolor.
Si bien es verdad que puedes preferir, sobre todo al principio, un tiempo de soledad para ti, sin tener que dar explicaciones a nadie, también lo es el hecho de que exteriorizar en algún grado tu dolor te ayudará a digerir lo que te ha frustrado o dañado.
El dolor que se oculta, o incluso se niega, se va incubando de forma latente hasta que en un instante, cuando menos te lo esperas, reaparece de forma desproporcionada, injustificada o como una manifestación en nuestro organismo (enfermedades psicosomáticas)
Así que elige la persona/s con la/s que quieres compartir tus sentimientos, el contexto donde quieres hablar, y la forma de hacerlo. Tú decides cómo, cuándo y qué, pero no dejes enquistado el sufrimiento. Deja que aflore con naturalidad, a tu ritmo. Permítete poder quejarte, y exteriorizar tu tristeza, tus dudas, tu enfado y tu dolor.
Y si no encuentras con quien, o no acabas de sentirte comprendido, contempla la posibilidad de buscar apoyo psicológico profesional, alguien que pueda orientarte en estos primeros momentos sin juzgarte.
#2. Llamar periódicamente a tu ex para que revise su decisión o te dé otra oportunidad.
Cuando se ha dado el paso de romper la relación es porque se han contemplado ya otras alternativas, se han hecho otros intentos por solucionarlo, etc. Hay que ser coherente con la decisión tomada.
Desdecirse una y otra vez, lo único que contribuye es a retrasar la aceptación de la nueva situación y a generar estados de ansiedad ante la ambigüedad.
Si además ha sido tu ex quien ha decidido finalizar la relación, al contactarle frecuentemente para cuestionarle su decisión, o pedirle que vuelva contigo, es probable que se sienta agobiado y tienda a evitarte.
Es lo que viene a llamarse reactancia psicológica: una reacción emocional justamente contraria a la que el otro pide, resultado de sentirse presionado o coartado en su libertad. Por eso, cuánto más insistas, más resistencia encontrarás en el otro.
De cualquier forma, recuerda que no todo vale. ¿Qué sentido tiene que tu ex vuelva contigo por pena, presión, o porque tú tengas que recordarle periódicamente lo bueno de vuestra relación?
En una relación de pareja ambos se eligen. No es una compra-venta en la que es uno el que tiene que persuadir y el otro aceptar o denegar.
#3. Poner el foco de todos tus pensamientos en tu expareja.
Hasta cierto punto es normal que te pilles a ti mismo reviviendo alguna vez las escenas que habéis vivido, o pensando en la persona con la que has vivido tantas cosas. A medida que transcurre el tiempo, estos pensamientos irán disminuyendo, salvo que hagas cosas que los transformen en obsesiones, como:
• Preguntar, indagar e investigar qué hace tu ex, con quien se relaciona, si tendrá pareja, cómo es su vida actual, etc. Recopilar datos de forma obsesiva puede perjudicarte gravemente a la hora de elaborar el duelo sanamente.
• Invertir horas y horas en adivinar cómo puede estar actuando, pensando o sintiendo tu expareja. Renuncia a leer su pensamiento y a castigarte con esos interrogantes.
• Rebobinar constantemente vuestra historia y contaminar todas tus conversaciones con el tema de tu anterior relación. Esto dificulta tremendamente el poder motivarte a hacer otras cosas.
#4. Transformar el vínculo en amistad de la noche a la mañana.
La relación que teníais ha desaparecido. Es necesario un tiempo prudencial para que cada uno, individualmente, pueda adaptarse al cambio.
Es cierto que hay parejas que, después de dejarlo, pueden preservar su amistad, pero esto no ocurre de un día para otro.
Obligarte a hablar y quedar con tu ex con la misma frecuencia que lo hacíais antes, dificulta la aceptación. Detrás de estas conductas suele haber un miedo a estar solo, a perder del todo el contacto con la persona con la que se ha compartido tantas cosas, a afrontar la soledad de los primeros momentos, etc.
Una pareja es un vínculo muy específico y muy diferente de la amistad, transformarlo es posible, pero desde luego hace falta un trabajo y un tiempo.
#5. Un clavo saca a otro clavo.
Cuidado con aplicar este refrán como solución a tu dolor. Si crees que te saltas el duelo buscando sustituto estás muy equivocado. Buscar con urgencia una nueva pareja aumentará la probabilidad de que elijas a alguien a tu lado desde el miedo a la soledad, y te embarques en una nueva relación que está predispuesta al fracaso desde el principio.
Además te habrás privado de la oportunidad de desarrollar habilidades de fortaleza ante la frustración y la imagen que te devolverás a ti mismo será de debilidad.
Tarde o temprano, tendrás que hacer el duelo y aceptar el dolor de lo que has perdido. Cuanto antes lo hagas, antes podrás sacar un aprendizaje positivo de la experiencia.
Autor desconocido
http://buscandome.es
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