lunes, 3 de julio de 2017

Soy mi propio hogar, por eso me escucho, me atiendo y me renuevo


Soy mi propio hogar, por eso abro las ventanas para renovar el aire, para que se vaya el viento rancio y tóxico y entre la brisa que huele a esperanza, a ilusiones perfumadas. Soy mi propia casa, soy mi refugio preciado, por eso a veces no estoy para nadie porque busco el cobijo de mi intimidad: mis rincones privados para escucharme, para atenderme, para sanarme…
Si nuestro interior fuera en realidad una casa, muchos de nosotros la tendríamos tristemente descuidada. Más aún, habría quienes dispondrían de una fachada bien decorada, con orlados tejados de colores, llamativas chimeneas, sofisticadas rejas y grandes ventanales con elegantes cortinajes.
Los hogares se construyen para ser habitados, disfrutados, no para ser contemplados
                                                   Francis Bacon
Sin embargo, si quisiéramos entrar al interior de estas mansiones tan imponentes, descubriríamos en muchas de ellas muros desvencijados, pilares débiles, salones solitarios, habitaciones vacías que huelen a tristeza y muchos rincones oscuros, ahí donde nunca ha entrado la luz del sol. En efecto, si cada uno de nosotros fuéramos en realidad una casa, estaríamos en la obligación imperante de atenderla, de convertir nuestro hogar en un espacio rico, cómodo, libre de sombras, de habitaciones cerradas y grietas largamente descuidadas.
Somos nuestro propio hogar, admitámoslo, somos nuestro propio refugio y esa estructura excepcional que siempre está en constante crecimiento. Aprendamos entonces a cuidar este espacio mágico que ni se vende ni se presta, sino que se protege.


El refugio que buscas fuera está en tu interior

Decía George Bernard Shaw que la vida no se trata de encontrarnos a nosotros mismos, se trata en realidad de saber crearnos a nosotros mismos. Así, quien elija emprender un viaje de búsqueda con el fin de dar con un propósito, con el de reconocer sus límites y de hallar la esencia de la propia personalidad, errará en el enfoque. Porque todo lo que desea saber no está en el exterior, sino en ese escenario interno que produce frutos maravillosos cuando lo cuidamos.
A su vez, hay un hecho innegable que muchos habremos percibido alguna vez, sobre todo en esa etapa de nuestra adolescencia donde vivimos de puertas hacia afuera, pendientes de lo que la vida nos trae, de lo que acontece en el exterior con su algarabía, con sus sabores, sonidos y oleaje. Al vivir desconectados de nuestro corazón, de ese faro interno donde brillan los valores y propia identidad, siempre tenemos la sensación de que “falta algo”. De que lo que hay en el propio hogar es un insufrible vacío y que hay que llenarlo con casi cualquier cosa.
Así, casi sin darnos cuenta, dejamos entrar al hogar de nuestro propio ser al primero que venga, le damos las llaves de la puerta de entrada, le ofrecemos el sofá del salón e incluso la llave privada de nuestros armarios y guardillas. Lo hacemos con ingenua inocencia, sin saber que hay ladrones que todo se lo quedan, merodeadores sin piedad que todo lo arrasan: autoestimas, fortalezas, virtudes, sueños e ilusiones…


Atenderte, escucharte, construirte no es un acto de egoísmo

Tener un hogar de espaciosos salones llenos de libros donde se contienen infinitos saberes no es un acto de egoísmo. Disponer de un hogar donde no hay puertas cerradas, ni grietas, ni rincones habitados por sombras y oscuridades no es un acto de vanidad. Disfrutar de un jardín donde se extienden increíbles flores, bellos arbustos y árboles de fuertes raíces no es algo superficial. Porque conseguir cada una de estas cosas requiere tiempo, voluntad y un delicado auto-cuidado.
La luz es demasiado dolorosa para quienes viven en la oscuridad.
                                                   Eckhart Tölle
Vivimos en una sociedad que nos condiciona a creer que el amor hacia uno mismo es un acto de egoísmo. Sin embargo, después estamos casi obligados a leer libros de autoayuda para descubrir que esa premisa no es cierta, que cerrar las puertas de nuestro hogar a lo que no nos gusta o no nos apetece no es ser narcisista. Es ser valiente, es aunar amor propio y honestidad, es afianzar un compromiso con nosotros mismos para garantizar nuestra autoestima y nuestro bienestar en un mundo acostumbrado a moldear personas frustradas, personas que no saben cómo ser felices.
Ya lo dijo Albert Ellis en su momento, nuestra sociedad nos enseña a menudo a dañarnos a nosotros mismos. Debemos por tanto a dejar a un lado todo lo que nos han hecho creer hasta el momento para aprender pensar y sentir de modo diferente, para recordar que hay un ser frágil y desvalido que necesita atención, cuidados y reconocimiento: uno mismo.
Hagamos por tanto ese viaje de retorno hacia el propio hogar para barrer hacia fuera nuestras creencias limitantes, para ampliar las salas de las esperanzas, para descorrer las cortinas de los conflictos internos, para sanear las tuberías de nuestras heridas emocionales. Sembremos nuestros jardines de semillas de ilusiones y guardemos en el propio bolsillo las llaves de nuestro hogar, porque son ellas y solo ellas, las que abrirán al fin y al cabo todas las puertas de nuestra felicidad…

Psicologia/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de Victor Nizovtsev
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 2 de julio de 2017

LA TEORÍA DE LOS CAMPOS MÓRFICOS DE RUPERT SHELDRAKE Y EL ÁRBOL GENEALÓGICO


Rupert Sheldrake es el bioquímico británico que postuló la hipótesis más revolucionaria de la biología contemporánea: la de la Resonancia Mórfica.
Las mentes de todos los individuos de una especie -incluido el hombre- se encuentran unidas y formando parte de un mismo campo mental planetario. Ese campo mental -al que denominó morfogenético- afecta a las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al campo. “Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman”, afirma Sheldrake. De este modo si un individuo de una especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil aprenderla a todos los individuos de dicha especie, porque la habilidad “resuena” en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre. Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más fácil y rápido les resultará al resto.
El campo donde está conectada la información genealógica lo describe Rupert Sheldrake desde un punto de vista cuántico: “Existen en la naturaleza unos campos llamados Morfogenéticos, los cuales son como estructuras organizativas invisibles que moldean o dan forma a tales cosas como plantas o animales, que también tienen un efecto organizador en la conducta”.
Estos campos Morfogenéticos contienen información recopilada de toda la historia y la evolución pasada, algo a la manera de la “memoria racial” de Freud o el “inconsciente colectivo” de Jung o el “circuito neurogenético” de Timothy Leary. La resonancia mórfica, el principio de memoria colectiva, se puede aplicar al estudio del árbol genealógico. Cada familia tiene su propia memoria colectiva a la que todos sus miembros están conectados y tienen acceso.
La transmisión intergeneracional ocurriría pues en este campo mórfico, pues hay una memoria común compartida por todos los miembros del clan, hayan o no convivido en las mismas coordenadas espaciotemporales.
¿Esto podría ser otra forma de entender el inconsciente colectivo y el inconsciente familiar? ¿Daría respuesta al por qué los secretos y los no dichos de una generación ejercen ese tremendo efecto en las siguientes?
Claudine Vegh decía que “…vale más saber una verdad, aun cuando sea difícil, vergonzosa o trágica, que ocultarla, porque aquello que se calla, es subordinado o adivinado por los otros y ese secreto, se convierte en un traumatismo más grave a largo plazo”.
Anne Ancelin Schützenberger lo ha estudiado a fondo: “Los duelos no hechos, las lágrimas no derramadas, los secretos de familia, las identificaciones inconscientes y lealtades familiares invisibles” pasean sobre los hijos y los descendientes. ►“Lo que no se expresa por palabras se expresa por dolores”.
¿Podemos los descendientes modificar esa información almacenada en el campo? “La sanación del árbol consiste en quitar la repetición, comprenderla, o repetirla en una forma positiva”, nos responde Alejandro Jodorowsky.

sábado, 1 de julio de 2017

EXPECTATIVAS Y SALUD


En muchas ocasiones, es realmente difícil ponerse a redactar una respuesta que resuma en un par de renglones toda una metodología y sus variantes o excepciones.
Pero si se trata de hacer un resumen general, yo podría atreverme a decir, que la salud depende de las expectativas de cada persona.

¿POR QUÉ?

Porque si mi estado emocional determina mi salud y mis expectativas determinan mi estado emocional, resulta realmente una gran complicación mantenerme sano todo el tiempo, a menos claro, que efectivamente permanezca yo en un equilibrado estado de coherencia.
Y justo ayer, le comentaba yo a la persona en consulta por la tarde, que casi siempre, en un 90% de las ocasiones yo escribo, al llenar el cuestionario de registro de los clientes, en el renglón que corresponde al estado de salud de la madre (del cliente) las siguientes dos palabras:
DIABETES / HIPERTENSIÓN
Es rara la ocasión, en que suelo escribir alguna otra palabra y más extraño aún, dejar ese renglón en blanco.
¿Esto quiere decir que TODAS las madres, en determinado momento de la vida están condenadas a sufrir estas dos enfermedades?
Por supuesto que no!
¿Qué está pasando entonces?
¿Y qué me dicen del 90% de las veces en que en el renglón de causa de muerte del abuelo materno y paterno escribo INFARTO?
¿Debo asumir entonces que si soy mujer en mis 40 debo prepararme para mi diabetes y mi hipertensión más adelante o incluso ya padecerlas?
¿Debo asumir entonces que si soy hombre moriré de infarto?
¿En dónde queda mi libre albedrío y el control sobre mi salud?
¿No será acaso que todas esas mujeres y hombres han colocado sus expectativas en las cosas equivocadas?
Si mi expectativa es que el fin de semana mis padres me lleven al parque a jugar, luego me compren un helado de cereza y finalice mi día con ellos abrazándome, seguramente, si el fin de semana cae una tormenta, la heladería está cerrada y mi padre no está porque le cambiaron el turno y tuvo que trabajar, yo me sienta decepcionada de la vida, triste y solitaria.
Pero aquí hay algo que no cuadra muy bien, porque en el ejemplo se trata de un niño o una niña, y es bien difícil que un menor de edad tenga expectativas.
Eso es más bien una cuestión de adolescentes para adelante.
Un niño o niña disfruta el momento, come lo que hay, no piensa en lo que hará mañana y no espera lo sigue como una meta. No está pendiente de un reloj.
Un adolescente va dejando ese “vivir el momento”, porque al socializar su vida toma un giro.
– Quiere pertenecer– Quiere ser aceptado
– Quiere ser escuchado
– Quiere ser amado

Para ello, él debe “comenzar a pre – ocuparse”. Planear lo que dirá, lo que se pondrá, lo que responderá, lo que permitirá, lo que rechazará y hasta cómo se peinará, etc. Y comenzará a sufrir las consecuencias de “sus falsas expectativas”. Comenzará a revisar el reloj.
Comenzarán los llantos, las desilusiones, las frustraciones, la ira, los miedos, el enojo.
Comenzará sin darse cuenta, a “dañar su salud”.
Porque ya sabemos que emociones específicas, dañan órganos específicos.
Entonces, obviamente dependerá de su carácter, de su fortaleza y de sus expectativas: su salud.
  • Comienzan los problemas amorosos, porque esa chica que me gusta no me hace caso y ese chico que me encanta está coqueteando con otra.
  • Comienzan los problemas de territorio, porque ese que yo consideraba mi mejor amigo, ha dejado de hablarme y ya formó otro “grupito”.
  • Comienzan los problemas de desvalorización, porque todos se burlan de mi manera de hablar, de vestirme o de la música que me gusta. Y hasta puede ser que yo comience a sufrir de un velado “miedo a morir” si me hacen bullying, lo que me hace sentir una basura total.
Aquí comienzan mis verdaderos cambios, comienzan a fortalecerse o debilitarse las bases que me dieron casa, lo que yo vi y sentí en mi casa.
  • Si vivo soledad y aislamiento en casa, salgo al mundo a buscar compañía.
  • Si vivo rudeza o frialdad en casa, salgo a buscar comunicación y amor.
  • Si yo vivo victimismo y violencia en casa, salgo a escapar.
Y voy creciendo, voy tropezando. Me siento saludable y fuerte, porque estoy joven, porque aún hay tiempo, porque mi vida será diferente, porque la vida tiene un camino de mil oportunidades para mí.
¿Pero qué hay con esas mujeres que llevan años y años en un matrimonio desastroso, lleno de rutina y silencios?
  • Que para ellas ya no hay “esperanza”, ya no hay tiempo, ya no hay miles de caminos, es más, ya no hay nada qué hacer.
  • ¿Y qué hay de esa mujer que lleva docenas de parejas y nomás no atina a encontrar compañero ideal y ya anda en sus 38 años?
Entonces ahora resulta que ya no sólo son las expectativas sino también la esperanza lo que puede mantenerme sano, combinado con el factor “tiempo”.
Conozco mujeres, cuya única expectativa es “encontrar marido”.
No importa si es infiel, si es alcohólico, si es un mantenido, si es un vicioso, un jugador o un hijo de mamá.
TODAS sus expectativas están puestas en la boda con alguien, el vestido, el salón, los invitados y hasta la mesa de postres.
Conozco mujeres, cuya única expectativa está en “cuidar a sus hijos las 24 horas”, alimentarlos, bañarlos, despertarlos, cargarlos, llevarlos, traerlos. Y no hay nada ni nadie más en la vida, que sus hijos.
Conozco hombres, cuya única expectativa es ser exitosos. No importa a quién tengan que pisotear, a quién tengan que dejar, a quién deban pagar. El éxito es su única meta.
Conozco hombres, cuya única expectativa es formar una familia, tener una casa, una esposa, unos hijos y un perro. La casa deberá ser grande, con jardín, cochera para 2 autos y portón de madera tallada.
Y entre más grandes estas personas, entre menos de sus expectativas han sido cumplidas, entre menos tiempo de vida tienen, más afectados emocionalmente resultarán.
Porque si esa mujer jamás encuentra un marido para tener el pretexto y poner su mesa de postres, si los hijos de esa otra señora crecen y se van a hacer sus vidas, si ese hombre jamás logra un ascenso, y si aquel otro hombre jamás logra formar la familia de sus sueños o construir su casa con el portón de madera, para ellos será como “no haber vivido”, “no haber logrado nada”, “haber perdido tiempo”, “morir”.
Entonces esas Diabetes y esas Hipertensiones tan comunes en las mujeres de más de 50 años, son sólo la consecuencia de necesidades emocionales mal gestionadas.
De una dulzura que ellas ya no viven, ya no sienten o que nunca tuvieron al 100%.
De un carácter estresado, lleno de preocupaciones y ansiedades sin sentido.
Esos infartos que lo único que demuestran son “pérdidas de territorio” mal manejadas, de frustración por envejecer, por ya no ser hombres productivos o por no haber obtenido la liquidación esperada.
Y afortunadamente, hay millones de personas, entre ellas tú, que pueden comenzar a revisar en dónde, en quién o en qué han colocado sus muchas expectativas. Tomando en cuenta, que mientras más altas sean colocadas, más fuerte será el impacto emocional si no funcionan o resultan.
Puedes soñar con encontrar al amor de tu vida, pero también debes estar plenamente feliz si eso jamás sucede.
Puedes soñar con tener hijos, pero debes vivir pleno y feliz si la vida no tiene ese plan para ti.
La vida no se trata de tener y conseguir, de plazos ni tiempos.
La vida es para disfrutarla con lo que trae, con sus tiempos, haciendo lo que te gusta y respirando.
De esa manera, todos los “extras” que te lleguen, serán valorados en su justa medida pero jamás olvidándote de ti.
No bases tu paz, tu felicidad o tus objetivos de vida en nada ni en nadie.

Esto es un viaje al que llegaste solito porque el Universo sabía que solito podías.
Cuando logres establecerte como tu única prioridad, como única expectativa, verás cómo enseguida comienzas a gozar de total salud, además de que llegarán docenas de cosas maravillosas a tus días.
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.

viernes, 30 de junio de 2017

El Maestro


La figura de un maestro ha representado siempre la sal viva sobre esta tierra. Son y han sido muchos los que han apostado por una visión distinta del hombre, y consecuentemente, del mundo.

    Muchos fueron perseguidos, otros acusados, otros sentenciados, otros quedaron en el anonimato, pero cada uno dejó impresa su huella, supo esparcir sus semillas en terreno fértil.

    Un maestro orienta, indica, reconforta, motiva, marca una dirección, transmite una enseñanza, pero no puede hacer el trabajo por ti. No puede traspasarte su experiencia, su lucidez, su discernimiento ni sabiduría, pero puede reavivar tu llama para reducir a cenizas tu ignorancia, tu atolondramiento. De ahí que a veces los métodos no sean iguales para cada persona, porque el maestro no responde preguntas, sino a quien las formula.

    El maestro es una luz que guía en la oscuridad, un faro que permite que veas los objetos con los que chocas, pero no le pidas que los aparte, que los retire, porque él también los tiene que sortear. Un maestro puede ser amable, noble y cercano, pero también firme, tajante y exigente. Eres tú quien se ha cruzado en su camino; él se mantiene en el suyo. Eres tú el que necesita beber de su fuente; él ya está saciado.

    Un maestro no trata de convencer. No impone, sino expone. Sus argumentos pueden no ser consistentes porque no quiere ir hacia tu mente, sino hacia tu corazón. Por ello su lenguaje no es el de un erudito que trata de adoctrinar, de imponer criterios, sino que provoca que llegue una brisa en tu rostro que obligue a girarte, a percatarte de otros vientos que pueden provenir de otras direcciones. El maestro sabe que si te rellenas de conceptos crearás un muro alrededor de ti, te aferrarás a ellos, te ocultarás tras los mismos. Su misión es destruir todo lo que crees que te protege; te deja inválido hacia una experiencia que debe ser tuya y nunca prestada por nadie. Pero para que la receptividad no provenga sólo de los pensamientos, el maestro provocará en ti una conmoción. Provocará que el discípulo deje a un lado su mente para que haya un acercamiento de seres, de almas.


El maestro no intenta cambiarte, sino que por ti mismo te hagas más consciente. Respeta la base esencial sobre la que te sustentas: tu propio ser. Sin embargo, un maestro carga con todas las proyecciones y expectativas que puedan generarse hacia él. Es de todos y de nadie, escurridizo y también cercano. Su actitud descoloca porque es imprevisible. No encaja en ningún esquema mental, desprende contradicciones porque es la manera de complementarse. Deroga cualquier responsabilidad exigida hacia su persona, porque en última instancia, el maestro, es una llama en sí misma, una luz que se autoilumina y que puede irradiar a quien esté receptivo y abierto. Es su energía lo que atrae, nunca su ego. Se sirve de símiles y comparativas porque sabe que el lenguaje es incompleto para expresar lo que está más allá de las palabras.

    Todo ello provoca un golpe de luz, destruye los cimientos de las creencias y las estructuras de cómo deben ser las cosas. Hace añicos lo que consideramos permanente para asomar la visión más allá de los muros que hemos creado alrededor. Es su manera de expresar su compasión, su amor. La compasión de un maestro no va ligada al apego ni a la docilidad perpetua. Por ello despierta celos, animadversión, y se despiertan los detractores. El maestro puede pasar de ser el más querido al más repudiado, porque falló en la expectativa generada, porque sigue su propio camino, porque no tiene en cuenta tu proyección. La manera de expresar su amor no es la convencional, por ello desconcierta a todos a su alrededor.


 Existe una leyenda hermosa sobre Buda. Se dice que cuando iba algún erudito a preguntarle, alguna persona cargada de conocimientos sin afán genuino de búsqueda, sin más intención que el de un cruce dialéctico, Buda invitaba a esa persona a estar a su lado durante dos años en completo silencio. Una vez pasaran esos dos años, aquella persona podía preguntarle sobre lo que quisiera. El tiempo pasaba, dos años junto a Buda sin preguntar nada, buceando en el silencio interior, profundizando en los recónditos recovecos del ser. Una vez pasaba ese tiempo, Buda les recordaba que ya podían iniciar la rueda de preguntas, comenzar a cuestionar todo lo que quisieran. Era algo muy significativo porque las personas que permanecieron durante esa temporada bebiendo de la misma fuente sintieron que las preguntas se desvanecían, se desintegraban, porque por contra, otro tipo de integración sucedía, otro tipo de comprensión se creaba, y ya las preguntas dejaban de ser relevantes, sustanciales. No preguntaban nada, no había nada que preguntar. Se postraban a sus pies y tan sólo le expresaban su agradecimiento, su manera de atajar la experiencia de la verdad. Así pues, Buda, que en apariencia podía parecer esquivo a atender preguntas, daba la oportunidad a través de la experiencia a que la respuesta surgiera dentro de cada persona, sin implicar la mente intelectiva, sino la comprensión profunda. Así evitaba el enredo discursivo, y en ese gesto, en ese acto, era la manera en la que se expandía su compasión.

    El maestro puede parecer frágil, débil, pues su fortaleza no está al alcance de los ojos de los demás. Puede parecer ingenuo, pues su saber es el florecimiento de una inocencia recuperada sobre una experiencia. Te puede hacer sentir incómodo, puede que no encaje en tu modelo de lo que es un maestro, puede que le veas cotidiano, mundano, terrenal. Puede que no sea solemne, sino jovial. Puede que disfrute de los pequeños placeres sin la espera de una recompensa celestial, y convertir así lo más sencillo en divinidad.

    Así evita el pedestal, el rango de superioridad. Así está en un mismo nivel al igual que el de cada uno, porque al fin y al cabo, maestro y discípulo subyacen en sí mismo.

    Al maestro también hay que saber soltarle, puede ser un lastre en la evolución personal y espiritual. Puede convertirse en un apego, en una barrera que nos vuelve dependientes, que entronca con la madurez individual. Como dijera Krishnamurti: ¨Al fin y al cabo lo importante es trabajar con uno y no con alguien¨.

    Aunque el maestro es una máxima ayuda, un reconfortante vehículo de la enseñanza, se debe utilizar como la indicación y no como el camino en sí, pues en definitiva, uno mismo es su propio maestro y en uno mismo reside su propio discípulo.



Raul Santos Caballero
http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

jueves, 29 de junio de 2017

Tú eres el resultado de ti mismo


No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar; corrigiéndote: el triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error.

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer; las circunstancias son buenas o malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte, enfrenta con valor y acepta que de una u otra manera, todo dependerá de ti; no te amargues con tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño; 
recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Si, tú has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú, nadie pudo haber sido por ti.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes, de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimento morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Comienza a ser sincero contigo mismo. Reconociéndote por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para justificarte.

Reconócete dentro de ti mismo, más libre y fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias,
porque tú mismo eres tu destino.

Y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.

Levántate, mira las mañanas y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de la vida

Ahora despierta, camina, lucha.

Decídete y triunfarás en la vida.

Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.


                                                                                                Pablo Neruda