martes, 24 de abril de 2018

“¿Cómo estás?”, esa frase que a todos nos gusta escuchar

Un “¿cómo estás”? acompañado por una sonrisa sincera y una mirada que acoge esperando nuestra respuesta es terapéutico y reconforta. Porque a veces no hace falta más, porque en ocasiones bastan esas dos palabras mágicas para sentir que estamos a salvo, vinculados a alguien significativo y acogidos con los cinco sentidos del corazónpara entender que pase lo que pase, todo va a ir bien.
La psicología evolutiva, por curioso que parezca, tiene mucho que decir en este mismo tema. Dentro de esta perspectiva se defiende la idea de que el ser humano desarrolló su inteligencia social al promover el cuidado y protección de los miembros del grupo y al rechazar al cazador o recolector que iba “por libre”, al individuo que no cooperaba, que miraba únicamente por el propio beneficio renegando o no apoyando a sus semejantes.
   ► El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado, reconocido y valorado.
                                                               William James

Las múltiples pruebas arqueológicas y etnográficas nos demuestran también que en los inicios de nuestra agricultura la cooperación pacífica y el altruismo era habitual, y que gracias a ello, pudimos sin duda avanzar como especie. Asimismo, también existen evidencias de que los neandertales cuidaban de sus ancianos con delicada atención. Los honraban sin esperar nada a cambio, y más tarde realizaban ceremonias de enterramiento demostrando un claro simbolismo emocional y religioso.
Todo ello viene a demostrarnos claramente que preocuparnos por los demás, atenderlos, cuidarlos… es posiblemente lo que más dignifica a una especie determinada, a un grupo social. Aún más, toda conducta orientada a proporcionar alivio, apoyo o atención revierte de forma positiva en nuestro bienestar físico y psicológico, nos ayuda a sobrevivir, a conectar los unos con los otros de manera trascendente y significativa.
Por ello, un “¿cómo estás?” enunciado de forma sincera o escrito incluso a través de un mensaje de Whats App, puede hacer muchísimo más de lo que podemos creer en un primer momento…

Estoy aquí para ayudarte, estoy aquí para ti y no voy a pedirte nada a cambio

David Graeber es un conocido antropólogo que ha adquirido notable fama por su activismo social. Una de sus teorías más recurrentes es aquella donde focaliza su visión crítica sobre el modo en que el dinero y la economía está destruyendo por completo nuestro altruismo primigenio, nuestro “gen” por favorecer la cohesión, por fomentar esa unión esencial entre los grupos humanos con la que preservar nuestra supervivencia, nuestro bienestar y la armonía.
Para justificar esta idea Graeber nos habla de los Inuit de Groenlandia o de los iroqueses. Explica que en estas comunidades existió siempre no solo una preocupación sincera de los unos por los otros, sino que además, no se concebía la idea del pago de un favor o incluso la obligación de devolverlo. Tal y como dicen los Inuit “en nuestro país somos humanos y nos preocupamos los unos por los otros. Si alguien necesita unos zapatos, solo tiene que pedirlos. Si un cazador no ha tenido un buen día, sus vecinos compartirán con él parte de su comida.
Como vemos, tanto en el pasado como en algunos pequeños resquicios de nuestro presente, hay grupos de personas que basan todas sus interacciones en el altruismo y en un interés intrínseco, auténtico y constante por ese ser humano que al igual que yo, pasa sus dificultades, sus necesidades, que atraviesa sus miedos, sus hambres, sus soledades… Hay por tanto una voluntad sincera por alzar el rostro más allá de la pequeña isla del ego para sortear las fronteras individuales y apreciar así al otro como parte de uno mismo.
Algo que sin duda, deberíamos poner más en práctica en nuestras sociedades avanzadas y aparentemente, “aventajadas”.

Un “¿Cómo estás”? terapéutico, el que va más allá de los formalismos

Admitámoslo, en el día a día la expresión más recurrente en ese nuestro lenguaje cordial es el clásico “¿cómo estás?, ¿qué tal todo?”. Lo dejamos ir sin esperar respuesta, como entradilla al diálogo y donde rara vez esperamos que la otra persona se sincere, porque apenas dejamos tiempo de respuesta o porque sencillamente, preferimos los formalismos a la sinceridad, la apariencia a la autenticidad emocional.
               ► Sólo quien sabe cuidar lo ajeno puede poseer lo propio.
                                                                    George Gurdjieff
En esta sociedad del envase, como diría Eduardo Galeano, parece que hemos olvidado ese principio de humanidad de los Inuit o de nuestros ancestros más primitivos. Más que unos zapatos, más que una cena o ropa de abrigo, lo que las personas necesitamos es apoyo, consideración, cercanía, interés y atención.
Necesitamos palabras sinceras y personas preocupadas en escucharnos. Queremos que tras un “¿cómo estás?” se dé paso al silencio, a la espera y a esa mirada que nos trasmite la suficiente confianza como para tirar de nosotros, remolcándonos de nuestras escolleras, de nuestros agujeros negros.
Asimismo, cabe decir que no es necesario que nos suceda algo concreto para necesitar ese diálogo terapéutico capaz de favorecer el desahogo emocional. La mayor parte de las veces ese “¿cómo estás?” nos alegra el día, nos hace sentirnos parte de alguien, partícipes de un vínculo, piezas relucientes de un engranaje con el que la vida adquiere mayor sentido, mayor autenticidad.
No descuidemos pues a los nuestros, no caigamos en los meros formalismos y practiquemos el arte de la consideración, el reconocimiento y la reciprocidad. Practiquemos el “cómo estás” a diario preocupándonos realmente por el bienestar de las personas que nos son significativas.

Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de Clare Elssaeser
https://lamenteesmaravillosa.com

lunes, 23 de abril de 2018

6 PASOS PARA CUMPLIR TUS PROPÓSITOS TODO EL AÑO A TRAVÉS DE LA NEUROPLASTICIDAD



La historia es bien conocida por todos: llega el Año Nuevo, escribes tus resoluciones, las ves pasando por tu pantalla mental, te sientes inspirado y juras que este año sí lograrás cumplir tus propósitos. Luego llega la siguiente Navidad y te das cuenta de que no fuiste al gimnasio ni comiste más sano, no dejaste de fumar, no escribiste la tesis ni pasaste más tiempo con tu familia. Entonces, un sentimiento de depresión se instala como una incómoda cobija mojada a tu alrededor. Lo peor de todo es sentir que es difícil lograr tus objetivos y dudar de tu capacidad de hacerlo. La cuestión es que cumplir un objetivo no sólo se trata de disciplina, se trata de entender cómo funciona el cerebro humano, para poder trabajar con él en pos de tus metas. 

De acuerdo con el doctor Joseph, Shrand, instructor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, el autocontrol es un deseo racional, lo que quiere decir que habita en la parte frontal del cerebro. Esta es una sección que evolucionó posteriormente, de tal manera que puede verse sometida por los instintos de sobrevivencia. Además el placer reside en la parte más primitiva del cuerpo, esa parte que ha pasado siglos aprendiendo a recompensarnos con dopamina cuando satisfacemos nuestros instintos. El propósito evolutivo de este mecanismo es apoyar esos deseos que protegen nuestra vida o la prolongan, como comer o tener sexo. Sin embargo, también implica que podemos obtener esa dopamina dándole lo que quiere, ya sea un pedazo de chocolate, saliendo de compras a gastar dinero que quizá no tenemos o encendiendo un cigarro.

Así que cuando nos planteamos un cambio de hábito como propósito de Año Nuevo, necesitamos comprender que en realidad esto se trata de volver a programar nuestro cerebro, es decir, que implica crear nuevos caminos neuronales en lugar de usar los que ya están fuertemente establecidos. Igualmente es importante tener en cuenta que aunque esto suene muy complicado, en realidad la neuroplasticidad es algo que tenemos todos los seres humanos; nos da la capacidad de aprender cosas nuevas, recuperarnos después de una lesión cerebral y transformarnos a lo largo de nuestras vidas. 


1. Concéntrate en una cosa a la vez
Quizá quieras lograr varias cosas, pero lo mejor es que te concentres en una a la vez. Recuerda que tienes todo el año. No esperes cambiar por completo de vida de un día para otro en enero. Ve paso a paso. 

2. Detecta tus detonadores
Lo primero es darte cuenta de qué cosas detonan tu hábito. Quizá sientes ansiedad cuando te llega un mensaje al celular o piensas en escribir tu tesis pero te gana el hábito de ponerte a ver series. A lo mejor te dan ganas de comer chocolate siempre que pasas frente a la panadería. Si detectas que algo desencadena tu deseo puedes empezar a tomar decisiones conscientes y cambiar de estrategia. Quizá tomes una nueva ruta para no pasar frente a la panadería o escribirás en una biblioteca tu tesis en lugar de en casa donde tienes la televisión cerca, el punto es que empieces a buscar opciones para cambiar. 

3. Afirma tus decisiones conscientemente
La neuroplasticidad requiere de un deseo consciente ya que a través de nuestros pensamientos es como programamos nuestra mente, así que utiliza tu voluntad para afirmar que sí quieres comer ensalada, que sí quieres escribir otra página de tu tesis, que no necesitas encender ese cigarro. 

4. Disfruta
Como regla general las neuronas que se disparan juntas crean relaciones, es decir, se unen para formar caminos neuronales. Una de las mejores formas de cambiar un hábito es disfrutándolo, así que procura divertirte. Festeja ese capítulo nuevo de tu tesis, esa ensalada que comiste hoy en lugar de optar por comida chatarra, etcétera. 

5. Visualiza
Puede parecerte increíble, pero visualizar que haces una actividad es percibido por tu cerebro de una forma muy parecida a efectivamente realizar la acción. Es por eso que la visualización es algo que practican los deportistas profesionales. Tú también puedes hacerlo: mírate cruzando la meta de esa carrera de 5 kilómetros, pasando tu examen doctoral, probando esa nueva receta de comida sana. 

6. Recuerda que nunca es tarde
Si súbitamente te das cuenta de que ya es la mitad del año y aún no cumples tu propósito, no te desesperes. Nunca es tarde para comenzar. Puedes hacerlo hoy mismo. 


                                                                                                       https://www.harmonia.la


                                                                          Con información de Web MD y DIY Genius

domingo, 22 de abril de 2018

Para funcionar bien, el cerebro necesita desconectarse

El neurocientífico Facundo Manes advirtió que es necesario “no hacer nada” y hasta aburrirse, para contribuir a la salud de la mente.  El desafío intelectual, la vida social, dormir bien, ejercitarse y evitar el estrés.


El cerebro humano es la estructura más compleja del Universo, tiene más neuronas que las estrellas que existen en la galaxia, y todo lo que hacemos y nos define, depende de él. Así describe el neurocientífico Facundo Manes al órgano más fascinante del que disponen las personas, cuyo funcionamiento se dedica a investigar, pero también a difundir con tanto entusiasmo como claridad, en la convicción de que desentrañar las claves de nuestra mente nos ayuda a vivir mejor como individuos y como sociedad.

De visita en Córdoba para dar una charla sobre “El desarrollo personal y social” en el marco del ciclo Pensar el cerebro, Manes –director del Instituto de Neurociencia de la Fundación Favaloro– explicó qué hay que hacer para mantener la mente sana, y cómo la afectan dos males de este tiempo: multitarea e hiperconectividad.

¿Por qué es importante pensar el cerebro? 

–Por muchísimo tiempo no pensamos el cerebro, ya que por millones de años la especie humana se dedicó básicamente a proteger el territorio, conseguir alimento y cuidar a los suyos. Recién mucho después empezamos a pensar quiénes somos, para qué estamos, e inclusive qué nos hace humanos. Y ahí nos dimos cuenta de que todo lo que hacemos lo hacemos con el cerebro, y de que todo lo que somos depende del cerebro, y eso fue de alguna manera el motor en las investigaciones en neurociencias. De hecho, una pequeña lesión cerebral en un área estratégica nos puede llevar a perder la memoria, la identidad, la capacidad de hablar, o a cambiar la personalidad. Por eso co­nocer el cerebro es importante porque nos va a ayudar a comprender quiénes somos y a mejorar el aprendizaje, el trabajo en equipo y el desarrollo.

¿Qué puede hacer una persona para aprovechar al máximo su capacidad?

–No es una sola cosa sino varias las que hay que hacer para proteger al cerebro. Lo primero, cuidar que la glucemia y el colesterol estén en valores normales y evitar el sobrepeso.

Todo lo que ayuda al ­corazón le sirve al cerebro, entonces.

–Exactamente. Al cerebro también le hace bien el ejercicio físico, que además de ayudar al sistema vascular, genera nuevas conexiones neuronales, y es un buen ansiolítico y un buen antidepresivo. Y a su vez, hay que sumar el desafío intelectual, que es hacer algo que nos cueste: aprender un idioma, algo nuevo. Otro factor es la vida social, porque estar conectado con otra gente es muy impor­tante para el cerebro porque im­plica estímulos diferentesY la otra cosa es combatir el estrés crónico, que afecta al cuerpo y a la mente, y dormir bien, porque el sueño es salud. O sea que para que el cerebro funcione bien, hay que tener un sueño reparadorHoy disponemos de datos de que la gente que no duerme bien tiene más riesgo de sufrir Alzheimer. Eso implica dormir las horas necesarias, aparte de relajarse, porque hoy, además, mucha gente se va a la cama con la oficina a cuestas: el celular, el iPad , el teléfono.

¿Cómo impactan el mul­titasking y la hiperconecti­vidad?

–La multitarea disminuye el rendimiento cognitivo. Mucha gente se confunde al pensar que haciendo muchas cosas al mismo tiempo va a ser más pro­ductivo, y es al revés. Ese es un mito que hay que erradicar porque el cerebro funciona mejor cuando se hace una cosa por vez. Un ejemplo que suelo dar 
es el de Franz Kafka, que era famoso por escribir un texto 
en pocas horas. Imagínalo hoy tratando de escribir rodeado 
de internet, noticias on line , y alarmas de twitter, Facebook y WhatsApp…

¿Qué efecto tiene entonces la tendencia a estar hiperconectados todo el día, todos los días? 

–La tecnología es fantástica, soy un enamorado de la tecnología moderna que nos facilita un montón de cosas. Además, el avance tecnológico es inevitable y hay que aprovecharlo, pero también tenemos que ser cuidadosos. Y esto implica estar desconectados de la tecnología una parte del tiempo que estamos despiertos, porque eso es muy importante para el cerebro.

¿Por qué? 

–Porque cuando está desconectado, cuando “no estamos haciendo nada” el cerebro trabaja muchísimo, y ese tiempo es clave para que procese la información que adquirió cuando estaba atento. Necesitamos desconectarnos de la tecnología para ser introspectivos, para poder pensar, para aburrirnos, para imaginar el futuro. Y sobre todo en el caso de los chicos: tienen que volver a aburrirse, a volver a imaginar, no pueden estar todo el día conectados.

¿En ellos la hiperconexión impacta de una manera diferente?

–No lo sabemos, porque el cerebro recién termina de desarrollarse después de los 20 años, y hay investigaciones aún en curso sobre qué impacto tendría en esa etapa. Pero en cualquier caso hay dos grupos ya sean niños o adultos: uno integrado por quienes ya tienen tendencias obsesivas, compulsivas o ansiosas, en los que se van a disparar más conductas de ese tipo; y otro, de personas que no tienen esas tendencias, a quienes el uso de la tecnología en forma moderada no los va a afectar, sino al contrario, va a ser un facilitador de un montón de cosas.

La última: ¿cuál es hoy, en su opinión, el mayor desafío que plantea el estudio del cerebro? 

–Creo que hemos aprendido ciertos aspectos de su funcionamiento, por ejemplo cómo tomamos decisiones, la memoria, el olvido, el lenguaje, la percepción. Pero todavía no tenemos una teoría general sobre el cerebro, de modo que el mayor desafío es construir una teoría general sobre cómo funciona nuestra mente, que es el órgano que nos hace humanos y que, además, es el único en el Universo que intenta entenderse a sí mismo.

Facundo Manes
Vía: https://sanacionholisticasalamanca.wordpress.com