domingo, 15 de mayo de 2016

El resto de tu vida


Se acabó esconderse. La vida no es un armario. Tú no eres un muñeco que pueda meterse en la caja y salir cuando no hace frío o el viento es propicio. Si no sales cuando las cosas pintan mal, no saldrás nunca. Porque te harás pequeño y diminuto. Porque siempre pensarás que no es el momento y te acurrucarás plácidamente a esperar. Y un día te darás cuenta de que eres viejo… Y aunque nunca es tarde, ¿por qué no gozar antes? ¿por qué no intentar antes ser como sueñas? ¿por qué esperar a mañana para vivir?
Tu forma de ver la vida no es negociable. No puede haber regateos ni rebajas. Si aceptas menos de lo que mereces, vas a tener que sobrellevarlo siempre o hasta que no puedas más y vuelvas a reclamar lo que es tuyo, las riendas de tu vida. Si te tragas lo que no soportas, si te callas lo que suplicas decir… Un día estallará dentro de ti.
Lo cual no significa que no aceptes algunas situaciones adversas, al contrario. Las aceptas, buscas la forma de aprender de ellas y empiezas a cambiarlas con tu actitud. Imaginando cómo darles la vuelta. Sólo con que en tu mente ya exista esa posibilidad de cambio, ya existe ese cambio en la vida real. Ya estás incubando una oportunidad. Ya cambia todo porque tú cambias por dentro.
¿No te has dado cuenta de cómo has cambiado ya sólo por planteártelo? ¿No te has fijado en las palabras que usas ahora y que no usabas antes?
Has pasado del no puedo al me gustaría…
Del no va conmigo al “tal vez”. Eres otra persona, el de siempre, con esperanza… La esperanza lo mueve todo si eres capaz de conseguir que se instale en tu vida y se convierta en en confianza.
Del Imposible al posible hay dos letras. Y las escribes tú.
Tus pensamientos crean tu camino. Lo que imaginas empieza a existir en el preciso momento en que lo dibujas en tu cabeza. Tus palabras esculpen cada uno de tus pasos. Tus ideas cobran vida. Tus sueños construyen tu presente y tu futuro.
Y no tiene que ver con la situación, ni con tus habilidades. Tiene que ver con tu forma de mirar. Para saber si eres de los que pasan por delante de ese lugar donde reparten alegría y nunca entras o si estás construyendo un puente imaginario para llegar al otro lado donde sabes que pasan cosas.
A veces, hay que gastar el último euro que nos queda en una libreta donde hacer una lista de lo que será nuestra vida en el futuro. En un libro que nos ayude a encontrar respuestas, en un café en buena compañía que nos dará fuerzas para seguir, en subir a la noria para ver que cuando el mundo no gira, giras tú… Aunque el miedo nos diga que será mejor ahorrarlo y guardar. Y seremos un euro más ricos, económicamente ricos… Y más pobres en emociones, en respuestas, en sensaciones… No habremos conseguido activar en nosotros esa palanca que un día se pone en marcha y notas cómo lo cambia todo…
Ese momento en que te cruzas con alguien en la vida y te dice una frase, sólo una palabra tal vez, y esa palabra lo es todo. Es la palabra que estabas necesitando oír y notar. Te zarandea tanto por dentro… Te remueve los cimientos y te conmueve las entrañas. Te trae recuerdos, te inspira, tanto que insufla unas ganas tremendas de devorar una vida que hasta hoy simplemente mordisqueabas… Te saca de dentro esa persona capaz que estaba dormida y sumisa a un destino que no le pertenece.
A veces, hay que apostar todo lo que tienes por todo lo que sueñas, aunque te quede muy poco y la altura de tu sueño sea vertiginosa. Nunca tenemos tan poco como creemos… Nunca son demasiado grandes nuestros retos porque siempre podemos crecer hasta llegar al tamaño necesario para que sean asequibles.
Eso es lo que importa. Ese es el gran logro. No conseguir el sueño sino convertirse en la persona que es capaz de tocarlo. Alcanzar el tamaño que requiere nuestro sueño, lo obtengas o no, y notar que a partir de entonces lo puedes todo… Prepararse para llegar a la cima y tal vez no llegar pero saber que ya nunca dudarás de tu capacidad porque ya eres ese tipo de persona que sube cimas y logra sus retos.
Porque has alcanzado la medida necesaria para asumirlos.
Porque tal vez tu sueño estaba ahí para ser un primer paso, una excusa, un cebo gracias al cual poder transformarte.
Aunque para eso hace falta salir de debajo de la cama, del armario, del servicio, de la rutina, del traje gris y detrás de la pantalla del ordenador.
Se acabó esconderse aunque haga frío. Aunque esté oscuro. Aunque los pies pisen suelo desconocido y las piernas flaqueen.
Se acabó esperar a saber que todo está bien para explorar la vida. Se acabó buscar seguros y escondites.
La vida se nos escapa mientras esperamos el momento adecuado.
Se acabó esa sensación de que hay cosas que no van contigo, que están fuera de tu alcance, que nunca te pasan a ti.
Se acabó esperar a que todo sea perfecto para empezar a vivir…
El mundo gira mientras te detienes a ponerte el impermeable.
El tiempo se acaba mientras tú buscas la mejor forma de hacer algo que sabes que no harás nunca…
El reloj se rompe mientras encuentras la palabra que buscas. Mientras te entretienes en un recuerdo que ya no da más de sí y que cuando saboreas te trae a la mente los mismas emociones de siempre que no llevan a nada que te ayude a decidir…
Mientras te decides, el árbitro pita el final del partido.
¿Te has dado cuenta de que te duermes y no haces nada? ¿No ves que necesitas un zarandeo?
A veces, sólo tienes lo que dura un suspiro para decidir si el resto de tu vida va a ser como sueñas o como detestas.
¿Y si fuera ahora?

Merce Roura

Olas y océanos


sábado, 14 de mayo de 2016

Neuroplasticidad‏

Gracias a nuestra Neuroplasticidad nunca dejamos de aprender



Durante la infancia la neuroplasticidad es mayor, el cerebro es más flexible que nunca y está continuamente recibiendo estímulos que para él son novedosos. En este momento “nacen” una gran cantidad de neuronas que aceleran el correcto desarrollo del niño y su aprendizaje. La infancia constituye así un periodo sensible para el desarrollo, sobre todo los cinco primeros años.
Sin embargo, el hecho de que nuestro cerebro sea más plástico y, por lo tanto, flexible frente a los cambios, no significa que en la edad esta plasticidad desaparezca y no sea posible aprender o crear nuevas conexiones sinápticas. Así, incluso en la vejez, está demostrada la capacidad del cerebro para aprender.

Neuroplasticidad y reorganización cerebral
El cerebro tiene la capacidad de adaptarse al medio y de realizar cambios en su propia estructura con el fin de hacer frente a las exigencias del entorno. Una de las evidencias de la adaptabilidad del cerebro es el hecho de que las personas que dejan de ver o de oír desarrollan más otras áreas del cerebro dedicadas a la percepción a través de otros sentidos y se reorganizan las funciones cerebrales.

El científico español Pascual-Leone demostró esta capacidad mediante un experimento en el que vendaba los ojos a sujetos sanos durante cinco días. En este tiempo, los sujetos leyeron Braille y realizaron actividades de discriminación auditiva. Mediante resonancia magnética se observó que la corteza cerebral visual empezó a activarse a través de la audición y el tacto, el cerebro se estaba adaptando.
Este experimento se realizó en personas adultas, lo que quiere decir, que en contra de lo que se pensaba hace un años, el cerebro del ser humano sigue cambiando durante toda su vida y esta reorganización tiene mucho que ver con las necesidades que le demanda el entorno y sus recursos para afrontarlas.
Aprender durante toda la vida
Todos sabemos que los niños tienen una gran capacidad para aprender y que para varias tareas nuevas, como tocar un instrumento, aprender un nuevo idioma o memorizar un texto tienen una habilidad superior a los adultos. Esto es una realidad, la proliferación de nuevas neuronas (neurogénesis) en la infancia es asombrosa y, a medida que crecemos, esta capacidad disminuye.
Pero la neurogénesis continúa incluso cuando somos ancianos. La antigua creencia de que nacemos con un número determinado de neuronas y que a lo largo de la vida no hacemos más que perderlas es falsa. Sí, existe un declive en la neuroplasticidad, pero nuestro cerebro sigue siendo en gran medida moldeable.

Se han identificado varios factores que pueden influir en esta neuroplasticidad. En primer lugar, hablamos de un entorno enriquecido que le proponga retos a nuestra mente. En segundo lugar, se sabe que el ejercicio moderado también la favorece. Por el contrario, la senescencia, el estrés crónico o ciertos componentes en la sangre parecen perjudicarla.
La proliferación de células nerviosas nuevas fue un gran descubrimiento. Son dos las áreas de nuestro cerebro en las que se ha observado el fenómeno: en el área subventricular y en el hipocampo, este último está íntimamente relacionado con la memoria. Esta neurogénesis en el hipocampo se puede ver estimulada cuando adquirimos nuevos aprendizajes, favoreciendo la memoria.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando aprendemos?
La plasticidad neuronal es el mecanismo que produce el aprendizaje. Por otro lado, la capacidad de aprendizaje que tiene cada persona viene determinada tanto por la genética como por la educación. Por ejemplo, el cociente intelectual que posee cada uno vendría, en su mayor parte, determinado por la genética, pero el esfuerzo intelectual realizado también tiene repercusión en la plasticidad de nuestro cerebro y en nuestras capacidades.

Aunque genéticamente poseamos una gran capacidad para el aprendizaje, se quedará en una potencialidad si nosotros no sabemos desarrollarla. Si la mantenemos dormida y no la empleamos, no solo estaremos perdiéndonos el hecho de desarrollarla sino también la posibilidad de hacerlo hasta un límite alto. Así, no solo dejaríamos de sumar, sino que también estaríamos restando parte de esa potencialidad a nuestro futuro.
La estimulación cognitiva es crucial para que nuestro cerebro esté preparado para adaptarse a las exigencias de nuestro entorno. La neuroplasticidad es un mecanismo determinante a la hora de hacer frente a lesiones cerebrales, se asume que aquellas personas que hayan favorecido la plasticidad mediante el aprendizaje, tendrán más recursos para superar o compensar una lesión sufrida.
Carolina López De Luis
https://lamenteesmaravillosa.com

Si. . .


Si…


En mi opinión, la mayoría de los arrepentimientos comienzan de este modo: “Si…”

Si me hubiera atrevido… Si me hubiera callado… Si hubiera dicho… Si hubiera ido… Si hubiera tenido valor… Si…

Son una queja por una decisión que no aparenta ser la acertada.

La vida –no paro de repetirlo- es una continua toma de decisiones. En cada instante estamos tomando decisiones, aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de ello. Hace un instante has decidido leer este artículo, pero antes había decidido que ibas a ver algo en el ordenador, y acceder a esta web, y sentarte, y darle al interruptor de conexión, y desayunar, y entrar en el retrete, y beber, etc.

De muchísimas decisiones que tomamos no nos damos cuenta –las tomamos de un modo inconsciente-, pero hay otras que tienen o pueden tener mayor trascendencia, y esas sí que nos requieren una atenta reflexión y que la toma de esa decisión sea acertada, porque el error lleva implícito una protesta y posiblemente un perjuicio.

CUANDO “SI…” ES UN ARREPENTIMIENTO


¡Cuántas veces te has lamentado por algo que hiciste o por algo que no hiciste! Supongo que varias o muchas.

Ahora, aquello ya está en el pasado. Así que acéptalo.

Lo que pasó, pasó. Y lo que no pasó, pues no pasó.

Si ahora tiene remedio, arréglalo.

Si con él perjudicaste a alguien, trata de enmendarlo.

Si estás a tiempo de volver a hacerlo otra vez - de nuevo, pero bien- y es lo que deseas, hazlo.

Si no tiene remedio, date cuenta de cómo te encuentras y aprende para que no te vuelva a pasar otra vez.

Aprende para que no vuelvas a tener que pasar por este desconsuelo, esta rabia, este remordimiento.

CUANDO  “SI…” ES O FUE UN MIEDO


No te dejes llevar por la pereza, por la inseguridad o por el miedo.

Hazlo.

Atrévete.

Si hay algo que sientes que tienes que hacer, que quieres hacer, que consideras que es correcto y justo y es tu deseo, hazlo.

No permitas que el miedo sea quien te lo impida.

Si es la prudencia quien te pone trabas, y las ves suficientemente justificadas, es posible que tengas que hacerle caso.

Si con la decisión vas a perjudicar a alguien, valóralo.

En muchas decisiones hay daños colaterales, o sea: algún perjudicado. Sé prudente en estos casos, pero al mismo tiempo procura evitar que seas tú el perjudicado. Aquí no hay fórmulas que se puedan aplicar a todos los casos, así que sé responsable y valora tu caso, las circunstancias, y todos los detalles, y una vez que tomes una decisión, adelante.

Haz lo que quieras hacer antes de que se convierta en “lo que te hubiera gustado hacer”. La mayoría de las cosas no ofrecen una segunda oportunidad.

CUANDO  “SI…” ES CONDICIONAL O ES UNA EXCUSA


A veces utilizamos ese “si…”  y puede ser muy correcto cuando un asunto está condicionado por otro asunto (Si empiezo a ganar más dinero podré mudarme a una casa mejor, por ejemplo), pero hay que valorar y tener cuidado de no utilizarlo como un muro infranqueable (Si me toca la lotería entonces empezaré a ser feliz). Que no sea una trampa ese “Si…”, que no sea un pretexto para no hacer algo que hay que hacer porque conviene o porque es necesario hacer.

La felicidad y la infelicidad dependen exclusivamente de ti.

Tú decides lo que quieres hacer en tu vida y con tu vida.

Tenlo claro: tú mandas más que las circunstancias y los inconvenientes de la vida.

Integra esto dentro de ti.

Hazlo tuyo.

No hagas –o no dejes de hacer- cosas que después te pueden llevar a una nueva frase apesadumbrada que comience con la tristeza de un “Si…”

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

jueves, 12 de mayo de 2016

OJALÁ NUNCA TENGAS QUE LAMENTARTE DE HABER PERDIDO TU VIDA‏

“Con dolor, sintió algo tan decepcionante como haber malgastado en la rutina de una noria los pasos que podría haber empleado en un viaje inolvidable.” (José Luís Alvite)

En mi opinión, esta frase explica de una forma muy gráfica, y fácilmente comprensible, lo que podemos hacer con nuestra vida si no estamos atentos a ella, y si no nos marcamos propósitos que también nos hemos de encargar de cumplir.

Creo que una de las cosas más dolorosas –y más irremediables- que le pueden ocurrir a una persona es que llegue al final de sus días –al Tiempo de los Arrepentimientos- con muchas cosas de las que arrepentirse, con una pesadumbre inconsolable por aquello que hizo o que no hizo, y con una rabia mortal por el tiempo que pasó y no fue como hubiera querido porque no se esforzó en ello.

Conviene que cada persona revise cuál es su actitud, su deseo, y su atención con respecto a su vida. 

Hay personas que lo piensan demasiado, pero eso no significa que piensen lo que tienen que pensar ni que lo piensen bien. 

Hay personas que no se preocupan por su porvenir, que no prestan atención a lo que va a ser –y cómo- el resto de su vida. Y están cometiendo un grave pecado contra sí mismos: el pecado de abandono.

Hay personas que se dedican exclusivamente a capear como pueden las cosas que les van sucediendo sin asimilar que lo que les vaya a suceder, o lo que ya les está sucediendo, depende –en el 99% de los casos- de sí mismas, de su planificación –o su falta de ella- y de su determinación –o su falta de ella-.

Es inevitable. A todos nos pasa varias o muchas veces a lo largo de la vida, que hacemos un balance de lo que está siendo, de cómo nos va, de qué nos falta, qué quisiéramos cambiar, qué no soportamos de lo que nos pasa -pero seguimos soportándolo-, y a todos nos ocurre que nos entra un poco de cordura en algún momento y nos damos cuenta de todo ello, y nos hacemos una promesa efímera, muy poco consistente, en momentos concretos.

Llega el día del cumpleaños: ¡Dios mío!, ¡Otro año más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es un año menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa!

Y llega la Nochevieja: ¡Dios mío!, ¡Otro año más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es un año menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa!

O acudimos a un entierro: ¡Dios mío!, ¡Otro más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es uno menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa!

Y así seguimos… Parecemos inmunes a la realidad y ciegos a la verdad.

Así andamos, de un parche a otro, desde un olvido a otro, conformándonos con la mentira de que algún día cambiarán las cosas –y las cosas no cambian, somos nosotros los que tenemos que cambiar-, engañándonos desvergonzadamente con la ficción de que ya estamos empezando a hacerlo bien, que sólo falta un empujoncito para que todo dé el giro que tiene que dar, y de este modo no hacemos otra cosa que aplazar lo que debiera ser inaplazable.

Tengo casi sesenta y dos años, y la vida –y lo que va pasando en la vida-, a esta edad, se ve desde una atalaya a la que se accede por las experiencias de todo tipo que uno ha ido recopilando.

Y no es que uno sepa más, es que uno se engaña menos.

La decencia moral, que hasta ahora se ha ido esquivando y sorteando como se ha podido, se presenta con una firmeza que no acepta mentiras por respuesta.

Es el tiempo en que uno piensa en lo que haría si tuviera veinte, o aunque fueran cuarenta, o cincuenta si no se puede negociar algo mejor, y piensa con una disimulada o descarada envidia en los que tienen menos años y están a tiempo.

A algunos nos entran ganas de salir al mundo gritando ¡¡VIVAN USTEDES HOY!!, ¡¡SEAN CONSCIENTES!!, ¡¡PRESTAD TODA LA ATENCIÓN A LA VIDA!!

Porque la muerte es imparable, el paso del tiempo no hay quien lo detenga, la única vida se esfuma, y los últimos años pueden ser los peores.

Esto no es, ni pretende ser, un alegato pesimista. Es una realidad.

De cada uno depende poner fin inmediatamente al despilfarro de Vida, al derroche de tiempo, a seguir acumulando motivos de los que arrepentirse después. 

A cada uno le corresponde administrar –y bien- su Vida.

No son el destino, ni el porvenir, ni las circunstancias actuales, ni las vicisitudes, ni los otros, ni las decisiones de antaño, ni los “errores” acumulados quienes marcan el presente o el porvenir: es uno mismo.

Tú mismo o tú misma.

HAZ LO QUE QUIERAS HACER ANTES DE QUE SE CONVIERTA EN “LO QUE TE HUBIERA GUSTADO HACER”. LA MAYORÍA DE LAS COSAS NO OFRECEN UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD.

Ahora mismo es un buen momento. Ya.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales