Suena
la alarma: 6.30 AM. Alguienes internos, como unas voces sugieren:
«¡diez minutos más!». Otra voz replica: «si te quedas no tendrás tiempo
para preparar la reunión». Resolutivamente emerge un «ok, me levanto».
El
diálogo interno no cesará hasta que vuelvas a acostarte. Una o diversas
voces irán comentando y calificando lo que va ocurriendo e irán
generando un clima interno del que depende tu felicidad, salud y
productividad. La anhelada paz se desarrolla, ante todo, dentro de uno
mismo. Sólo cuando la paz germina en el diálogo interior uno es capaz de
crear una atmósfera de armonía genuina a su alrededor.
Muchas
personas pasan toda su vida sin prestar atención al contenido de ese
diálogo que tanta influencia tiene en su felicidad. Otros muchos se
sentirán esclavizados por un saboteador interno que repite
machaconamente: No soy capaz, no me lo merezco, soy un desastre… Tal
vez, la relación con nuestro diálogo interior sea la más importante que
tengamos a lo largo de nuestra vida y, sin embargo, se la ignora en la
educación formal.
¿Quién maneja el mando de tu tele interna?
¿Quién está en el centro de tu conciencia más tiempo a lo largo del día:
las voces que patrocinan el control, el perfeccionismo y el temor o la
voz de tu maestro interior conectada con tu esencia y la gran corriente
de vida?
Las tradiciones milenarias han propuesto formas diversas
de mermar el ruido interno, elevar la vibración de los pensamientos
diarios y pasar de la estrecha mente cotidiana a la Gran Mente conectada
con la expansión de la Conciencia, la Unidad y el Amor. En el budismo,
el juego de la Conciencia parte de que en nosotros habitan un conjunto
de «yoes» que van descubriendo la realidad y tienen distintas formas de
concebirla y manifestarla. Estas conciencias han aprendido a sobrevivir
detectando peligros mediante un gran esfuerzo de autoprotección, lo que
ha hecho que se cierren en actitud defensiva. La percepción de la
realidad a través de una lente defensiva nos aleja de lo trascendente:
vemos el mundo aislado de nosotros y en esa disociación surgen diálogos
internos y emociones que aunque tienen como intención protegernos
generan ruido, separación y sufrimiento.
«Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.Con nuestros pensamientos hacemos el Mundo»
Buda-
La
presencia plena del Mindfulness, el silencio, la meditación, los
mantras, cultivar un observador imparcial para ser conscientes de la
naturaleza de nuestros pensamientos, respirar conscientemente y
transformar una mente dispersa en una mente centrada son prácticas que
paulatinamente mejoran la calidad de nuestro diálogo. ¿Cuál es la parte
más difícil? ¡Tan sólo hacer un hueco cada día para practicar!
Cuando
a través de la práctica diaria y continuada se consigue detener este
incontrolado diálogo mental la vida es… otra cosa. Te das cuenta de que,
si pensar es un regalo de la evolución, la capacidad de hacer silencio
interior lo es aún más. A partir de ahí comienza una bella aventura
donde se hacen innumerables descubrimientos y se viven hermosas
experiencias, tras las cuales, prefieres dedicar más tiempo a contemplar
y menos a pensar, más tiempo a acariciar y menos a contar.
Castaneda afirma:
«El silencio no es definible. Cuando lo practicas, lo percibes. Si lo
tratas de entender lo bloqueas. No lo veas como algo difícil o complejo,
no es nada del otro mundo, es algo natural, tan sólo es acallar las
voces de la mente. No es solamente la ausencia de pensamientos, más bien
se trata de suspender los juicios, contemplar sin interpretar. Entrar
al silencio se puede definir, como «aprender a pensar sin tantas
palabras». Quienes paran su diálogo interno ya no interpretan, son pura
percepción presente, no se desilusionan o arrepienten, pues todo lo que
hacen parte del Centro de lo que ES y viven en un estado más auténtico
de libertad. Es nuestra condición natural, nacimos del silencio y allá
volveremos. Lo que nos contamina son las ideas superficiales que se
cuelgan en nosotros a partir de nuestra forma de vivir. Esas voces no
tienen ninguna utilidad porque prácticamente están dirigidas al
engrandecimiento del ego».
La idea de cultivar un observador
externo inspiró la práctica de muchos budistas, yoguis, taoístas y
chamanes a lo largo de los siglos. La PNL, el coaching, la psicología
cognitiva, humanista y transpersonal rescataron sus enseñanzas para
ponerlas al servicio de Occidente. La física cuántica ha hecho célebre
el mensaje: «A escala cuántica, la observación no sólo afecta e influye
al objeto que está siendo observado… lo crea» (P. Jordan).
Recientemente se han hecho investigaciones que ilustran el efecto de dejar el mando de tu vida a un saboteador interior. Friedman y Rosenman definieron
en los años 60 el patrón del riesgo coronario, recomendando una
reeducación mental a los individuos cuyo diálogo interno está volcado en
mantener una hiperactividad y un esfuerzo crónico para conseguir un
número ilimitado de metas diarias. Su diálogo tiende a un uso abusivo de
mensajes activadores y juicios hostiles hacia uno mismo con la
intención positiva de propiciar la pronta realización de una tarea y
abordar inmediatamente la siguiente. Hay una clara y noble intención
positiva para que el cerebro use este diálogo: estar activo, ser
productivo,… Si el cerebro decidió automatizarlo fue porque en algún
momento le resultó útil. No obstante, los efectos secundarios no
buscados superan el beneficio de la intención positiva inicial. Este
diálogo interno afecta la salud fisiológica y mental a largo plazo,
pudiendo desembocar en trastornos de salud.
Todo diálogo interno
es una estrategia de abordamiento que busca el bienestar y, aunque el
empleo de mensajes hostiles pudo hacernos reaccionar eficazmente en el
pasado, es preciso enseñar al cerebro que ahora tienes formas más
nutritivas de motivarte.
Los efectos negativos de mantener un saboteador interior hostil y cargado de reproches son:
Descubrir
qué te dices a ti mismo con esa voz en off que acompaña la película de
tu día es un gran primer paso. Es preciso un mínimo de silencio interior
y atención para llegar a escucharlo. Es preciso un mínimo de humildad
para admitirlo.
Nuestro diálogo interno está compuesto por un
sumatorio de juicios y creencias de quienes creemos ser que operan como
algoritmos automáticos en una hoja de cálculo: configuran nuestra
identidad y determinan resultados, estado y grado de satisfacción vital.
Esas voces terminan convirtiéndose en saboteadores si no las aceptamos y
reelaboramos. Rechazar o reprimir un saboteador dificulta su
desaparición, pues termina convirtiéndose en un agente oculto de la
resistencia.
Es posible cultivar un diálogo al servicio del ser y
no al servicio de la supervivencia defensiva. Hay que iniciar un proceso
de identificación, relación y transformación progresiva de cada una de
esas voces para invitarlas a unirse cariñosamente a la fiesta de la
vida.
- Haz una lista de las voces habituales que más te influyen. Escuchas sus palabras exactas. Date unos días para escucharlos sin buscar ninguna conclusión adicional más allá de darte cuenta de lo que ocurre
- Establece una relación íntima, personal y cariñosa con cada uno de tus yoes y explóralos empezando por el más limitante. Fíjate en su voz (si es la tuya, de hombre o mujer, autoritaria…), si repite muchas veces o sólo una su mensaje… y qué parte del cuerpo se resiente tras escucharlo. ¿En qué situaciones concretas y con quién se activa? Hay voces que aparecen al sentir inquietud o culpa, en momentos de tomar decisiones, al probarnos ropa o cuando presentamos un proyecto laboral… Valora el protagonismo que tiene y de qué forma condiciona tu vida. Cuando el saboteador cobre vida podrás darle el nombre de un personaje. Ésa es una buena estrategia para independizarlo de tu ser y sentir que eres mucho más que el personaje. Hay arquetipos frecuentes: el tirano controlador, el resuelvetodo, el salvador de causas perdidas, la víctima herida, el miedoso que no se lanza, el juez que condena a todos, etc.
- ¿Qué creencia limitante refuerza el saboteador? ¿Es una creencia tuya o la compartes con tu sistema familiar, laboral, de amistades, etc.? Acepta todos tus personajes tierna y profundamente. Si rechazas una conducta personal y no agradeces su intención positiva será imposible transformarla. Si no aflora el agradecimiento interno quédate dialogando y respirando los sentimientos que emerjan. La teatralización del diálogo es útil para discernir cuándo habla el saboteador y cuándo el yo más esencial. Crea el alejamiento necesario desde el cual dialogar, perdonar, comprender y establecer pactos. Tras el ritual de aceptación del mensaje a desactivar, es tiempo de sentir y sembrar la semilla de la nueva actitud interna que quieres plantar en tu jardín. Si por ejemplo tu saboteador quería activarte a base de reproches, dile que has descubierto mensajes que activan desde lo positivo. Pídele que aporte y se una a la reforma. ¿Qué podrías decirte para conectarte con una sensación de bienestar? Pueden ser palabras, un mantram, un color o paisaje, una sensación… ¿Qué mensaje cariñoso te permitiría alejarte de estar contraíd@ y a la defensiva para animarte a esponjar y relajar el cuerpo ante una situación inesperada que exige atención inmediata? ¿Cómo puedes reírte de ti mism@ y parar el discurso interior cuando aparece el miedo y entras en una deformación perceptiva que imagina escenarios que posiblemente nunca ocurrirán?
La madurez precisa espacios en
los que paremos la actividad y permanezcamos en silencio, quietud,
observación e introspección. Sólo así podremos integrar lo vivido,
aceptar lo sentido y entender que los saboteadores son en realidad
queridos mentores que han perdido su rumbo.
El Maestro Zen Dennis Gempo Merzel relata
en «Gran mente, gran corazón» su experiencia como instructor en el Zen
Center de los Ángeles. Allí constató que la meditación como única
práctica no hacía superar a sus alumnos los conflictos que afloraban ni
les hacía cambiar patrones esenciales de su carácter. Tan sólo lo
consiguieron con un trabajo de autoconocimiento para detectar creencias
limitantes a aceptar y reelaborar.
¿Qué personajes internos
tendrán más fuerza? Los que tú alimentes con más pensamientos y
conexiones sinápticas diarias. «Dónde está mi atención está mi energía.
Eres tú el que mantiene vivo tu teatro interior. La energía sigue al
pensamiento y el pensamiento crea una realidad: «lo que crees, lo
creas». Hay una diferencia cualitativa en las personas que centran sus
pensamientos y diálogo interior en lo positivo, en las capacidades y
potencialidades de los demás y las suyas propias. Eres pues,
directamente responsable del clima interno en el que habitas. La energía
vital se estanca si vives una constante fricción emocional en tu
diálogo interno. Es posible consolidar un estado de paz desde la
confianza en el constante fluir de cada día.
No estás sólo. Al
hacer silencio podrás experimentar la conexión con Todo, y con una red
de maestros y mentores que se activa al estar silenciosamente
receptivos. El cielo, la tierra, el viento y el sol nos susurran al oído
historias de sabiduría y amor en cuanto aquietamos mente y cuerpo. Y,
sobre todo, dentro de cada uno habita su maestro interior. No mires
tanto hacia afuera: dentro de ti tienes todas las respuestas.
«Darse cuenta de que somos prisioneros de nuestra mente es el primer paso en el viaje de liberación»
R. Dass
FUENTE: Ayurveda Tibetano.Facebook
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