domingo, 6 de mayo de 2018

Personas tranquilas, la calma interior en un mundo de ruido


Las personas tranquilas son ese desconcertante punto de equilibrio en un mundo agitado. Su mirada serena, sus correctos modales y sus pies en el suelo suelen llamar la atención de los demás. Hay quien asume que tras ellos se esconde la timidez, pero en realidad, lo que subyace en este perfil es su buena actitud ante la vida y una calma interior bien trabajada.
Decía Albert Einstein, con gran acierto, que la monotonía y la soledad de una vida tranquila es lo que impulsa a la mente creativa. Sin embargo, por curioso que nos parezca esa imagen sosegada sigue siendo poco entendida en nuestra sociedad. Nos lo recuerda por ejemplo Susan Cain en sus libros sobre la personalidad tranquila y/o introvertida.
                       ► En lugares tranquilos, la razón abunda.
                                                             Adlai E. Stevenson

Así, es muy común por ejemplo que ese alumno que en el aula se muestra siempre relajado, pacífico y silencioso sea percibido como falto de iniciativa, tímido y retraído. Son niños “sin personalidad”, comentan algunos maestros a la ligera. Porque en nuestra sociedad se sigue valorando a quien participa, a quien hace ruido y valer su voz.
Cabe decir, no obstante, que no hay personalidades mejores o peores. Nada es tan rico para nuestro mundo como ese amplio espectro actitudinal y comportamental que mostramos los seres humanos. Cada uno, a nuestra manera podemos aportar cosas excepcionales a nuestra realidad. Aunque eso sí, necesitamos comprensión mutua y ante todo ser conscientes del tesoro que se esconde detrás de cada perfil psicológico.

El cerebro de las personas tranquilas

El cerebro de las personas tranquilas funciona de manera diferente. Puede que a simple vista esta idea le llame a más de uno la atención, pero cabe decir que no es nueva. Ya en los años 60, el conocido psicólogo de la personalidad Hans Eysenck introdujo el término umbral de excitación cerebral. Este concepto le sirvió para diferenciar y explicar por qué las personas más tranquilas se suelen diferenciar tanto de ese perfil más extrovertido y/o abierto a la experiencia, el riesgo, el desafío…
Así, en estudios como el realizado en el 2012 en la Universidad de Harvard apoyan esa misma hipótesis establecida por Eysenck en su momento. Veamos ahora en qué se basa y qué nos explica:
  • Las personas extrovertidas necesitan mayor nivel de dopamina para experimentar bienestar y felicidad. De ahí que busquen experimentar nuevas sensaciones o tener contacto social con mayor frecuencia para alcanzar ese nivel, ese umbral de bienestar.
  • En el caso de las personas tranquilas ocurre lo contrario. Ellas encuentran bienestar con un nivel justo de dopamina, cuando se sobrepasa ese umbral de equilibrio, experimentan ansiedad, presión y agotamiento. Las situaciones relajadas y caracterizadas por una armonía social y sensorial son las que más satisfacción les producen.
  • Asimismo, se han podido observar diferencias estructurales en la corteza prefontral de las personas tranquilas. Tienen mayor materia gris. Algo así se vincula al pensamiento abstracto, lo cual demuestra que este tipo de perfil es más tendente a la reflexión y a la introspección.


Hábitos de las personas tranquilas

Que una persona sea tranquila no significa ni mucho menos que sea más feliz, competente o inteligente que aquellas más inquietas, nerviosas o extrovertidas. Significa básicamente, que ven el mundo de otro modo. Viene a decirnos que se relacionan con su entorno de otra forma y que sus hábitos cotidianos son algo diferentes. Comprenderlos, ser sensibles a este perfil nos permitirá sin duda comprenderlos mucho más y por qué no, imitar alguno de sus enfoques si los consideramos beneficiosos.
        ►Hay momentos en que el silencio tiene la voz más alta.        
                                                            Leroy Brownlow

Características de las personas tranquilas

  • Disfrutan conectando con la soledad. Saben que esos escenarios solitarios son el mejor camino para el autonocimiento. Es ese lugar donde despertar la creatividad, calibrar los miedos con las potencialidades y ajustar nuevos objetivos en el horizonte.
  • Son selectivos. Las personas tranquilas saben bien qué les conviene, qué les enturbia y qué es mejor dejar a un lado o aprovechar. De ahí, que elijan bien sus relaciones y a quiénes quieren en su vida.
  • No hay que asumir nada de forma personal. Quien se obsesiona por los desacuerdos, las desavenencias o los fracasos de forma intensa, sufre. Hay que saber relativizar, establecer una distancia saludable entre uno mismo y los demás, y entender que todo en esta vida es un proceso, y lo importante, es seguir avanzando lo más ligeros posible.


  • Ver, escuchar, sentir, aprender… Nada puede ser tan enriquecedor como conectar con nuestra realidad con todos los sentidos. Las personas tranquilas tienen una actitud sosegada, pero por dentro están hambrientas por captar sensaciones y aprendizajes. Sin embargo, su canal de aprendizaje ideal parte del silencio. De esa mirada que sabe observar, de esos oídos que escuchan con atención discriminando sonidos del mero ruido…
  • Despacio se vive mejor. En un mundo de agitación las personas tranquilas son las únicas que no tienen prisa. Y no la tienen porque saben a dónde van. Se conocen lo bastante para saber cuál es su ritmo, cuál su pausa, cuál su música y por dónde se va mejor hacia ciertas metas y objetivos. El día a día experimentado de forma pausada tiene para este perfil un mejor sabor.
Para concluir, no desestimemos el poder que pueden llegar a tener las personas tranquilas y de actitud más sosegada… Desde su calma interior y su carisma más relajado pueden enseñarnos grandes cosas. A veces, las mejores revoluciones empiezan desde el silencio.


Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 5 de mayo de 2018

CERRAR LOS OJOS


Pensamientos negativos.  No siempre conscientes y a veces como expiación, afectan tu autoestima a diario.

Llevamos internamente la dudosa cualidad de sobregeneralizar a partir de nuestras metidas de pata y colgarnos etiquetas que funcionan como lápidas.
En un antiguo monasterio, un discípulo cometió un grave error y a raíz de ello se dañó un sembrado de papas. Los demás esperaban que el Instructor Principal, un anciano venerable,  le aplicara un castigo que sirviera de ejemplo. Pero cuando al cabo de un mes vieron que no pasaba nada, uno de los discípulos más crítico le dijo al viejo instructor: “¿Cómo puedes ignorar lo sucedido? Después de todo, Dios nos ha dado ojos para mirar…”. “Claro”, respondió el anciano, “pero también nos dio párpados”.
Si no es cuestión de vida o muerte a veces es bueno hacer la vista gorda, relajar la atención focalizada y dejar que las experiencias  ocurran sin ponerle tantas condiciones. Recuerdo una mujer que estaba sentada a mi lado en un viaje por los lagos del Sur cruzando de Argentina a Chile, cuando me dijo en un momento: “¿Usted no cree que esa montaña está muy tirada a la derecha?”. Algunas cosas son como son, y punto.
Sobrevivir a los mandatos sociales. Ser indulgente de tanto en tanto con tu aporreado “yo” y desmontar el terrible  arsenal de la flagelación como método para crecer: “¡Date duro!”, “¡Saca callos!”,  es ser parte de resistencia. La vida no es un curso acelerado de artes marciales autodirigidas. 
Cuando te acercas a ti mismo con ternura y autocompasión, con tolerancia y sin autocastigo,  todo fluye mejor. Cuando estés cara a cara con el  desprecio o el odio hacia tu persona, repite para ti: “Que la paz sea conmigo”. Date la mano y abrázate.  Y lo demás, aquello que obrará como un bálsamo,  no será un milagro, será tu decisión más íntima de quererte hasta reventar.

Walter Riso
http://www.walter-riso.com

viernes, 4 de mayo de 2018

Control


Abordar este concepto puede abrir, a priori, dos pensamientos; uno es el de tener las cosas bajo control (el cual transmite seguridad, aparente seguridad) y el otro tiene que ver con una limitación (aparentemente exterior), si estoy controlado no puedo sobrepasar cierto límite. Por lo tanto, fiel a la dualidad en la que vivimos diariamente, en uno somos el controlador y en el otro el controlado.
Sin entrar en particularidades o en las distintas formas de control, el objetivo de esta entrada es que abordemos el control como herramienta utilizada por el ego, por lo tanto, de cómo somos controladores y controlados al mismo tiempo.
Desde que nacemos y, como especie, nos acostumbramos a querer que las cosas sean de una cierta manera; cuando somos bebés lloramos para obtener aquello que queremos hasta que ese deseo sea satisfecho (controlamos), luego comienzan los límites externos y comenzamos a aprender  que no todo es cuando o como queremos (somos controlados); luego de eso, comenzamos a encontrar herramientas con las que podamos superar esos límites como las sonrisas, otras formas de queja, gestos, etc (controlamos nuevamente) y así crecemos entre un ida y vuelta constante en el juego del controlador y el controlado. Esto que comienza como una forma de supervivencia, lo aplicamos a todas las áreas de nuestra vida y así es como intentamos controlar nuestro entorno para hacerlo más a nuestro gusto y que sea lo más adecuado a nuestros gustos posible.
Ante los sucesos externos que no podemos controlar y nos generan angustia, incomodidad, tristeza, indefensión, etc., comenzamos a buscar motivos externos que justifiquen aquello sucedido y es en este momento cuando dejamos que el ego se manifieste de manera autónoma, permitiéndole jugar al juego de la culpa y el victimismo, echando culpas en lugar de responsabilidades, señalando hacia fuera en vez de hacer una revisión introspectiva comprendiendo que el de afuera no existe y, no es más que la proyección de nosotros mismos sobre el otro.
Buscando respuestas
Ante cualquier tipo de experiencia vivida y sin explicación aparente, lo primero que queremos hacer es hallar respuestas, la mente necesita respuestas y el ego busca culpables, víctimas. Es por esto que siempre estamos en la búsqueda de los “¿POR QUÉ…?” Y creemos ser nosotros quienes tenemos las respuestas, es aquí donde podemos observar el control en su máxima expresión.
Encontrando respuestas
Cuando comprendemos que las respuestas que buscamos no aparecen como resultado de nuestra búsqueda sino más bien por ser observadores de la realidad que nos circunda, nos enfocamos en “¿PARA QUÉ…?”, transmutamos la culpa en responsabilidad y nos hacemos cargo de que todo aquello que nos sucede es el resultado de aquello que somos y proyectamos.
Básicamente, cuando dejamos de querer controlar, nos abrimos a la experiencia, al SER más que al HACER y eso es un paso más hacia la libertad emocional.

Federico Cetani