lunes, 26 de marzo de 2018

Mindfulness ¿El camino hacia la paz?



¿Habías escuchado el término mindfulness antes? Tal vez no directamente, pero seguramente la siguiente pregunta te hará reflexionar:¿Estás en el aquí y en el ahora o por el contrario tu mente está constantemente preocupada por el futuro o pegada en el pasado? 
El mundo actual, con su ritmo acelerado y estresado no ha podido acallar la necesidad imperiosa del ser humano por conectarse consigo mismo y escuchar su voz interior.
De origen budista, Mindfulness proviene de la traducción al inglés de la palabra “sati”, cuyo significado tiene que ver con consciencia, presencia y aceptación. También se le conoce como Atención Consciente, o Atención Plena y fue desarrollado a finales de los años 70 en EEUU por psicólogos e investigadores de gran trayectoria tales como Jon Kabat–Zinn, Ronald Siegel o Jack Kornfield.
El objetivo es alcanzar un profundo estado de conciencia y de presencia en el aquí y el ahora, para lo cual se vale de varias técnicas de meditación. Perseguimos conseguir que nuestra conciencia se relaje y no elabore juicios de nuestras sensaciones, sentimientos o pensamientos. 
Suena sencillo pero vaya que es retador.
Normalmente, solemos prestar atención a las actividades del momento sólo con una pequeña parte de nosotros mismos, mientras la mente y los pensamientos están en otra cosa completamente. Vivimos en el modo “piloto automático”, ocupándonos de nuestros asuntos con muy poca conciencia de los detalles de nuestra experiencia del momento –mucho menos ni siquiera de las intenciones que motivan nuestras acciones.
Mediante la Atención Consciente o Mindfulness, es posible transformar cualquier momento en el que podríamos sentirnos una víctima de las situaciones en un instante de sinceridad, proactividad y confianza.
Prestar atención total a la realidad ayuda a lograr equilibrio interno y la armonía de cuerpo, mente y espíritu, esencial para enfrentar un mundo tan volátil y cambiante como el de hoy.

En 1996, fueron publicados en revistas científicas solo tres artículos sobre mindfulness. En 2006, ese número se incrementó a 47. Diez años después de eso, hubo 667. Eso es un enorme aumento del 22,133 % en dos décadas. Y toda esa investigación explica por qué la atención plena se siente como una fuerza cultural repentina.
Según un estudio realizado por la Universidad de Huelva en 2012, entre los efectos que el mindfulness produce a nivel cerebral están no solo el aumento de la lateralidad izquierda —que está asociada con una actitud positiva—, sino una mejor disposición a enfrentar situaciones negativas, además del reforzamiento del sistema inmunológico con una mayor producción de anticuerpos. 
Por si esto fuera poco, el desarrollo del lóbulo izquierdo cerebral también está relacionado con una mejor autopercepción del individuo, y un mayor desarrollo de la empatía y compasión.

Mindfulness es escuchar nuestra voz interior, es dar espacio al silencio, a la emoción y a la serenidad. ¡Intégralo a tu vida y alcanza esa paz que tanto estás buscando!
Ismael Cala
https://ismaelcala.com

domingo, 25 de marzo de 2018

RESPÉTATE


En mi opinión, el respeto a uno mismo es algo que hay que aplicarse de un modo riguroso que no admite ningún tipo de excepción.

La dignidad personal es lo más respetable y noble que cada individuo posee, y hay que defenderla de modo que nadie la mancille, ni siquiera uno mismo. Tan ilustre es.

La falta de respeto por uno mismo, hacia uno mismo, se manifiesta de modos que a veces son tan sutiles, o los tenemos tan integrados que no les damos importancia, nos parecen “normales”, y los seguimos repitiendo de un modo agresivo e inútil.

No solamente necesitamos el respeto ajeno, sino –y sobre todo- el nuestro propio. De su falta se deriva, en gran medida, el hecho de tener una autoestima baja o, cuanto menos, débil. 

Es necesario reconocer ante nosotros mismos cuánto valemos, nuestras necesidades reales, nuestros estados emocionales, nuestros gustos y principios, y todo eso ha de ser escrupulosamente respetado por nosotros y por los demás.

No está nada bien que nos impongamos exigencias que estén por encima de nuestras posibilidades reales, que nos despreciemos o nos insultemos por nuestras circunstancias personales o por asuntos que pertenecen al pasado, ni vivir una vida demasiado presionada y con un alto riesgo de estrés o insatisfacción en la relación con nosotros mismos, que dejemos la tasación de nuestra valía en función de los triunfos que hayamos obtenido en lo social o en lo económico, que no seamos capaces de aceptarnos si no nos acepta la sociedad con sus normas, que no respetemos nuestra identidad y unicidad, o que seamos unos jueces rigurosos y excesivamente exigentes para con nosotros mismos. 

Sí está bien que comprendamos y aceptemos todas nuestras imperfecciones –que son parte de nuestra humanidad-, que nos amemos a pesar de todas las cosas nuestras que no nos gustan, cuidarnos en aspectos físicos/mentales/emocionales, que nos toleremos a pesar de errores y defectos, que nos aceptemos del todo y sin sentimiento de frustración, que nos demos libertad para mostrarnos como realmente somos, valorarnos sin falsa modestia, entender y aceptar nuestros estados de ánimo a veces variables, sentir plácidamente esa agradable sensación que produce llevarse bien con uno mismo, y poder sonreírse frente al espejo.

Del respeto hacia uno mismo nace la buena relación, cosa que conlleva –además del bienestar que eso produce- mayor y mejor claridad en las cuestiones relacionadas con uno mismo, más objetividad a la hora de tomar decisiones; el respeto fortalece, da valor a uno mismo frente a sí y frente a los otros, permite expresarse de un modo natural y espontáneo, promociona la satisfacción de las necesidades personales como un gesto de Amor Propio, y la expresión natural y sin vergüenza de emociones y sentimientos.

Será bueno que valores cómo te estás tratando, si tienes una necesidad urgente y obligatoria de reconducir la relación contigo, si tienes que reconciliarte con los enemigos que albergas en tu interior, si tienes que revisar toda tu escala de valores o incluso tus principios fundamentales para que aparezca en ellos, y de un modo indestructible, que el respeto a ti mismo ha de prevalecer por encima de estados de ánimo puntuales, o por encima de convencionalismos ajenos y de otras opiniones que sean distintas de las tuyas.

Respetarse a uno mismo implica marcar unas líneas que no se han de atravesar bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia; es ponerse a salvo de cualquier cosa que pueda ser agresiva para con uno mismo, es preservarse –ese maravilloso gesto- poniéndose a salvo de cualquier agresión, sea del tamaño que sea y venga de quien venga.

Cualquier cosa honrada que uno emprenda para favorecerse a sí mismo ha de ser apoyada incondicionalmente, y ha de gozar de prioridades y privilegios, porque siempre será uno –en primer lugar, y luego también lo serán los otros- el principal y directo beneficiario de cualquiera de las cosas que se hagan.

Es de ley, es de justicia, es de honor, respetarse.

Respétate y serás respetado.

Te dejo con tus reflexiones… 


Francisco de Sales
http://buscandome.es/

sábado, 24 de marzo de 2018

Cuando la ignorancia critica, la sabiduría observa y sonríe


Orson Welles dijo “muchas personas son demasiado educadas como para hablar con la boca llena, pero no les preocupa hacerlo con la cabeza vacía”. El director estadounidense no ha sido el primero en referirse a la ignorancia y sus ataques.

El escritor español Baltasar Gracián había dicho “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber” y Antonio Machado afirmó que “todo lo que se ignora, se desprecia”. La ignorancia no es una enfermedad, pero podríamos catalogarla como tal porque sus efectos son tan discapacitantes que le impiden a la persona crecer enriqueciéndose con nuevas perspectivas. 

La trampa de la ignorancia es que encierra a la persona en una jaula de oro, en la que está tan a gusto que ni siquiera se da cuenta de que es prisionera de la rigidez de su pensamiento.

¿Cómo son las personas ignorantes?


La ignorancia no es patrimonio exclusivo de las personas que no han tenido acceso a la educación. De hecho, podemos encontrar personas que no tienen estudios pero son profundamente sabias y de pensamiento abierto, así como también podemos hallar a catedráticos y científicos profundamente ignorantes.

El filósofo inglés Karl Popper explica el por qué: “la ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. Es decir, la ignorancia implica abrazar un pensamiento rígido, unas ideas preconcebidas, y rechazar el resto. Esta forma de comprender la ignorancia es una señal de alarma que nos indica que debemos mantenernos atentos porque todos y cada uno de nosotros podemos adoptar actitudes ignorantes.
La ignorancia es rechazar argumentos o ideas de las que no sabemos nada o sobre las que nos faltan datos para llegar a conclusiones lógicas. En ese caso, en vez de esforzarnos por captar y comprender el cuadro completo, preferimos aferrarnos a la pequeña hilacha de “verdad” que creemos poseer. Atrincherados en esa postura no solo atacamos a los demás sino que también sembramos la semilla de la intolerancia ya que la ignorancia siempre rechaza lo diferente, lo que no comprende.

La ignorancia emocional


Existe una ignorancia que hace aún más daño: la ignorancia emocional de las personas más cercanas que nos juzgan y critican sin haber caminado con nuestros zapatos o conocer todos los detalles de la situación, desde una visión parcial de la realidad.

Estas personas no son capaces de ponerse en el lugar del otro y ni siquiera intentan conocer su historia, necesidades e ilusiones para comprender el por qué de su comportamiento. Esa ignorancia duele mucho más y deja profundas heridas emocionales ya que normalmente la opinión de esas personas suele ser importante.

Ante la ignorancia, es mejor actuar con cautela


Un estudio muy interesante realizado por PsychTests analizó cómo 3.600 personas respondían ante las críticas. Estos psicólogos descubrieron que el 70% reconocen que se sienten heridas cuando reciben una crítica y el 20% las rechaza con enfado. Solo el 10% de las personas reflexionan sobre las críticas y las dejan ir cuando no les aportan nada.

También se apreció que las mujeres son el doble de propensas a tomarse las críticas como algo personal y a asumirlas como la demostración de que no son capaces de hacer algo bien. Al contrario, los hombres tienen la tendencia a pensar que la crítica está equivocada y a responder agresivamente.

Sin embargo, lo más interesante es que las personas que adoptan una actitud defensiva ante las críticas también son aquellas que se sienten menos felices, que tienen una baja autoestima y que tienen un peor desempeño en el trabajo.

Al parecer, cuando las personas tienen una baja autoestima, bloquean la parte constructiva de la crítica y solo se centran en los aspectos negativos. Por otra parte, quienes se defienden de la crítica suelen sentir que están perdiendo el control, lo cual afecta aún más su autoconfianza.

Por eso, cuando las críticas provienen de la ignorancia, lo más sabio es responder con calma.


A palabras necias, oídos inteligentes


Dado que las críticas ignorantes pueden hacer mucho daño, es fundamental no caer en su juego. Las palabras hirientes, las críticas malintencionadas y las opiniones infundadas no deben encontrar un terreno fértil en nuestra mente. Debemos recordar que nadie puede hacernos daño sin nuestro consentimiento. Por tanto, lo mejor es no darles crédito.

El problema de las personas ignorantes es que no están abiertas a escuchar otras opiniones, por lo que cualquier intento de defendernos o hacerlas entrar en razón suele caer en saco roto. Hará que gastemos energía inútilmente y es probable que al final nos enfademos. Por eso casi siempre es mejor aprender a ignorarlas.

La persona sabia sabe qué batallas merece la pena luchar, no desperdicia su energía. También es consciente de que las críticas a menudo dicen más de quien critica que de quien es criticado, por lo que asume una actitud desapegada, valora cuánta verdad encierra esa opinión y si considera que es irrelevante y dañina, no permite que le afecte.

Y cuando es necesario responder a la ignorancia, las personas sabias lo hacen con firmeza y desde el respeto. La mejor manera para vencer a la ignorancia consiste en demostrarle que no tiene ningún poder sobre nosotros.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com