lunes, 12 de marzo de 2018

¿POR QUÉ NO ACEPTAMOS LA REALIDAD QUE NO NOS GUSTA?


En mi opinión, hay una tendencia generalizada a no querer aceptar la parte de la realidad que no nos gusta –y esto, en gran medida, es algo muy humano-, y por ello adoptamos diferentes estrategias para engañarnos, negándola o tergiversándola.

La parte de la realidad que no resulta agradable, que no cumple nuestros requisitos de mucha paz y cero problemas, es más cierta que la parte donde nos hemos montado la fantasía de un bienestar que no resistiría ningún examen serio acerca de su firmeza y realidad.

Todos tenemos que vivir situaciones que no son de nuestro agrado, que preferimos evitar, o que rechazamos frontal y airadamente, pero ahí están, son innegablemente ciertas, y nos afectan directamente. 

No las debemos negar, porque eso no va a lograr que desaparezcan o se resuelvan, ni las debemos minimizar o infravalorar, ni tampoco caer en el autoengaño de que no pensando en ellas desaparecerán.

¿Por qué no aceptamos la realidad que no nos gusta?

Puede ser dolorosa, pero es cierta.

La actitud infantil de enfadarse y patalear, no resuelve. Imitar al avestruz escondiendo la cabeza para que lo desagradable no nos vea y pase de largo, no soluciona. Convertirse en una estatua, es inútil.

Las realidades que no gustan hay que afrontarlas. 

Hay que atreverse con ellas. 

Hay que resolverlas.

Solamente desde la aceptación de la verdad es desde donde se puede comenzar a buscar una actitud o una respuesta para esa verdad, y entonces llevarla a la práctica. 

Negarla, es inútil. Además de que es imposible solucionar algo que se niega, que no se acepta que existe.

Así es una parte de nuestra vida. Tiene situaciones indeseadas, conflictos que se nos quedan grandes, experiencias por las que no apetece pasar, dolores, sentimientos desagradables, desafíos que hay que aceptar sin ganas, embrollos, laberintos, complicaciones…

Y luego está la parte sublime de la vida, la que está hecha de emociones y de sentimientos conmovedores, de sonrisas y fe, de alegría y maravillas, de confianza y paz.

Pero para llegar a ello, y para permanecer en ello, es necesario deshacerse de los impedimentos.

JAMÁS LOGRARÁS ALCANZAR LA PAZ SI NO ELIMINAS ANTES LOS OBSTÁCULOS QUE TE IMPIDEN ACCEDER A ELLA.  

Y donde pone paz, puedes poner felicidad, alegría, bienestar, gozo… y todo aquello que no disfrutas porque hay un impedimento del que previamente hay que deshacerse.

La realidad es la realidad, y no admite discusión ni negación. 

Sí admite que tú modifiques tu modo de verla, sobre todo cuando te parece agresiva o indeseable.

Si no te gusta, tendrás que buscar el modo de cambiarla, de reconocerla sin que eso se convierta en un drama, de eliminarla, de quitarle importancia a la parte que no es de tu gusto, de desdramatizarla o relativizarla. Tendrás que ponerte a salvo de su influencia perjudicial.

Tendrás que aceptarla, y que sea mediante la comprensión y no mediante una sensación de rendición humillante. 

La realidad que no gusta nos está proponiendo que pongamos de nuestra parte lo necesario para modificarla, en los casos que sea posible hacerlo; no podemos hacer que deje de llover o arreglar de un plumazo todos los problemas de toda la humanidad, pero hay cosas que con esfuerzo, con voluntad, con constancia, pueden dejar de ser como son o, por lo menos, pueden dejar de afectar como afectan.

Conviene reunir toda la voluntad posible, todas las ganas, el ánimo, aquello que vayamos a necesitar para afrontar la tarea de hacer que las cosas sean a nuestro modo, de nuestro gusto, y conviene no aplazarlo infinitamente.

La realidad hasta puede llegar a cambiar según se mire desde un punto de vista objetivo o subjetivo, y por ello puede existir “la realidad” y “nuestra realidad”. Conviene darse cuenta con claridad de una y otra cosa. 

Tal vez no haya que cambiar “la realidad”, sino “nuestra realidad”.

Y cada uno valorará con cuál de las dos se quiere quedar.

Te dejo con tus reflexiones…



Francisco de Sales
buscandome.es

domingo, 11 de marzo de 2018

Las 10 reglas de la vida, según un maestro budista japonés


Miyamoto Mushashi fue un famoso guerrero samurai en la época feudalista de Japón. Fue el autor de una famosísima obra: El libro de los cinco anillos. También es muy conocido porque escribió un listado de reglas de la vida dos semanas antes de morir.
Como buen guerrero oriental, para Miyamoto la lucha era mucho más que un combate. Los samuráis le daban un enorme valor a la evolución personal. Este era precisamente el medio para convertirse en buenos combatientes. Las reglas de la vida de Miyamoto han sobrevivido al tiempo, igual que lo hacen los clásicos. En ellas se recoge la sabiduría de quien ha vivido con valor y en función de causas nobles. Hemos sintetizado esos preceptos en diez orientaciones que enseguida compartimos.
 ► Si quieres felicidad durante una hora, toma una siesta. Si quieres felicidad durante un día, ve a pescar. Si quieres felicidad durante un año, hereda una fortuna. Si quieres felicidad durante toda una vida: ayuda a alguien
                                                                    Proverbio chino


1. Aceptación, la primera de las reglas de la vida

La primera de las reglas de la vida es aceptar la vida misma, tal y como es. Aceptación no quiere decir resignación, sino humildad. La vida es lo que es y de cada uno de nosotros depende una actitud: la de aprender de las circunstancias que no hemos elegido, pero con las que tenemos que convivir.
La consecuencia de no aceptar la realidad es el sufrimiento permanente. Este da origen a una batalla interior que siempre se pierde. Aceptar, en cambio, lleva a aprender de cada situación.

2. Piensa poco en ti y mucho en los demás

Quien se detiene a pensar demasiado en sí mismo termina confundiéndose. Levanta un muro frente al mundo y alimenta sus inseguridades. Más que pensar en uno mismo, lo adecuado es permitirse ser.
La verdadera felicidad está en poder servir a otros. No hay nada que se compare con la satisfacción de hacer el bien. Quien es generoso da muestra de ser poderoso también. Esto es, finalmente, lo que le permite apreciarse a sí mismo.

3. Aprende a desprenderte del deseo

El deseo, entendido como anhelo por lo que no se tiene, solo conduce a la insatisfaccióneterna. El tener es como un barril sin fondo. A más que tienes, más deseas. Y cada vez es más difícil satisfacerte.
Miyamoto, como muchos orientales, luchó por erradicar el deseo. Quien mucho anhela, mucho se frustra. El verdadero poder está en la capacidad de renunciar. El que necesita poco, con poco es feliz.

4. Evita darle lugar al arrepentimiento

El arrepentimiento causa mucho sufrimiento. Lo peor es que se trata de un sentimiento inútil. Así lo hace ver Miyamoto en las reglas de la vida. Insiste en que no deberíamos ver al error como una condena, sino más bien como una característica asociada a nuestra naturaleza.
Cada acción que realizamos nos enseña algo. También nos cambia de alguna manera. Si se actuó mal, nos deja una gran enseñanza. Por eso nada de lo vivido es despreciable. Lo importante es saber aprender de ello, enriquecer nuestro bagaje.

5. Elimina las quejas y el resentimiento

La queja solo contribuye a invadir a una persona de mala energía. También a atormentar a quienes le rodean. No tiene ningún sentido porque en lugar de mover hacia la acción, termina paralizando.
Según las reglas de la vida de Miyamoto, las quejas y el resentimiento envenenan a quien las siente. No sirven para nada. Al contrario, comienzan a dañar como una plaga a otros sentimientos que sí son positivos.

6. Deja a un lado los objetos que no necesitas

Los objetos influyen sobre nuestras emociones y nuestra manera de ver la vida. Si nos apegamos demasiado a ellos, terminan por ejercer control sobre nosotros. Hacen que nuestra conciencia sea menos libre.
Esto aplica especialmente para las cosas que ya no necesitamos y que, pese a ello, conservamos. Finalmente nos vuelven personas más inseguras y rígidas. Por eso en las reglas de la vida se insiste en deshacerse de lo inútil.

7. No sigas ciegamente las creencias de otros

Habla, en el fondo, de mantener la confianza en nuestro criterio. Confiar en el sentido común que uno posee. Respetar las propias convicciones y los propios valores. De lo contrario, una persona se vuelve muy manipulable.
Nadie necesita que le digan qué está bien o qué está mal. Todos tenemos la capacidad de decidir esto por nosotros mismos. Seguir ciegamente a otros solo conduce a traicionarnos a nosotros mismos en algún punto.

8. Conserva siempre tu honor

El honor es una palabra casi olvidada. Tiene que ver con el amor propio. Con no permitirnos caer en conductas que estén en disonancia con los valores que defendemos, en los que creemos. Constituirían una especie de brújula, dando lugar al orgullo cuando se respetan en contra de las tentaciones.
El honor es el bien más preciado de cualquier persona. Alguien honorable inspira respeto y consideración. Atrae la buena voluntad y la consideración de los demás, incluso de los enemigos. Así es como el honor le confiere valor a la vida; un valor que es muy íntimo y personal.

9. El amor no debe estar invadido por el apego

Las emociones, en general, son respuestas impulsivas. Si se razonan, se convierten en sentimientos. Estos son más profundos y más ponderados. Están asociados a los valores y no a las necesidades.
El amor es un sentimiento extraordinario. Sin embargo, a veces llamamos amor a una emoción ciega y pasajera. Esto ocurre cuando lo que inspira el amor es el apetito de algo o el apego. En esos casos daña, más que beneficiar.

10. No temas a la muerte

Es un hecho, somos mortales. La vida acaba y esto es una realidad natural. No debemos temer ni a la muerte propia ni a la de los seres que amamos. Así, vencemos el temor a la muerte viviendo intensamente la vida.
Las reglas de la vida de Miyamoto han sobrevivido al tiempo por la gran sabiduría que encierran y también por todo aquello que inspiran. Llaman al realismo, a la humildad y a la paz interior. Buscan que nos enfoquemos hacia la esencia y no hacia lo aparente e intrascendente.

Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 10 de marzo de 2018

LOS IGUALES SE ATRAEN


Esta es mi percepción.
 
Si eres infeliz, encontrarás a alguien que es infeliz.
La gente infeliz se siente atraída por la gente infeliz. Y está bien, es natural. Está bien que la gente infeliz no se sienta atraída por la gente feliz; de lo contrario, destruiría su felicidad.

Está perfectamente bien. Sólo la gente feliz se siente atraída por la gente feliz.

►Sólo una persona amorosa – alguien que ya es amoroso – es capaz de encontrar la pareja adecuada.

Los iguales se atraen. Las personas inteligentes se sienten atraídas entre sí; las personas menos inteligentes se atraen mutuamente. 

Te conectas con personas de tu mismo nivel. Así que lo primero que hay que recordar es: una relación que se ha originado en la infelicidad se volverá amarga. 

Primero sé feliz, alegre, celebra y sólo entonces encontrarás otra alma que esté celebrando y habrá un encuentro de dos almas bailando juntas y una danza maravillosa surgirá de ahí.
No pidas una relación debido a tu soledad, no.
De ser así, te estarás moviendo en la dirección equivocada. Entonces estarás utilizando a la otra persona y estarás siendo utilizado por ella . ¡Y a nadie le gusta ser utilizado!. Cada individuo es un fin en sí mismo. El utilizar a alguien es inmoral. Primero aprende a estar solo. 
La meditación es una forma de estar solo.
Si eres capaz de ser feliz cuando estás solo, habrás encontrado el secreto de la felicidad. 
Entonces serás capaz de ser feliz en pareja. Si eres feliz, entonces tendrás algo que dar, que compartir. Porque cuando das, también recibes; no al contrario. 

►Entonces surge la necesidad de amar a alguien.

Normalmente tienes la necesidad de ser amado por alguien. Es una necesidad equivocada también. Es una necesidad infantil; denota tu inmadurez. Es la actitud de un niño.
Nace un niño. Naturalmente, el niño no puede amar a su madre; no sabe qué es el amor y no sabe quién es su madre ni quién es su padre. Está absolutamente indefenso. Su ser no está todavía integrado; no está formado, no es uno todavía. Es sólo un potencial. La madre tiene que amarlo, el padre tiene que amarlo, toda la familia ha de volcar su amor en él. 

Ahora él aprende algo: que todos deben amarlo. Él nunca aprende que debe amar. Ahora el niño crecerá, y si permanece estancado en esta actitud de que todos deben amarle, sufrirá por el resto de su vida. Su cuerpo habrá crecido, pero su mente permanecerá inmadura.

Una persona madura es aquella que descubre su otra necesidad: la necesidad de amar a alguien. La necesidad de ser amado es infantil, inmadura. La necesidad de amar es madura. Y cuando estás listo para amar a alguien, sólo entonces, puede surgir una relación bella.

¿Es posible que dos personas en una relación amorosa se dañen mutuamente?» Si, de hecho es lo que está ocurriendo en todo el planeta. El «ser bueno» es muy difícil. Ni siquiera eres capaz de ser bueno contigo mismo. ¿Cómo vas entonces a ser bueno con alguien más? ¡Ni siquiera eres capaz de amarte a ti mismo! ¿Cómo vas a amar a otro? Primero aprende a amarte, aprende a ser bueno contigo mismo.

Tus «santos religiosos» te han enseñado a no amarte, a no ser bueno contigo mismo. ¡Sé duro contigo! Te han enseñado a ser blando con los demás y estricto contigo mismo. Esto es absurdo. Yo te enseño que lo primero y más importante es ser amoroso contigo mismo. No seas duro, sé blando. Cuida de ti mismo. Aprende a perdonarte — una y otra y otra vez — siete veces, setenta y siete veces, setecientas setenta y siete veces. Aprende a perdonarte. No seas duro; no te enfrentes contigo mismo. Y así florecerás.

En ese florecimiento atraerás a otra flor. Es natural. Las piedras atraen a las piedras; las flores atraen a las flores. Entonces se crea una relación bella, con gracia. Si puedes entablar una relación así, tu relación crecerá, se convertirá en una oración; tu amor se convertirá en éxtasis y a través del amor conocerás lo divino.

Osho

http://sandraquerubin.com
Imagen: Embrace - Android Jones