lunes, 28 de mayo de 2018

Practicar la tolerancia en busca de la armonía interior

►Los estallidos y la ansiedad sólo generan agresión. Mantener una actitud paciente te lleva a un camino de tranquilidad y buenas relaciones con los demás.



La paciencia es una virtud fundamental que debemos cultivar cada día si queremos mantener el eje ante las circunstancias difíciles. Es una característica que se logra con la repetición y la disciplina y solo si la practicamos se convertirá en un hábito.
¿Cuántas veces reaccionamos violentamente en lugar de responder con serenidad ante alguna situación provocadora? Y luego del estallido nos invade la culpa por haber sido impulsivos y por haber perdido el control. Estas situaciones nos perjudican y lastiman a quienes nos rodean. Así, generamos un círculo vicioso de malestar, incomprensión y falta de tolerancia.
Ser pacientes no significa ser pasivos sino observar las situaciones desde un punto de equilibrio interno que nos permita elegir las palabras y las acciones adecuadas. Desde ese espacio de calma interior nuestras acciones serán totalmente conscientes. ¿Cuántas veces decimos palabras hirientes sin pensar en el daño que causamos? ¿Cuántas veces descargamos nuestra frustración y negatividad en los otros?

El error más grande que podemos cometer es priorizar nuestro ego herido ante los demás. Debemos recordar que todo lo que damos, vuelve y que la energía negativa que descargamos en los otros, puede destruirnos. En cambio, si cultivamos la paz interior, la paciencia fluirá naturalmente. Pero para emanar paz, primero debemos sentirnos en armonía. Practicar la calma reduce el estrés, la ansiedad y mejora la empatía.

Estas son claves para cultivar la paciencia:

•    Observar los pensamientos: nuestra manera de pensar puede estar basada en creencias que no fomentan la paciencia. Dejemos de lado la descalificación, la crítica, el enojo y la falta de tolerancia. Cuando algo nos altera, respiremos, contemos hasta diez y actuemos desde ese estado de quietud.
•    Frenar el ego: siempre queremos controlar todo. Así generamos discusiones interminables y relaciones conflictivas. ¿Preferimos estar en paz o tener la razón? Para desarrollar la paciencia, aceptemos que nuestro punto de vista es sólo una parte de la ecuación. prendamos a ser humildes, a pedir perdón cuando cometemos errores.
•    Identificar las situaciones que desafían nuestra paciencia: conozcamos las emociones que nos alteran y así podremos cambiar nuestras reacciones.
•    Tener perspectivas reales: la impaciencia puede ser el resultado de expectativas no cumplidas. En la vida hay muchas circunstancias que están fuera de nuestro control.
•    Hacer foco en lo importante: cultivar la paciencia nos permite centrarnos en los aspectos realmente valiosos de la vida. No perdamos energía en discusiones sin sentido. Desarrollemos el diálogo tolerante y receptivo aunque no estemos de acuerdo con las ideas de los otros. Llegar a acuerdos es grato y saludable.

Amigos queridos, si perseveramos en esta práctica, superaremos el nerviosismo y la ansiedad cotidiana. Tendremos mucha más paciencia si  aprendemos a tolerar las pequeñas frustraciones. Recordemos la importancia de practicar la observación interna y cultivar la paz interior, porque si estamos en calma por dentro responderemos con serenidad hacia el afuera. 


Lo que sentimos, determina la manera en que vemos la vida. Siempre podemos elegir qué actitud adoptar: ¿somos protagonistas conscientes o rehenes de nuestras emociones? Debemos tener paciencia y esperar a que en nuestro interior se desarrollen las raíces morales y espirituales suficientes para formar una base sólida desde la cual se pueda generar una transformación que nos guíe hacia la madurez. 

Tal vez en este momento estás pasando por una situación de incertidumbre y no podés alcanzar lo que tanto anhelabas. Quizás la divinidad todavía no terminó de desarrollar esas raíces tan necesarias para tu crecimiento, así que ¡tené paciencia! 

Claudio María Domínguez
https://www.larevistadeclaudio.com.ar

domingo, 27 de mayo de 2018

3 estrategias para incrementar la autoestima


La autoestima, y más en concreto su estado y su influencia, se ha convertido en una encrucijada para muchos. Son incontables los libros y artículos que nos la muestran como una panacea. Si se tiene, todo fluirá, anuncian. Si no se cuenta con ella, todo irá mal. El problema es que ese amor propio se edifica principalmente en los primeros años de vida y por ellos no se puede pasar dos veces. Por eso muchos se preguntan: ¿hay alguna manera de incrementar la autoestima cuando no está bien cimentada?
La respuesta a esa pregunta es sí, claro, por supuesto. Cuando alguien cuenta con condiciones altamente favorables, es fácil que su amor propio eche raíces desde los primeros años de vida. Esto le dará una fortaleza especial y más posibilidades de encontrar el bienestar y la felicidad. Pero si esto no ocurre, también es posible reparar unas raíces que no sean tan fuertes.
Aparece en el horizonte entonces otra pregunta: ¿para qué incrementar la autoestima? Aunque parezca obvio, a veces no lo es tanto. La falta de amor propio es la semilla de muchos estados inconvenientes, el factor que aumenta su riesgo. También suele traducirse en una inconformidad constante que no encuentra alivio. Convierte en un reto trazar metas realistas y conseguirlas. En suma, puede hacer mucho más complicada la vida. Para evitarlo, enseguida te presentamos tres estrategias eficaces.
  ► Todos sabemos que la autoestima viene de lo que tú piensas de ti mismo, no de lo que los demás piensan de ti.
                                                               Gloria Gaynor

1. Elaborar recordatorio, una técnica para incrementar tu autoestima

Hay una gran parte de nuestro comportamiento de la que no somos conscientes, o de la que al menos no siempre somos conscientes. La mayoría de las veces no atinamos a decir de forma precisa por qué pensamos como pensamos o sentimos como nos sentimos. Simplemente lo experimentamos así y no de otro modo, pero ignoramos por qué. Toda esa información está en el inconsciente, o al menos una parte importante.

Lo cierto es que cuando no hay amor propio, la mente opera de tal forma que pasa por alto muchos aspectos positivos de lo que somos. Es entonces cuando un recordatorio se convierte en un valioso instrumento para incrementar la autoestima.
Simplemente se trata de llevar un inventario escrito de lo mejor de nosotros. Lo que te gusta de ti, lo que lograste hoy, los obstáculos que has vencido. Precisa cuáles son tus virtudes, habilidades y destrezas. Anota tus buenos actos. Y, sobre todo, revisa con frecuencia esta lista. Ayudarás a tu mente a que funcione como una aliada y no como una enemiga.

2. Identifica los enfoques destructivos

Cuando el amor propio está lesionado, tendemos a ver el mundo desde una óptica muy oscura. De uno u otro modo, proyectamos nuestro malestar sobre lo que nos rodea. De este modo, terminamos fijándonos más en lo negativo que en lo positivo de la realidad.
También aparecen hábitos poco constructivos como compararnos con los demás, asustarnos cuando estamos a punto de alcanzar algún importante logro o dejarnos llevar por la inercia, porque nos cuesta mucho creer en nuestros propios sueños.
Vale la pena mantener una actitud de observación frente a nosotros mismos. El objetivo es detectar todas esas líneas de pensamiento que nos llevan a sentirnos mal. Lo más probable es que veamos las cosas negras no porque sean así, sino porque hemos creado el hábito de interpretarlas de ese modo. Al observarnos e identificar esto, poco a poco vamos liberándonos de esas costumbres destructivas.

3. El ejercicio de los cinco dedos

Este es un ejercicio propuesto por el psicólogo José Ignacio Fernández. Puede ser muy eficaz para aumentar la autoestima. Comprende una serie de acciones muy simples para mejorar el estado de ánimo cuando hay decaimiento.
Las acciones a realizar son las siguientes:
  • Relajación. Lo primero es inspirar y expirar profundamente para alcanzar un estado de mayor relajación.
  • Primera imagen mental. Lo recomendable es primero extender las manos y luego juntar el dedo índice con el dedo pulgar. En esa posición, recordar algún momento de la vida en el que nos hayamos sentido amados o protegidos. Por ejemplo, un momento de desvalimiento en donde otro se interesó por cuidarnos
  • Segunda imagen mental. Ahora hay que juntar el dedo pulgar con el dedo medio. Luego evocar alguna situación en la que hayamos tenido un éxito o logro.
  • Tercera imagen mental. Juntar el dedo pulgar con el anular. Luego traer a la memoria algún acto noble que hayamos realizado.
  • Cuarta y última imagen mental. Finalmente se juntan el pulgar y el meñique. Después se debe recordar a alguien a quien se ame o se haya amado de verdad.
  • ► Este ejercicio es útil en esos momentos en que hay muchos reproches o falta de confianza en nosotros mismos. Es muy eficaz tanto para encontrar un equilibrio en el momento como para incrementar la autoestima a largo plazo. Recuerda que, sin importar las circunstancias, siempre podemos cambiar y aprender a ser más felices.

Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 26 de mayo de 2018

Tu cuerpo puede autocurarse

►  “No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”
Gabriel García Márquez

No tiene nada de milagroso o esotérico. Tampoco tiene que ver con creencias populares sin fundamento. En realidad, es un hecho científico que el cuerpo tiene mecanismos para curarse, sin la intervención de medicamentos.
No se trata de un descubrimiento tan novedoso como pudiera suponerse. El propio Hipócrates, considerado padre de la medicina, ideó varios tratamientos terapéuticos que partían del principio de que el cuerpo dispone de las armas necesarias para autocurarse. Según sus postulados, el médico solo debe facilitar esos procesos, pero no intervenir directamente en ellos.
Actualmente la medicina, especialmente en el enfoque conocido como “alternativo” o “complementario”, cada vez recurre más a ese principio.
Sin embargo, el asunto no es tan simple como contraer una enfermedad y sentarse a esperar a que se cure por sí sola.

El concepto de enfermedad

La idea de que el cuerpo puede curarse a sí mismo está estrechamente ligada con el concepto de enfermedad. No todos los enfoques de la medicina la conciben de la misma manera.
La medicina alopática tradicional, por ejemplo, plantea que la enfermedad es una alteración en las funciones normales del organismo. En palabras de la Organización Mundial de la Salud: “Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y unos signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”
Desde ese punto de vista, la actuación del médico debe ir encaminada a restablecer el buen funcionamiento del organismo. Para ello se valen, principalmente, de la quimioterapia, o utilización de químicos con fines terapéuticos.
Los enfoques más alternativos ven el panorama de forma diferente. La enfermedad aparece allí como la expresión de un desequilibrio entre el organismo y el entorno con el que entra en contacto (esto incluye alimentación, estilo de vida y todo proceso de intercambio entre el organismo y el medio).
Por lo tanto, el propósito de la cura no es lograr que desaparezca la enfermedad como tal, sino que se restablezca el equilibrio perdido. Se parte de la idea de que las emociones juegan un papel fundamental en el proceso de curación; por lo tanto, todo tratamiento debe apuntar tanto a la mente como al cuerpo. Si la mente sana, el cuerpo también sanará.

La homeostasis

Todos los organismos vivientes están dotados de un mecanismo que les permite restablecer el equilibrio: la homeostasis. Esta propiedad hace posible que el cuerpo logre una autorregulación, de manera que la vida se afecte mínimamente como consecuencia de los cambios en el mundo exterior. Es pocas palabras, es una respuesta adaptativa.
Cada órgano debe ser capaz de contribuir al proceso homeostático para poder mantener la vida y la buena salud. Biológicamente venimos equipados para que eso suceda.
Cuando esto no ocurre, un médico tradicional buscará que el equilibrio se restablezca mediante la acción de un agente externo. Un médico alternativo tratará de que el órgano que falla recupere su capacidad para aportar en el equilibrio general.

¿Cómo nos autocuramos?

La salud y la enfermedad dependen en gran medida del estado emocional. Esto se puede explicar de manera sencilla.
Todos los órganos del cuerpo están inervados, es decir, tienen nervios. A la vez, se hallan conectados con el sistema nervioso central o, en otras palabras, son influidos en mayor o menor medida por el cerebro.
Si tienes ira, por ejemplo, se producirán una serie de efectos sobre tu organismo: aumento del ritmo cardiaco, tensión muscular, etc. Cuando el enojo se vuelve frecuente, el cambio fisiológico comenzará a afectar todos los órganos involucrados con ese sentimiento. Así que, probablemente, en algún punto puedes desarrollar una enfermedad en ellos.
Lo mismo ocurre con todas las emociones y sentimientos. No hay forma de que los experimentes solamente como algo subjetivo, sino que todos ellos cambian de una u otra manera la fisiología de tu cuerpo.
De esta manera, el cuerpo llega a enfermar por la acción de los sentimientos o emociones autodestructivas. Pero así mismo puede curarse, si se trabaja sobre esos elementos subjetivos que dan lugar a un funcionamiento inadecuado de los órganos.
En el caso de las enfermedades crónicas, resulta muy importante indagar por las fuentes emocionales del malestar. La respuesta puede estar en tu mente y no en las toneladas de medicamentos que a veces nos obligamos a tomar.

Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com
Imagen cortesía de Martinez Codina