viernes, 21 de julio de 2017

LAS DECISIONES QUE NO TOMAMOS


Todos los días hacemos cosas, y para hacerlas tomamos cientos de decisiones conscientes.
Y todos los días NO tomamos cientos de decisiones, porque se deciden sin ser conscientes de ellas, o sea, se toman ellas mismas por omisión, o son tomadas por el gobernador suplente que tenemos, que se llama "el inconsciente".

En muchas de las relacionadas con el cuerpo, no podemos decidir: respirar, tener hambre, tener sueño, etc., pero en todas las demás tenemos la opción, o la obligación, de tomarlas consciente y voluntariamente.

Piensa en todas las cosas que haces a lo largo del día y date cuenta de que muy pocas ocasiones te detienes para reflexionar sobre lo que quieres hacer.
Cada cosa que se hace, no se hace por sí misma, sino que se hace a partir de una decisión, aunque sea inconsciente por lo rutinaria, o por la desatención.

Al conducir, uno pone el coche a rodar mientras tiene la mente en otro sitio. No razona: “Tengo que darle a la llave para que el motor de arranque cumpla su cometido de bla bla bla… sino que lo hace; no piensa en que tiene que pisar el embrague para que bla bla bla… sino que lo hace, y pone la primera velocidad sin reflexionar acerca de que lo hace porque esa es la velocidad en la que el vehículo tiene más capacidad de arrastre y… bla bla bla.”

Esas cosas se hacen porque se sabe que se tienen que hacer así y no hay otra opción mejor (bueno, se puede salir en segunda haciendo un esfuerzo el embrague o tener un coche con cambio automático…) 
Se hacen de un modo inconsciente, lo que quiere decir que uno no reflexiona, no compara con otras opciones, no piensa en cómo puede ser de mejor o peor a corto o largo plazo.

En algunas ocasiones no es importante que sea una u otra la decisión que tomes, como, por ejemplo, qué como hoy o qué canal de televisión voy a ver.
¿O sí son importantes?
Si decides comer carne en vez de pescado, posiblemente tengas que ir a otro comercio distinto, por otro camino distinto, con un riesgo distinto, y encontrarte con otra gente distinta, que te pueden llevar a tener una conversación en la que sepas algo que sí pueda ser decisivo o importante en tu vida.

Lo mismo pasa con la televisión, que quizás viendo un programa te des cuenta de algo importante, o te haga cambiar de opinión con respecto a algún asunto, o te haga sentir algunas cosas de un modo distinto, o te haga darte cuenta de cómo estás perdiendo parte de tu vida mirando un programa que no te interesa, en vez de estar contigo, o con tus seres queridos, o hacer otras actividades más interesantes.

Bueno… ¿a ver si esto de vivir va a ser más complicado de lo que parece?
No trato de que te obsesiones con lo que he escrito, pero sí te propongo un poco más de reflexión, sobre todo para las cosas que sí sabes que realmente son importantes.
Sí es recomendable, ante las cosas que pueden ser transcendentales, tomar el mando y decidir voluntariamente.
Hacerse preguntas del estilo de ¿por qué?, ¿para qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?

La toma de decisiones inconsciente, las que se toman por sí mismas ya que nosotros no participamos en ellas, son, cuando exceden de lo normal y lo intrascendente, de una grave irresponsabilidad.

Nacemos para tomar decisiones.

Y si no nos han preparado para ese cometido –porque no reforzaron nuestra autoestima, o porque no nos dieron herramientas educacionales para ello-, no tenemos otra opción correcta más que aprender cómo se hace, convirtiéndonos en seres responsables de la propia vida, consecuentes con la importancia que eso tiene, y seres que cambiarán su vida hacia mejor porque en cada momento estarán gobernándola y dirigiéndola del modo adecuado a los intereses o deseos propios.

La vida no es un campo de batalla, ni se ha venido aquí a sufrir. No es para “aguantarla” como buenamente se pueda, sino para disfrutarla.
No es un centro de castigo al que hemos sido condenados.
Un regalo de Dios no puede ser un regalo envenenado.
Y se disfruta más la vida, y se le encuentra el lado más agradable, si, sabiendo lo que realmente queremos hacer en ella, lo hacemos.


La calidad de nuestra vida va a depender en gran medida de que nos sintamos felices porque hacemos lo que consideramos adecuado, o que nos sintamos desgraciados porque nos sentimos víctimas de ella, y frustrados porque se nos acumulan las decepciones y las desilusiones.


¿Y cómo se toman las decisiones de un modo adecuado?
Básicamente, prestando atención a cada momento que sabemos que es importante y tomando la decisión de un modo consciente.

Para ello se requiere detenerse en el asunto y actuar del modo conveniente.

Unas personas actúan confiando en la intuición o en las corazonadas. Si este sistema les funciona, porque la experiencia les ha confirmado que tienen más aciertos que con el intelecto, que sigan confiando en él. Si no les funciona, que hagan como el resto: que se enfrenten al asunto del modo más desapegado posible, tratando de verlo como si fuera un asunto ajeno, para no sentirse afectado por algunos de las negatividades que contempla el equivocarse en la decisión.

Si estoy decidiendo qué voy a hacer en mi vida sentimental, por ejemplo, el temor al error en la decisión, que puede cambiar mi vida completamente, me va a añadir una carga de excesiva preocupación y temor que no va a permitir que la decisión se tome de un modo ecuánime y natural.

Si lo mismo que nos pasa a nosotros le pasara a un amigo, y este amigo nos lo contara pidiéndonos consejo, seguramente acertaríamos con la respuesta, ya que al no arriesgar nada en ello, podemos ser capaces de verlo desapegada e imparcialmente.
El temor al riesgo a que salga mal es lo que impide que tomemos la decisión bien, y no sentirse personalmente implicado en ello, nos permite hacerlo de un modo correcto.

Conviene también evitar los reproches posteriores en el caso de que se demuestre que la decisión no fue acertada del todo, ya que el temor a las consecuentes quejas y lamentos, va a aportar más incertidumbre a la decisión. 

Si uno pertenece a ese grupo de personas que son sus más encarnizados y cruentos enemigos propios, conviene tener un diálogo consigo mismo de conciliación y de acuerdo para una colaboración en que ambas partes acepten que puede que la decisión no tenga el resultado posterior esperado, y que eso simplemente ha de entenderse como una experiencia que no cumplió sus objetivos y no como un nuevo motivo para iniciar otra ensangrentada guerra.


Es recomendable tomar las decisiones desde la propia voluntad, y que no sean “el destino”, “la suerte”, o la omisión quienes se hagan cargo de esa responsabilidad nuestra que es la administración sensata y comprometida de nuestra vida.

Francisco de Sales
buscandome.es

jueves, 20 de julio de 2017

♥ ¡Muy Feliz Día del Amigo! ♥


La causa de todo sufrimiento


(Mensaje de Sri Bhagaván en el día de su cumpleaños)


►La causa raíz de todo sufrimiento es el sentimiento de existencia separada. 
Tenemos una conciencia divisiva que percibe las cosas como el yo y el no yo, lo mío y lo no mío, como mi gente y la tuya, como mi nación y la tuya.
Habiendo dividido todas las cosas, nos sentimos amenazados por el otro. El miedo luego engendra guerra, conflicto y más formas de violencia.

¿Estamos entonces más allá de la redención? ¿Deberíamos permanecer como un grupo de filósofos pesimistas o apáticos observadores lamentando nuestra perdición colectiva? No necesariamente.

►Como raza humana, estamos al borde de una transición colosal desde la separación a la Unidad. 
Despertaremos de la oscuridad a la luz, de la falsedad a la verdad. Nos daremos cuenta de la unidad de todas las cosas vivas.
Aunque cada uno de nosotros viva vidas diferentes, ubicadas lejos unas de otras en el espacio y el tiempo, somos biológica, emocional y espiritualmente uno. Hay sólo un cuerpo. Lo que le sucede a los animales en los mares, nos sucede a nosotros, hombres y mujeres. Lo que le ocurre a los bosques, nos ocurre a nosotros en nuestros cuerpos, ya que nuestros cuerpos, como los árboles, están hechos de la misma tierra. ¿No son nuestros cuerpos formas de barro en movimiento dotadas de inteligencia?
Un esfuerzo consciente de sanar la tierra se manifestará como la sanación final de nuestros propios cuerpos. Hay sólo una mente. Ésta es la mente que ha fluido a través de nuestros antepasados, de nosotros y la que continuará viviendo a través de nuestros hijos y su progenie. El tormento colectivo o el miedo sufrido por nuestro propio hermano en una parte del mundo se manifestará como las pesadillas, en sueños o vigilia, de alguien en otro lugar del mundo.
Nuestros placeres y dolores están interminablemente interconectados. Somos uno y no podemos continuar viviendo más en la ilusión de la separación. Hay sólo una conciencia. Vivimos en un universo holográfico. Cada individuo despertando a la unidad está afectando automáticamente a miles de personas, empujándolas hacia la única alternativa cuerda de experimentar la realidad.


Habiéndose transformado nuestra experiencia de la realidad seguiremos descubriendo nuevas formas de vivir y amar. Crearemos un mejor planeta para el presente y el futuro. Este es nuestro destino compartido.

miércoles, 19 de julio de 2017

Silencio Y Quietud - El Ahora


                                                           Silencio y Quietud 
                                                      
Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.
Tu sentido más interno de ti mismo, tu sentido de quién eres, es inseparable de la quietud. Ése es el Yo Soy que es más profundo que el nombre y la forma.
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La quietud es tu naturaleza esencial. ¿Qué es la quietud? El espacio interno o conciencia en el que las palabras de esta página son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.
Tú eres esa conciencia, disfrazada de persona.
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El equivalente del ruido externo es el ruido interno del pensamiento. El equivalente del silencio externo es la quietud interna.
Cuando quiera que haya silencio a tu alrededor, escúchalo. Esto significa que, simplemente, has de darte cuenta de él. Préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de ti, porque sólo la quietud te permite ser consciente del silencio.
Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres consciente, pero no piensas.
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Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento colectivo humano.
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 Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos. ¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser! Permite que la naturaleza te enseñe la quietud.
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Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas. Conectas con él a un nivel muy profundo. Te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir tu unidad de ti mismo con todas las cosas es verdadero amor.
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El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el que surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura conciencia, la conciencia misma.
Puedes darte cuenta de que la conciencia es el trasfondo de todas tus percepciones sensoriales, de toda tu actividad mental. Siendo consciente de la conciencia surge la quietud interna.
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Cualquier ruido molesto puede ser tan útil como el silencio. ¿Cómo? Abandonando tu resistencia interna al ruido y permitiendo que sea como es; esa aceptación también te lleva al reino de paz interna que es quietud.
Cuando aceptas profundamente este momento tal como es —tome la forma que tome—, estás sereno, estás en paz.
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Presta atención a la pausa: la pausa entre dos pensamientos, al breve y silencioso espacio entre las palabras de una conversación, entre las notas de un piano o de una flauta, o al breve descanso entre la inspiración y la espiración.
Cuando prestas atención a esas pausas, la conciencia de «algo» se convierte simplemente en conciencia. Surge de dentro de ti la dimensión informe de pura conciencia y reemplaza la identificación con la forma.
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La verdadera inteligencia actúa silenciosamente. Es en la quietud donde encontramos la creatividad y la solución a los problemas.
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¿Es la quietud tan sólo ausencia de ruido y contenido? No; es la inteligencia misma: la conciencia subyacente de la que nace toda forma. ¿Y cómo podría eso estar separado de quien tú eres?
De allí salió la forma que crees ser, y lo que la sustenta.
Es la esencia de todas las galaxias y de las hojas de hierba; de todas las flores, árboles, pájaros, y de todas las demás formas.
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La quietud es la única cosa de este mundo que no tiene forma. Pero en realidad no es una cosa, y tampoco es de este mundo.
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Cuando miras un árbol o un ser humano desde la quietud, ¿quién está mirando? Algo más profundo que la persona. La conciencia está mirando a su creación.
En la Biblia se dice que Dios creó el mundo y vio que era bueno. Eso es lo que ves cuando miras sin pensamiento, desde la quietud.
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¿Necesitas más conocimiento? ¿Crees que más información, u ordenadores más rápidos, o más análisis científicos e intelectuales van a salvar al mundo? ¿No es sabiduría lo que más necesita la humanidad en estos momentos?
Pero ¿qué es la sabiduría? ¿Dónde se encuentra? La sabiduría viene cuando uno es capaz de aquietarse. Sólo mira, sólo escucha. No hace falta nada más. Aquietarse, mirar y escuchar activa la inteligencia no conceptual que anida dentro de ti. Deja que la quietud dirija tus palabras y tus acciones.

El Ahora
Cuando se mira superficialmente, parece que el momento presente es uno entre muchos, muchos momentos. Cada día de tu vida parece estar compuesto por miles de momentos en los que ocurren distintas cosas. Pero, si miras más a fondo, ¿no hay siempre un único momento? ¿No es la vida siempre «este momento»?
Este momento —el Ahora— es la única cosa de la que nunca puedes escapar, el único factor constante en tu vida. Pase lo que pase, por más que cambie tu vida, hay una cosa segura: siempre es Ahora.
 Y ya que no es posible escapar del Ahora, ¿por qué no darle la bienvenida y hacerse amigo suyo?
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Cuando te haces amigo del momento presente te sientes como en casa dondequiera que estés. Si no te sientes cómodo en el Ahora, te sentirás incómodo dondequiera que vayas.
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El momento presente es como es. Siempre. ¿Puedes dejarlo ser?
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La división de la vida en pasado, presente y futuro es obra de la mente y, en definitiva, es ilusoria. Pasado y futuro son formas-pensamiento, abstracciones mentales. El pasado sólo puede ser recordado Ahora. Lo que recuerdas es un suceso que tuvo lugar en el Ahora, y lo recuerdas Ahora. El futuro, cuando llega, es un Ahora. De modo que lo único que es real, lo único que llega a tener existencia, es el Ahora.
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Mantener la atención en el Ahora no implica negar las necesidades de tu vida. Se trata de reconocer qué es lo fundamental. Eso te permite gestionar lo secundario con gran facilidad. No se trata de decir: «Ya no me ocupo de las cosas porque sólo existe el Ahora.» No. Empieza por encontrar lo que es más importante y haz del Ahora tu amigo, no tu enemigo. Reconócelo, hónralo. Cuando el Ahora es el fundamento y el núcleo principal de tu vida, ésta se despliega con facilidad.
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Recoger la vajilla, diseñar una estrategia empresarial, planear un viaje... ¿Qué es mas importante? ¿el acto en sí o el resultado que quieres conseguir con ese acto? ¿Este momento o algún momento futuro?
¿Tratas este momento como si fuera un obstáculo por superar? ¿Sientes que lo más importante es llegar a algún momento futuro?
Casi todas las personas viven así la mayor parte del tiempo. Como el futuro nunca llega, excepto como presente, es un estilo de vida disfuncional. Genera una continua corriente subterránea de tensión, alteración y descontento. No hace honor a la vida, que es Ahora y nunca deja de ser Ahora.
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Siente la vida dentro de tu cuerpo. Eso te ancla en el Ahora.
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No te responsabilizas definitivamente de la vida hasta que te responsabilizas de este momento, del Ahora. Esto se debe a que en el Ahora es en el único lugar donde se halla la vida.
Responsabilizarse de este momento significa no oponerse internamente a la «cualidad» del Ahora, no discutir con lo que es. Significa estar alineado con la vida.
El Ahora es como es porque no puede ser de otra manera. Ahora los físicos confirman lo que los budistas han sabido siempre: no hay cosas ni sucesos aislados. Por debajo de las apariencias superficiales, todas las cosas están interconectadas, son parte de la totalidad del cosmos que ha producido la forma que toma este momento.
Cuando dices «sí» a lo que es, te alineas con el poder y la inteligencia de la Vida misma. Sólo entonces puedes convertirte en un agente del cambio positivo en el mundo.
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Una práctica espiritual simple pero radical es aceptar lo que surja en el Ahora, dentro y fuera.
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Cuando tu atención te traslada al Ahora, estás alerta. Es como si despertases de un sueño: el sueño del pensamiento, el sueño del pasado y del futuro. Hay claridad, simplicidad. No queda sitio para fabricarse problemas. Simplemente este momento es como es.
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En cuanto entras con tu atención en el Ahora, te das cuenta de que la vida es sagrada. Cuando estás presente, hay una sacralidad en todo lo que percibes. Cuanto más vivas en el Ahora, más sentirás la simple pero profunda alegría de Ser, y la santidad de toda vida.
La mayoría de la gente confunde el Ahora con lo que ocurre en el Ahora, pero son dos cosas distintas. El Ahora es más profundo que lo que ocurre en él. Es el espacio en el que ocurren las cosas.
Por tanto, no confundas el contenido de este momento con el Ahora. El Ahora es más profundo que cualquier contenido que surja en él.
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Cuando entras en el Ahora, sales del contenido de tu mente. La corriente incesante de pensamientos se apacigua. Los pensamientos dejan de absorber toda tu atención, ya no te ocupan completamente. Surgen pausas entre pensamientos, espacio, quietud. Empiezas a darte cuenta de que eres mucho más profundo y vasto que tus pensamientos. 
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Pensamientos, emociones, percepciones sensoriales y experiencias constituyen el contenido de tu vida. «Mi vida» es de lo que derivas tu sentido del yo; «mi vida» son los contenidos, o al menos eso crees.
Pasas por alto continuamente el hecho más evidente: tu sentido más interno Yo Soy no tiene nada que ver con lo que ocurre en tu vida, nada que ver con los contenidos. Este sentido del Yo Soy es uno con el Ahora. Siempre permanece igual. En la infancia y en la vejez, en la salud o en la enfermedad, en el éxito y el fracaso, el Yo Soy —el espacio del Ahora— permanece inmutable al nivel más profundo. Habitualmente se confunde con el contenido, y por eso sólo experimentas el Yo Soy o el Ahora levemente, indirectamente, a través de los contenidos de tu vida. En otras palabras: tu sentido de Ser queda oscurecido por las circunstancias, por la corriente de pensamientos y por todas las cosas de este mundo. El Ahora queda oscurecido por el tiempo.
Y así olvidas que estás enraizado en el Ser, en tu realidad divina, y te pierdes en el mundo. Confusión, ira, depresión, violencia y conflicto afloran cuando los seres humanos olvidan quiénes son.
Sin embargo, qué fácil es recordar la verdad y volver a casa.
         Yo no soy mis pensamientos, emociones, percepciones sensorias y experiencias. Yo no soy el contenido de mi vida. Yo soy Vida. Yo soy el espacio en el que ocurren todas las cosas. Yo soy conciencia. Yo soy el Ahora. Yo Soy.
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                                                                                                           Eckhart Tölle

Del Libro: "El Silencio Habla"
Título Original: "Stillnes Speaks"
2003, Eckhart Tolle
Traducción 2004 Miguel Iribarren

martes, 18 de julio de 2017

Siembra expectativas: cosecha frustraciones


Es casi inevitable formarse expectativas en nuestras relaciones. Esperamos que nuestros padres nos den todo lo que creemos necesitar de ellos. Y como seguramente no lo hicieron, guardamos rencor y encono contra de ellos. Después esperamos que nuestras amigas o amigos sean como nosotros deseamos. Y resulta que son como son. Más adelante, al formar una pareja, esperamos que sea una mezcla perfecta: que me quiera, que me acompañe, que me consienta, que me mantenga, que me cuide, que me aconseje, que me divierta y que no piense más que en mi. Luego, esperamos de nuestros hijos: que me cuiden, que me acompañen, que me admiren, que me mantengan…
¡Es terrible vivir así!

Mucho sufrimiento sería ahorrado si dejamos de esperar que los otros nos den lo que deseamos.
Muchas relaciones serían infinitamente mejores si no estuviéramos esperando que las personas dejen de ser lo que son y sean lo que nosotros creemos merecer.

A mayores expectativas mayores desilusiones.

Los demás son como son. Y nosotros debemos agradecer que quieran compartir con nosotros. Imponer nuestra necesidad nos impide respetarlos.

Los demás no están para resolver nuestras carencias. Ese es un trabajo individual del que debemos hacernos cargo para poder realmente amar.