lunes, 26 de junio de 2017

La flecha envenenada

La flecha envenenada: La parábola budista que nos pone frente a frente con nuestro mayor error


Buda, en la búsqueda de la iluminación, también intentaba descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el sufrimiento. Al igual que otros grandes sabios del pasado, propuso una filosofía práctica que nos anima a centrarnos en las cosas más sencillas como una vía para alcanzar metas mayores. El taoísmo lo resumió perfectamente en una frase: un camino de mil kilómetros empieza por un solo paso. Sin embargo, en la vida cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.

La parábola de la flecha envenenada


En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, podemos encontrar la “parábola de la flecha envenenada”. Gautama Buda le contó esta historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las respuestas a las “14 preguntas sin respuesta” relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte.

"Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. 

Sus familiares y amigos querían procurarle un médico, pero el enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. 

Quería saber también si ese hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también deseba conocer con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda. 

Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real... 

Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas".

Al leer la parábola la primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta.

De cierta forma, todos estamos heridos con esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos. Sin embargo, vivimos sin ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del presente sumiéndonos en un estado de preocupación innecesario.

Grandes enseñanzas para toda la vida


- Céntrate en lo que realmente te ocurre

En muchas ocasiones, para resolver un problema es importante no perderse en divagaciones, necesitamos actuar. Lo más usual es que detrás de esas cavilaciones se esconda el miedo y la incertidumbre. Cuando nos enfrentamos a un problema y nos vamos por las ramas, aunque sabemos cuál es la solución definitiva, es porque tememos a algo. Sin embargo, considera que a largo plazo las soluciones tibias solo sirven para generar más problemas, además de crear un estado de insatisfacción interior. 

En otros casos activamos mecanismos de defensa como la proyección o el desplazamiento mediante los cuales trasladamos el problema fuera de nosotros mismos, o intentamos esconderlo. Generalmente esto se debe a que no deseamos aceptar que formamos parte del problema, por lo que para solucionarlo primero debemos trabajar sobre nosotros mismos. En cualquier caso, la estrategia nunca es mirar hacia otro lado, es importante comprender qué nos ocurre realmente y aprender a priorizar aquí y ahora.

- Da un paso a la vez

La mente puede convertirse en nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga. Podemos usarla en positivo para solucionar problemas o podemos usarla en negativo encontrando un problema para cada solución. Para vivir con menos agobio y estrés la clave consiste en ir paso a paso. Eso no significa que no podamos anticiparnos a los problemas, pero debemos asegurarnos de que no estamos alimentando un pensamiento catastrofista. 

Céntrate en el presente, valora cuidadosamente la situación en la que estás y da un paso a la vez, ese paso no te llevará directamente a tu destino, pero al menos te sacará de donde estás. Vive día a día, como si cada jornada fuera la primera y la última de tu vida.

- Deja que todo fluya y que nada influya

A veces nos quedamos cautivos de los problemas, aunque estos ya se hayan solucionado o formen parte del pasado, ya que siguen rondando nuestra mente, provocando desazón, ira, frustración y rencor. Cuando nos aferramos a lo sucedido, cuando no dejamos ir esas emociones y sentimientos, nos convertirmos en sus esclavos. 

En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard reveló que pasamos el 47% de las horas que permanecemos despiertos pensando en lo que nos ha ocurrido o lo que nos podría ocurrir. Esa “mente errática” es la causa de que nos preocupemos excesivamente y de nuestra infelicidad. El mejor antídoto es centrarse en el presente y experimentar gratitud por lo que tenemos y lo que somos. Así lograremos restarles impacto a las experiencias negativas y alcanzar el equilibrio.

- Elimina todo lo innecesario

Leonardo da Vinci dijo “la simplicidad es la máxima sofistificación”, y no andaba desacertado. A lo largo de nuestra vida cargamos con muchas cosas, que solo sirven para generar caos y abrumarnos. Cuando te das cuenta de que puedes vivir sin ellas y ser aún más feliz, logras valorar más lo que tienes y te liberas de un gran peso. 

Eliminar todo lo innecesario también se refiere a los sentimientos, creencias, estereotipos o sueños que no te pertenecen y que solo son un obstáculo. Cuando mires dentro de ti, te asombrará descubrir que muchas de las frases de tu diálogo interior realmente no son tuyas sino que te las han inculcado. Haz una limpieza mental y deshazte de las emociones que te dañan, como el resentimiento por un viejo suceso, la angustia por algo que probablemente nunca ocurrirá y el miedo a perder lo que tienes. Si vamos más ligeros de equipaje no solo podremos llegar más lejos sino que también disfrutaremos más del viaje.


Fuente:
Killingsworth, M. A. & Gilbert, D. T. (2010) A wandering mind is an unhappy mind. Science; 330(6006): 932.


Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com/

domingo, 25 de junio de 2017

9 maneras de lidiar con personas tóxicas de forma inteligente


Para la mayoría de nosotros, la vida cotidiana es bastante estresante. Nos enfrentamos a una mirada de responsabilidades, tanto personales como profesionales, que a menudo nos empujan cerca de nuestros límites. Por lo tanto, es necesario mitigar los causantes de estrés que amenazan nuestro bienestar mental, emocional y físico, como lo son las personas tóxicao gente toxica. En este artículo, publicado en el periódico digital El Ciudadano tienes 9 maneras que las personas inteligentes emplean para lidiar con ellas.
 1. Son muy conscientes de sí mismos
Ser consciente de sí mismo, hace a una persona se capaz de hacer una evaluación y comprensión precisa de sus habilidades y preferencias, y sus implicaciones para su comportamiento y su impacto en los demás.
Un agudo sentido de la auto-conciencia, es también una herramienta de prevención increíblemente poderosa y esencial. Ser consciente de sí mismo, nos permite reconocer, comprender y dar cuenta de cualquier influencia interna o externa que amenaza con “echarnos fuera de nuestro juego”. Por supuesto, esto incluye a la gente tóxica.
2. Perdonan, pero no olvidan
La materia gris entre nuestros oídos no es el único determinante del intelecto. La inteligencia es multifacética. Si se trata de manejar a personas tóxicas, la inteligencia emocional toma las riendas.
Las personas emocionalmente inteligentes, entienden el perdón como un componente necesario del bienestar psicológico. Sin embargo, también entienden la importancia de no olvidar a los que traicionaron su confianza. Esta inteligencia permite a la persona, enfocar sus esfuerzos en la construcción de relaciones con individuos que se han ganado tal derecho.
3. No se dejan afectar por las circunstancias
No nos engañemosno es fácil permanecer emocionalmente neutral cuando se está entre gente tóxica. Sin embargo, es una necesidad absoluta. La resiliencia, es un atributo de la inteligencia emocional y una que ventaja significativa al tener que lidiar con personas tóxicas.
Vamos a definir la resiliencia como “esa cualidad inefable que permite a algunas personas que son derribadas por la vida, volver más fuerte que nunca.” No se equivoquen, las personas tóxicas causan que muchos sean “derribados”, pero la resiliencia nos permite volvernos más fuertes.
4. Rápidamente establecen límites
Las personas inteligentes suelen poseer la capacidad innata de mantenerse productivas y efectivas. Con este fin, rápidamente mitigan cualquier amenaza detectable que pueda afectar a esa capacidad. Además, cuando las personas inteligentes detectan personas tóxicas, tomarán una acción rápida y eficaz.
Esto no significa que serán groseros y abrasivos. Serán corteses y firmes, pero sin ambigüedades e intransigencias. Simplemente no permitirán que las personas negativas les afecten de ninguna manera.
5. Son “inteligentes desde el punto de vista energético”
Mientras que la gente tóxica prospera drenando a otros la energía, la gente inteligente prospera manteniendo su fuente de energía. Ser “inteligente desde el punto de vista energético”, simplemente significa entender cómo administrar la energía de la manera más eficiente posible.
Cuando somos inteligentes energéticamente hablando, no permitiremos que las personas tóxicas drenen este precioso recurso. En su lugar, lo conservaremos para poder tomar medidas positivas.
6. Se enfocan muy bien en su tarea
Cuando se trata de tener que llegar hasta el final en una tarea, las personas tóxicas son simplemente una distracción externa. Muchas personas tóxicas tienen la intención de distraer a otros con sus intervenciones.
Las personas inteligentes simplemente no permiten tales distracciones. Se enfocarán en lo que tienen que hacer y seguirán adelante … sin importar quién esté a su alrededor.
7. Buscan su sistema de apoyo
Como se mencionó, las personas inteligentes son a menudo personas impulsadas, personas que buscan una vida mejor para ellos y sus seres queridos. También, es muy probable que estas personas comprendan la importancia de la tutoría y el trabajo en equipo.
Cuando se enfrentan al desafío de una persona tóxica (o grupo de personas), los inteligentes se aprovechan de su grupo de mentores de confianza y compañeros de trabajo para rectificar la situación.
8. Se darán rápidamente cuenta del diálogo interno negativo
Incluso aquellos con alta inteligencia emocional son susceptibles al diálogo interno negativo de vez en cuando. La gente tóxica puede inducir el pensamiento negativo. Sin embargo, las personas inteligentes son a menudo capaces de reconocer y neutralizar rápidamente este tipo de diálogo. La capacidad de neutralizar incluye pensamientos contraproducentes que surgen de una persona tóxica.
9. Están enfocados en la solución
Como es evidente ahora, las personas inteligentes tienen el talento para buscar soluciones a los problemas. Tratar con una persona tóxica, o grupo de personas, es otra cuestión que exige una solución. De manera típica, las personas emocionalmente inteligentes evaluarán sus opciones y tomarán la acción apropiada.

Antonio Pérez Leal
http://www.nuecesyneuronas.com

sábado, 24 de junio de 2017

APRENDER A DESAPRENDER (Dejen salir antes de entrar)


En mi opinión, la mayoría de las personas estamos bastante seguros, o creemos estarlo, con los métodos que hemos usado hasta ahora en la vida, y cómo hacemos las cosas, sobre todo porque eso nos transmite una seguridad -que no siempre es cierta-, y por eso nos resulta un poco incómodo cuando tenemos que hacer cambios. 

En otras ocasiones no estamos a gusto con cómo hacemos las cosas, pero… está sobrevolándonos siempre el miedo a las cosas desconocidas, y el miedo con el que nos amenazan los cambios.

Lo que hemos aprendido se lo debemos a nuestros padres e instructores, que nos han enseñado, pero no educado, y, en el mejor de los casos, más con buena voluntad que con conocimientos precisos y con acierto. Y así estamos.

Ya hemos podido comprobar que muchas de las cosas que nos enseñaban lo hacían pensando en ellos –y en sus traumas, ilusiones o desilusiones, en sus ambiciones, o en sus carencias- más que pensando en nosotros. 

También nos enseñaron nuestros abuelos, los hermanos o compañeros de estudios, la gente de la calle, las experiencias, la vida…

Pero tampoco han estado acertados del todo, o tampoco han sido útiles y certeras todas sus enseñanzas. Hemos tenido que sobrevivir, como fuera, para poder convertirnos en supervivientes. 

Ahora es tiempo de organizar y hacer limpieza, de descartar, de desechar, de deshacerse de las cosas que no son válidas. De cambiar. En casa lo hacemos de vez en cuando con lo que hay en los armarios y en los trasteros y luego nos queda una agradable sensación.

Es bueno comenzar los cambios –y más cuando es uno mismo quien promueve esos cambios- con el ánimo más festivo, con la ilusión más optimista, y con todas las ganas a favor, porque seremos nosotros los primeros y principales beneficiarios de esos cambios.

Cualquier cambio que uno se proponga siempre será para bien o para mejor, por tanto… ¿Para qué temer ese cambio?

¿Para qué poner obstáculos o para qué los continuos aplazamientos?

La vida, por el hecho de habernos dado cuenta, nos ofrece la opción de salirnos de lo que NO nos gusta y empezar a hacer lo que SÍ nos gusta o lo que SÍ nos parece mejor que lo que tenemos.

Hay que ponerse de acuerdo con la Autoestima, si está baja, para que colabore en la medida de sus posibilidades, o, por lo menos, para que no ponga trabas y zancadillas. Uno siempre tiene derecho, y siempre se merece, lo que sea mejor.

Es bueno desaprender lo que está mal aprendido, borrar todo lo que nos está afectando negativamente, deshacerse de las falsas creencias, borrar, tirar, devastar, arrasar, asolar, liquidar…y hacerlo sin miedo.
No terminamos de ser conscientes del daño que nos afligimos con esa persistencia de aferrarnos a lo que nos es conocido, aunque sepamos que no nos es beneficioso.

Para resolverlo, es excelente observarse uno a sí mismo, desde fuera, como si uno fuese un desconocido y quisiera saber todo de sí mismo, y el mejor modo es estar pendiente de uno mismo en los movimientos, en los pensamientos, en las reacciones, en las cosas que uno hace, y preguntarse ¿por qué lo hago? y ¿para qué lo hago?, y así con cada cosa; después hay que contactar con la respuesta sincera que corresponde a cada pregunta, y uno se llevará sorpresas de por qué o para qué lleva mucho tiempo haciendo algo que nunca lo ha decidido por sí mismo, sino que lo aprendió, o se lo inculcaron –con gran insistencia, o tal vez sin palabras, pero el caso es que lo copió o lo integró sin cuestionarlo nunca-, y eso es lo que repite uno sin cesar, siempre, y sin haberse puesto en alguna ocasión a averiguar de dónde sale ese modo de hacerlo.

Me dijo mi madre “no hables con desconocidos”, pero me lo dijo cuando era un niño y yo sigo haciéndole caso, y por eso no me permito hablar con desconocidos y por eso no conozco gente nueva. “Desconfía de toda la gente”, me decía mi abuela, pero ahora ya soy mayorcito y puedo arriesgarme a confiar en alguna gente, porque no todos son malos aunque tampoco todos sean buenos, pero ahora yo puedo discernir por mí mismo y decidir voluntariamente sin rechazar a todos y porque sí.  “No practiques sexo, que te puedes quedar embarazada y estropearte el resto de la vida”, pero eso me lo dijo cuando cumplí doce años y ahora, a mi edad, sé que existen métodos anticonceptivos y podría tener sexo sin quedarme embarazada, pero no lo tengo por seguir obedeciendo inconscientemente a mi abuela. O a las monjas.

Si uno se observa en sus actos y se pregunta el por qué o el para qué de cada uno de ellos, se va a llevar muchas sorpresas. Lo garantizo. 

La mayoría del tiempo actuamos de un modo inconsciente, no deliberamos y sopesamos cada cosa que tenemos que hacer o decir. Sería imposible. El conductor cambia las velocidades en su vehículo sin pensar la razón de por qué tiene que pisar el embrague, los mecanógrafos escriben en el teclado sin pensar dónde está cada una de las teclas, todos andamos sin estar pendientes de dar órdenes a las piernas, etc. 

Hemos aprendido ciertas fórmulas que aplicamos automáticamente, sin revisarlas, y tenemos preparadas unas respuestas o acciones fijas para cada ocasión y las aplicamos cada vez que se nos repite. Eso quiere decir que no nos actualizamos. Seguimos un patrón que siempre –repito: siempre- es ajeno, de otros, porque nosotros no participamos en la selección de normas a usar pero, en cambio, las seguimos usando sin hacer una revisión y actualización.

Sería muy interesante revisar y revisarse en todo y desde el principio. Cuánto de mí y de mis decisiones propias hay en cada cosa que hago. Por qué esto y por qué aquello. Quién ha decidido. Qué es lo que yo realmente quiero. Quién manda aquí. Cuánto hay de mí en mí mismo. Quién decide o ha decidido lo que hago. Por qué este carácter, estas reacciones, los miedos, la falta de atrevimiento. Por qué no me atrevo. Cuánto tiempo voy a seguir así. Cuándo voy a comenzar a ser como verdaderamente quiero ser.

Voy a tener que desaprender muchas cosas. Y poner en su sitio las que de verdad quiero. Las que son mías.

¿Y tú?, ¿También?

¿Y te atreves?


Te dejo con tus reflexiones.


Francisco de Sales
buscandome.es

viernes, 23 de junio de 2017

10 comportamientos típicos de las personas altamente miserables


Paul Watzlawick, el psicólogo austríaco, pensaba que los seres humanos tenemos un talento innato para la tragedia. Lo demuestra en su libro “El arte de amargarse la vida”, en el cual esboza la idea de que convertir la vida en una experiencia miserable, tanto para nosotros como para quienes nos rodean, es un trabajo duro a tiempo completo.

El arte de arruinarse la vida está al alcance de todos


En la actualidad hay un imperativo que se puede encontrar por doquier: disfruta. El afán por alcanzar la felicidad ha llegado a límites insospechados. Sin embargo, aún así hay personas que ponen todo su empeño en ser miserables y amargarse la vida. De hecho, si les prestamos atención notaremos que dedican una enorme cantidad de energía a convertirse en verdugos de sí mismos. 

La imaginación es su herramienta más potente para convertir su vida en un calvario. No obstante, debemos prestar atención a estos comportamientos porque nadie está exento de caer en sus redes o de comenzar a amargarse la vida sin darse cuenta.

1. Tener miedo, a todo lo posible y lo imposible

El miedo es una emoción normal que tiene un rol adaptativo ya que nos mantiene alejados del peligro. Sin embargo, cuando llevamos el miedo a otro nivel dejamos de vivir. Vivir con miedo constante no es vivir, es morir lentamente. Las personas miserables se aseguran de que todo se convierta en una amenaza, de manera que terminan viviendo en una zona de confort cada vez más pequeña. 

2. Aburrirse, hasta la saciedad y aún más allá

Si quieres que el tiempo transcurra con mayor lentitud y que cada jornada cuente, haz algo nuevo cada día. Si quieres que las páginas del almanaque vuelen, consúmete en la rutina. La mejor estrategia para hacer que la vida sea miserable consiste en hacer siempre lo mismo, en seguir las mismas rutinas año tras año y cerrarse a lo nuevo. De esta forma esas personas tienen motivos de sobra para quejarse, sin darse cuenta de que ese muro a su alrededor lo han construido ellos mismos.

3. Desterrar el asombro al país de nunca jamás

No hay nada que nos haga sentir más vivos que el descubrimiento. Cuando descubrimos algo nuevo nuestro cerebro se activa y nos sentimos felices, satisfechos, eufóricos. Al contrario, las personas miserables se rodean de un aura de sabelotodos: nada les asombra, y lo que asombra a los demás es catalogado como plagio de algo ya existente. Así, en su vida todo se vuelve predecible, su existencia se llena de tedio porque le han cerrado las puertas a que algo maravilloso ocurra, por pequeño que sea.

4. Discutir por cosas tontas, por el dudoso “placer” de discutir

Para las personas altamente miserables, tener la razón es más importante que dialogar para encontrar un consenso. Se trata de un problema difícil de manejar fundamentalmente en las relaciones de pareja porque estas personas se encargan de fijarse en detalles para arruinarse el día y, de paso, arruinárselo a su pareja. El problema es que estas personas no discuten por cosas importantes ni para defender determinados valores sino que se van por las ramas, atacan y resulta imposible mantener una discusión civilizada.

5. Borrar la palabra “gratitud” del vocabulario, y si es posible del diccionario

Estas personas han ido desarrollando una visión muy negativa del mundo, por lo que no encuentran ninguna razón para sentir gratitud. No son capaces de hallar lo positivo en ninguna situación, no se dan cuenta de todas las “bendiciones” que tienen porque solo se centran en los fracasos, fallos y debilidades. A menudo piensan que solo los “tontos” pueden sentir gratitud y que el mundo es un valle de lágrimas donde nunca sucede nada bueno.

6. Quejarse, por todo y con todos

Dado que las personas miserables no tienen ningún motivo para sentirse felices o agradecidas, lo normal es que se quejen por todo, se convierten en quejicas crónicos. Tanto su conversación como su diálogo interior solo versa sobre las cosas negativas que les ocurren. Se quejan cuando llueve pero también cuando hay sol, cuando tienen trabajo y cuando lo pierden, cuando gana la derecha y también cuando gana la izquierda… De esta forma suelen perder muy buenas oportunidades porque no son capaces de ver más que la parte negativa de las situaciones.

7. El pasado determina el presente, ad infinitum

Lo que haya ocurrido en el pasado, sigue arrastrándose hasta el presente. Estas personas se las ingenian para seguir arrastrando las oportunidades perdidas, desperdiciadas o ignoradas. Recuerdan incluso la mala calificación que le dieron en la escuela, aunque ya hayan pasado 30 años. Piensan que “los malos recuerdos son para siempre”. Sin embargo, si el tiempo pasado fue mejor, entonces piensan que jamás volverán a ser tan felices y se resignan a morir un poco cada día.

8. Elegir la peor versión de uno mismo

Todos tenemos determinadas características de personalidad que no nos facilitan precisamente la vida. Hay quienes tienen una tendencia a la ansiedad, otros a la obsesividad, a la paranoia o a la hipocondría. Es lo que se conoce como “personalidades acentuadas”. La mayoría de las personas intentan compensar esos rasgos y limitar sus efectos potenciando otras características positivas. Las personas miserables, al contrario, los acentúan. Se encargan de ser la peor versión de sí mismos y dejan que esas características determinen su existencia. Así pueden dar por descontado que todos y cada uno de los días restantes de su vida serán malos.

9. Desconfiar de los demás en plan agente secreto paranoico

Nadie es una isla completa en sí mismo”, dijo Eduardo Galeano. Necesitamos de los demás, el contacto con los otros nos reporta muchísimos beneficios, pero solo cuando somos capaces de mantener relaciones interpersonales asertivas. Las personas miserables se aseguran de que no sea así. Desconfían continuamente de las intenciones de los demás y si les hacen un favor o les dedican un halago, inmediatamente piensan que hay una doble intención, que quieren algo o que se trata de una forma velada de humillación. La gente miserable siempre está pendiente de lo que los otros no dicen, más que de lo que dicen efectivamente. Obviamente, de esta manera terminan quedándose solas. Y así encuentran un motivo más para quejarse de lo miserable que es su vida.

10. Si todo falla, la culpa es de los otros

Para vivir infelices, hay un camino que nunca falla: culpar a los otros. El problema es que si asumimos la responsabilidad, eso significa que también tenemos la capacidad para ser felices y cambiar. Al contrario, las personas miserables apuntan su dedo acusatorio hacia los demás. Todas sus desgracias siempre son culpa de los otros: de los padres que no le dieron la educación adecuada, de haber tenido el hijo demasiado pronto, de un jefe déspota, de la pareja desconsiderada o del político de turno. Cualquier chivo expiatorio es bueno. Sin embargo, no hay nada mejor para ser miserable que el odio gratuito.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

jueves, 22 de junio de 2017

NO CONFUNDIR ALIVIO CON SOLUCIÓN



En mi opinión, basada en bastantes años de tratar con personas que están en una situación muy dura y quieren hacer algo por salir de ella para mejorar su vida, hay muchas personas –muchas, muchas-, que cuando están muy desesperadas, muy hundidas, cuando llevan bastantes meses o años en la desesperación de haber tocado fondo y llevar mucho tiempo en él, toman una decisión -aparentemente firme- de hacer los cambios necesarios en su vida para salir de esa consternación, de ese abatimiento tan gravoso, y deciden hacer lo que sea necesario para salir de ese estado.

He conocido una cantidad muy alta de esas personas que se ponen en contacto con un profesional para que les ayude en el proceso de cambio, afirmando un compromiso de esforzarse, de involucrarse, de remover sus cimientos y enfrentarse a lo que sea para poder salir del agujero en que se ven, pero…

Empiezan con ganas, remueven su infancia en busca del origen de sus males actuales, comprenden las cosas que se les hace ver y empiezan a seguir las pautas, pero…

Cuando han contado todos sus problemas ya empiezan a notar que la carga es un poco más ligera, y cuando la persona que le orienta le hace ver algunas de sus cosas de un modo distinto y las empieza a comprender, algunas de esas cosas empiezan a aparentar ser un poco menos duras y más livianas, y algunas heridas comienzan a cicatrizar, pero…

Eso que sucede no es más que un poco de alivio, no es la solución. Es el principio de la solución, es la punta del iceberg, pero todavía no hay nada que se haya resuelto en el sitio donde se ha de resolver. Es un parche mental que la razón comprende, pero aún no se ha trasladado el efecto al sitio del inconsciente donde ha de surtir el efecto.

En demasiadas ocasiones las personas se confunden ante esto, y como ese primer paso las hace notar un cierto efecto de bálsamo, y se encuentran más desahogadas y ven un poco de luz, algo dentro de sí -que posiblemente no sean ellas mismas- les invita a conformarse, a dejarlo ahí, porque seguir adelante a la búsqueda de la solución definitiva va a implicar remover ciertas cosas y eso puede que no sea muy agradable, y porque los sacrificios no siempre resultan atractivos, y eso de tener que reconocer que se ha vivido en un error y que uno se ha equivocado más veces de las que había querido reconocer no es plato de buen gusto, y tener que salir de la rutina en la que uno lleva años navegando, aferrado de algún modo al “más vale malo conocido que bueno por conocer”, pues… tal vez no compense.

Cuando uno tiene una muela estropeada y tiene unos dolores tremendos, sabe que tiene que ir necesariamente al dentista para resolverlo, pero se toma un calmante y si eso le hace desaparecer el dolor también hace desaparecer las ganas de ir al dentista, y así aplaza la cita ineludible con la esperanza inservible de que la muela se arregle sola.

En la vida, y en muchas ocasiones, pasa lo mismo: uno prefiere que no duela y que se arregle sola.

Esa mentira es contraproducente, y lo que hace es alargar más la situación dolorosa en la que uno se encuentra. 

Lo que hace es aplazarlo, no resolverlo.

Lo que hace es aliviarlo, pero no solucionarlo.

►El Proceso de Desarrollo Personal requiere de una ética que no admite nada que no sea verdadero, justo, sincero, honorable, honrado, intachable…

El alivio inicial ha de servir para confirmar que realmente existe la posibilidad de solución y para demostrar que salir de donde se está ofrece a cambio un estado muy satisfactorio.

Sugiero o ruego a quien se encuentre en algún momento ingrato en cualquier aspecto de su vida que reúna todo su amor propio, toda su valentía desusada y escondida, toda su responsabilidad y sensatez, y ponga todo ello al servicio de su Mejoramiento.

Cualquier esfuerzo que se haga es largamente recompensado. Merece la pena.

Y mientras uno no se enfrente con firmeza y valentía a sus asuntos pendientes de solución, aportando todo el esfuerzo que sea necesario, implicándose al cien por cien, llegando hasta el final sin conformarse con menos, uno será el sufridor directo de su negligencia y padecerá innecesariamente. 

Míralo. Mírate.

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
http://buscandome.es