domingo, 8 de enero de 2017

Con un poco de humor. . . Autoayuda express


Para todos los que creen que hay que enseñar y/o aprehender tanto ... a esta 
 
altura de la vida !
 
Luego de ver que hay gente que se hace millonaria explicando en un taller cómo 
 
ser líder.
 
Luego de ver que hay gente que indica qué hacer para autosanarte.
 
Luego de escuchar a aquellos que te enseñan a mejorar tu imagen y que siendo
 
 solteros y hasta divorciados, se la pasan escribiendo blogs sobre cómo 
 
mantener un matrimonio saludable.

Me he dado cuenta de que las cosas son más fáciles de lo que pensamos y que 
 
quizás puedas solucionar tus asuntos en dos sencillos pasos:
 
 
Curso de Superación personal en dos pasos: 
 
1 - Deje de hacerse el idiota y
 
2 - Póngase a trabajar.
 
 
Curso para bajar de peso en dos pasos: 
 
1 - Cierre la boca, y 
 
2 - Póngase a hacer ejercicios.
 
 
Curso de Administración en dos pasos: 
 
1 - No gaste lo que no tiene, y
 
2 - Deje de pedir prestado.
 
 
Curso para mejorar su autoestima en dos pasos: 
 
1 - Quiérase mucho así como está, y
 
2 - Que le importe un bledo lo que piensen los demás.
 
 
Curso para encontrar pareja en dos pasos: 
 
1 - No hay gente hecha a la medida de sus caprichos y 
 
2 - Por favor piérdale el miedo a estar solo
 
 
Curso de autosanación en dos pasos:
 
1 - Perdónese sus estupideces y
 
2 - Perdone las estupideces de los demás.
 
 
Curso para hablar en público en dos pasos: 
 
1 - No tenga miedo a decir estupideces, y 
 
2 - Si ya las dijo, no se calle; siga hablando.
 
 
Curso de Mejoramiento de Imagen en dos pasos: 
 
1 - Báñese, péinese y lávese los dientes, y 
 
2 - Luego cuando salga de su casa, camine siempre DERECHIIIIITO!!!
 
 
Curso de Modales y Etiqueta en dos pasos: 
 
1 - Salude siempre y 
 
2 - Mastique con la boca cerrada.
 
 
Curso de Liderazgo en dos pasos: 
 
1 - Pida las cosas con coraje y sin miedo, y 
 
2 - Siempre dé el ejemplo.
 
 
Curso de Valores en dos pasos: 
 
1 - No jorobe a su prójimo y 
 
2 - Siempre que pueda, ayúdelo.
 
 
Curso de Autoconocimiento en dos pasos: 
 
1 - Siempre mírese bien en el espejo, y
 
2 - Dígase sus verdades aunque le duelan.
 
 
Curso para un matrimonio de éxito en dos pasos: 
 
1 - Si no la / lo quiere.... váyase.
 
2 - Cumpla con sus obligaciones, sea feliz.
 
 
Curso de crecimiento Emocional y Espiritual en dos pasos:
 
1 - Deje de tenerse lástima y
 
2 - Deje de echarle la culpa a los demás de sus fracasos.
 
 
"Cuando el agua te llega al cuello, no te preocupes si no es potable" 
                                                  (Stanislaw Jerzy Lec)

sábado, 7 de enero de 2017

Pon atención e intención en tu vida


Para poner atención, hay que vivir más despacio, más atentos a lo que ocurre en cada momentosiendo conscientes de nuestros actos, nuestras actitudes y sus consecuencias.
Poner intención en la vida significa proyectar nuestra vida, ya que además de estar atentos, tenemos que caminar, tomar decisiones y buscar nuevas posibilidades. De esta forma, nuestra intención se convierte en nuestra realidad.

Pon atención con el poder del aquí y ahora

Poner atención en cada instante de nuestra vida, supone vivir consciente y hacer un esfuerzo por vivir “aquí y ahora”. Para ello podemos seguir algunos consejos:
  • Parar, esto es buscar momentos del día para “parar de hacer”, nos pasamos la vida haciendo cosas, deprisa, rápido y a ritmo frenético porque no llegamos, y esto nos hace perder atención. Para recuperarla, busca un hueco para ti en tu día a día,  y aprovéchalo para escuchar el silencio, leer, escribir, observar…
  • Escuchar, entendiendo que es diferente a oír. Escuchamos cuando ponemos atención en lo que sucede a nuestro alrededor. Estando atentos a los mensajes verbales o no verbales que nos dan las personas que nos rodean o las diferentes situaciones de la vida.
  • Observar, es muy importante observar, para ello tenemos que parar y saber escuchar, a la misma vez que observamos lo que ocurre a nuestro alrededor, sin influir en ello, solo para aprender de ello, y conocer mejor el medio y las personas que nos rodean. Observar, también es una forma de aprender.
  • Ser consciente, es poner atención y estar receptivos, además es entender lo que sucede a nuestro alrededor. Para ser conscientes ponemos todos nuestros sentidos, recibimos mensajes y los analizamos, interpretándolos para que nos sirvan como aprendizaje del momento presente.
  • Bajar el ritmo, es seguir avanzando, aunque más despacio. No se trata de parar, sino de caminar a un ritmo más lento. Ese ritmo que nos permita a la misma vez avanzar y disfrutar del paisaje que vamos dejando atrás.
  • Centrarse en algo concreto es importante, poner la atención en una sola cosa cada vez del presente. Para vivir en el aquí y ahora, tenemos que poner la atención en alguna tarea o persona del presente, sin dejarnos llevar por el resto de estímulos exteriores e insignificantes en éste momento.

► “Dale a cualquier cosa que estés haciendo o a cualquier persona con la que estés el regalo de tu atención”
-Jim Rohn-

Pon intención, viviendo intensamente

Poner intención es saber lo que queremos hacer en cada momento y en un futuro cercano. Para ello, la intención nos abre camino, dirigiéndonos en la dirección que nos llevará en el sentido deseado. Si ponemos intención, nos daremos la posibilidad de vivirlo intensamente. Para poder hacerlo en la práctica te propongo:
  • Definir una intención. Es importante tener muy claro la intención de nuestros movimientos, sea en la vida en general o en situaciones concretas. Cuando definas tu intención, también habrás alcanzado el momento de caminar hacia tu deseo.
  • Proyectar tu deseo. esto significa trazar la dirección de la línea de tu camino. Proyectar es visualizarse, saber dónde queremos llegar y estar atentos a las experiencias y oportunidades que la vida nos ofrece en la dirección del camino que hemos puesto intención de llegar.
  • Tomar decisiones. es necesario para avanzar y vivir intensamente, que tomemos decisiones en la dirección marcada por nosotros, con la intención de llegar dónde nos hemos propuesto llegar. No podemos esperar a que nadie decida por nosotros, sin embargo, si estamos atentos, la vida nos mostrará oportunidades, y a partir de ahí, cada uno decide su vida.
  • Seguridad para vivir intensamente, tenemos que sentirnos seguros del lugar al que queremos llegar. Aunque no sepamos lo que sucederá con cada decisión tomada, la seguridad está en saber que queremos seguir avanzando, disfrutando y viviendo cada momento como si fuese el único.
  • Buscar opciones, cuando sabemos lo que queremos, y queremos vivir intensamente, es importante estar abiertos a diferentes opciones, reflexionarlas y valorarlas antes de tomar una decisión.
“La intención es el verdadero poder detrás del deseo”
-Deepak Chopra-
  • Sentir profundamente

    Cuando ponemos atención e intención a la vida, sentimos todo lo que nos ocurre de forma profunda, ya que nos sentimos protagonistas de aquello que nos ocurre, viviéndolo en primera persona. Pese a lo sencilla que parece la idea, no es algo que ocurra normalmente: nos sumergimos en un mundo de automatismos y cuestiones superficiales, que lejos de hacernos felices, nos hacen cada día más insensibles, alimentando la sensación de lejanía con nuestro interior.
“Yo nunca habría tenido éxito en la vida si no me hubiera dedicado a las cosas más pequeñas con la misma atención y cuidado que le dediqué a las más grandes”
– Charles Dickens –

Nuestra mente subconsciente nos permite vivir en “automático”, de manera rutinaria; Sin embargo, podemos llegar a ser conscientes de lo subconsciente, solo observando e interpretando lo que sentimos. Una buena forma de descubrir la parte de nosotros que es ajena a nuestra consciencia es estar atentos a quienes somos realmente.
Psicología/Dolores Rizo
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 6 de enero de 2017

LO QUE HAY QUE EVITAR EN EL DESARROLLO PERSONAL


En mi opinión, las personas que se comprometen en un Proceso de Desarrollo Personal adquieren una responsabilidad con la que tienen que ser bastante rigurosos.

Este Camino no siempre es corto ni es cómodo ni es fácil. 

Esto quiere decir que no se anda solo sino que requiere de la atención continua y de la constancia, de la observación y el cuidado, y del progreso insistente aunque sea a base de pasos milimétricos.

Conviene evitar varias cosas, aunque todas ellas están relacionadas de algún modo -o son la misma cosa con distintos nombres-, y son esas cosas que nos incitan a la rendición o al estancamiento.

Alguien dijo que el enemigo de la vida no es la muerte, sino el desaprovechamiento.

Hay dos tipos de vida que aparentemente son exactamente el mismo tipo de vida, que no se distinguen exteriormente, en los que pasan idénticamente las mismas cosas, pero que cambian radicalmente en la sustancialidad, en la visión, y en la vivencia.

La misma cosa puede estar vacía de vida o puede estar llena de vida. Y la única diferencia está en cómo se viva dentro, en cómo se sienta. En la vigilancia que se le preste y en el jugo que se le extraiga. En el darse cuenta.

Ser consciente de lo que se haga o se piense o se sienta le añade a la vida un plus que la engrandece, y de cara al Desarrollo lo que hace es extraerle la enseñanza, lo que enriquece, lo que añade el paso siguiente.

EL DESAPROVECHAMIENTO es una de las cosas que hay que evitar, y con esto no me refiero a que haya que estar continuamente haciendo cosas para acabar cada día con la sensación de que se aprovecha la vida –que sí puede ser un modo de aprovecharla-. Me refiero a que las cosas no sucedan sin más y se vayan al olvido vacías, sino que dejen un poso, una lección, un enterarse de que uno está Aquí y Ahora, y de quién es, y de tener la sensación o la seguridad de que uno gobierna su vida.

LA PEREZA, y no me refiero a la pereza física, que perfectamente puede uno no tener ganas de hacer cosas un día, sino a la pereza en la intención o el compromiso de seguir aprendiendo –aprendiéndose- aún cuando uno esté tirado en la cama. La observación y la reflexión han de estar activadas a todas horas. La vida de atención y observación continua, y su correspondiente reflexión, no es obsesiva ni agobiante: es enriquecedora.

EL ABANDONO está prohibido. Cuando uno empieza a conocer las delicias del Proceso de Desarrollo Personal, cuando comienza a recoger los primeros frutos, se da cuenta de que no quiere abandonar, quiere seguir ahondando, descubriendo, aprendiendo. Se es consciente de que no hacerlo es engañarse a sí mismo. Ya saben cuál es una de mis frases favoritas: PROMETO NO ABANDONARME NUNCA MÁS. Aparezca lo que aparezca a lo largo de ese Camino –que en muchas ocasiones van a ser cosas desagradables del pasado- no se debe abandonar. El premio –que es uno mismo y el contacto íntimo con el Uno Mismo- está en el seguir adelante.

LA MENTIRA y EL ENGAÑO. Ni siquiera la mal llamada mentira piadosa. La transparencia y la verdad son imprescindibles. Nada que se construya sobre una mentira puede perdurar. Nada que sea una mentira se debe admitir. La ética y la honorabilidad han de estar presentes en todo momento.

LA DESESPERANZA, EL HUNDIMIENTO, EL ENFADO CONTRA UNO MISMO, LA RENDICIÓN. Nada de esto ayuda, nada de esto enriquece, nada de esto aporta algo positivo…por lo tanto son cosas a evitar.

Hay que seguir. Este Camino no admite la marcha hacia atrás. No se puede borrar lo andado y regresar a donde uno estaba antes de iniciarlo. Afortunadamente. El Caminante no ha de arrepentirse de los pasos dados.

Es un error de interpretación cuando uno cree que está peor que al principio o cuando cree que cada vez está más atrás. En realidad es como si a cada paso que uno da se creara un barranco detrás de nuestro talón. Ya es imposible retirarse y sólo queda la opción de avanzar.

La atención a la Vida y la atención a uno mismo y al Uno Mismo –el Ser Espiritual, la divinidad personal- son imprescindibles. Y en cuanto uno se dé cuenta de que puede estar en alguna de las situaciones que hay que evitar conviene echar mano de todo el optimismo, del Amor Propio, de la ilusión, de la Fe, o de cualquier cosa que nos saque de ese estado y nos ponga nuevamente en marcha.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco De Sales
buscandome.es

jueves, 5 de enero de 2017

Relaciones humanas, fractales, y la ley de las dependencias


Hace unos 2.500 años, un filósofo indio llamado Kapila formuló una doctrina que explicaba los orígenes del universo, y toda la vida consciente del mismo. Sus conceptos incluían la teoría del «quinto elemento», conocida por muchos gracias a la alquimia y varios textos herméticos, y precedían a las enseñanzas de Aristóteles y Platón. La filosofía de Kapila se denomina samkya, y se erigió en una de las seis escuelas de la filosofía india clásica, siendo tan importante su incidencia que tuvo consecuencias trascendentales en el pensamiento metafísico budista y la filosofía griega, y extendiéndose hasta la Edad Media a través de los alquimistas europeos. Las huellas de la filosofía samkya aparecen en enseñanzas tales como las diferentes escuelas rosacruces, el “cuarto camino” de Gurdjieff, la masonería, la teosofía, el gnosticismo, etc.
Kapila decía que la conciencia pura e indiferenciada ha existido siempre, que ha estado irradiando eternamente, sin principio ni fin, a través del espacio y el tiempo, expresándose a través de una serie de principios que, en conjunto, podemos generalizar como energía consciente en movimiento. Para manifestar lo que entendemos por la “Creación”, la energía se condensa en cinco estadios o formas diferentes (elementos), que actúan como bloques de construcción de toda manifestación material, en diversas permutaciones y combinaciones. Estos elementos, todos los cuales proceden del primero de ellos, que los griegos llamaron éter, o en sanscrito se llamaba akasha, son el Aire, el Fuego, el Agua y la Tierra.
Esta antigua lista de elementos es un método rápido para clasificar toda la materia manifestada, y es la base de muchas enseñanzas esotéricas, alquímicas, mágicas y ocultistas de manipulación de la componentes de la realidad según su estado, cada uno con unas propiedades determinadas, que se denominan colectivamente tattwas, un término que viene a designar todas las cosas que poseen esencia, y hay sistemas completos destinados a estudiarlos y aprender a manipularlos a voluntad. Todo lo que podemos percibir en nuestro plano terrenal se compone de uno o más de estos cinco elementos combinados de varias maneras y en diferentes proporciones. Así mismo, es también la base para la medicina tradicional china, intercambiando y modificando alguno de los nombres de los elementos, y de otras filosofías orientales derivadas de las escuelas místicas de la india.
De la misma manera que estos cinco elementos se combinan para darnos los bloques básicos de construcción de la realidad (partículas cuánticas, partículas subatómicas, átomos, etc.), y nada puede existir sin que haya una relación interdependiente de los mismos para conseguir cualquier otra cosa, los seres humanos nos relacionamos para generar la experiencia de la vida humana, y nada se puede conseguir sin la existencia de estas relaciones.

La relacionalidad de la vida humana

En los años 80, un filósofo llamado James Care escribió que la manera en que las personas solemos ver el mundo hoy en día está totalmente en contra a como la vida nos ha creado para verla [originariamente, antes de las varias manipulaciones genéticas sufridas]. Las relaciones humanas entre dos personas, por ejemplo, están basadas en una interacción que suele durar una duración finita de tiempo, que tiene una serie de reglas y normas para que se lleve a cabo, y en la cual, en muchas ocasiones, de esa interacción sale alguien que gana algo, y alguien que pierde algo (en ello se basan los deportes, el mundo financiero, educativo, la economía en la que se sustenta nuestro día a día, etc.). Es un tipo de relación en el que siempre prevalece el individualismo y el servicio a uno mismo. Sin embargo, decía James Care, este individualismo y las sociedades basadas en el mismo no son más que una ficción, ya que no existe tal cosa como un único individuo separado de su contexto y aislado, que pueda existir y desarrollarse como tal sin apoyarse en los demás y necesitarse mutuamente, sino que toda la experiencia humana está constituida por roles y relaciones entre nosotros, ya que vivimos en el mundo, y somos parte del mundo, o, como dice un mantra que suelo usar mucho para recordar mi porqué en esta encarnación: “soy una célula en el cuerpo de la humanidad, y estoy al servicio de la totalidad”.

Todos dependemos de todos

No hay nada que el ser humano pueda llevar a cabo sin tener en cuenta los elementos y personas que le rodean. Sabemos, y hemos hablado en otros artículos y conferencias, que es el programa ego de gestión de nuestra psique lo que nos da la ilusión de la separación y de la individualidad, y lo que nos hace vernos como seres aislados, pero todo lo que hacemos y somos depende de todo lo demás, y nada puede ser hecho o alcanzado sin tener en cuenta las relaciones con objetos, elementos y personas involucradas, por lo que la filosofía de vida que está más alineada con nuestro propósito y función no es nunca la filosofía de la individualidad, sino la de la relacionalidad e interdependencia de todos con todos. En este aspecto, todos necesitándonos a todos, y todos trabajando con todos, es una forma de existencia que fluye con los principios de la vida que rigen el planeta, sin principio ni fin, un tipo de relación con el entorno, los otros reinos de la naturaleza y el resto de la raza humana donde el enfoque está puesto en reforzar los lazos y las conexiones de las que penden nuestros crecimientos mutuos, para poder resolver situaciones cada vez más grandes con la fuerza de la unidad.
Para solventar paradojas a la hora de entender bien el concepto de individualidad contra el que James Care escribe, hemos de ver a esta principalmente como un componente en el trabajo personal de mirar hacia nuestro interior para conocernos mejor, sanarnos, desprogramarnos, autoevaluarnos y observarnos, etc., ya que es el único aspecto que nadie puede mirar o hacer por ti, y del que no dependes de nadie para poder hacerlo, pero si que puedes necesitar a los demás para ayudarte a ello. Pero, perfectamente alineado, resulta también que el trabajo de cambiar en nuestro interior para poder cambiar el mundo exterior pasa también por ver esa ilusión de individualidad en lo más recóndito de cada uno, y ya cuando hemos removidos unas cuantas capas de filtros, velos y programas mentales, aparecen atisbos de que viajando hacia el interior de ti mismo para cambiarte y crecer, llegas al corazón de los campos de consciencia que unen todas las cosas y todas las personas, volviendo a darte cuenta que el mundo exterior, de nuevo, cumple con las ideas a rajatabla de que todo depende de todo, y que los limites que nos ponemos para definir donde termino yo y donde empiezas tu son solo una construcción de la mente, en la parte más terrenal de los múltiples niveles que componen nuestra existencia.

La ley de correspondencias

Los antiguos filósofos ya se dieron cuenta de que si todo depende de todo y todas las personas dependen de todas las personas, debe haber algún tipo de ley cósmica o universal que rija estas dependencias. Hace un par de años, en este otro articulo, ya explicamos porqué se corresponden ciertas cosas con ciertas otras cosas, basándonos en la ley de las octavas.
Habréis leído hasta la saciedad que lo que buscas “ahí fuera” lo tienes entrando “hacia dentro”. Porque es lo mismo. No es que seamos parte del universo. Es que todo el universo es parte de nosotros, está en nosotros. El más absoluto infinito se concentra en la parte más pequeña de cada una de nuestras células. ¿Es esto correcto? ¿Cómo puede algo “finito” como nosotros, un ser humano, “ser” algo infinito como el Universo?

Fractales infinitos

La respuesta está en lo que se llama un fractal. Un fractal es una representación geométrica que puede ser dividida hasta el infinito y conserva su misma forma, estructural, potencial, etc. Fijaros en la figura siguiente. Es la conocida estrella de David, símbolo de muchísimas culturas que se pierden en la antigüedad (y mal apropiada por alguna actual). Imaginaros una de vuestras células, la más pequeña, como el círculo que rodea la figura. Este espacio es finito, está acotado, es fácil de entender que tiene límites. Ahora insertamos una figura geométrica en su interior, un triángulo equilátero, mejor dicho, dos. Uno hacia arriba, y otro hacia abajo. Buscamos una representación geométrica que nos explique cómo el infinito puede estar contenido en algo finito, y este es el modelo que lo explica.
clip_image002
¿Y por qué dos triángulos y no otra cosa? Porque representan la dualidad de nuestro universo y la doble polaridad de todo lo que existe. Existimos en una realidad en la cual percibimos que no existe blanco sin negro, ni frío sin calor, una cosa y su contrario, por eso este símbolo representa la dualidad. ¿Es correcta esa percepción? No. Todo funciona por triadas, y al ser humano le falta ver la realidad a través de la tercera energía o polaridad, la energía neutra o equilibrante, pero por la manipulación de la esfera de consciencia sufrida en los albores de nuestra creación no podemos ver los tres componentes que forman todo lo que existe, y por eso vivimos bajo la ilusión de la dualidad.
Volviendo a la figura, en estos momentos seguimos teniendo un espacio finito (el interior del círculo) acotado por la circunferencia que representa ser un átomo nuestro, una célula o nuestro cuerpo entero, el límite que defina no tiene importancia. ¿Cómo metemos algo infinito en ello? Si para cada uno de los nuevos triángulos resultantes vamos añadiendo más triángulos, dividiendo estos que ya hemos creado, tal y como veis en la figura siguiente, volvemos a obtener nuevas estrellas de David de tamaño menor, pero siempre totalmente completas, con las mismas características y propiedades que la estrella “madre”, los mismos ángulos, las mismas proporciones, etc.
clip_image003
Cada una de esas divisiones crea la misma forma que el dibujo original, y lo que es mejor, podemos seguir así hasta el infinito, porque cada estrella nueva que se crea, puede ser dividida de nuevo hasta donde queramos, suponiendo que pudiéramos tener un microscopio tan potente que nos permitiera ver esas subdivisiones tan pequeñas hasta el infinito. Y, además, para cada nivel en el que dividimos, tenemos un nuevo círculo que lo rodea que representa el límite ilusorio de algo acotado que tiene ese subnivel.

Todo conectado con todo

Gracias a este proceso existe el infinito dentro de un espacio finito y esta es la respuesta que nos permite entender cómo todo el universo puede estar dentro del más pequeño de nuestros átomos, porque cada célula nuestra es un fractal que está conectado con todo el universo que existe en la célula, persona o silla de al lado (tal y como están conectadas entre sí todas las mini estrellas de David que salen en la figura). Es la ley de la correspondencia hacia arriba, o hacia abajo, hacia dentro o hacia afuera, es el modelo de las relaciones humanas, de la vida, de la consciencia, en cualquier plano, en cualquier dimensión, en cualquier nivel.
El infinito, el universo y todos sus planos existenciales están en nosotros y una parte del Todo no puede existir sin la parte de al lado. No existe individualidad como tal, como concepto de una parte aislada del resto que pueda hacer algo sin la concordancia y existencia del resto de partes que forman el conjunto mayor al que pertenece. Y, por el mismo motivo, no existe acción, por pequeña que sea, que una de las micro-micro-figuras fractales realizara, que no afecte si o si a todo el conjunto, de ahí que no hay pensamiento, acción o energía movida, creada o emitida por el ser humano, que no tenga repercusión, en su justa medida, en todos y cada uno del resto de fractales de la Creación. El “efecto mariposa”, del cual seguro habréis oído hablar, nace de este concepto.
Todo está conectado, todo es interdependiente, todo afecta a todo, y quizás lleguemos a tener todos esta visión del mundo, en algún momento de nuestro periplo evolutivo como especie. Requiere algo que pocos humanos han llegado hasta el  momento a ser conscientes en cada momento de sus vidas, pero es una de esas cosas que esperan a ser descubiertas más allá del velo de la ilusión de nuestra realidad percibida, manipuladamente, como individual y separada de todo lo demás.

Publicado el 04/01/2017  por  David Topí

La desconexión interior, cuando descuidamos nuestras emociones


La desconexión interior es un mecanismo de defensa que muchos suelen practicar. Es elegir no sentir para no sufrir, es “enfriar” el corazón para proteger el alma de nuevos fracasos, de nuevas decepciones y heridas que no cicatrizan. Ahora bien, esta estrategia lo que va a conseguir en realidad es alejarnos de una participación saludable de la vida.
Analicemos por un momento qué finalidad tienen nuestras emociones. Cada vez que se activan en el cerebro ejercen una reacción en todo nuestro ser. La repugnancia, por ejemplo, nos aleja de algo o alguien. El cariño, la ilusión, el afecto o la pasión nos conectan y nos inyectan todo un torrente de dinámicas con las cuales, ser más energéticos o creativos que nunca.
“No amar por temor a sufrir es como no vivir por temor a morir”
-Ernesto Mallo-

Sin embargo, quien piense que las emociones negativas no tienen ningún fin o que su único propósito es traernos la infelicidad se equivoca. En realidad, son ellas las que han permitido que el ser humano se adapte, aprenda y avance a lo largo de su evolución y su ciclo vital. El miedo o la angustia son mecanismos de supervivencia, son señales de alarma que debemos saber interpretar para poder traducirlas en respuestas adaptativas que garanticen nuestra integridad.
Desde la neurociencia, y a través de libros tan interesantes como “A new view of pain as a homeostatic emotion” (Una nueva visión del dolor como principio de la emoción homeostática), se nos explica algo muy revelador: el hombre moderno experimenta mucho miedo. A pesar de carecer de depredadores externos o de peligros físicos concretos, el temor de este mundo avanzado es mucho más profundo y laberíntico.
Hablamos de los temores internos, de esos demonios personales que nos paralizan, que nos quitan el aire y que tienen, sin duda, múltiples orígenes. Ante nuestra incapacidad para gestionarlos, a menudo, optamos sencillamente por aplicar el síndrome de desconexión emocional.
Te proponemos reflexionar sobre este concepto que, tal vez, te sea ya muy conocido.

El síndrome de desconexión interior: un mecanismo de defensa demasiado común

Imaginemos por un momento a una persona ficticia con un nombre cualquiera: Miguel. Este joven cuenta ya con un pasado afectivo surtido y numerosos fracasos. Su nivel de decepción es tan profundo que ha iniciado una nueva etapa en su vida donde reduce su grado de compromiso emocional a la mínima expresión. No quiere volver a sufrir ni experimentar más desilusiones, más desengaños.
Sus mecanismos de defensa para lograr este objetivo son muy afinados: ha iniciado una compleja disociación entre pensamientos y emociones hasta el punto de “intelectualizar” cualquier hecho. De este modo, protege su aislamiento emocional en todo momento con razonamientos como el siguiente: “Soy feliz estando solo, pienso que el amor es una pérdida de tiempo y algo que frena mi futuro profesional”.
Miguel ha desarrollado lo que se conoce como síndrome de desconexión interior para dejar a un lado los desencantos del pasado, procurando  así que no vuelvan a repetirse. No obstante, y aquí llega el dato más revelador: además de poner muros a una participación saludable de la vida, lo que está consiguiendo nuestro protagonista es hundirse en el mismo vacío emocional del que deseaba protegerse.

Los efectos de la desconexión emocional


Si para Miguel amar es sufrir, cerrar las puertas al amor supone a menudo trasladar ese mismo sufrimiento a todos los ámbitos de su vida. La desconexión emocional es un virus implacable que avanza despacio conquistando múltiples territorios. Porque la persona que lo experimenta deja de registrar internamente el cariño y el afecto como algo significativo.
Al poco, emergerá la sibilina frustración, la afilada amargura, el implacable mal humor y ese malestar emocional que tarde o temprano, se traduce en dolor físico, en insomnio, en diversas enfermedades y cómo no, en la sombra de una depresión.

Vivir conectado a nuestras emociones: un salvavidas cotidiano

Hablábamos al inicio del peso de las emociones negativas en nuestra vida. Las definíamos como mecanismos de supervivencia; sin embargo, como hemos podido ver en el ejemplo anterior, muchos de nosotros en lugar de atenderlas y entenderlas, las colocamos en el ancla de nuestros barcos mentales para sumergirlas en el vacío de la indiferencia. Del olvido.

“Si no hubieras sufrido como lo has hecho, no tendrías profundidad como ser humano, ni humildad ni compasión”
-Eckhart Tolle-

Elegir no sentir para no sufrir no tiene sentido. No lo tiene porque el ser humano, por mucho que nos digan, no es una entidad racional ni un ordenador. Somos un cúmulo de fabulosas emociones que nos guían y que nos dan la vida para conectar los unos con los otros, para aprender después de las caídas, para llorar las penas, reír la felicidad y avanzar con el rostro alto tras sortear esos peligros de los cuales, hemos obtenido una lección.



Desde la neurociencia nos recuerdan que la desconexión interior que nace de un conjunto de emociones negativas no es útil ni saludable. Las emociones negativas, como el miedo o el disgusto, tienen un propósito y dan forma a algo que los científicos definen como “impulso homeostático”. El ser humano está diseñado para actuar, no para quedar aislado en sus islas de insatisfacción. 
Cuando nuestro equilibrio interior se ve perturbado, una buena idea es aunar energías, ser creativos, valientes para recuperar esa homeostasis interna; así alcanzaremos esa plenitud emocional o ese punto perfecto donde nada duele y nada se echa falta. Permitámonos “sentir” de nuevo para conectar primero con nosotros mismos y después atrevernos a establecer contacto con quienes nos rodean.
Al fin y al cabo, nuestro cerebro es una maravillosa entidad social y emocional que necesita de los demás para estar bien, para estar en paz y en necesitado equilibrio. Cuidemos  entonces de nuestras emociones.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com