viernes, 30 de junio de 2017

El Maestro


La figura de un maestro ha representado siempre la sal viva sobre esta tierra. Son y han sido muchos los que han apostado por una visión distinta del hombre, y consecuentemente, del mundo.

    Muchos fueron perseguidos, otros acusados, otros sentenciados, otros quedaron en el anonimato, pero cada uno dejó impresa su huella, supo esparcir sus semillas en terreno fértil.

    Un maestro orienta, indica, reconforta, motiva, marca una dirección, transmite una enseñanza, pero no puede hacer el trabajo por ti. No puede traspasarte su experiencia, su lucidez, su discernimiento ni sabiduría, pero puede reavivar tu llama para reducir a cenizas tu ignorancia, tu atolondramiento. De ahí que a veces los métodos no sean iguales para cada persona, porque el maestro no responde preguntas, sino a quien las formula.

    El maestro es una luz que guía en la oscuridad, un faro que permite que veas los objetos con los que chocas, pero no le pidas que los aparte, que los retire, porque él también los tiene que sortear. Un maestro puede ser amable, noble y cercano, pero también firme, tajante y exigente. Eres tú quien se ha cruzado en su camino; él se mantiene en el suyo. Eres tú el que necesita beber de su fuente; él ya está saciado.

    Un maestro no trata de convencer. No impone, sino expone. Sus argumentos pueden no ser consistentes porque no quiere ir hacia tu mente, sino hacia tu corazón. Por ello su lenguaje no es el de un erudito que trata de adoctrinar, de imponer criterios, sino que provoca que llegue una brisa en tu rostro que obligue a girarte, a percatarte de otros vientos que pueden provenir de otras direcciones. El maestro sabe que si te rellenas de conceptos crearás un muro alrededor de ti, te aferrarás a ellos, te ocultarás tras los mismos. Su misión es destruir todo lo que crees que te protege; te deja inválido hacia una experiencia que debe ser tuya y nunca prestada por nadie. Pero para que la receptividad no provenga sólo de los pensamientos, el maestro provocará en ti una conmoción. Provocará que el discípulo deje a un lado su mente para que haya un acercamiento de seres, de almas.


El maestro no intenta cambiarte, sino que por ti mismo te hagas más consciente. Respeta la base esencial sobre la que te sustentas: tu propio ser. Sin embargo, un maestro carga con todas las proyecciones y expectativas que puedan generarse hacia él. Es de todos y de nadie, escurridizo y también cercano. Su actitud descoloca porque es imprevisible. No encaja en ningún esquema mental, desprende contradicciones porque es la manera de complementarse. Deroga cualquier responsabilidad exigida hacia su persona, porque en última instancia, el maestro, es una llama en sí misma, una luz que se autoilumina y que puede irradiar a quien esté receptivo y abierto. Es su energía lo que atrae, nunca su ego. Se sirve de símiles y comparativas porque sabe que el lenguaje es incompleto para expresar lo que está más allá de las palabras.

    Todo ello provoca un golpe de luz, destruye los cimientos de las creencias y las estructuras de cómo deben ser las cosas. Hace añicos lo que consideramos permanente para asomar la visión más allá de los muros que hemos creado alrededor. Es su manera de expresar su compasión, su amor. La compasión de un maestro no va ligada al apego ni a la docilidad perpetua. Por ello despierta celos, animadversión, y se despiertan los detractores. El maestro puede pasar de ser el más querido al más repudiado, porque falló en la expectativa generada, porque sigue su propio camino, porque no tiene en cuenta tu proyección. La manera de expresar su amor no es la convencional, por ello desconcierta a todos a su alrededor.


 Existe una leyenda hermosa sobre Buda. Se dice que cuando iba algún erudito a preguntarle, alguna persona cargada de conocimientos sin afán genuino de búsqueda, sin más intención que el de un cruce dialéctico, Buda invitaba a esa persona a estar a su lado durante dos años en completo silencio. Una vez pasaran esos dos años, aquella persona podía preguntarle sobre lo que quisiera. El tiempo pasaba, dos años junto a Buda sin preguntar nada, buceando en el silencio interior, profundizando en los recónditos recovecos del ser. Una vez pasaba ese tiempo, Buda les recordaba que ya podían iniciar la rueda de preguntas, comenzar a cuestionar todo lo que quisieran. Era algo muy significativo porque las personas que permanecieron durante esa temporada bebiendo de la misma fuente sintieron que las preguntas se desvanecían, se desintegraban, porque por contra, otro tipo de integración sucedía, otro tipo de comprensión se creaba, y ya las preguntas dejaban de ser relevantes, sustanciales. No preguntaban nada, no había nada que preguntar. Se postraban a sus pies y tan sólo le expresaban su agradecimiento, su manera de atajar la experiencia de la verdad. Así pues, Buda, que en apariencia podía parecer esquivo a atender preguntas, daba la oportunidad a través de la experiencia a que la respuesta surgiera dentro de cada persona, sin implicar la mente intelectiva, sino la comprensión profunda. Así evitaba el enredo discursivo, y en ese gesto, en ese acto, era la manera en la que se expandía su compasión.

    El maestro puede parecer frágil, débil, pues su fortaleza no está al alcance de los ojos de los demás. Puede parecer ingenuo, pues su saber es el florecimiento de una inocencia recuperada sobre una experiencia. Te puede hacer sentir incómodo, puede que no encaje en tu modelo de lo que es un maestro, puede que le veas cotidiano, mundano, terrenal. Puede que no sea solemne, sino jovial. Puede que disfrute de los pequeños placeres sin la espera de una recompensa celestial, y convertir así lo más sencillo en divinidad.

    Así evita el pedestal, el rango de superioridad. Así está en un mismo nivel al igual que el de cada uno, porque al fin y al cabo, maestro y discípulo subyacen en sí mismo.

    Al maestro también hay que saber soltarle, puede ser un lastre en la evolución personal y espiritual. Puede convertirse en un apego, en una barrera que nos vuelve dependientes, que entronca con la madurez individual. Como dijera Krishnamurti: ¨Al fin y al cabo lo importante es trabajar con uno y no con alguien¨.

    Aunque el maestro es una máxima ayuda, un reconfortante vehículo de la enseñanza, se debe utilizar como la indicación y no como el camino en sí, pues en definitiva, uno mismo es su propio maestro y en uno mismo reside su propio discípulo.



Raul Santos Caballero
http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

jueves, 29 de junio de 2017

Tú eres el resultado de ti mismo


No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar; corrigiéndote: el triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error.

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer; las circunstancias son buenas o malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte, enfrenta con valor y acepta que de una u otra manera, todo dependerá de ti; no te amargues con tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño; 
recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Si, tú has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú, nadie pudo haber sido por ti.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes, de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimento morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Comienza a ser sincero contigo mismo. Reconociéndote por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para justificarte.

Reconócete dentro de ti mismo, más libre y fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias,
porque tú mismo eres tu destino.

Y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.

Levántate, mira las mañanas y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de la vida

Ahora despierta, camina, lucha.

Decídete y triunfarás en la vida.

Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.


                                                                                                Pablo Neruda

miércoles, 28 de junio de 2017

20 Lecciones sobre creatividad que podemos aprender de los niños


Nos esforzamos en convertirnos en esos adultos responsables e independientes que admiramos… solo para darnos cuenta que hemos perdido por el camino todo aquello que realmente era especial y divertido.

Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido.
Existen muchísimas cosas que podemos aprender de los niños, de su actitud ante la vida, la forma de enfrentarse a problemas, su decisión… Aún no hemos entendido que realmente no tenemos que esforzarnos en aprender a ser creativos e innovadores, sino que únicamente debemos recordarlo.

  1. Pon el corazón en lo que hagas. Da igual, que estés jugando, corriendo o montando un puzzle. En ese momento es lo único importante, así que disfrútalo con todo tu ser, energía y pasión.
  2. Sé flexible y adaptable. Da igual que al principio no te salga y te frustres. Al final lo conseguirás, la clave es seguir intentándolo y explorar otras formas diferentes… al final serás capaz.
  3. Deja atrás tus prejuicios. Si olvidas tus ideas preconcebidas podrás descubrir que el mundo es mucho más fácil y atractivo, y que está lleno de posibilidades.
  4. Tienes que divertirte. Aburrirse es aburrido. Si no te diviertes, es que algo estás haciendo mal. Aunque sea con un palo y una piedra, siempre es posible pasarlo bien. La clave está en tu imaginación.
  5. El mundo está lleno de cosas asombrosas. La ilusión por descubrirlas es una de las mejores motivaciones que hay. No hay nada malo en asombrarse y expresar genuina ilusión, sino más bien lo contrario. Es el principio de algo apasionante, así que no tengas miedo de explorar.
  6. Compartir es divertido. Aunque jugar sólo está bien, lo mejor es compartir tus juguetes con otros niños. Juntos podemos descubrir más cosas que solos, y además es un proceso más divertido
  7. Si te caes, levántate. Aunque te hayas hecho daño y te duela, tras llorar un poco hay que levantarse, y volver a intentarlo. Estar lamentándote hace que te pierdas cosas divertidas. No tengas miedo a equivocarte, es sólo un paso en el camino.
  8. No tengas miedo a relacionarte. La vergüenza sólo sirve para no hacer cosas. Conocer a otros como tú, jugar con ellos y pasarlo estupendamente bien vale el esfuerzo.
  9. Expresa tus emociones. Tanto si eres absolutamente feliz como si estás triste, déjalo salir. Te sentirás genial, y aprenderás a reconocer y aceptar tus emociones. Si las dejas dentro, acabarás por no ser feliz.
  10. Mira las cosas como si fuera la primera vez que las vieras. Tu mente está llena de posibilidades, así que celebra lo extraordinario y elimina tus prejuicios.. lo que te llevará a ser capaz de encontrar nuevas ideas y posibilidades.
  11. Sé honesto. La verdad es tu mejor aliada, así que siempre di lo que sientes o piensas. Aunque a veces puede ser duro escucharlo, la gente confiará completamente en ti… así que míralos a los ojos sin pestañear y dilo.
  12. Tus límites están en tu mente. No dejes que nadie te diga qué puedes hacer y qué no puedes hacer, las primeras limitaciones están en tu cabeza. Si encuentras barreras, acabarás por encontrar una forma de superarlas… pero si no lo intentas, seguro que no lo conseguirás.
  13. Aprender cosas nuevas es genial. Todo conocimiento es una nueva pieza a utilizar al resolver problemas y divertirse, no importa sobre qué sea. Cuantas más cosas sabes, más posibilidades hay.
  14. No te preocupes por hacer el ridículo. Es una censura autoimpuesta que sólo sirve para dejar de hacer cosas. Atrévete y olvídate de los demás. Puede que no seas el que mejor baila o pinta, pero sabes divertirte… así que hazlo.
  15. Disfruta de cada momento. Da igual si estás en la escuela, en casa o en el parque. Todo es juego y emoción, así que olvídate de las etiquetas (trabajo=aburrido) y encuentra el lado divertido de las cosas.
  16. No le hagas mucho caso a los “mayores”. Muchos han olvidado cómo divertirse, así que no te preocupes. En realidad sienten envidia porque les encantaría tirarse en el suelo contigo y ponerse perdidos de pintura.
  17. Pregunta lo que no sabes, y si lo necesitas, pide ayuda. Es normal que no lo sepas todo, y la vergüenza a preguntar es una tontería que sólo te hace permanecer ignorante. Si algo no te sale, levanta la cabeza y pide ayuda.  ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Que te quedes como estás
  18. Busca lo [simple]. No pierdas tiempo en cosas complicadas o inútiles. La clave es eliminar todas aquellas cosas superfluas o que no te interesan de la ecuación, y centrarte en la base.
  19. Descansa cuando estés cansado. Si ya no te quedan energías, lo único que vas a conseguir va a ser enfadarte. Busca un sofá cómodo o el regazo de la persona que tengas al lado y da una buena cabezadita. Los problemas se ven mucho más sencillos después.
  20. La vida es más fácil de lo que crees. Toda esa obsesión por lo que sucederá en el futuro, o por lo que pasó hace tiempo no sirve de nada. Vive en el ahora, disfruta de cada momento y apóyate en las que personas que te quieren.
Aquí tienes un video de Adora Svitak, la conferenciante más joven en pasar por TED y a la que nadie le había explicado que un niño no podía dar una conferencia inspiradora en un evento como ese. Su charla: “Lo que los adultos pueden aprender de los niños”. Siguiendo este enlace podrás ver el video con subtítulos en español.



(Mi papá dice que Adora no se comporta como una niña sino como una niña que aprendió a comportarse como adulta y que ver este video le produce sensaciones contradictorias… de todas maneras, te invito a verlo y tener tu propia resonancia.)





Seleccionado por Camila Ubierna de Javier Megias.
http://andresubierna.com

martes, 27 de junio de 2017

La consideración positiva de si mismo



“Nuestras potencialidades individuales son resultado directo de nuestra autoestima. Lo que quiere decir que nos sentimos eficaces respecto a nosotros mismos. Si llegamos a adoptar mejor concepto de nosotros, esperaremos más de nosotros […] Este proceso de crecimiento da como resultado metas más agresivas, expectativas mayores y, tanto, logros más impresionantes. Si cree usted lo que acabo de decir, no podrá evitar la conclusión de que aquellos a quienes ha seguido con pasión, con alegría, con entusiasmo, le han hecho sentirse alguien. No se trataba simplemente de que tuvieran el oficio, o el poder […] de alguna manera se sentía usted admirable por estar junto a ellos.” Irwin Federman

La consideración positiva de sí mismo parece ejercer su fuerza mediante la creación en los otros de una sensación de confianza y de elevadas expectativas, efecto no muy distinto del fabuloso Pigmalión.

Cuando Ian McGregor se hizo cargo de la presidencia de la British Steel Corporation , su primera orden fue la de restaurar la moral de los sectores medios de la administración. “Siempre he trabajado sobre la base de la teoría –dijo- de que para el personal superior de una organización es muy importante imaginarse cómo motivar al personal subordinado.” No podía ofrecer a sus ejecutivos las recompensas financieras habituales en las compañías con grandes ganancias, pero podía proporcionar motivación a través de su independencia y su autoconfianza. “La gente empieza a sentir que una parte de la empresa depende de ella- dijo-. Tiene más oportunidades de mostrar sus capacidades.”

La autoconsideración positiva se relaciona con la madurez, pero preferimos la expresión sabiduría emocional a madurez. Madurez recuerda demasiado el momento que se supera el comportamiento infantil. Pero nuestros líderes parecen retener gran parte de las características positivas del niño: el entusiasmo de la gente, la espontaneidad, la imaginación y una ilimitada capacidad para aprender nuevas conductas. La sabiduría emocional, como hemos llegado a entenderla, se refleja en la manera de relacionarse con otras personas. En el caso de nuestros noventa líderes, utilizaron cinco habilidades clave:


1) La capacidad para aceptar a la gente como es, no como uno quisiera que fuera. En cierto sentido, eso podría considerarse como una medida de sabiduría (ponerse en el lugar de otra persona, comprender cómo son los otros en sus términos y siempre sin juzgarlos).

2) La capacidad para enfocar las relaciones y los problemas en términos de presente y no de pasado. Por cierto, es verdad que podemos aprender de errores pasados. Pero a nuestros líderes les parecía más productivo utilizar el presente como punto de despegue para tratar de cometer menos errores, y sin duda eso era psicológicamente más saludable que volver una y otra vez sobre cosas ya superadas.

3) La capacidad para tratar a quienes están cerca con la misma atención amable que se daría a conocidos más lejanos y casuales. La necesidad de esta capacidad es en general la más evidente –y la más escasa- en nuestras relaciones con nuestra familia. Pero es igualmente importante en el trabajo. Tendemos a dar por supuestos a aquellos de quienes más cerca estamos. A menudo nos acostumbramos tanto a verlos y a oírlos que perdemos la capacidad de escuchar lo que dicen realmente o para apreciar la calidad –buena o mala- de lo que hacen. Interfieren aquí los sentidos personales de amistad, de hostilidad o de indiferencia.

Este problema de la excesiva familiaridad tiene dos aspectos. El primero es el de no oír lo que se dice: la sordera selectiva lleva a malentendidos, equívocos y errores. El segundo es la cuestión de la retroalimentación que dejamos de proporcionar para indicar nuestra atención.

4) La capacidad de confiar en los otros, aun cuando el riesgo parezca grande. La suspensión de la confianza suele ser necesaria como autoprotección. Pero el precio es demasiado alto si significa estar siempre en guardia, en actitud de permanente sospecha de los otros. Aun cuando a veces una sobredosis de confianza implique el riesgo de ser víctima de engaño o de decepción, es más sabio a largo plazo que dar por supuesto que la mayoría de la gente es incompetente o no es sincera.

5) La capacidad de actuar sin la constante aprobación y el permanente reconocimiento de los demás. En particular en una situación laboral, la necesidad de aprobación constante puede ser perjudicial y contraproducente. En realidad no debería importar a cuánta gente le gustan los líderes. Lo importante es la calidad del trabajo que resulta de colaborar con ellos. Los líderes emocionalmente sabios advierten que esta cualidad se ve afectada cuando se coloca un énfasis indebido en el hecho de ser “buen tipo”. Más importante es que gran parte del trabajo de los líderes consista en asumir riesgos. Y los riesgos, dada su naturaleza, no pueden ser placenteros para nadie


Seleccionado por Camila Ubierna de Líderes: Estrategias para un liderazgo eficaz, de Warren Bennis.

http://andresubierna.com

lunes, 26 de junio de 2017

La flecha envenenada

La flecha envenenada: La parábola budista que nos pone frente a frente con nuestro mayor error


Buda, en la búsqueda de la iluminación, también intentaba descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el sufrimiento. Al igual que otros grandes sabios del pasado, propuso una filosofía práctica que nos anima a centrarnos en las cosas más sencillas como una vía para alcanzar metas mayores. El taoísmo lo resumió perfectamente en una frase: un camino de mil kilómetros empieza por un solo paso. Sin embargo, en la vida cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.

La parábola de la flecha envenenada


En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, podemos encontrar la “parábola de la flecha envenenada”. Gautama Buda le contó esta historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las respuestas a las “14 preguntas sin respuesta” relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte.

"Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. 

Sus familiares y amigos querían procurarle un médico, pero el enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. 

Quería saber también si ese hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también deseba conocer con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda. 

Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real... 

Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas".

Al leer la parábola la primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta.

De cierta forma, todos estamos heridos con esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos. Sin embargo, vivimos sin ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del presente sumiéndonos en un estado de preocupación innecesario.

Grandes enseñanzas para toda la vida


- Céntrate en lo que realmente te ocurre

En muchas ocasiones, para resolver un problema es importante no perderse en divagaciones, necesitamos actuar. Lo más usual es que detrás de esas cavilaciones se esconda el miedo y la incertidumbre. Cuando nos enfrentamos a un problema y nos vamos por las ramas, aunque sabemos cuál es la solución definitiva, es porque tememos a algo. Sin embargo, considera que a largo plazo las soluciones tibias solo sirven para generar más problemas, además de crear un estado de insatisfacción interior. 

En otros casos activamos mecanismos de defensa como la proyección o el desplazamiento mediante los cuales trasladamos el problema fuera de nosotros mismos, o intentamos esconderlo. Generalmente esto se debe a que no deseamos aceptar que formamos parte del problema, por lo que para solucionarlo primero debemos trabajar sobre nosotros mismos. En cualquier caso, la estrategia nunca es mirar hacia otro lado, es importante comprender qué nos ocurre realmente y aprender a priorizar aquí y ahora.

- Da un paso a la vez

La mente puede convertirse en nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga. Podemos usarla en positivo para solucionar problemas o podemos usarla en negativo encontrando un problema para cada solución. Para vivir con menos agobio y estrés la clave consiste en ir paso a paso. Eso no significa que no podamos anticiparnos a los problemas, pero debemos asegurarnos de que no estamos alimentando un pensamiento catastrofista. 

Céntrate en el presente, valora cuidadosamente la situación en la que estás y da un paso a la vez, ese paso no te llevará directamente a tu destino, pero al menos te sacará de donde estás. Vive día a día, como si cada jornada fuera la primera y la última de tu vida.

- Deja que todo fluya y que nada influya

A veces nos quedamos cautivos de los problemas, aunque estos ya se hayan solucionado o formen parte del pasado, ya que siguen rondando nuestra mente, provocando desazón, ira, frustración y rencor. Cuando nos aferramos a lo sucedido, cuando no dejamos ir esas emociones y sentimientos, nos convertirmos en sus esclavos. 

En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard reveló que pasamos el 47% de las horas que permanecemos despiertos pensando en lo que nos ha ocurrido o lo que nos podría ocurrir. Esa “mente errática” es la causa de que nos preocupemos excesivamente y de nuestra infelicidad. El mejor antídoto es centrarse en el presente y experimentar gratitud por lo que tenemos y lo que somos. Así lograremos restarles impacto a las experiencias negativas y alcanzar el equilibrio.

- Elimina todo lo innecesario

Leonardo da Vinci dijo “la simplicidad es la máxima sofistificación”, y no andaba desacertado. A lo largo de nuestra vida cargamos con muchas cosas, que solo sirven para generar caos y abrumarnos. Cuando te das cuenta de que puedes vivir sin ellas y ser aún más feliz, logras valorar más lo que tienes y te liberas de un gran peso. 

Eliminar todo lo innecesario también se refiere a los sentimientos, creencias, estereotipos o sueños que no te pertenecen y que solo son un obstáculo. Cuando mires dentro de ti, te asombrará descubrir que muchas de las frases de tu diálogo interior realmente no son tuyas sino que te las han inculcado. Haz una limpieza mental y deshazte de las emociones que te dañan, como el resentimiento por un viejo suceso, la angustia por algo que probablemente nunca ocurrirá y el miedo a perder lo que tienes. Si vamos más ligeros de equipaje no solo podremos llegar más lejos sino que también disfrutaremos más del viaje.


Fuente:
Killingsworth, M. A. & Gilbert, D. T. (2010) A wandering mind is an unhappy mind. Science; 330(6006): 932.


Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com/