jueves, 17 de noviembre de 2016

No, no están solos

 
“¡Cuántas de las inquietudes y angustias experimentadas por los humanos provienen de que tienen la sensación de haber sido lanzados al mundo como a un desierto en el que se encuentran solos, perdidos, sin nadie que pueda responder a sus preguntas, a sus peticiones! 
En realidad, no, no están solos, y se darán cuenta de ello el día en que tomen conciencia de que forman parte de un todo, de que este todo está vivo y que, puesto que está vivo, pueden tener sin cesar intercambios con él: si hablan, siempre hay en alguna parte criaturas que les oyen y que les responden.

Recibimos respuestas sobre todo lo que hacemos, decimos o preguntamos: confirmación o refutación, aprobación u oposición. El mundo invisible está continuamente presente ahí, a nuestro alrededor. Nos mira, nos escucha y siempre nos da respuestas
Su lenguaje, muy diferente del nuestro, no es fácil de comprender. Pero nos responde indirectamente bien sea a través de un ser humano, de un animal, de un fenómeno de la naturaleza o de un olor, de un sonido… éstos ignoran, sin duda, que son portadores de un mensaje, pero somos nosotros quienes debemos interpretarlo.
 Omraam Mikhaël Aïvanhov

Cómo enfocarte para dejar de perder el tiempo


El tiempo es uno de esos factores que tiene el poder de atormentar almas, por su inmensidad y al mismo tiempo por su finitud. A veces parece como si jamás alcanzara, como si los días y las horas se hubieran acortado y nunca fueran suficientes para completar todo lo que tenemos que hacer. Tenemos la sensación de que los minutos se filtran como gotas de agua entre los dedos y no podemos hacer nada al respecto.
A diferencia de lo que muchos creen, gran parte del tiempo que perdemos, lo perdemos trabajando o realizando alguna de esas actividades que llamamos “productivas”. Esto se debe a la falta de enfoque: aunque hacemos la tarea, nuestro estado de dispersión nos lleva a que tardemos más de lo necesario en completarla.
“Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo…”
Facundo Cabral

De una manera o de otra, la consecuencia de esa percepción de que el tiempo no alcanza es un estado de angustiaAparece una tensión entre la forma en la que avanza el reloj y la necesidad de cumplir con los objetivos propuestos. En esas condiciones, también pueden aparecer los bloqueos y los errores que no hacen más que incrementar la tardanza.

La falta de tiempo y las acciones compulsivas

Hay todo un conjunto de acciones compulsivas que realizamos día a día y que consumen buena parte de nuestro tiempo. Dentro de ellas se pueden mencionar algunas muy usuales como esa manía de mirar el móvil cada cinco minutos. Lo más probable es que no encontremos nada nuevo, o que si lo hay no sea relevante, pero a veces no podemos evitarlo.

También es muy frecuente que algo similar se haga con algunas páginas en el ordenador. Cuando revisas, hay más de 20 o 30 visitas a una web o a una red social, la mayoría de los cuales no encontramos información que sea novedosa y además relevante.
Cada uno tenemos nuestro repertorio de acciones compulsivas o repetitivas. Algunos simplemente interrumpen su labor para dejar volar su fantasía, para mirar a su alrededor o para hacer cualquier cosa que desvíe su foco atencional de la tarea principal que realizan.
Precisamente por ser compulsivas, estas acciones son inconscientes. Se realizan sin pensar y en ellas se va buena parte del tiempo. Responden a una dificultad para concentrarte, a la ansiedad o a una estrategia de trabajo deficiente.

La sobrecarga emocional y el tiempo

Las dificultades emocionales también nos quitan más tiempo del que suponemos. Además, también nos restan disponibilidad y motivación para enfocarnos en nuestros objetivos. Los problemas no resueltos suponen una carga emocional que se traslada silenciosamente a todo lo que hacemos.

Todos hemos dejado una tarea por resolver, ya sea por un motivo o por otro, y esta ha tomado vida propia en nuestra mente. Desde ese momento, de forma repetitiva y anárquica, ha invadido el espacio de nuestra conciencia. De ese pensamiento han nacido estados de ansiedad que nada tenían que ver con la situación en la que te encontrabas en ese momento.
►Los conflictos sin resolver pesan durante en el día a día. Inciden severamente en nuestra capacidad de concentración, ya que son como ruidos molestos que dan falsas treguas y aparecen en los momentos más 'oportunos', estropeando situaciones placenteras. Finalmente, te teletrasportan al pasado o al futuro, dejando a un lado las sensaciones que emanan de tu situación actual.

Enfocarte para ganar tiempo

El tiempo, o mejor dicho su percepción, es una dimensión esencialmente psicológica. Corre o deja de correr, en función de lo que sientas o de lo que estés pensando. Un minuto es interminable en el dentista y pasa en un suspiro cuando estás en una situación agradable. Y precisamente al estar tan influenciado por lo que hay en la mente, resulta susceptible de administrarse de una manera más racional.
Para enfocarte y manejar mejor el tiempo, lo primero es reconocer y aceptar que siempre tendremos algo pendiente que hacer. Eso no debe ser fuente de angustia, sino que se tiene que mirar como una característica inmanente a la propia vida. Sabiendo esto, lo que sigue es idear una metodología que combine actividad y pausas. La dispersión es también una respuesta al cansancio y se ha comprobado que el cerebro comienza a fatigarse después de 25 minutos de atención sostenida en una única actividad.

Además de esto, es importante que en los momentos en los que no estés trabajando realices actividades creativas. El tiempo de ocio es tan o incluso más importante que el mismo tiempo de trabajo. Comprende todos esos lapsos de libertad, en los que puedes liberar tensiones y renovar tu energía emocional.
No desperdicies esos valiosos ratos en actividades repetitivas, como ver televisión. Tampoco inviertas todo tu descanso en situaciones que te saturen o te emboten: eso no te permite descansar de verdad. Para aprovechar mejor tu tiempo de trabajo, aprende a disfrutar de un descanso de alta calidad. Así sabrás enfocarte en lo importante y lo harás además con mayor acierto.
Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com
Imágenes cortesía de Tomasz-Alen-Koper, Flora Borsi

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Yoga y meditación, un mismo sendero

Cuando comprendemos que la meditación no es sólo algo que se intenta durante la postura del loto sino que empieza desde la primera respiración de nuestra práctica, entenderemos también que dicha práctica no ocurre solo un día o dos a la semana, sino que comprende todos los minutos de nuestra vida consciente. 


Tanto la palabra yoga como la palabra meditación podrían entenderse como sinónimas en muchos aspectos. Si bien la meditación (dhyana) está descrita por Patanjali, autor del primer tratado sobre yoga, como una parte del yoga que se refiere al control mental (samyama), cabe entender también que el auténtico yoga, cuyo significado es unión, ha de integrar todos sus aspectos al unísono. De este modo, la meditación no sería una parte o nivel del yoga, sino uno de sus fundamentos constitutivos en todo momento de su práctica. Una vez introducida esta cuestión, prioritaria a la hora de entender ambos conceptos, pasemos a ver ahora sus aspectos más significativos.
A menudo, la práctica del yoga en Occidente se ha vinculado especialmente al hatha yoga, entendido éste solamente como yoga físico, cuya finalidad principal sería el ejercicio en el dominio de las asanas (o posturas). El maestro Osho afirmó que el yoga físico es, si acaso, una mera introducción, un aperitivo, de todo lo que el yoga tiene que ofrecernos. No obstante, el dominio y control de las posturas no aportaría nada si no hubiese una mente encargada de conducir todo el proceso. Es así la mente el elemento clave en la práctica ordinaria del yoga. La mente que es observada y la mente que a su vez observa y dirige al cuerpo. La labor del yogui será la de ir posicionándose en un nivel de testigo tanto del cuerpo, como de la mente e incluso del ser (atman).
El maestro B. K. S. Iyengar, fundador del yoga Iyengar, ampliamente difundido en Occidente, señaló en una ocasión que la postura más difícil de lograr es la del cadáver (savasana). Esta pequeña ironía encierra una gran verdad, pues una postura que consiste en quedarse tumbado completamente sobre el suelo –como un cadáver- supone una dificultad extrema para el observador, puesto que los focos de tensión que le sirven como referente para llevar la atención quedan suprimidos (relajados) y la atención mental ha perdido todo punto de referencia.
Tanto la postura como pranayama (el control de la respiración) son precisos soportes para enfocar la atención. El elemento fundamental de todo yoga es la atención, el tomar conciencia, la observancia. Si no olvidamos esto, cualquier estilo de yoga y cualquier aspecto que remarquemos del mismo serán igualmente correctos. La atención se irá volviendo espontánea, no forzada. Completamente natural. El hecho fundamental que el yoga investiga es esto mismo, la atención, nuestra capacidad de ser conscientes, la Conciencia, el Ser. Por ello, la atención irá naturalmente hacia ella misma, hacia su estado autoconsciente.
El cuerpo es el templo que guarda nuestro espíritu. No somos sólo un cuerpo, pero el cuerpo está ahora en nosotros, por tanto, prestarle atención es algo natural, así como cuidarlo y respetarlo, todo ello será una forma sabia de entender la vida.
Como hemos apuntado, el yoga es el arte de la unión, y por tanto se trata de ir uniendo todas las dimensiones que tienen lugar en nosotros. La dimensión física y la dimensión mental o emocional son interdependientes, y no se puede trabajar la una sin la otra. Observar una postura es observar lo que en ella sucede: pensamientos, emociones, sensaciones… La clave del yoga va mucho más allá del control y tiene mucho más que ver con la escucha atenta. Una vez que vayamos familiarizándonos con esa forma de práctica, podremos realizar un trabajo yóguico integral.
Una vez que la meditación no es sólo algo que se intenta durante la postura del loto sino que empieza desde la primera respiración de la sadhana (práctica), iremos viendo el verdadero significado tanto del yoga como de la meditación y comprenderemos finalmente también que dicha práctica no ocurre solamente durante un periodo de tiempo al día o a la semana, sino que comprende todos los minutos de nuestra vida consciente. He aquí cuando el practicante de yoga es, ciertamente, un yogui.

José Manuel Martínez Sánchez
http://www.yogaenred.com/