jueves, 15 de octubre de 2015

Libérate de tu mente

La buena nueva es que puedes liberarte de tu mente, que es la única verdadera liberación. Y puedes dar el primer paso ahora mismo.
EMPIEZA POR ESCUCHAR LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y hazlo tan frecuentemente como puedas. Presta una atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos discos de gramófono que pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante años.
Esto es lo que llamo «observar al pensador», que es otra manera de decir: escucha la voz dentro de tu cabeza, mantente allí como presencia que atestigua.
Cuando escuches la voz, hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues ni condenes lo que oyes, porque eso significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta de atrás.
Pronto te darás cuenta de esto: la voz está allí y yo estoy aquí, observándola. Esta comprensión Yo soy, esta sensación de tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así, cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento, sino también de ti mismo como testigo del pensamiento. Ha hecho su aparición una nueva dimensión de conciencia.
CUANDO ESCUCHAS EL PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia consciente —tu yo profundo— por debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde su poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente mediante la identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento compulsivo e involuntario.
Cuando el pensamiento se aquieta, experimentas una discontinuidad en la corriente mental, una brecha de «no-mente». Al principio las brechas serán cortas, tal vez duren unos segundos, pero gradualmente se irán prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades, sientes cierta quietud y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural de sentirte unido al Ser, generalmente nublado por la mente.
Con la práctica, la sensación de quietud y de  paz se va ahondando. De hecho, esa profundidad no tiene fin. También sentirás una sutil emanación de alegría elevándose desde lo más hondo de ti: la alegría de Ser.
En este estado de conexión interna estás mucho más alerta, más despierto que en el estado de identificación mental. Estás plenamente presente. Y también se eleva la frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.
A medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura. En ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y alegría que, en comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelven relativamente insignificantes. Sin embargo, no es un estado de egoísmo, sino de desprendimiento y generosidad. Te lleva más allá de lo que pensabas que era «tu identidad». Esa presencia es esencialmente tú, y al mismo tiempo es inconcebiblemente mayor que tú.
EN LUGAR DE «OBSERVAR AL PENSADOR», también puedes crear una apertura en la corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento presente.
Esto es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.
EN TU VIDA COTIDIANA puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria, que habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para que se convierta en un fin en sí misma.
Por ejemplo, cada vez que subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu puesto de trabajo, presta mucha atención a cada escalón, a cada movimiento, incluso a tu respiración. Mantente totalmente presente.
O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con esa actividad: el sonido y la sensación del agua, el movimiento de tus manos, el aroma del jabón, etc.
O cuando entres en tu coche, después de cerrar la puerta, detente durante unos segundos y observa el flujo de tu respiración. Toma conciencia de una silenciosa pero intensa sensación de presencia.
Hay un criterio que te permite medir el éxito logrado en esta práctica: el grado de paz que sientas en tu interior.
El paso más vital en tu camino hacia la iluminación es éste: aprende a no identificarte con tu mente. Cada vez que creas una apertura en el flujo mental, la luz de tu conciencia se fortalece.
Puede que un día te sorprendas sonriendo a la voz que suena en tu cabeza como sonreirías a las travesuras de un niño. Esto significa que has dejado de tomarte el contenido de tu mente tan en serio, y que tu sentido de identidad ya no depende de él.
Eckhart Tölle
Practicando el poder del ahora

miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuando aprendas a considerar tu vida


Cuando aprendas a considerar tu vida y cuanto hay en ella como el milagro que es, comprenderás enseguida que quejarse es desperdiciar el milagro que eres.

Cada instante que pasas disgustado, desesperado, angustiado, furioso o dolido a causa del comportamiento de otra persona es un instante en el que renuncias al control sobre tu vida.

Obsérvate a ti mismo y a los demás en este mundo disparatado y después decide qué es mejor, pasear por ahí la rabia o desarrollar un sentido del humor que te proporcionará a ti y al prójimo el más preciado de todos los dones: la risa.

En la vida todo es paradoja. Cuanto más desees la aprobación, más contundente será la negativa de los demás a aprobarte; cuanto menos te importe el que te aprueben o no, más aprobación conseguirás.

Cuando alcanzas suficiente paz interior y te sientes realmente positivo, es prácticamente imposible que otra persona te controle y te manipule.

Si eres feliz, si vives cada momento aprovechando al máximo sus posibilidades, entonces eres una persona inteligente.

Si crees totalmente en ti mismo, no habrá nada que esté fuera de tus posibilidades.

En verdad no puedes crecer y desarrollarte si sabes las respuestas antes que las preguntas.

No necesitas admitir a nadie en tu vida a menos que llegue cargado de afecto y armonía.

El progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre ha hecho.

No dejes que los planes que tienes para ti sean más importantes que tú mismo.


¡Vive! ¡Ama! ¡Sé Feliz!


Wayne Dyer

lunes, 12 de octubre de 2015

Permite que el pasado se convierta en pasado‏

En mi opinión, desperdiciamos mucha parte de nuestra vida presente –de este único e irrepetible presente- añorando eso que llamamos pasado.
En muchas ocasiones volvemos al pasado porque contiene muchas cosas que ahora no tenemos. Y volvemos a él tanto para bien –para disfrutar con lo bueno que hubo- como para mal –para recordar el sufrimiento-.
No es malo regresar al pasado siempre y cuando se tenga claro que ya es pasado. Y que lo actual, lo vivo –que es lo que toca vivir- es el presente y es la realidad tangible.
Pretender regresar al pasado para quedarse en él es un disparate, algo materialmente imposible, y es una tendencia de quienes lo comparan con su actualidad, añoran las cosas, la felicidad, o las personas que habían entonces, y no son capaces de construir un presente pleno en el que las condiciones cambien continuamente, o puedan cambiar, y la realidad de la no permanencia de las cosas y las personas es la norma general e irrechazable.
Está bien traer los recuerdos del pasado al presente, bien para disfrutarlos de nuevo o para aprender de lo que no se quiere volver a repetir. Está bien. Es enriquecedor. Puede llegar a ser muy agradable. Pero no hay que olvidar que el pasado es una etapa que ya terminó, que no se puede revivir físicamente de nuevo, y que si uno sólo extrae de él la frustración de su ausencia eso se convierte en contraproducente. En auto-agresivo.
Si uno regresa de su paseo por el pasado con una mala sensación, tal vez sea mejor no repetirlo.
El pasado es el contenedor de lo que hemos vivido hasta ahora, y es loable aprovechar cuanto nos pueda aportar. Es una maravilla esto de tener memoria y una mente capaz de recrear de algún modo algo que ya no existe y a lo que sería imposible regresar sin su colaboración.
Y creo que esta capacidad es un regalo divino, y que hay que aprovecharla. Siento que todo aquello que el Creador nos ha concedido es porque es bueno para nosotros.
Lo que no me parece correcto es pretender instalarse en el pasado como refugio de una huída, no querer estar en el presente, que es lo que corresponde ahora, y perderse este presente –precisamente- porque no estar totalmente en él.
No hay que olvidar que al mismo tiempo que estamos viviendo el presente lo estamos convirtiendo en nuestro pasado, por lo que conviene vivirlo bien, para que cuando regresemos a él –ya como pasado- sea motivo de satisfacción. El destino del presente es convertirse en pasado. Somos una fábrica de pasados.
El pasado pasó, y esto va más allá de una aparente obviedad o un juego de palabras.
El pasado no es más que una sucesión de presentes, y la responsabilidad es el presente. ¿Qué puedo hacer hoy, ahora, para que cuando sea pasado me sea grato y satisfactorio de recordar?, ¿Qué no he de hacer hoy, ahora, para que no tenga que arrepentirme más adelante?
Emocionalmente, sería mucho más fácil aceptar con naturalidad que las cosas y las personas pasan y desaparecen, y eso es rotundo e irrechazable. No se puede negociar la permanencia eterna de las personas y las cosas. No hay diablo que pueda pactar eso por muy apetitosa que sea el alma que se le ofrece.
Todo el presente es un regalo maravilloso que pasa desapercibido durante la mayor parte del tiempo.
Nos parece tan normal esto de estar vivos, de acostarnos cada noche con la seguridad de que al día siguiente nos despertaremos y habrá luz, que no tomamos consciencia de eso.
Y no le agradecemos continuamente, a quien corresponda, que tengamos este regalo, que podamos sentir placeres o disfrutar de nuestros sentidos, que podamos emocionarnos, gozar, disfrutar…
Ahora, pero ahora mismo, antes de que este ahora desaparezca, es cuando hay que vivir este irrepetible presente. No aplazarlo para luego por eso de que disponemos de muchos efímeros presentes. De este ya no dispondremos jamás.
La vida sigue, como has podido comprobar cada Año Nuevo o cuando cumples años. Y cada vez queda menos vida, aunque la consciencia de ello te dure muy poco. “Mejor no pensar en eso”, se suele decir.
Mejor SÍ pensar en eso. Mejor darse cuenta. Eso no amarga la vida, sino que, al contrario, permite vivir con más atención e intensidad. Así, cuando este presente se vaya al pasado irá pleno, vivido, lleno de contenido, pero, sobre todo, nos habrá dejado la sensación de estar viviendo, de verdad, la vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales/Buscándome