martes, 17 de abril de 2018

El Trabajo

     ► Un método simple para desarmar creencias que nos hacen infelices.


Byron Katie sufrió una severa depresión después de cumplir los treinta años. A lo largo de diez años, su depresión se profundizó y se pasó cerca de dos años casi incapaz de salir de su cama y obsesionada con la idea del suicidio. 
De repente una mañana, desde las profundidades de la desesperación, tuvo una revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de cómo era («Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían apreciarme») ella sufría, y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. 
Vio que la causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía respecto a ese mundo.
 
En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro esfuerzo por encontrar la felicidad estaba enrevesado: en vez de intentar, inútilmente, cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de cómo «debería» ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables.
 
Katie desarrolló un método de indagación sencillo y, sin embargo, poderoso llamado El Trabajo, que hacía alcanzable esta transformación. Como resultado, una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida le aporta.
Las 4 preguntas:
1.   ¿Es verdad?
2.   ¿Puedes absolutamente saber que eso es verdad?
3.   ¿Cómo reaccionas cuando crees en ese pensamiento?
4.   ¿Quién serías sin ese pensamiento?

 
Su método puede hacerlo uno mismo (con cuaderno y lápiz) o conversando con otra persona.
Podés usar este método cuando identificas una creencia o pensamiento que te causa ansiedad o infelicidad. Algo que para vos es importante, que te problematiza. Por ejemplo: “Mi madre nunca me amó” o “Fulano/a espera que yo resuelva todos sus problemas”.
Con esa creencia te hacés las 4 preguntas y vas respondiendo cada una.
Su trabajo se presenta como una mirada de no-dualismo. Y es más un des-hacer creencias que un agregarse nuevas.
Byron Katie dice:
Si prestas atención advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Debería enseñarse a los niños a comportarse bien», «Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped», «La cola del supermercado debería avanzar más deprisa», «Mi mujer o mi marido debería estar de acuerdo conmigo», «Debería estar más delgada o ser más guapa o tener más éxito».
 
Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
 
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
 
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad». La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».) Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos.

Byron Katie

Información más detallada sobre cómo hacer "El Trabajo":

Traducción y compilación:    Fernanda Caffaro Taboada 
www.caminosalser.com

lunes, 16 de abril de 2018

La sobreexigencia en los niños


Cuando se espera de los niños que sean más que niños, que tengan cierto rendimiento escolar o actitudes sociales, que sean un ejemplo; niños que admiremos nosotros y los otros. Un niño que no moleste lo que hago ni intente cambiarme, que rápido se adapte a lo que ofrezco porque no tengo tiempo de buscar otras opciones, ni tampoco las conozco, o porque creo que lo que hago está bien. No quiero problemas, y si los hay, quiero soluciones rápidas, donde el que cambie sea el otro y yo solo sea el que monitoree las transformaciones.
Se habla mucho hoy de que los niños no tienen voluntad, no se esfuerzan en nada, que nada les interesa, que no son tolerantes, que no les importa aprender, que son indiferentes. Y ¿si se los digo al revés? Estoy descubriendo hoy una gran cantidad de adultos, quizá lamentablemente la mayoría, que no tiene voluntad de búsqueda, no se esfuerzan por transformarse, no son tolerantes ante las manifestaciones diversas, no quieren aprender nada nuevo, eligen la actitud de indiferencia…  

La falta de real atención, interés y responsabilidad de los grandes hacia los niños es un abuso silencioso hacia la infancia.  
La palabra abuso es fuerte, si, pero no he encontrado otra que describa mejor lo que hoy estamos haciendo con los niños. El grande abusa de su poder, abusa por tener mayor edad, abusa de su “conocimiento”, porque en realidad si realmente quisiéramos acompañar a los niños, guiarlos, esto cambiaría ya. 

Si has decidido ser padre, madre, docente, terapeuta, en realidad no estas decidiendo conducir a niños, en el fondo, tu mayor tarea no es esa. Al decidir tomar estos roles, tu mayor compromiso deberá estar orientado a trabajar sobre ti mismo, hacer terapia, buscar herramientas de autoconocimiento, leer mucho, consultar, preguntar, meditar contigo, ser humilde, aprender a escuchar las distintas formas en las que pueden llegar mensajes…
Es contigo la mayor exigencia
La exigencia no tiene que estar orientada hacia el niño, sino hacia uno mismo. Debemos si o si preguntarnos ¿qué hago? ¿qué actitudes tomo? ¿cómo guio o cómo acompaño?
Cuando un padre o madre envía a su hijo a una consulta terapéutica, le pregunto, ¿has pensado antes en dedicarte a hacer un buen proceso terapéutico tú? ¿Quién o quiénes colaboran directamente con la conformación del carácter o conducta del niño? ¿Quién es modelo constante con su forma de ser u obrar?

Es más fácil, con menos exigencia para el adulto, decir "llevaré a mi hijo a una fonoaudióloga, luego tiene turno con la psicóloga, después lo enviaré a hacer refuerzo escolar"… pero, ¿estás seguro de que todo eso, que vendrá de afuera hacia el niño, cambiará las condiciones que generaron determinados comportamientos en él?
Habrá que ser valiente, humilde, sincero, flexible para emprender, de adentro hacia afuera, los cambios necesarios.

Este niño que no presta atención, que es agresivo, que tiene dificultad de aprendizaje o de lenguaje, que se aísla, que es intolerante, ¿cuántas horas descansa por la noche? ¿Cuantas horas de tecnología diarias consume?, ¿Cuántas horas de calidad pasa en familia? ¿Qué alimentos recibe? ¿A qué otros estímulos está expuesto? ¿Cuál es el ritmo diario? ¿Cuáles son los hábitos familiares? ¿Cuáles son las frecuentes reacciones emocionales en las que está inmerso?
Los padres de hoy han decidido llevar adelante una educación sin ninguna exigencia sobre ellos mismos, y toda la exigencia la han volcado sobre los niños. 
Emprender cambios, darle continuidad a una decisión, mantenerse firme, sanar heridas, transformar criterios no es tarea sencilla. Pero es lo que tenemos que asumir nosotros, si decidimos estar a cargo de niños. 

Si tienes un problema con un pequeño, empieza a revisar, aunque duela, aunque no entiendas, todo. Libre de culpa, solo con absoluta responsabilidad y deseo de autosuperación, haz una profunda reflexión e indagación.

Tienes delante la oportunidad de crecimiento, tómalo con alegría, ya que gracias ello no solo saldrás beneficiado tú, sino la personita que está dulcemente acompañándote...

 Nancy Erica Ortiz
www.caminosalser.com

domingo, 15 de abril de 2018

Creer en uno mismo: la psicología de la voluntad


Si no lo haces tú, nadie lo hará. Creer en uno mismo no es cuestión de orgullo sino de dignidad personal. Es ese amarre psicológico al que aferrarnos cada día para confiar en nuestras decisiones, para dejar de tener miedo a los equívocos y permitirnos levantarnos una y cien veces. Creer en nosotros es amarnos con valentía sabiéndonos merecedores de algo mejor.
Es muy posible que la frase “creer en uno mismo” le suene a muchos al recurrido título de libros de autoayuda. Sin embargo, si estas cuatro palabras las vemos con tanta frecuencia en escaparates, manuales y revistas especializadas es por un hecho muy concreto: al ser humano le cuesta enormemente confiar en sus capacidades, potenciar sus virtudes y creer en sus posibilidades.
► Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido.
                                                            George Elliot

Si esto es así, se debe ante todo al modo en que construimos nuestra realidad interna. Ya desde niños damos forma a nuestra autoimagen en base a los estímulos que recibimos y a las interpretaciones que hacemos de estos. Así, y en base a lo que otros nos digan o nos proyecten, construiremos un sentido de identidad más fuerte y resistente o por el contrario, desarrollaremos un yo más vulnerable.
Creer en uno mismo no es fácil cuando nuestro entorno no ayuda. Confiar en las propias capacidades no es sencillo cuando nos centramos más en nuestros fallos que en el sentido de superación. Proyectar un sentido de identidad fuerte y valiente tampoco resulta fácil si nos han enseñado a fijarnos mucho más en lo que hacen, dicen o piensan los demás en lugar de atendernos a nosotros mismos…

Creer en uno mismo es aceptar que somos únicos, diferentes a los demás

A menudo no nos damos cuenta del rumor de nuestros pensamientos, de nuestras actitudes, atribuciones y razonamientos. Son ellos los que perfilan la arquitectura de lo que somos, quienes nos limitan o nos potencian, ellos son los que al fin y al cabo influyen en cómo nos sentimos y cómo nos comportamos.
El arte de creer en uno mismo es por encima de todo un ejercicio de voluntad. Y la voluntad es un músculo de poder que se ejercita mediante unos pensamientos adecuados, centrados y orientados a un fin concreto: promover nuestro bienestar y nuestro crecimiento personal.
Sin embargo, y esto lo sabemos bien, no es sencillo orientar la brújula de nuestros pensamientos hacia el positivismo y la autoconfianza cuando lo que habita en nosotros es una autoestima baja. Cuando lo que sentimos es apatía, frustración y desmotivación.
Por curioso que nos parezca, algo que a menudo olvidan nuestros padres e incluso los sistemas educativos es enseñarnos a creer en nosotros mismosNos orientan en cambio a ser como la mayoría. Porque “ser normal” es hacer, pensar y comportarse como aquellos que nos rodean, es diluir nuestras particularidades en lo ordinario, en lo cotidiano. Porque a veces, ser único es ser diferente, y el diferente no encaja bien, no rima. Es desarmonía en un mundo que adora lo predecible.

Sin embargo, vale la pena recordar algo tan simple y elemental como lo siguiente: no somos seres producidos en serie, somos diferentes a cualquier otro. Somos excepcionales e irrepetibles. Contamos con unas huellas dactilares únicas, con una personalidad propia, con unas facciones diferentes a los demás. Hemos nacido para dejar nuestra impronta en este mundo, y para ello, debemos hallar nuestros propósitos creyendo en nosotros mismos, en nuestro poder.

La psicología de la voluntad: cuando creer es poder

Creer en uno mismo es un ejercicio constante que nunca debemos dejar de lado. Nadie debería salir de casa sin una buena dosis de autoconfianza y la firme creencia de que merece todo aquello que desea o se proponga. Por ello, y desde el marco de la psicología de la voluntad, es interesante tener en cuenta estos consejos que sin duda, pueden servirnos de ayuda o de inspiración.

Borrón y cuenta nueva

Lo hacemos a menudo con nuestros dispositivos. No hay nada como restaurar el sistema de un móvil o un ordenador para que este funcione más rápido y más ligero. Sin embargo, tal acción requiere en primer lugar saber qué archivos vamos a conservar y cuáles elegimos borrar.
Para creer en nosotros mismos debemos dejar a un lado muchas actitudes heredadas, ideas que otros nos han transmitido así como atribuciones que uno puede haber construido. Las personas nos boicoteamos con mucha frecuencia, y lo hacemos cuando nos infravaloramos o nos comparamos con los demás. Hay que acabar con todos esos enfoques poco útiles: borrón y cuenta nueva.

Las montañas se mueven llevando pequeñas piedras primero

Para conseguir un objetivo debemos creer en nosotros mismos. Sin embargo, la psicología de la voluntad nos recuerda que tal y como dijo Confucio, las grandes proezas se consiguen primero logrando pequeñas victorias.
Así, y antes de marcarnos metas desmesuradas o demasiado elevadas, no hay nada como proponernos pequeños desafíos cotidianos. Esos con los que ganar en seguridad personal, esos donde conseguir mayor confianza y una autoimagen más positiva.
Tal y como decíamos al inicio, el arte de creer en uno mismo es como un músculo que ejercitar en el día a día. Por tanto, no dudemos en hacer uso de él dejando a un lado las opiniones ajenas. Atrevámonos a decidir y a salir jornada a jornada de nuestra zona de confort. Enfrentémonos a nuestras inseguridades poco a poco y sin prisas…

Vayas donde vayas, sé siempre tú mismo

Para creer en ti, no te alejes nunca de ti. Vayas donde vayas no pierdas tus esencias, no dejes atrás tus valores, tus pasiones o tu identidad. Que tu esencia marque cada uno de tus pasos y decisiones, sin miedo a lo que otros puedan pensar. Ser uno mismo en cada momento y en cada situación no siempre es fácil, por ello, ese esfuerzo cotidiano es también un ejercicio de voluntad, ahí donde ganar a su vez confianza y seguridad personal.
Para concluir, aunque las personas no podamos controlar nunca lo que nos pueda traer la vida, lo que sí podemos controlar es el modo en que reaccionamos ante cualquier circunstancia. Si creemos en nosotros mismos las dificultades serán menos duras, y las montañas menos altas. Pensemos en ello.

Psicologia/Valeria Sabater
Imagen principal cortesía de Dimitra Milan
https://lamenteesmaravillosa.com