martes, 31 de octubre de 2017

¿ATIENDES TUS NECESIDADES?


En mi opinión, no están del todo acertados aquellos que anteponen la atención al prójimo a la atención a sí mismos.

Atender a los otros prioritariamente suena como mucho más cristiano, más amoroso, más abnegado, y de un sacrifico que requiere cuanto menos la adjudicación a perpetuidad de una parcela en el Cielo.

Algunos dicen “pues yo sacrifico todo por los demás” y se ponen una medalla, o se ponen una aureola dorada que flota sobre su cabeza con la misma delicadeza que lo hacen sobre los Santos.

Está muy bien ayudar al prójimo, muy bien atender y resolver sus necesidades, muy bien la entrega y dedicación, muy bien todo cuanto se les pueda ofrecer… si al mismo tiempo uno se atiende a sí mismo y a sus asuntos con la misma diligencia e intensidad.

“Amarás al prójimo COMO a ti mismo”. “Como” significa “en el mismo modo o manera”. O sea, que amarás al prójimo del mismo modo que te amas a ti y le amarás de la misma manera que te amas a ti. Y “Como” se interpreta también en el sentido de igualdad, o sea, “Amarás al prójimo en la misma cantidad –o igualmente- que a te ames a ti”.

Por lo tanto, no puede cumplir este mandato quien no se ama a sí mismo, quien no atiende sus propias necesidades, quien se descuida, porque entonces no estaría amando al otro, sino que se convertiría en una especie de servil esclavo, y no estaría atendiendo de corazón al otro si no se está atendiendo a sí mismo, y no estaría cuidando bien al otro quien no es capaz de cuidarse a sí mismo.

La generosidad no es un acto que uno se pueda imponer. Y quien lo haga o pretenda hacerlo de ese modo lo está convirtiendo en una autoimposición, o en una inversión –con la secreta intención de que algún día le sea devuelto o que le dé derecho, como escribí antes, a una parcela en el Cielo-, o lo está convirtiendo en una satisfacción para el ego, para que su ego pueda decir “¡Qué bueno soy!”.

La generosidad, así como la empatía o la compasión, son sentimientos o actos puros, que no buscan nada más allá de su propia natural expresión, que sólo pretenden su propia manifestación.

Atender a esa faceta nuestra que es tan espléndida y maravillosa es excelente. Perfecto. Una maravilla.

Atenderse a sí mismo tiene igual elevación.

A eso se le llama AMOR PROPIO. Y AMOR PROPIO no se ha de interpretar como se hacía antes, que era tener una especie de afán de superación pero desde el ego y no desde el Ser. Como una especie de orgullo chulesco.

En realidad se refiere a AMARSE A UNO MISMO. 

Sí, se refiere a eso que para unas personas es algo natural y habitual, y para otras se convierte en un reto inexpugnable por la dificultad que entraña, o en una misión imposible porque no encuentran ni una sola razón que justifique ese amor a uno mismo.

No es por jugar con las palabras, pero “prójimo” viene del latín proximus (más cercano), y no hay nadie que sea más cercano que uno mismo.

La vida es un acto personal e intransferible.

La vida es un regalo que hay que cuidar.

Uno tiene el mismo derecho que los otros a ser cuidado, a ser atendido, a recibir apoyo y comprensión.

En mi opinión, y sin dudarlo, el Sentido de la Vida es uno mismo.

Hacer de la propia vida y de la relación con uno mismo algo placentero, algo de lo que uno se pueda sentir satisfecho, es una noble tarea.

Así que te invito a que disfrutes del placer de atenderte.

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
http://buscandome.es

lunes, 30 de octubre de 2017

Estar bien con uno mismo es mejor que estar bien con todos


Entender que estar bien con uno mismo es preferible a estar bien con todos es sinónimo de salud y bienestar. Es como el aprendizaje que se adquiere después de un largo viaje, ahí donde poco a poco se dejan determinadas situaciones atrás para avanzar ligero, libre de cargas en la mochila y piedras en los zapatos. Es un despertar que nos permite llevar la vida con más integridad.
A pesar de que la teoría, en apariencia, sea fácil de entender y que dé incluso para escribir más de un libro sobre crecimiento personal, cabe decir que en la práctica fallamos muchos. Para entenderlo mejor daremos un pequeño ejemplo sobre el que reflexionar. Imaginémonos a nosotros mismos mirando por la ventana algo que ocurre cada mañana a la misma hora. Ahí está nuestro vecino, sacando cada día su pequeño bonsái para que reciba de forma regular la luz del sol. Lo atiende con esmero y obsesiva dedicación: lo poda, lo riega, lo nutre…, incluso podríamos decir que le da cariño.
► Cuando te amas y te respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar.
                                                             Wayne Dyer
Es algo que a nosotros mismos nos llama mucho la atención por un hecho muy concreto. Nuestro vecino nunca nos ha parecido una hombre especialmente feliz, tiene un trabajo que no le agrada y es la clásica persona que intenta estar bien con todo el mundo. Su abnegada necesidad por complacer ha hecho de él una marioneta de la que tira casi cualquier persona: la familia, los jefes, los amigos… De hecho, estiran tanto sus “hilos” que estos ya han empezado a ceder: nuestro joven vecino ya ha sufrido su primer amago de infarto.
Cada día cuando lo vemos salir con su bonito y cuidado bonsái nos preguntamos por qué no se atiende a sí mismo con la misma dedicación y amor como lo hace con su pequeño árbol. Estar bien con uno mismo es algo que sin duda debería aprender a practicar nuestro vecino, podando quizá determinadas relaciones, nutriendo autoestimas y buscando ese calor con el que recuperar dignidades, autoestimas y bienestares…

Estar bien con uno mismo, cuestión de lógica y necesidad

Decía Epícteto que “al igual que cuando caminamos intentamos no pisar un clavo o torcernos un tobillo, en la vida deberíamos conducirnos con la misma atención”; es decir, evitando que otros nos dañen, evitando dañar y salvaguardándonos sabiamente de todo mal. Sin embargo, en ocasiones no lo hacemos: nos descuidamos con nocturnidad y alevosía. Nos olvidamos de que, dejar de estar bien con uno mismo, para priorizar a otros, no es sano.
Pasamos por alto, tal vez, que intentar complacer a todos aplazando las propias necesidades no es lógico ni recomendable. Asimismo, permitir que se nos vaya la vida sintiéndonos mal con nosotros mismos por esto y aquello, percibiéndonos vacíos, indecisos y frustrados nos obliga a pagar un precio alto. 
Recordemos que lo que se cuida prospera, y que aquello que se defiende y se nutre da sus frutos. Así, algo en lo que deberíamos reflexionar también es que hay momentos donde sería necesario dejar a un lado los aspectos emocionales para hacer uso de la razón. Separar lo que sentimos y recordar lo que necesitamos es a menudo prioritario.
Somos conscientes de que la Inteligencia Emocional tiene mucho peso a día de hoy; sin embargo, existen instantes muy concretos donde el pensamiento más lógico y racional es el que mejor funciona. ¿La razón? Es este tipo de enfoque mental es el que más nos insta a tomar decisiones firmes para iniciar cambios en beneficio propio.
► Todo va a estar bien al final. Si no está bien, no es el fin.
                                                            John Lennon   

Decía Erich Fromm que las personas tenemos la sutil capacidad de vivir en una contradicción constante. Ello hace que en ocasiones nos digamos aquello de que si los demás son felices yo soy feliz, de que si le digo a tal persona que me parece bien lo que hace aunque no sea así, lograré su aceptación y complacencia, y ello me ofrecerá bienestar.
Semejantes dualidades son destructivas, son situaciones de un elevado coste emocional donde debería primar ante todo el sentido y la razón: si algo no me gusta, me alejo, si no estoy de acuerdo lo digo, si me hace daño me defiendo, si no soy feliz actúo para serlo a mi manera.

El camino para estar bien con uno mismo

El camino para estar bien con uno mismo parte del sentido del equilibrio. No se trata ni mucho menos de practicar la auto-complacencia y de priorizarnos casi en cualquier terreno, momento o circunstancia. El bienestar más saludable no deriva en el narcisismo, sino en esa sana convivencia donde uno entiende que para “ser” también hay que “dejar ser”.
Para lograrlo, podemos reflexionar en las siguientes dimensiones. Cada una de ellas requiere de una adecuada interiorización para poder integrarla en nuestras vidas, con valentía y adecuada solvencia psicológica:
  • Auto-confianza. Creer en los propios recursos internos nos permitirá ser más competentes a la hora de tomar decisiones, de avanzar sabiendo quién sí y quién no, qué necesitamos en cada momento y cómo podemos lograr esos objetivos.
  • Aprendo a racionalizar mis pensamientos. Cuando dejamos de estar bien con nosotros mismos se debe casi siempre a ese diálogo interno desgastante, crítico y negativo que pone muros a nuestro crecimiento personal. Aprendamos por tanto a racionalizar pensamientos, a derribar miedos y a dejar de ser nuestros propios enemigos.
  • Seamos amigos de la vida. En lugar de querer ser “amigos de todo el mundo”, de estar bien con todos para sentirnos aceptados, cambiemos un poco el enfoque. Seamos amigos de la vida, seamos receptivos a las oportunidades, al optimismo, al sentido de la libertad y no al de la complacencia y la dependencia ajena.
  • Descubre el potencial que hay en ti. Cuando descubrimos nuestras fortalezas, cuando sacamos partido de nuestras virtudes, capacidades y talentos todo en nosotros se armoniza. Nos sentimos valientes para iniciar cosas sin depender de otros, cosas que nos satisfacen y que van permitiéndonos avanzar sintiéndonos bien.
Para concluir, recordemos que cuando alguien se siente bien con sigo mismo, lo que le depare el azar le empieza a importar menos. En su interior hay tanta energía, confianza y optimismo que nada podrá detener sus pasos. No desperdiciemos esa valía que todos llevamos dentro.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 29 de octubre de 2017

Prānāyāma, la expansión de la energía vital

Para el Yoga, la respiración es un bien preciado que podemos utilizar a nuestro favor, tanto para vigorizar nuestro cuerpo como para calmar nuestra mente. Más sutil que el trabajo postural, la disciplina respiratoria logra armonizar el mundo emocional y darnos el vigor suficiente para empujar nuestra propia vida y las responsabilidades sociales que derivan de ella.


El prānāyāma nos ayuda a purificar las vías respiratorias y a aumentar nuestra capacidad pulmonar; a incrementar nuestro aporte de oxígeno y a equilibrar el sistema glandular; a regular los flujos de energía, calmar la ansiedad y también a desarrollar nuestra capacidad de concentración y de voluntad, entre otros muchos beneficios. (…)
Para hacer un trabajo eficaz con la técnica respiratoria, previamente debemos observar nuestra respiración y hacer un buen diagnóstico de ella. Esa respiración que se da en lo cotidiano desde que nos levantamos, desayunamos, conducimos y trabajamos, y así hasta que nos vamos a dormir y seguimos durmiendo, adolece muchas veces de sensibilidad, profundidad y capacidad de adaptación a cada momento.

Barreras respiratorias

A menudo, nuestra respiración se limita a un movimiento superficial porque la caja torácica alberga una gran cantidad de tensiones musculares que le impiden una adecuada apertura. Es evidente que las desviaciones de la columna vertebral, tales como la cifosis o la escoliosis (por citar las más evidentes) deforman la caja torácica, enrollan las costillas y hunden el pecho, acortando la musculatura pectoral necesaria para una buena respiración.
Unos abdominales demasiado tónicos y una parrilla costal rígida pueden dificultar el movimiento del diafragma, principal músculo inspiratorio, así como su correcta expansión. Por otro lado, la misma ropa que vestimos, desde el cinturón del pantalón, sujetadores muy ceñidos, corbata muy apretada y hasta la misma goma de las medias o leotardos pueden inhibir una respiración más amplia y natural.
También nos limitan los malos hábitos respiratorios: respirar con esfuerzo, con ruido o de forma intermitente. Hay un gran porcentaje de personas que respiran por la boca, ya sea a causa de rinitis, alergias, desviación del tabique nasal o mala oclusión dental, entre otras. Pero respirar por la boca puede suponer una insuficiencia de oxigenación, e incluso provocar que padezcamos apneas. Y no es necesario remarcar, dado que es evidente, que las enfermedades del sistema respiratorio (como bronquitis, asma, enfisema, etc.) van a socavar nuestra plena capacidad respiratoria.
Una de las características de esta respiración ordinaria que estamos analizando es que es demasiado rápida, fruto en la mayoría de los casos de una mente agitada y de una vida estresada. Este aumento de la frecuencia respiratoria arrastra también al corazón y acaba por influir en todo el sistema.
Ahora bien, aunque las patologías respiratorias, las desviaciones de la columna, las corazas musculares o la forma de vestir son contundentes y dejan su huella en nuestra respiración, no podemos olvidarnos de la actitud emocional o psicológica que están detrás de nuestros hábitos respiratorios. El nerviosismo, el temor, la dispersión, la desgana, la depresión, la excitación, la ira o la tristeza, entre muchas otras, pueden dejar con el tiempo una impronta energética o una tendencia corporal que incidirá sin duda sobre la respiración. (…)

La respiración funcional

Una respiración es funcional cuando sostiene sin problemas la actividad vital que llevamos en cada momento. Por ejemplo, cuando caminamos un buen trecho, corremos tras el autobús que se escapa o subimos las escaleras de nuestro edificio… la respiración debería darnos el oxígeno necesario para hacerlo sin claudicar, sin entrar necesariamente en disnea respiratoria. Una respiración natural se adapta sin esfuerzo a nuestra actividad, ya sea plácidamente cuando leemos un libro o contemplamos el paisaje por la ventana, o más enérgicamente cuando hacemos el amor o practicamos nuestro deporte aeróbico favorito. (…)
Uno de los errores en la divulgación del Yoga es la introducción de técnicas avanzadas cuando las estructuras físicas, emocionales y psíquicas del practicante todavía están débiles. Y Patañjali es muy claro en este sentido: la práctica del prānāyāma debería ir a continuación de un trabajo ético y personal, y de una intensidad sobre āsana ¿Quiere esto decir que no podemos trabajar con la respiración hasta una etapa muy avanzada en la práctica de Yoga? Por supuesto que no, tenemos un trabajo imprescindible de escucha de nuestra respiración, sensibilización y purificación, pero dejando para más adelante técnicas y ritmos mucho más intensos.
Si el cuerpo está tenso, si las emociones están a flor de piel y la mente está agitada, hemos de proceder de forma diferente. A veces, sólo con tumbarse sobre el suelo, con las piernas dobladas, y poner las manos en el vientre para sentir la respiración, podemos producir un efecto apaciguador extraordinario. Dirigir la atención a sentir, sin modificar todavía la entrada y salida del aire, las zonas que se abren o se cierran, la sensación de frescor y de calor alrededor de la nariz, las diferentes fases de la respiración y las pequeñas pausas entre ellas, puede ser suficiente para empezar. En todo caso, nunca hemos de forzar el trabajo de respiración e ir más allá de los límites personales. (…)
La respiración ordinaria suele ser, la mayoría de las veces, inconsciente, superficial, rápida, esforzada e irregular, fruto de una mente agitada. Nuestra mente está alterada porque está condicionada e impregnada de patrones que no hemos revisado. Nuestra confusión, miedo, deseo o aversión, entre otras emociones y tendencias, puede generar en nuestro interior una tormenta de contradicciones e inseguridades. Incidir directamente sobre esos patrones inconscientes no resulta nada fácil, de ahí que la respiración constituya un atajo para ello. La respiración está tan a nuestro alcance que podemos regularla conscientemente, pues partimos de la hipótesis de que la respiración está tan estrechamente vinculada con los procesos mentales que somos capaces de actuar sobre ellos de forma indirecta.

¿Cómo empezar a regularla?

En primer lugar hay que tomar consciencia de cómo respiramos, de los malos hábitos adquiridos y de los síntomas asociados a ellos. Sólo si sabemos con claridad cuál es nuestro punto de partida, podremos diseñar una práctica personalizada que sea efectiva y que no genere más tensión de la que pretendemos eliminar. No seríamos los primeros (ni seguramente los últimos) que después de una sesión de prānāyāma se van a la cama sin poder conciliar el sueño.
Lo importante en esta personalización es acercarse de forma progresiva, avanzando paso a paso. Podremos observar, en principio, cómo es la entrada y salida del aire, si el flujo es continuo o irregular. Observar también las diferentes fases de la respiración, desde la inspiración a la espiración, sin olvidar, aunque sean breves, los espacios de retención en lleno y vacío. Tenemos que percibir si la respiración es más abdominal, costal o pectoral, o si el ritmo es lento o rápido.
Hay todo un universo respiratorio en cada uno de nosotros en permanente metamorfosis. En concreto, Patañjali nos recuerda en el sūtra 50 del Sādhana-pāda los elementos que podemos utilizar para esta regulación necesaria de la respiración. Nos dice que contamos con cuatro fases (inspiración, retención en lleno, espiración y retención en vacío) para hacer una verdadera alquimia con nuestro estado energético y mental. Y también nos recuerda que su control está determinado por los espacios respiratorios, la duración de cada ciclo y el número de respiraciones que vamos a hacer en cada ejercicio. Nos recuerda, por último, que la respiración tiene que ser larga y sutil. (…)
Si en el capítulo de la disciplina corporal habíamos recordado que Patañjali define āsana como un equilibrio entre sthira y sukha, esto es, entre una cualidad de firmeza y otra de abandono, también, de forma inteligente, define el prānāyāma como un equilibrio entre dīrgha y sūkshma. (Nos quiere decir que la respiración tiene que ser larga y sutil.)
De un lado, es importante que la respiración sea larga y profunda, que tenga un ritmo lento que involucre todo el espacio respiratorio como si fuera una burbuja de aire que se expande en todas direcciones. En las respiraciones más superficiales, el ápice de los pulmones no termina de ventilarse adecuadamente y es necesaria una respiración más amplia que movilice y ventile todas las porciones de los pulmones. Por otro lado, las respiraciones largas ejercen una gimnasia importante a todo el parénquima o tejido pulmonar manteniendo la necesaria flexibilidad que se va perdiendo con la edad. Y otro elemento importante es que las respiraciones profundas logran recolocar la columna en la verticalidad evitando una caída de las costillas y una sobrecarga en la zona torácica que puede llevar, con el tiempo, a una cifosis.
En el otro extremo de este delicado equilibrio se encuentra el aspecto sutil de la respiración. Podríamos decir que la respiración no es sólo una cuestión de cantidad de aire inhalado, sino que también es importante la calidad de esa respiración. Uno podría hacer una respiración larga con brusquedad e incluso con ruido. Los deportistas están preparados para respiraciones profundas que sostienen los enormes retos de resistencia y fuerza a los que se someten, pero no es exactamente eso lo que busca el Yoga.
Debemos complementar la longitud con un mayor refinamiento de la respiración hasta volverla fina, sutil, delicada y silenciosa. Esto se traduce en una mente extraordinariamente atenta y sensible.
Dīrgha, el aspecto de longitud de la respiración, nos lleva a una mayor calma de nuestra mente al introducir profundidad y ritmo. En cambio, sūkshma, el aspecto sutil, mantiene nuestra mente en atención. Un exceso de dīrgha hará, como hemos indicado, que se pierda la sutilidad. Y un predominio de sutileza puede atenuarla hasta el punto que acabe por perder profundidad. La clave está en el equilibrio. (…)
Seguramente todos hemos pensado alguna vez que el pez vive en el agua pero que no es consciente de ella. Nosotros vivimos en un mar de aire del que muchas veces tampoco somos conscientes. Los astronautas han fotografiado esa minúscula capa de pocos kilómetros de la atmósfera que nos permite respirar, en realidad una línea azulada en la inmensidad del cosmos. Una capa de aire limitada que ha sido respirada innumerables veces por la inmensidad de plantas y animales desde el inicio de la vida. Podríamos decir que cada bocanada de aire que respiramos tiene la impronta de toda la vida y, al final, el aire se convierte en una matriz que aúna a todos los seres, en un cordón umbilical que nos va nutriendo.
Es cierto, respiran nuestros pulmones y evidentemente nuestro cuerpo, pero a menudo nos olvidamos de que también respira nuestra alma. Lo que es el oxígeno para el cuerpo, es armonía para nuestra mente luminosa. La mente se centra y el alma busca un vuelo para abrazar la totalidad. Todos sabemos que por muy largas que sean las alas del pájaro, necesita aire bajo ellas para poder batirlas. El alma, como proceso íntimo, se apoya en la respiración, se inspira en ella, se deja flotar y se vacía de tanto y tanto dato anecdótico que acumulamos en el vivir. Por supuesto, se trata de dejarse respirar.


Julián Peragón (Arjuna)

Ilustración: Eva Veleta

http://www.yogaenred.com