lunes, 22 de enero de 2018

El cerebro decide lo que es real o imaginario


                                                                                                

El cerebro es el que decide si un pensamiento se refiere o no al presente, si es real o imaginario, antes incluso de que el sujeto sea consciente de ese pensamiento, informa la Universidad de Ginebra en un comunicado.
La región cerebral cortico-frontal y sus conexiones es la que asegura que nuestros pensamientos y nuestro comportamiento estén sincronizados con la realidad, incluso cuando nuestra mente divaga con fantasías.
Los estudios realizados en esta universidad han utilizado la electroencefalografía de alta resolución en sujetos sanos para medir la rapidez con la que el cerebro procesa las informaciones.
De esta forma han demostrado que el proceso cerebral de procesamiento de la realidad percibida se desarrolla a una velocidad de entre 200 y 300 milisegundos después de la evocación de un recuerdo o un pensamiento. (Un milisegundo es la milésima fracción de un segundo).
Sin embargo, el reconocimiento consciente de la información recibida se desarrolla más despacio, entre 400 y 600 milisegundos, lo que pone de manifiesto que el sujeto acepta una información como real o falsa después de que el cerebro haya realizado su selección.
Según explica el neurólogo Armin Schnider, director del departamento de Neurociencias de la citada universidad, los pensamientos sufren el filtro de la realidad al mismo tiempo que el cerebro los codifica.
El cerebro almacena por un lado los pensamientos que se refieren al presente (la realidad) y por otro lado los que son imaginarios o fantasiosos. Esta secuencia es la que permite al sujeto distinguir el recuerdo de un hecho real de otro imaginario, según la clasificación que ha hecho el cerebro sin su conocimiento.
Viviendo en una falsa realidad
Por eso, cuando la zona cortico-frontal está dañada, las personas pierden la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, el pasado del presente, y no tienen forma de darse cuenta de que su realidad es falsa.
Ocurre por ejemplo después de un accidente cerebral, que lleva a determinados pacientes a vivir en una realidad paralela que a menudo es una especie de reconstrucción deformada de recuerdos verdaderos, añade Schnider.
Los investigadores de la Universidad de Ginebra han observado que, curiosamente, los pacientes que confunden la realidad no se dan cuenta de que los acontecimientos que ellos esperan no ocurren nunca.
Esta observación confirma los resultados de estudios anteriores que habían identificado ciertas neuronas en la región órbito-frontal que sólo se activan cuando una recompensa espera no se materializa. Si estas neuronas no funcionan bien, los pacientes pueden quedar colgados de una realidad que se repite permanentemente, en bucle.
Esas mismas neuronas están presentes en otras regiones colindantes del cerebro y se activan también cuando las redes neuronales principales se dañan, por ejemplo la región córtico-frontal que marca la diferencia entre lo real y lo imaginario.
Este fenómeno explica por qué sólo el 5% de los pacientes que han sufrido un daño cerebral, como un accidente vascular o un traumatismo, en esta región, desarrollan una confusión entre la realidad y sus confabulaciones: el daño en la región córtico-frontal es compensado por las neuronas de la región órbito-frontal.
Armin Schnider precisa que por este motivo los pacientes que padecen confabulaciones en su mayoría recuperan con el tiempo el sentido de la realidad, gracias a ese mecanismo de compensación de las redes neuronales vecinas a la región córtico-frontal. También señala que, a menudo, persiste la amnesia en estos pacientes.
En psiquiatría la confabulación es una enfermedad mental que consiste en que una persona rellena las lagunas de su memoria con experiencias inventadas que en realidad nunca han ocurrido. La persona no es consciente de que lo que cuenta no es cierto y, además, lo olvida enseguida.

También en personas sanas
Schnider señala que la confabulación no es exclusiva de las personas con un daño cerebral, ya que la reconstrucción ordinaria de los recuerdos puede también provocar errores. Destaca que cuando se nos pregunta por nuestras experiencias, tendemos inconscientemente, en caso de duda, a inventar nuestras respuestas.
En ese caso, nuestro cerebro guarda esa respuesta improvisada como un recuerdo verdadero, una observación que permite manipular la memoria de una persona, dependiendo de la forma en que se le formula la pregunta. Por eso concluye que estar convencido de la verdad de un recuerdo no es garantía suficiente de su exactitud.
Los resultados de estas investigaciones sobre la realidad, los mecanismos cerebrales implicados en su reconocimiento y en la distinción de la fantasía, fruto de más de 20 años de trabajo, se recogen en un libro cuya segunda edición acaba de ver la luz: “The Confabulating Mind”, publicado en Oxford University Press.
El libro recoge en varios capítulos la historia de la confabulación y su desarrollo en pacientes, así como el tema de los falsos recuerdos, que nos afectan cotidianamente sin darnos cuenta, y aborda casos específicos de manipulación de la memoria, que tiene una importancia especial en casos judiciales.


Referencia
The Confabulating Mind. How the Brain Creates Reality. Second Edition. Armin Schnider. Oxford University Press. ISBN:9780198789680
https://www.tendencias21.net/El-cerebro-decide-lo-que-es-real-o-imaginario_a44335.html

Vía maestroviejo http://selenitaconsciente.com

domingo, 21 de enero de 2018

Sabiduría oriental: fondo y trasfondo


Fondo y trasfondo son conceptos que aparecen en varias filosofías orientales. Una de esas vertientes ha dado lugar a la llamada “psicología del autoconocimiento”. En ésta tienen gran relevancia los diferentes niveles de conciencia y cómo interactúan entre sí. Consideran que al conquistar dichos niveles, se alcanza el estado de bienestar.
Aunque no se trata de un enfoque científico estrictamente hablando, llama la atención su coincidencia con los saberes occidentales. Más cuando muchos de estos conceptos, como el de fondo y trasfondo, son milenarios. Por eso, no deja de resultar curioso que en gran medida se ajusten a lo que el mundo occidental desarrolló como escuelas psicológicas.
► La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo.
                                                         William Shakespeare

Tanto allá como aquí, la conciencia ocupa un lugar primordial. El objetivo final en Oriente y Occidente es alcanzar un elevado estado de conciencia. Implícitamente se comparte la idea de que la ignorancia es fuente de errores e infelicidad. Por lo tanto, el bienestar se encontraría a través del autoconocimiento y su expresión en la conciencia. Veamos esto con mayor detalle.

Las formas y la vida

Para la llamada “psicología del autoconocimiento”, el mundo de las formas es el de lo aparente. Tiene que ver con la vida cotidiana. Lo que vemos y percibimos a diario. Los objetos, los lugares y las situaciones con las que tenemos que lidiar permanentemente. Corresponde a lo que en Occidente llamamos “percepción”. El contacto con la realidad a través de los sentidos.

Esta vertiente oriental dice que dentro de tal dimensión se incluyen nuestros comportamientos habituales. Lo que acostumbramos a mostrar de nosotros mismos al mundo. Nuestras rutinas y la forma en la que nos relacionamos en el día a día con los demás. El mundo de las formas es engañoso porque solo deja ver la superficie. La percepción en Occidente también se ve como un nivel de conocimiento primario y que fácilmente induce al error.

El fondo, una región gris

Según los orientales, el fondo corresponde a una zona de nuestro ser en donde se albergan los contenidos inconscientes. En particular, es allí donde residen aspectos muy problemáticos, como los complejos y las fobias. Corresponde a lo que en Occidente solemos llamar la “preconciencia”. Es decir, todo aquello que intuimos acerca de nosotros mismos, pero no conocemos conscientemente.
Dicen en algunas filosofías de Oriente que el fondo alberga unas vibraciones sumamente densas. Estas repercuten en cómo nos percibimos y cómo nos relacionamos con los demás. Condicionan buena parte de nuestro comportamiento. Allí habitan la mayor parte de nuestros temores, angustias y susceptibilidades. Todo esto solo se supera mediante el autoconocimiento.

El trasfondo, el mundo de lo desconocido

Este enfoque de los orientales señala que el trasfondo es la región más profunda y desconocida de todo ser humano. Sin embargo, allí reside una fuerza de oscuridad y una fuerza de luz. En la zona oscura están todos los vicios y defectos. En la zona de luz se hallan las mayores virtudes de cada ser humano.
En el trasfondo se hallan, entonces, las razones más profundas de nuestro comportamiento. Los defectos son una fuerza que limita nuestro crecimiento. Operan como una energía imperceptible que nos lleva a actuar de forma destructiva o autodestructiva, sin que sepamos por qué o cómo.
Por su parte, las virtudes son aquellas que emergen en momentos límite, constituyendo una prueba de nuestra grandeza. El concepto de trasfondo corresponde con lo que en Occidente conocemos como “inconsciente”.

Fondo y trasfondo: la conciencia

Esta vertiente afirma que cuando logra establecerse una armonía o una coincidencia entre fondo y trasfondo, emerge la conciencia. Esta es fruto del autoconocimiento y permite que los valores más grandes del ser humano alcancen la plenitud. Corresponde a la mayor realización en la vida y, por lo tanto, a la felicidad.
Fondo y trasfondo son los niveles de conciencia en los que nos movemos habitualmente. Cuando se armonizan, se desarrollan valores como el amor, la sinceridad, la comprensión, el coraje, la humildad, la espiritualidad, la fraternidad y un largo etcétera. En suma, todos aquellos valores que son altamente constructivos para uno mismo y para los demás.

Resulta interesante observar cómo los orientales le otorgan un gran valor a la sabiduría preconsciente e inconsciente, es decir, la que habita en fondo y trasfondo. No es la razón pura la que conduce a la verdad y al bienestar. Más bien es la razón aplicada a todo lo aprendido, que permanece latente en esas zonas grises y oscuras que nos habitan.
En últimas, en Oriente también le dan un gran valor a una de las máximas que fundó la cultura occidental: “Conócete a ti mismo. Separados por grandes distancias y por disonancias en el tiempo, es que finalmente hay muchos aspectos para los que las conclusiones son parecidas.


Edith Sánchez
Desarrollo Personal/Psicología
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 20 de enero de 2018

Vivo para ser feliz, no para ser común


A la hora de construir nuestra vida repetimos patrones marcados por otros, como si al conseguirlos fuéramos a ser inmediatamente felices, pero ¿realmente es así? La presión cultural y social nos ha llevado a creer que en lo común está la estabilidad, y que ésta nos ayudará a conseguir nuestro bienestar.
Diversos estudios sobre la felicidad han encontrado que estar con gente positiva, agradecida, entusiasta y que realiza actividades poco comunes nos ayuda a contagiarnos de ese bienestar. El hacer cosas fuera de lo común nos transmite una energía especial, que nos permite ver la vida de una manera más reconfortante o descubrir actividades que ignorábamos y en las que somos hábiles.
El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es atesorar felicidad, pero puede que nos equivoquemos en la manera de buscarla. Copiar y repetir los objetivos de otros sin ni siquiera plantarnos como se ajustarían a nuestra vida nos puede hacernos chocar una y otra vez contra la frustración.
► La verdadera felicidad es disfrutar el presente, sin la ansiedad dependiente del futuro.
                                                                           Séneca

¿Vives para ser feliz?

Paradójicamente obsesionarse con la felicidad nos puede acarrear más infelicidad. Un estudio realizado por June Gruber, profesora de Psicología de la Universidad de Yale, sugiere que buscar constantemente cómo ser feliz puede generar angustia. Esto sucede cuando quienes la buscan lo hacen pensando en que todo lo que se sugiere realizar para alcanzar la felicidad es apropiado para ellos y por lo tanto debe conducirles hasta dicha meta. También sucede cuando, después de diseñar una estrategia, los primeros pasos no suponen grandes avances.
Por lo tanto, más que para ser felices, tenemos que intentar ser genuinos. La gente genuina, por definición, cuenta con una buena autoestima. Lo original es real y lo auténtico es confiable, por lo tanto dejemos de transitar por un tiempo caminos comunes y tracemos el propio. Al principio será más difícil, después todo será más sencillo porque todo lo que veamos atrás estará relacionado con nosotros. Así, nos encontraremos en cualquiera de los recuerdos que rescatemos.
► No podremos ser felices viviendo la vida de otros. Cada persona tiene unas características peculiares y una visión única de la vida, lo mismo ocurre con la felicidad.
En un estudio de 2008 publicado en el Journal of Counseling Psychology, investigadores en el Reino Unido exploraron que las personalidades auténticas correlacionan con el sentido de una persona de vivir genuinamente. Encontraron que las personas que expresan un alto sentido de autenticidad también mantienen niveles más altos de autoestima y bienestar.
Las personas auténticas no solo se toman tiempo para reflexionar sobre su perspectiva de la vida y las experiencias que los hacen felices, sino que además lo comparten con los demás. Incluso la mayoría lo hace con la fragancia de alegría que espolvorea la defensa de un trabajo personal, único y representativo.
► La felicidad no es producto de hacer una cosa, sino de un estilo de vida.

Si quieres ser feliz, sé poco común

El doctor Tal Ben-Shahar, profesor en la Universidad de Harvard y experto en Psicología Positiva, sostiene que la alegría se puede aprender. Aprender del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al tenis: con técnica y práctica. Entre sus consejos principales para sentirse feliz aparecen claves poco comunes para alcanzar nuestro bienestar.
Entre todos ellos, celebrar los fracasos es uno de los más importantes. Pocas personas celebran sus fracasos, más bien nos machacamos cuando fallamos en algo. Este doctor en Psicología propone que aceptando las emociones negativas conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría. Así, no saber perdonarse a uno mismo se relaciona con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.
Otro hecho común en nuestra sociedad que nos aleja de la felicidad tiene que ver con la confusión entre bienestar y dinero. Muchas personas quieren lo primero, pero empeñan su tiempo por lo segundo, ignorando que la felicidad depende de nuestro estado mental, no de nuestra cuenta corriente.

► La felicidad consiste en identificar lo verdaderamente importante y concentrémonos en ello.


Psicología/Fátima Servián Franco
Imagen principal de Mariana Kalacheva
https://lamenteesmaravillosa.com