lunes, 14 de mayo de 2018

Cuando aprendes a quererte, ya no estás para cualquiera

La mayoría de nosotros afirma quererse, amarse y respetarse, otros, ni siquiera consideran cuestionárselo, pero son nuestras acciones y decisiones las que terminan por reflejar el grado de aprecio y valor que nos damos a nosotros mismos.
Muchas veces nuestras relaciones resultan la muestra perfecta de nuestro sistema de valoración. Las personas con las que nos relacionamos, con las cuales nos identificamos y a quienes nos resulta sencillo hacer parte de nuestra vida por períodos de tiempo importantes, se comportan con nosotros como nosotros mismos lo hacemos.
Podemos no estar de acuerdo con esto, pero si estamos sometidos a una relación en la cual somos maltratados, ignorados, humillados y aun así encontramos motivos para permanecer, esto es el resultado del trato que nosotros nos damos, las prioridades que establecemos y los límites que ponemos en nuestras relaciones.
Cuando aprendemos a amarnos, no resulta una decisión tan complicada el decidir retirarse de cualquier relación que no nos llene, nos haga sentir mal o desvalorizados. Más bien nos volvemos expertos detectando situaciones de riesgo, que nos expongan a cualquier escenario que afecte nuestra integridad.
El amarnos a nosotros mismos es algo que no podemos delegar, no podemos confiarles a los demás lo que nosotros debemos hacer, porque el amor propio es irremplazable. Podemos tener a muchas personas amándonos, pero nada de ello sustituirá el amor hacia nosotros mismos.
Cuando no nos amamos dependemos de los demás, no somos capaces de nutrirnos nosotros mismos, y estamos permanentemente en la búsqueda de algo o alguien que llene los espacios que creemos están vacíos. No nos sabemos plenos, creemos que necesitamos algún complemento, que algo nos falta. Y nos podemos pasar la vida buscando fuera lo que solo hallaremos dentro.

Cuando no nos hemos amado de manera sana, de manera consistente y poco a poco aprendemos a cuidarnos y a querernos, comienzan a producirse cambios radicales en nosotros mismos, el autoconcepto cambia, los patrones de merecimiento se modifican, nuestra tolerancia cambia y de pronto, ya no es bienvenida en nuestras vidas ninguna persona que venga a perturbarnos, a utilizarnos, a malquerernos.
Y nos damos cuenta de que las relaciones que hemos considerado inadecuadas, no lo eran, solo eran reflejo de lo que creímos merecer y contribuyeron de alguna manera a lo que somos hoy en día y ya no miramos con rencor o dolor nuestras relaciones, sino con agradecimiento. Ahora sentimos la seguridad de relacionarnos con personas que sumen, que nos nutran, que puedan darnos al menos lo que nosotros mismos nos damos y desde allí todo es ganancia.
Sara Espejo. Rincón del Tibet
Vía: http://paradigmaterrestre.com

domingo, 13 de mayo de 2018

Interocepción: El arte de habitar nuestro cuerpo


Algunos lo han catalogado como nuestro “sexto sentido”, y no andan desacertados. Es tan importante poder escuchar y sentir lo que ocurre a nuestro alrededor como lo que pasa en nuestro interior. Escuchar y atender las señales que nos envía el cuerpo no solo nos ayuda a vivir mejor sino que también nos da la voz de alarma cuando algo va mal. 

¿Qué es la interocepción?


Interocepción significa, literalmente, "percepción interna" del cuerpo. Es la capacidad para conectarnos con las diferentes sensaciones internas, para “escuchar” nuestro cuerpo. En práctica, implica ser conscientes de las sensaciones que se generan en los músculos, la piel, los órganos y los huesos y darles un sentido. Se trata de una capacidad muy importante para nuestro bienestar, tanto físico como psicológico.

Interocepción: Cuidarnos mejor y ser más empáticos


Los médicos coinciden en que las personas que han desarrollado un buen nivel de interocepción suelen ser más saludables ya que se cuidan mucho más. Para detener a tiempo un infarto cardíaco, por ejemplo, es fundamental reconocer los pródromos (las sensaciones que anteceden al cuadro agudo), de manera que este se pueda detener a tiempo. Si una persona no tiene una buena interocepción, no podrá captar ni comprender esas sensaciones, por lo que su vida correrá más peligro. Por tanto, sentir las señales que vienen de nuestro cuerpo y aprender a darles un sentido puede ayudarnos a atajar diversas enfermedades a tiempo.

Sin embargo, los efectos de la interocepción no se limitan a nuestra salud física. Los neurocientíficos no tienen dudas de que los estados fisiológicos juegan un papel importante en las experiencias afectivas, por lo que cada vez existen más estudios que relacionan este "sexto sentido" con la empatía y el altruismo. 
Así lo comprobaron, investigadores de la Universidad de Keiō, quienes analizaron diferentes parámetros de los estados fisiológicos mientras las personas realizaban tareas de contenido neutro o relacionadas con la empatía. Descubrieron que, en efecto, la retroalimentación aferente de la actividad visceral contribuye a realizar inferencias sobre el estado afectivo de los demás y actuar en consecuencia. En palabras sencillas: la interocepción nos permite ser más empáticos.

Otro estudio realizado en la Universidad de Londres descubrió que las personas que eran más precisas estimando los latidos de su corazón sin tomarse el pulso, una medida que se utiliza como indicador de la interocepción, también eran mejores detectando los estados emocionales de los demás, sobre todo aquellos transmitidos a través de los movimientos corporales.

Investigadores de la Universidad de Estocolmo también comprobaron que las personas que han desarrollado de manera natural su sentido de la interocepción son más altruistas y generosas. Sin embargo, apuntan que mejorar ese “sexto sentido” en el laboratorio no genera cambios en el comportamiento. ¿Qué significa esto? Que algunas personas tienen una habilidad especial para “escuchar su corazón” y conectar con los demás.

El lado oscuro de la interocepción


Hay personas que tienen un "exceso" de interocepción, lo cual las expone a un riesgo mayor de desarrollar trastornos de ansiedad e hipocondría. El problema es que si no sabemos lidiar bien con esas señales internas, corremos el riesgo de percibirlas como alarmantes y reaccionar con miedo y ansiedad. 

De cierta forma, este es el mecanismo que se esconde detrás de los ataques de pánico. Cuando una persona ha tenido manifestaciones somáticas muy desagradables, es probable que luego desarrolle una actitud hípervigilante; es decir, que se centre de manera obsesiva en las señales fisiológicas, lo cual le puede llevar a confundir sensaciones corporales complemente normales con los signos del ataque de pánico. Así, la interocepción se encuentra en la base del “miedo al miedo”.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Nápoles desveló que existe una relación entre la conciencia de las sensaciones corporales y los trastornos somatomorfes (como la hipocondría y la somatización). Sin embargo, estos investigadores también apuntan que el problema no se halla en el nivel de interocepción sino en la tendencia de las personas a malinterpretar y amplificar las sensaciones corporales. Es decir, el problema no es la percepción de los estados internos sino el significado que les atribuimos.

Mindfulness: La vía para desarrollar una interocepción sana


La práctica del mindfulness es muy beneficiosa para desarrollar una interocepción saludable. La clave radica en que la meditación mindfulness, así como la meditación vipassana, nos permiten prestar atención a las sensaciones físicas, de manera que desarrollemos nuestra capacidad para reconocer lo que nos está ocurriendo, pero también nos enseña a no reaccionar ante esas sensaciones y aprender a controlar aquellas que nos resultan desagradables o incluso dolorosas. 

Las Neurociencias ya han comprobado la eficacia de esta técnica. Hace poco, un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Toronto recurrieron a las imágenes de resonancia magnética funcional para examinar la capacidad de las personas para acceder a las representaciones interoceptivas, comparando a un grupo que había recibido un entrenamiento en meditación mindfulness con otro grupo que nunca había practicado esta técnica.

Apreciaron que, efectivamente, algunas zonas del cerebro de las personas que practicaban la meditación mindfulness, entre ellas la ínsula (vinculada con los estados viscerales emocionales) y la corteza prefrontal dorsomedial (relacionada con la conciencia de “sí mismo”) se reorganizaban para permitir la conjugación de las experiencias sensoriales del medio con las experiencias sensoriales internas. 

Por tanto, el mindfulness no es simplemente una técnica para amplificar y concientizar lo que ocurre en nuestro cuerpo sino que también nos permite “domar” la mente, de manera que no reaccione de manera exagerada ante esas sensaciones. En otras palabras: nos ayuda a conectarnos con nuestro cuerpo desde la ecuanimidad y a integrar las experiencias externas con las internas. 

Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Piech, R. M. et. Al. (2017) People with higher interoceptive sensitivity are more altruistic, but improving interoception does not increase altruism. Scientific Reports; 7: 15652.
Christensen, J. F. et. Al. (2017) I can feel my heartbeat: Dancers have increased interoceptive accuracy. Psychophysiology; doi: 10.1111/psyp.13008. 
Longarzo, M. et. Al. (2015) The relationships between interoception and alexithymic trait. The Self-Awareness Questionnaire in healthy subjects. Front Psychol; 6: 1149.
Farb, N. et. Al. (2013) Mindfulness meditation training alters cortical representations of interoceptive attention. Soc Cogn Affect Neurosci; 8(1): 15–26.
Fukushima, H. et. Al. (2011) Association between interoception and empathy: evidence from heartbeat-evoked brain potential. Int J Psychophysiol; 79(2): 259-265.

sábado, 12 de mayo de 2018

Las cinco reglas de la felicidad, de acuerdo al Budismo Tibetano



El Budismo, como muchos conocen, más allá de ser una religión, es una filosofía, que cualquier persona interesarse en explorar o sumergirse en el mundo espiritual, puede tomar de guía.
Las reglas de la felicidad están asociadas con los llamados venenos del budismo, todas ellas se entrelazan entre sí y nos hablan especialmente de las cosas de las cuales debemos liberarnos y cuáles debemos hacer parte de nuestras vidas.

Libera tu corazón del odio: El odio es uno de los peores sentimientos que podemos albergar en nuestro corazón, nos hace daño a nosotros mismos, además de impulsarnos a dañar a otros. El odio no nos permite avanzar, nos limita y nos nubla el buen criterio que podamos tener al momento de toar decisiones.
Libera tu mente de preocupaciones: Nada ganamos con preocuparnos, pero en el proceso perdemos lo más importante: nuestra paz, el hecho de agobiarnos planteándonos escenarios que no van a ocurrir, nos coloca en una posición de debilidad, donde la claridad no estará presente y los mecanismos de resolución de conflictos se distanciarán de nosotros. Cada momento de tu vida que le dediques a preocuparte le estará dando más fuerzas a aquello que justamente te preocupa, seguirás manifestando en tu vida más de lo mismo, porque justamente a lo que te resistes persiste. Mientras menos mente esté sobre lo que roba tu paz, más pronto las cosas cambiarán para mejor.

Libera tu corazón del orgullo, usando el antídoto de la humildad: La humildad es la conducta que nos permite perdonar, aceptar nuestros errores y ver de forma compasiva al otro, sin juzgar, solo entendiendo que cada uno de nosotros está en medio de su proceso evolutivo y que más de una vez nos equivocaremos, más de una vez lastimaremos a alguien, más de una vez tomaremos caminos que creeremos son incorrectos, así como podemos vernos afectados por las decisiones y acciones de otros. Deja atrás el orgullo y adopta la humildad en tu vida.
Abre tu corazón a la generosidad y di no al egoísmo: El egoísmo no debe confundirse con el amor propio, ciertamente debemos amarnos y cuidarnos, sin embargo, siempre debemos aportar nuestro grano de arena, debemos encontrar la satisfacción al dar, al compartir, al reconocer en el otro sus éxitos y sus esfuerzos. El dar nos ensancha el corazón, nos hace agradecer que por poco o mucho que tengamos, poseemos la grandeza y la oportunidad de dar.

Acepta más, espera menos:  Aprender a aceptar lo que nos ocurre, no significa resignarnos a algo, significa adoptar una conducta que nos afectará mucho menos y nos permitirá aprender de cada experiencia, fluyendo con cada uno de nuestros procesos. Al no esperar nada, eliminamos la potencial frustración de que las cosas no resulten como pensábamos, trabajemos cada día confiados en que estamos dando lo mejor de nosotros y con esa siembra lo que obtendremos será de esa manera.
Adóptalas para ti y sintoniza con tu felicidad.

Sara Espejo 
https://rincondeltibet.com