viernes, 29 de diciembre de 2017

Habilidades básicas para resolver conflictos con éxito



Resolver conflictos con éxito depende, básicamente, de la capacidad de regular el estrés y de la capacidad para controlar las emociones. Aprender a resolver los conflictos de manera saludable aumentará la comprensión del otro, generará confianza y fortalecerá la relación, sea del tipo que sea.
Pero para poder llegar a la resolución saludable y exitosa del conflicto, es fundamental controlar el estrés y conocerse. Cuando las personas no reconocen sus propios sentimientos y se dejan llevar por el estrés sólo se puede prestar atención a un número muy limitado de emociones. Además, en estas condiciones, las personas no son capaces de entender ni siquiera sus propias necesidades, lo que hará mucho más difícil comunicarse con los demás.
Por esto, para resolver con éxito un conflicto, es necesario aprender y practicar dos competencias básicas indispensables: la capacidad de reducir rápidamente el estrés en el momento necesario y la capacidad de seguir estando lo suficientemente cómodo con las propias emociones como para reaccionar de manera constructiva, incluso en medio de una discusión.

Reducir rápidamente el estrés: Primer pilar básico para la resolución de conflictos

Ser capaz de gestionar y aliviar el estrés en el momento es la clave para mantenerse equilibrado y centrado, y para mantener control. Las personas que no son capaces de mantener en control sobre sí mismos se sienten abrumadas en situaciones de conflicto ya que son incapaces de responder de manera saludable.
El estrés interfiere en la capacidad de resolver los conflictos mediante la limitación de la capacidad para leer con precisión la comunicación no verbal del otro, la capacidad para oir lo que el otro está diciendo en realidad, la capacidad de ser consciente de los propios sentimientos, la capacidad para conocer las propias necesidades y la capacidad para comunicar con claridad lo que uno necesita.
La mejor manera de aliviar y reducir el estrés de forma rápida y fiable es a través de los sentidos y de la estimulación sensorial: un olor, un sabor, un sonido, una imagen, acariciar o apretar algo; todas las personas tienen algún truco para relajarse y tranquilizarse. Pero como cada persona reacciona de manera diferente a estos estímulos es necesario que cada uno encuentre aquellos que le tranquilizan y que sea capaz de evocarlos o ponerlos en práctica cuando lo necesiten.

Conciencia emocional: Segunda habilidad fundamental para resolver un conflicto

La conciencia emocional es la clave para la comprensión de uno mismo y de los demás. El que no sabe cómo se siente o por qué se siente de esa manera, no será capaz de comunicarse de manera efectiva o de resolver conflictos.
Aunque el conocimiento de los propios sentimientos puede sonar simple, muchas personas ignoran ciertas emociones, como la ira, la tristeza y el miedo. Sin embargo, la capacidad para manejar el conflicto depende de estar conectado con estos sentimientos.
La conciencia emocional es un factor clave en la resolución de conflictos porque ayuda a gestionar los sentimientos propios de manera apropiada, sustentando la base del proceso de comunicación necesarios para solucionar desacuerdos.
La conciencia emocional le ayuda a entender lo que realmente está molestando a otras personas, a entenderse a uno mismo (incluyendo lo que realmente le preocupa), a mantenerse motivado hasta que se resuelva el conflicto, a comunicar de forma clara y eficaz y a atraer e influenciar a los otros.

Psicología/Eva Maria Rodríguez
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 28 de diciembre de 2017

CUIDARSE: LAS MICROATENCIONES CONTINUADAS


En mi opinión, en muchas ocasiones aplazamos eso de tener un buen detalle de amor hacia nosotros mismos, una atención, un regalo, esperando que llegue la ocasión de juntar lo suficiente como para que aparente ser algo grande: un viaje, un vestido costoso, una joya cara…

Nos perdemos muchas grandiosas pequeñas cosas…

No es necesario –aunque está muy bien, por supuesto- que sea algo excelso, espectacular, o hollywoodiense, lo que nos emocione el alma porque cualquier otro detalle va a ser agradecido.

Me refiero a lo que denomino MICROATENCIONES CONTINUADAS. 

Yo prefiero recibir el regalo de mi aceptación cada instante, sonreírme a menudo, sentir de continuo paz en la relación conmigo mismo, encontrarme con alguien que se alegra de verme cada vez que me miro al espejo, ponerme una canción que sé que me va a emocionar o me va a poner a bailar como loco, darme caprichitos –que casi siempre son gratuitos-, o darme permisos y no privarme de algunas cosas que me gustan.

El cuidado. El auto-cuidado. Eso es lo que deseo más que nada.

Y una relación conmigo mismo en la que las buenas emociones, los cálidos escalofríos, o los pensamientos agradables, sean lo que me pasa de continuo.

Y mantener un monólogo interno en el que yo salga bien parado, un soliloquio en el que la comprensión del Ser Humano que uno es presida todos los pensamientos y las intenciones. Porque a fin de cuentas somos Humanos, y no otra cosa, y necesitamos amor para poder seguir adelante. Es el carburante de nuestra alma.

Y cuando escribo “necesitamos amor” me refiero a un amor distinto del que nos pueden aportar los demás –que siempre es bien venido-; me refiero al AMOR PROPIO, al amor de uno por sí mismo y hacia sí mismo, porque es un tipo de amor especial que ningún otro amor puede sustituir.

Todos buscamos –porque realmente lo necesitamos- nuestro AMOR PROPIO, y si no somos capaces de dárnoslo fácil y generosamente, buscaremos que sean los otros quienes nos den amor, pero aunque lo consigamos comprobaremos que no nos termina de satisfacer, que no cubre el vacío, porque es otra cosa: es externo. 

Y el que todos buscamos es un amor interno.

Amor que tenemos que descubrir por nosotros mismos en nosotros mismos.

Amor que tenemos que cuidar, alimentar, fomentar, manifestar…

Las MICROATENCIONES CONTINUADAS son los pequeños detalles, las cosas leves que van directamente al corazón, el miramiento hacia uno, el cuidado tierno, la atención constante al bienestar, el afán de mejorar la relación consigo mismo, el sentirse a gusto en la propia piel…

Todas esas grandiosidades que están tan a mano, que pueden ser tan cotidianas, son lo que necesitamos sobre todo y ante todo.

Hay que tener cuidado de no alimentar y satisfacer solo al ego, a la posición social, a los intereses -que no son tan interesantes-, y dedicarnos a cuidar a quien nos ha acompañado desde el principio y lo hará hasta el final: uno mismo.

Esa es nuestra hermosa tarea: Cuidarnos.

Y tú… ¿te cuidas?


Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales

buscandome.es

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Camaleones sociales: personas que cambian según las circunstancias


Los camaleones sociales son los campeones a la hora de causar una buena impresión. Para ello, no dudan en practicar ese tipo de mercantilismo emocional donde disimular los propios sentimientos, pensamientos y opiniones con el fin de ser aceptados y conseguir la aprobación de los demás. Es un tipo de práctica que ocasiona, cómo no, serios efectos secundarios en la propia dignidad.
Es muy probable que muchos de nuestros lectores recuerden una curiosa película de Woody Allen titulada “Zelig”. En ella, el protagonista presenta una curiosa habilidad sobrenatural: es capaz de cambiar su apariencia por completo para adaptarse a cualquier medio en el que se encuentre. Finalmente, una joven psicoanalista advierte el auténtico problema de Leonard Zelig, a saber, su extrema inseguridad le lleva a camuflarse entre las personas para sentirse aceptado, integrado.
► Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que ser.
                                                             Jean Paul Sartre

Este es sin duda un caso extremo, una divertida reflexión audiovisual que Allen llevó al cine para hablarnos de la psicología, los problemas de identidad y nuestra sociedad. Sin embargo, hay un hecho que no podemos pasar por alto: todos, en cierta manera, somos camaleones sociales. 
Mostrarnos tal y como somos, sin fisura alguna y con total transparencia no siempre es fácil. Tememos “el qué dirán”, nos da miedo defraudar, llamar la atención o incluso no ser lo que otros esperan de nosotros. Vivir en sociedad nos obliga a encajar, todos lo tenemos claro. Sin embargo, conviene recordar que la clave está en aprender a ser personas, no personajes. Ser persona supone saber respetar a los demás con sus matices, sus opiniones, sus virtudes y rarezas. Supone también ser capaces de practicar esa honestidad donde no diluir nuestra identidad y valores a cambio de ser aceptados.
       
► La clave está en aprender a ser personas, no personajes.



Los camaleones sociales y el coste psicológico

Mark Snyder, un conocido psicólogo social de la Universidad de Minnesotta, es experto en el estudio de esta necesidad universal por ser socialmente aceptados. Un aspecto interesante que nos revela en primer lugar, es que los camaleones sociales son personas tremendamente infelices. Pensemos en ello durante un momento, imaginemos a alguien que se obliga a sí mismo a ser como aquellos de los que se rodea cada día.
Para conseguirlo, deberá a acostumbrarse a pensar y sentir una cosa y hacer la contraria, a malvivir entra la contradicción constante, a oscilar entre el rostro privado y la máscara pública, a reír cuando no lo siente, a mentir de forma compulsiva… Esta conducta casi adictiva donde causar siempre una buena impresión rara vez logra establecer vínculos duraderos y satisfactorios. Es más, lo que ocasiona en muchos casos es un auténtico agotamiento psicológico.
No podemos olvidar que, para “mimetizarse”, el camaleón social debe estar atento a los códigos sociales de cada contexto. Debe observar, leer los lenguajes implícitos y explícitos, debe imitar, pero por encima de todo, debe mostrar una extraordinaria plasticidad con la que ser siempre altamente convincente.

Ser la persona adecuada en cada momento nos exige además estar siempre sintonizados con el modo en que los demás reaccionan, de ahí que monitoreen a cada instante su desempeño social, ajustándolo para obtener el efecto deseado. Tal y como podemos deducir, el desgaste que supone todo ello a corto y largo plazo es inmenso.
► Para los auténticos camaleones sociales todo vale, pierden su dignidad, sus principios e incluso su escala de valores con tal de alcanzar el éxito, de sentirse integrados o lograr reconocimiento. Sin embargo, a fuerza de mimetizarse y de representar tantos y tantos roles jamás serán capaces de establecer relaciones auténticas, de tener amigos valiosos, parejas estables a las que mostrar su propio rostro, sin máscara alguna…

Camaleones sociales o cebras sociales, tú eliges

Hay profesiones para las que, lo queramos o no, se necesitan de este tipo de habilidades camaleónicas con las que crear impacto, con las que seducir, captar clientes, generar confianza e incluso, por qué no, hasta manipular. Así, trabajos como la política, el derecho, el mundo del marketing y publicidad, el teatro o la diplomacia exigen de esos malabarismos psicológicos donde mimetizarse es sinónimo de supervivencia y hasta de triunfo.
Tal y como hemos señalado al inicio, todos, en cierto modo, nos hemos visto en la obligación de ser camaleones sociales en algún momento. Sin embargo, especialistas en este tema, como el doctor Mark Snyder, nos indican que si de verdad queremos tener una auténtica salud emocional, sabiduría y equilibrio, deberíamos aprender a ser “cebras sociales”.
No importa dónde esté una cebra, no importa a quién o qué tenga a su lado, ellas siempre serán las mismas, sus rayas no cambiarán en ningún momento. Ello supone, cómo no, ser un blanco fácil para los depredadores y como ya sabemos, en nuestros contextos sociales también los hay. Así, puede que nuestras “rayas” no gusten, que nuestra piel, nuestro estilismo, carácter y tono de voz no agrade a todos, pero los pocos que queden cautivados por nuestra autenticidad y curiosos matices, serán nuestros mejores aliados.

Para concluir, pocas cosas pueden llegar a ser tan infructuosas y agotadoras como caer bien a todo el mundo, como ser esa pieza capaz de encajar en cada puzzle o esa tuerca que vale para todo engranaje. Tal habilidad no es creíble ni saludable. Aprendamos a vivir sin máscaras, a ser coherentes y valientes, criaturas únicas y excepcionales con cada una de nuestras “rayas”, de nuestros fabulosos pelajes…


Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com