viernes, 27 de abril de 2018

¿QUÉ HACER FRENTE AL ABANDONO?


Pelear la vida. A regañadientes, a las malas, con las uñas, como quieras, pero no hay otra opción. Puedes sentarte a llorar tu mala suerte, a lamentarte de la “injusta” soledad, a sentir lástima por tu aporreado yo y autocompadecerte. O por el contrario, puedes levantar cabeza y aplicar una dosis de racionalidad a tu desajustado corazón.


Si te dejó, si se fue como un soplo, si no le importaste, si te hizo a un lado con tanta facilidad, si no valoró lo que le diste, si apenas le dolió tu dolor, si decidió estar sin tu presencia, ¿no será, y lo digo solo como hipótesis, que no te merece?.
Y si te dejó porque ya no te ama, porque se le agotaron los besos, y hasta la más simple de las caricias se le convirtió en tortura, ¿no será, y lo digo solo como hipótesis, que ya no te ama?
¿Y no será, que si fue cruel o se le terminó el amor, ya no tiene sentido insistir en resolver lo que ya está resuelto? ¿No será que hay que quemar las naves, cerrar el capítulo y dirigir la atención a otra parte? No se trata de no sufrir, sino de darle al sufrimiento un giro y elaborar el duelo (resignarse a la pérdida). No preocuparse por lo que podría haber sido y no fue, sino por que es.
Lo curioso del despecho es que los que han sido abandonados, casi siempre terminan por autocastigarse: “Si la persona que amo no me quiere, no merezco el amor” o “Si la persona que dice quererme me deja, definitivamente no soy querible”. La consecuencia de esta manera de pensar es nefasta. El comportamiento se acopla a la distorsión y el sujeto intenta confirmar, mediante distintas sanciones, que no merece el amor. Veamos cuatro formas típicas de autocastigarse que utilizan los “abandonados”:
1. Estancamiento motivacional: “No merezco ser feliz, entonces elimino de mi vida todo lo que me produzca placer” (autocastigo motivacional)

2. Aislamiento afectivo: “No merezco a nadie que me quiera. Cuánto más me guste alguien, más lo alejo de mi lado” (autocastigo afectivo)

3. Reincidencia afectiva negativa: Buscar nuevas compañías similares a la persona que nos hizo o todavía nos hace sufrir (profecía autocastigante)

4. Promiscuidad autocastigadora: Entregarse al mejor postor, “prostituirse” socialmente o dejar que hagan de uno lo que quieran (autocastigo moral)
Me pregunto, ¿Y no será que de pronto no eres tan culpable como crees, y que no haya ni buenos ni malos, vencedores y vencidos?
Ahora que te dejó, hay que comenzar a vivir de otra manera. Retomar lo bueno que tenías olvidado y arrancar. Todos somos capaces de recuperarnos del fracaso afectivo. Al principio duele hasta el alma, pero al cabo de un tiempo, si eliminamos el autocastigo, la mente empieza reponerse.
Piensa en las pérdidas que has tenido anteriormente en tu vida, y cómo ahora, no te producen ni rasquiña. Es muy probable que dentro de un tiempo, esta última decepción, la que ahora estás padeciendo, quede reducida a un recuerdo insípido y descolorido.

Y mientras tanto, te toca sobrevivir. Evitar caer en los puntos a, b, c y d. Rodearte de amigos y amigas de verdad, porque la amistad cura. También puedes acceder a la vida espiritual que tenías abandonada, y no me refiero a encerrarte en un templo, sino revisar tu sentido de vida. Las crisis activan la auto-observación y nos obligan a mirarnos desde una óptica nueva.
Siempre habrá alguien, testarudo y persistente, que nos quiera a pesar de todo. A esta hora, en algún lugar de la ciudad, hay una persona desconocida que aún no conoces, dispuesta a contagiarte de amor, que pronto entrará a tu vida. Es solo cuestión de tiempo.

Walter Riso
http://www.walter-riso.com

jueves, 26 de abril de 2018

La fidelidad es propia de los más inteligentes


Rodolfo Llinás es un neurocientífico colombiano que ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio del cerebro. Dirigió el programa NEUROLAB de la NASA y actualmente es director del departamento de psicología y neurociencias de la Universidad de Nueva York. Hace un tiempo dio una entrevista en la que sorprendió por el mapa que trazó con los conceptos de fidelidad, amor y felicidad.
Sus declaraciones prueban, desde el punto de vista neurológico, lo que muchos intuían por sentido común, experiencia u observación del comportamiento. Afirma que el cerebro es un sistema cerrado, que solamente es “perforado” por los sentimientos. Indica que su funcionamiento guarda cierta analogía con el de un ordenador, con la diferencia de que el cerebro tiene plasticidad y creatividad: se modifica, se nutre y cambia.
► La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella.
                                                                   Goethe  

Según sus extensos y profundos estudios sobre el cerebro, concluye que la estructura intelectual está basada en la emocional. Primero es la emoción y luego la razón. Nos formamos las ideas del mundo no tanto a partir de razonamientos, sino de lo que sentimos. El amor tiene un lugar destacado y la fidelidad es propia de los más inteligentessegún sus palabras.

La fidelidad y la inteligencia

Rodolfo Llinás indica que el área emocional del cerebro es una de las más antiguas. Fue una de las primeras en desarrollarse. Según sus palabras, “es el cerebro truhán, el de los reptiles, donde no existen más que patrones de acción fijos. Por eso ellos se acercan o se van si quieren comida; atacan si quieren defenderse, y tienen sexo si quieren reproducirse”.
El amor tiene su origen en la misma área, pero implica unas funciones fisiológicas diferentes. El amor, dice Llinás, es como una golosina. Y quien está enamorado se vuelve goloso. Desea tener más y más amor de la persona a la que ama. Agrega además que “nadie se muere por exceso de amor”.
El amor, señala el científico, no es como hacer gimnasia, sino como bailar, desde el punto de vista fisiológico. Frente al llamado “amor eterno” dice: “Ese es de inteligentes, que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como la mano de uno; cuidarla es mi responsabilidad, y viceversa. Saber que no habrá una puñalada trapera es la norma”.
La fidelidad contribuye a no desgastar energía emocional o intelectual innecesariamente. El ser humano, cuanto más inteligente, más orientado está hacia las grandes preocupaciones de la humanidad, deja de lado las situaciones que inestabilizan su vida o emplea energía para acciones más complejas.
Por todo ello, Llinás concluye que el amor eterno es un baile infinito de neuronas entre dos personas inteligentes.

Estudios sobre inteligencia y fidelidad

Rodolfo Llinás no es el único que ha hablado de la relación entre inteligencia y fidelidad. Un estudio dirigido por Satoshi Kanazawa, especialista en psicología evolutiva, llegó a una conclusión similar. En su investigación señaló que los hombres con coeficientes intelectuales más altos (superiores a 106) valoran más la fidelidad en pareja. En las mujeres es diferente: todas la valoran, sin que esto guarde relación con su nivel de inteligencia.
El estudio indica que la monogamia es una fase superior de la evolución humana. En principio, el humano está estrechamente ligado al comportamiento instintivo del mamífero. Esto le inclina a la poligamia. Pero, tanto en la historia de la humanidad como en la individual de cada hombre, la monogamia parece implicar un nivel superior de evolución.
Verdaderamente, la infidelidad tiene como condición tener mucho tiempo libre y mucha disposición emocional para el conflicto. Cuando una buena parte de nuestro tiempo está ocupado es más complicado gastar parte de él en las intrigas y las estrategias asociadas a la infidelidad. Tampoco se dispone de tanta energía emocional como para pagar el precio de actuar a escondidas, evitando ser pillados y manteniendo una fachada falsa.
Resulta mucho más inteligente establecer una relación y refinarla que ir saltando de relación en relación. La monogamia trae grandes satisfacciones, no es un sacrificio. Como toda situación humana con valor, implica esfuerzos. Sin embargo, es mucho más lo que aporta.
► Si la vida individual se enfoca hacia grandes objetivos, seguro que un compañero o compañera permanente de viaje es un gran tesoro. Y al contrario, si la vida se enfoca a lo banal, una relación estable entorpece esa futilidad e intrascendencia.


Edith Sánchez
Imágenes cortesía de Leonid Afremov
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 25 de abril de 2018

Dejá de temerle al FUTURO



Resulta inútil temerle al futuro, porque se trata de algo incierto. El presente es el resultado del pasado y la semilla del futuro. Nos la pasamos preocupados por los últimos dos, sin darnos cuenta de que cuando nos dispongamos a vivir con una mente libre de aquellas limitaciones alimentadas por nuestras creencias pasadas, ya no nos acosarán los miedos futuros. 

Las cosas seguirán ocurriendo pero ahora con la comprensión de que los incidentes son pasajeros y dan lugar a las necesarias experiencias. Así que, para seguir avanzando, una y mil veces debemos repetirnos: “El pasado pasó, el futuro no existe”. 

¡Nunca existe! Se trata de un espacio irreal en los confines de una mente que necesita escapar a la responsabilidad de crecer y de cambiar, para sumergirse en el único momento que vale, el “ya mismo”. 

También se requiere firmeza. 

El cambio de vida que deseamos conseguir sólo puede suceder en un instante de firmeza, acompañado por la responsabilidad necesaria. 

La firmeza y la responsabilidad nos permiten liberarnos del sufrimiento, la ansiedad y la neurosis de un futuro desde el presente, sin imaginarnos realidades temerosas que nos tiren abajo en un instante. 

►¿Cómo evitar divagar con porvenires amenazadores? Sencillo: comprendiendo que la causa de nuestros problemas no son los demás ni el mundo de afuera sino la propia mente. Mientras respiremos, la mente vendrá para llevarnos al pasado o al futuro

¿Futuro? Exacto; cuando hay temor, la mente querrá trasladarnos hacia él, con su equipaje de miedos, dudas, deseos por cumplir, apego a los resultados, expectativas de esperanza y fantasmas apocalípticos. 

El futuro todavía no ha ocurrido, por lo tanto es absolutamente irreal. ¿Cuál es el único momento con el que contamos? El presente. ¿Y en cuál planificamos un futuro? Ahora, en el instante actual. ¿Puedo cambiar lo que viene o traerlo a mi experiencia? No. 

La mente lo entiende perfectamente y sabe que nosotros, convencidos desde el intelecto y el discernimiento, nos encontramos en condiciones de romper las cadenas que nos mantienen prisioneros del futuro, para apuntar al divino presente: el único momento que experimentamos en la tercera dimensión que habitamos. 



Claudio María Domínguez
https://www.larevistadeclaudio.com.ar