domingo, 1 de abril de 2018

Síndrome de Procusto, o por qué se desprecia al que sobresale


Algunas personas, debido a su inseguridad o simplemente porque carecen de las competencias necesarias, intentan opacar a quienes les pueden superar. No soportan que alguien brille más, piensan que les hacen sombra e intentan apagar su luz. Estas personas no avanzan, pero tampoco dejan avanzar a los demás. Este fenómeno se ha bautizado como Síndrome de Procusto, y puede apreciarse en todos los contextos en los que nos desenvolvemos, desde el plano personal hasta el profesional.

El mito de Procusto


La mitología griega cuenta que Procusto, hijo de Poseidón, era un hombre de estatura y fuerza descomunal, que vivía en las colinas de Ática, donde ofrecía posada a los viajeros solitarios. Cuando el viajero dormía, Procusto lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas de una cama de hierro. Si el cuerpo de la víctima era muy grande, serraba las partes que sobresalían de la cama, ya fueran los pies, o la cabeza. 

Al contrario, si la víctima era más pequeña, la descoyuntaba a martillazos para estirar el cuerpo. También se afirma que nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque Procusto poseía dos lechos, uno exageradamente largo y otro excesivamente corto.

Aquella macabra tradición continuó hasta que Teseo invirtió el juego y retó a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se acostó, Teseo lo amordazó y ató a la cama. Entonces le dio a probar su propia medicina.

En la actualidad se recurre a este mito para hacer referencia a las personas que intentan deshacerse o menospreciar a todos los que consideran mejores que ellos. Procusto les cortaba la cabeza, pero estas personas recurren al boicot, la humillación o las zancadillas para que los demás no se conviertan en una amenaza. En práctica, en vez de esforzarse por mejorar y desarrollar más sus capacidades, deciden limitar las capacidades de los demás.

El Síndrome de Procusto es una autocondena a la mediocridad

La persona que sufre el Síndrome de Procusto comienza a vivir en el mundo que construye en su mente, en un universo paralelo que la lleva a desconectarse un poco de la realidad. De hecho, realizan atribuciones irracionales basándose únicamente en sus ideas de cómo debe ser la realidad. 

Por otra parte, su tendencia a compararse continuamente con los demás les conduce a pensar que, si los otros son brillantes, significa que ellos no lo son. No pueden concebir que alguien brille más que ellos, por lo que en lugar de esforzarse por crecer como personas y ampliar sus horizontes, tratan de limitar las de los otros. Piensan que así todos terminarán siendo iguales. 

Sin duda, vivir de esta manera resulta agotador. De hecho, no es extraño que estas personas terminen desarrollando trastornos psicológicos ya que, en el fondo, muestran un comportamiento profundamente desadaptativo.

Sin embargo, lo más curioso es que convertirse en el personaje mitológico significa justamente condenarse a lo que se pretende evitar: la mediocridad. La persona que destina sus recursos a poner zancadillas a los demás para disminuir su nivel, en realidad no crece sino que se resigna a su mediocridad. 

¿Cómo detectar a la persona que padece el Síndrome de Procusto?


- Asumen una actitud prepotente para esconder su inseguridad y sentimiento de inferioridad. Aunque no lo reconocen, estas personas experimentan un gran sentimiento de inferioridad, razón por la cual se sienten amenazados por alguien que pueda superarlos. El miedo a perder su posición es lo que les impulsa a ponerle zancadillas a los demás. Sin embargo, ese temor e inseguridad suele manifestarse como prepotencia ya que en realidad desean enmascarar sus deficiencias. 

- Reaccionan poniéndose a la defensiva. Para quien padece el Síndrome de Procusto, cualquier persona puede convertirse en el enemigo. Por eso, suelen reaccionar a cualquier comentario poniéndose a la defensiva y atacando para intentar adelantar a su rival y contener la amenaza percibida.

- Deforman la realidad a su antojo. El término “cama de Procusto” también se utiliza para referirse a una falacia en la que suelen caer estas personas: deforman los hechos de la realidad para que se adapten a sus ideas. En práctica, en vez de aceptar los datos, los manipulan a su antojo para que se correspondan con su imagen de la realidad.

- Son intolerantes. En la base del Síndrome de Procusto se encuentra una escasa tolerancia a las diferencias. No asumen que todos somos únicos y tenemos competencias diversas en distintas áreas. 

- Acaparan tareasAlgunas de estas personas desean tanto sobresalir, que terminan acaparando tareas, con el objetivo de que los demás noten su “increíble” capacidad de trabajo. También se molestarán si le asignan tareas a los demás ya que lo interpretan como un ataque personal. 

- Desarrollan una gran resistencia al cambio. Todos tenemos cierta resistencia al cambio, pero las personas con Síndrome de Procusto son aún más resistentes ya que temen no poder adaptarse y brillar con las transformaciones. Todo aquello que las saque de su zona de confort genera rechazo y miedo.

- Emiten juicios en forma de verdades absolutas. Para estas personas, las únicas ideas válidas son las suyas, todas las demás no tienen cabida, por lo que suele ser muy difícil relacionarse con ellas en el día a día. El problema es que normalmente sus ideas responden a estándares arbitrarios e intentan forzar a los demás para que los sigan al pie de la letra. Así logran la uniformidad que desean, sobresaliendo ellos mismos de esa norma.

¿Cómo lidiar con estas situaciones?


No es fácil convivir con alguien que se comporta como Procusto. Esta persona se verá obligada a vivir permanentemente con la guardia en alto, a la espera del próximo ataque, la nueva humillación o el castigo ejemplarizante. Ser pisoteados continuamente puede hacer que la persona reaccione de dos maneras: o se resigna a la humillación y poco a poco se va empequeñeciendo, oscureciendo toda la luz que hay en sí; o va acumulando un gran resentimiento y odio. Ninguna de las dos situaciones es positiva.

Si detectamos que alguien de nuestro entorno cercano se comporta como el personaje mitológico, lo más conveniente es desbaratar su estrategia de juego sin perder la calma. Debemos ser conscientes de que en algunos casos no podremos cambiar su forma de ser y pensar, pero podemos impedir que sus ataques nos afecten.

La mejor manera de hacerlo es recurriendo a datos incontrastables de la realidad, pero sin caer en comparaciones innecesarias. La idea a transmitir es que todos somos diferentes y tenemos distintos niveles de capacidades, lo cual no significa que seamos mejores ni peores. Es importante comprender la dinámica mental de esta persona y lograr que no nos perciba como un adversario a batir.

Por supuesto, también es importante mantenernos alertas para no convertirnos nosotros mismos en Procusto. Ese gigante puede nacer a partir de una chispa de envidia, un sentimiento de inferioridad o una meta malograda ;)



Psicología/Jennifer Delgado
www.rinconpsicologia.com

Fuente:
Fariñas, G. (2011) El lecho de Procusto o la convención sobre la competencia humana. Revista Semestral da Associação Brasileira de Psicologia Escolar e Educacional; 15(2): 341-350.

sábado, 31 de marzo de 2018

Decir no al sufrimiento inútil


Si hay algo que todos sabemos identificar ya desde niños es el sufrimiento. El sufrimiento físico por un golpe, una herida, un accidentePero luego tenemos ese tipo de sufrimiento que no cura el agua oxigenada o dos días de reposo. Es el dolor emocional, surgido por una decepción, un desengaño, una pérdida… no importa la edad que tengamos, la vida suele embestirnos sin que lo planeemos y sin que podamos prevenirlo.
Nadie es inmune al sufrimiento, pero es esencial que sepamos gestionarlo y afrontarlo,porque en ocasiones, el sufrimiento puede llegar a volverse crónico y envolvernos con su costra dolorosa.
De hecho, son muchos los expertos que nos dicen que el sufrimiento, para muchas personas, puede llegar a ser adictivo, a ser aquello que alimenta sus vidas y el primer pensamiento con el cual amanecer cada día.

Dejar de sufrir, la mejor elección

¿Se puede elegir dejar de sufrir? Obviamente no. En ocasiones el sufrimiento forma parte de un proceso y de un duelo que hemos de atravesar, para superar. Para dejar ir. Porque el dejar de sufrir no se resuelve oprimiendo un simple interruptor con el cual volver a la serenidad y a ese equilibrio emocional. Pero es necesario controlarlo y verlo como parte de un proceso.
Cuando la vida nos trae sus decepciones, sus tragedias y sus desengaños, recibimos el impacto con toda su violencia y con todas sus consecuencias. Es inevitable experimentarlas y sentir su dolor durante un tiempo, su hematoma… pero solo durante un periodo limitado en el cual, atravesar esta introspección con nosotros mismos.
El sufrimiento está compuesto por varias capas, por así decirlo, capas de cebolla que hay que ir arrancando entre lágrimas y donde afrontar determinadas emociones que se organizan de manera natural por fases que superar: negación, cansancio, abatimiento, ira, rabia, autocrítica, culpa, resignación, racionalización, aceptación…
Para elegir dejar de sufrir debe existir una clara voluntad de superación. De dar un paso hacia un mañana más adecuado en el cual  sentirnos mejor y obtener un aprendizaje emocional y personal de lo ocurrido.
Todos tenemos derecho a caer, desde luego, pero también a salir fortalecidos de lo ocurrido. Un desengaño amoroso, un fracaso profesional o personal… son dimensiones que nos rompen por dentro y que debemos sufrir en toda su realidad, e incluso llorar, pero es esencial también adquirir algún tipo de aprendizaje de lo sucedido para ser un poco más sabios, más fuertes y más aptos en este complejo laberinto que es la vida.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que para “estar bien” es imprescindible que no caigamos en la negación. Nunca niegues lo ocurrido. Si has fracasado admite tu error, si tu relación personal no va bien, admítelo, reconócelo y evita más sufrimiento innecesario.
La negación es esa pared que hará del sufrimiento un estado eterno. Y un modo de darnos cuenta de la presencia de este muro, es que identifiques las dos partes que hay en ti. Todos nosotros disponemos de dos personas en nuestro interior: la que observa y la que experimenta.
El observador, es la clave de nuestra curación personal, es él quien nos ayudará a darnos cuenta de qué ocurre no solo a nuestro alrededor, sino también en nuestro interior. Él es quién leerá entre líneas y quien descubrirá los velos de los rostros.
Obsérvate, siéntete y pregúntate qué puedes hacer para sentirte mejor, para abandonar aquello que te hace daño e impidiéndote ser tú mismo. Busca tu armonía interna para tomar conciencia del sufrimiento emocional.
Esfuérzate por dejar a un lado el sufrimiento inútil, no padezcas por quien no lo merece ni hagas eternas situaciones que ya no tienen solución. Admitirlo, afrontarlo y asumirlo, serán los pasos esenciales para esa curación personal y emocional.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 30 de marzo de 2018

No temas perder a quien no te valora


Apenas tenemos algo, nos atenaza el miedo a perderlo. Es normal, nos asusta perder aquello por lo que hemos luchado, lo que conocemos y con lo que nos sentimos relativamente cómodos. Cuando hemos encontrado un equilibrio, queremos mantener ese estado, y nos genera ansiedad pensar que algo puede cambiar.

Sin embargo, el miedo a la pérdida también puede aparecer en situaciones que podríamos catalogar como negativas ya que no nos aportan nada o incluso pueden hacernos daño. Esto se debe a tres factores: nuestra tendencia a aferrarnos al equilibio conseguido, nuestra resistencia al cambio y el pavor a la incertidumbre que implica lo nuevo. 
Esas son las razones principales por las que en muchas ocasiones nos aferramos a relaciones interpersonales que nos dañan, más allá de la historia que podamos tener en común y los vínculos emocionales que todavía perduren.

Cuando la única razón del vínculo es el pasado


La vida es un camino, a lo largo del cual encontramos a muchas personas. Con algunas estableceremos relaciones más cercanas basadas en profundos vínculos emocionales. Sin embargo, las experiencias vividas y el paso del tiempo pueden debilitar esos vínculos, hasta el punto que la relación pierda su sentido.

En esos casos, no hay que temer a perder a personas con las que prácticamente no tenemos puntos en común, personas que han dejado de escucharnos aunque nos oigan y han dejado de completarnos emocionalmente. De hecho, en esos casos a lo que nos aferramos es al recuerdo, no a la persona en sí, puesto que ya no existen puntos de contacto, no hay una perspectiva de futuro, ni un vínculo emocional satisfactorio.

A veces nos resistimos a romper ese vínculo simplemente porque no queremos aceptar que hemos cambiado, o que esa otra persona ha cambiado, hasta el punto que ya no queda nada que nos una. Sin embargo, dentro de nosotros podemos notar la baja calidad de ese vínculo, el vacío emocional que queda porque ya no existe la atención y el afecto.

Por supuesto, estas situaciones no son fáciles de asumir porque generalmente hay una historia en común. Pero lo cierto es que el pasado no es una razón de peso para seguir atados a personas que han dejado de valorarnos y que no se sienten afortunadas de tenernos a su lado.

Con el tiempo hay que aprender a querer más, pero a menos personas


Con el paso de los años nos volvemos más selectivos, somos más conscientes de la importancia de nuestro tiempo y decidimos con quién queremos compartirlo. Por otra parte, las experiencias de vida también van poniendo a prueba las relaciones cercanas, por lo que comenzamos a valorar más a quienes se quedan a nuestro lado y satisfacen de verdad y de buena gana nuestras necesidades emocionales.

Por supuesto, antes de atrevernos a cortar los lazos, solemos pasar por un proceso en el que a menudo surge la sensación de culpa por las personas que dejamos atrás. En realidad, no deberíamos culpar a nadie, las relaciones se crean cuando hay intereses comunes y se rompen cuando han dejado de satisfacer las necesidades emocionales. Lo más constructivo es dejar ir a quienes ya no se sienten vinculados a nosotros y atesorar los buenos momentos compartidos.

La vida está en constante movimiento, las relaciones también fluyen y cambian. Sin embargo, si miras demasiado hacia atrás centrándote en las puertas que se han cerrado, no podrás ver las puertas que se abren delante de ti.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com