martes, 14 de noviembre de 2017

¿Has dejado entrar a un elefante a tu habitación?


Corría el año 1814 cuando Ivan Andreevich Krylov, un poeta y escritor ruso, publicó una fábula titulada "El hombre inquisitivo". En ella se refería a un hombre que recorría un museo y notaba todo tipo de pequeños detalles pero, asombrosamente, no percibió un elefante. 

Aquella interesante idea no murió allí. Fyodor Dostoievski la retomó en su novela “Los endemoniados” cuando escribió: “Belinsky era como el hombre inquisitivo de Krylov, que no se dio cuenta del elefante en el museo...”. Aunque fue Mark Twain quien perfiló mejor el concepto en “El robo del elefante blanco”, haciendo referencia a la ineptitud y falta de lógica que subyace a ese comportamiento.

Más tarde, The New York Times recogió la frase, que luego pasó a convertirse en una expresión popular que se utiliza para referirse a algo obvio que pasa desapercibido o de lo que nadie quiere hacerse cargo. La expresión indica una verdad evidente que es ignorada, aunque también puede tratarse de un problema que nadie quiere discutir o un riesgo que nadie está dispuesto a asumir.

Dado que es imposible pasar por alto la existencia de un elefante en la habitación, las personas se sienten obligadas a fingir que el elefante no existe, evitando lidiar con el enorme problema que representa. Sin embargo, lo cierto es que obviar su presencia suele terminar generando problemas aún mayores.


¿Cómo detectar el elefante en la habitación?


La mayoría de las personas piensan que si tuviesen un elefante dentro de su habitación, lo notarían inmediatamente. Sin embargo, no siempre es así, sobre todo en el escurridizo terreno de las relaciones interpersonales. De hecho, mientras más grande sea ese elefante, mayor será nuestra tendencia a ignorarlo porque más complejo y sensible será el problema.

Un ejemplo usual de este fenómeno se produce cuando le detectan una enfermedad grave o terminal a un amigo. Algunas personas no saben cómo reaccionar y su manera de ser “cuidadosos”, para no herir la sensibilidad del otro, consiste en evitar el tema. Esas personas comienzan a actuar como si estuvieran caminando sobre terreno minado, cambian su comportamiento y la relación que antes era distendida y natural se vuelve tensa y artificial. Dejan de ser los amigos que eran, para convertirse en los amigos que evitan el problema más obvio, apremiante y difícil.

El elefante también se suele colar en las relaciones de pareja. Un ejemplo clásico es cuando ambos son conscientes de que la relación ya no da más y no tienen motivos para estar juntos, pero no abordan el tema, esperando que sea el otro quien lo saque a colación y asuma la responsabilidad por la ruptura.
Ese comportamiento evitativo también puede apreciarse en los padres cuyos hijos tienen algún problema, ya se trate de una discapacidad física, un trastorno psicológico o cualquier otra enfermedad. Dado que la realidad es muy dura de aceptar, los padres evitan hablar de ella y niegan su existencia, lo cual impone una “ley del silencio” entre amigos y familiares, a quienes les resulta muy difícil poder ayudarlos y normalmente terminan aceptando la presencia de ese elefante en la habitación.

Por supuesto, este fenómeno también se aprecia a nivel social, sobre todo cuando se trata de un tema tabú, como puede ser la raza, la religión, la homosexualidad, la enfermedad mental o incluso el suicidio. En estos casos, las personas simplemente asumen que es más “educado” evitar el tema. 

En sentido general, cualquier problema puede convertirse en un elefante en la habitación si no lo abordamos y preferimos ignorarlo. Puede tratarse de un asunto delicado que podría herir la sensibilidad de los demás, un gran problema que no sabemos cómo solucionar o un conflicto que demanda correr un riesgo que no estamos dispuestos a asumir. 

En esos casos, se llega a un consenso implícito, según el cual todas las personas implicadas deciden ignorar el problema, aunque este sigue flotando en el ambiente, como una nube negra que enrarece el aire. Obviamente, ignorar algo no significa solucionarlo, por lo que a menudo el problema crece.

¿Por qué no es una buena idea ignorar el elefante en la habitación?


Una serie de experimentos muy interesantes llevados a cabo sobre los prejuicios raciales arrojan luz sobre el fenómeno del elefante en la habitación. En estos estudios se apreció que cuando las personas intentan usar palabras “políticamente correctas” para no ofender a alguien por el color de su piel o grupo étnico, pueden ser percibidas como más frías, distantes, poco empáticas y hasta más racistas.

El problema es que esas personas pretenden activar conscientemente lo que se conoce como “ceguera al color”, pero ello solo provoca el efecto contrario, activando aún más los estereotipos raciales. Entonces se ven obligados a luchar contra esos prejuicios y buscar las palabras “correctas”, lo cual les genera una gran ansiedad, que termina haciéndoles parecer menos auténticos y más racistas. De esa forma, evitar el elefante en la habitación refuerza su existencia.

Negar la realidad no hará que desaparezca. Cuando existe un problema o un conflicto de base, si no se soluciona y se buscan sus causas, es probable que termine creciendo, generando a su vez nuevas dificultades. Por tanto, mientras más tarde se aborde el problema, más difícil será solucionarlo ya que mayores serán sus ramificaciones.

Por otra parte, esa evitación hará que las relaciones interpersonales se distorsionen. Cuando debemos caminar sobre una superficie llena de cristales afilados, tendremos que pensar y elegir cuidadosamente nuestras palabras, por lo que la relación perderá su espontaneidad. Entonces somos víctimas de lo que pretendíamos evitar ya que es probable que ignoráramos el tema para no dañar la relación, pero al final esta termina resquebrajándose.

También debemos tener presente que evitar al elefante en la habitación suele ser un proceso que demanda un gran esfuerzo cognitivo y emocional. La represión de ciertos contenidos, sobre todo cuando son emocionalmente significativos, provoca un gran desgaste que termina pasando factura a nivel psicológico.

¿Cómo sacar al elefante de la habitación?


Abordar temas delicados suele ser difícil. Pero debemos hacerlo. Es imposible relacionarse de manera natural, auténtica y distendida con una persona cuando nos separa un asunto tan importante. ¿Cómo hacerlo?

- Escoge el momento adecuado. Hay veces en las que es necesario esperar un poco, hasta que la otra persona esté preparada para abordar el asunto. Puedes tantear el terreno haciendo una ligera referencia y, si la otra persona no está preparada para hablar de ello, dale un poco más de tiempo. A veces el simple hecho de desenmascarar el “elefante” es suficiente para diluir la tensión que este generaba en el ambiente. Es como hacer un guiño de complicidad que dice: "sé que tenemos un problema, cuando estés preparado hablaremos de ello e intentaremos solucionarlo".

- Calibra tus expectativas y ármate de paciencia. Los temas difíciles no suelen tener una solución fácil, por lo que es importante que en el momento de abordar el problema no albergues demasiadas expectativas. De hecho, es común que las otras personas implicadas se nieguen a abordar el asunto, recurran a excusas o no se muestren abiertas a tus sugerencias. Es normal, se trata de una actitud defensiva. Es probable que para resolver el asunto tengas que abordarlo varias veces desde diferentes perspectivas. Así que ármate de paciencia.

- Sé honesto, habla desde el corazónNo es necesario convertirse en un kamikaze de la verdad, pero en los temas delicados, la honestidad suele ser la mejor baza. Expresa tus sentimientos y opiniones de la manera más directa posible, sin dañar al otro, pero sin dar demasiadas vueltas que puedan dar pie a malinterpretaciones. Y no olvides plantear lo que, para ti, podría ser la mejor solución o, al menos, una alternativa a la situación actual.

- Recurre al sentido del humor. El humor suele ser una excelente estrategia para restarle dramatismo a las situaciones y crear un ambiente más relajado, logrando que los demás bajen la guardia y no se pongan a la defensiva. No obstante, debes evitar hacer un uso excesivo del mismo, de manera que parezca que estás menospreciando el problema. Usa el humor inteligentemente, para introducir el tema o de manera puntual en la conversación, para disminuir la tensión.

- Gestiona las emociones. Los temas complicados se convierten en elefantes en la habitación precisamente porque tocan nuestras fibras más sensibles. Eso significa que su abordaje puede generar auténticos tsunamis emocionales en las personas involucradas. Debes estar preparado para lidiar con esas emociones, que pueden ir desde una profunda tristeza hasta la ira. Y por supuesto, también tendrás que estar preparado para gestionar tus propia decepción o frustración.

►Siempre que sea posible, intenta que no haya muchos elefantes dando vueltas por tu vida. Son problemas grandes, que rompen relaciones y hacen añicos tu equilibrio emocional.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com


Fuentes:
Norton, M. I. et. Al. (2006) Color Blindness and Interracial Interaction Playing the Political Correctness. Psychological Science; 17(11): 949-953.
Shelton, J.N. et. Al. (2005) Ironic effects of racial bias during interracial interactions. Psychological Science; 16: 397–402.
Richeson, J.A. & Nussbaum, R.J. (2004) The impact of multiculturalism versus color-blindness on racial bias. Journal of Experimental Social Psychology; 40: 417–423.
Crandall, C.S. et. Al. (2002) Social norms and the expression and suppression of prejudice: The struggle for internalization. Journal of Personality and Social Psychology; 82: 359–378.

lunes, 13 de noviembre de 2017

APRENDE A DEJAR DE SUFRIR


En mi opinión, el sufrimiento es absolutamente innecesario cuando se prorroga más allá del tiempo mínimo imprescindible que se necesita para que ese estado emocional nos haga darnos cuenta de aquello que lo ha originado y para que extraigamos la lección implícita que nos aporta todo lo que nos hace sufrir.

Permitir que perdure más allá de ese tiempo lo convierte en un asunto absolutamente nocivo que no aporta otra cosa que dolor, amargura, angustia, congoja, desconsuelo, pesadumbre, desazón, castigo, disgusto, abatimiento, molestia, incomodidad, desasosiego, tristeza, tormento, consternación, ansiedad, remordimiento, desolación, rabia, inquietud, aflicción, desesperanza, descontento, enfermedades, indisposición, malestar, zozobra, tensión, temor, trastornos psicosomáticos, estados depresivos…

Podría seguir con la lista porque aún quedan más efectos desagradables originados por el sufrimiento. También podrían haberla hecho más corta, pero es que me apetece que aparezcan todas juntas para que te des cuenta de que va mucho más allá de lo que pudieras tener en mente.

No es solamente un pequeño mal que hay que penar en pago por alguna mala acción, sino que es un feroz verdugo provisto de todos los instrumentos necesarios para torturarnos. Para amargarnos la vida. Para llevarnos a la desesperación. Para hundirnos moralmente.

El dolor emocional es inevitable y hasta necesario, pero el sufrimiento es opcional.

El dolor emocional es un sentimiento real y tiene derecho a manifestarse, porque somos humanos, porque está en nuestra naturaleza, porque nos hace tomar conciencia de nosotros mismos y de las cosas que nos suceden, pero el sufrimiento es una perversión, es una especie de regodeo que crea un descontrol de sentimientos auto-agresivos, es algo innecesario porque no aporta nada positivo sino que nos estanca masoquistamente en un estado perjudicial, opresivo, frustrante, que hunde nuestra moral y agrede a nuestra Autoestima.

¿Te has preguntado alguna vez, seriamente, qué te aporta de positivo el sufrimiento?

¿Le has encontrado algún sentido útil?

¿Alguna razón para sufrir y sufrir?

Te invito a que lo compruebes por ti mismo.

Como bien sabes, has de hacerlo desde el Amor Propio –amor a ti mismo- y desde la cordura, con honradez, con ecuanimidad, con sentido ético y de justicia.

Date tiempo para comprobarlo.

Es una buena inversión que profundices hasta que dejes sin argumentos al sufrimiento, hasta que compruebes ya indiscutiblemente su inutilidad positiva, hasta que comprendas claramente lo perjudicial que es para ti y para las personas de tu alrededor, que se sienten afectadas por verte en ese estado.

Por respeto a ti mismo, y a tu dignidad, deshazte del sufrimiento y pon vida en su lugar.

Te alegrarás del cambio.

Te dejo con tus reflexiones… 



Francisco de Sales
buscandome.es

domingo, 12 de noviembre de 2017

Esta parábola nos enseña que hay un momento para perseverar y otro para rendirse


Un día, un comerciante decidió que ya no esperaría más. Le había enviado varios mensajes a un deudor y este continuaba aplazando el pago. Enfadado por la dilación, pensando que no le respetaba, se puso en camino para cobrar los 10 florines que le debían.

Para llegar al pueblo donde vivía su deudor, necesitaba atravesar un ancho río, así que tuvo que recurrir a los servicios de un barquero, que le cobró 5 florines. 

Por suerte, el comerciante pudo encontrar a su deudor y este le pagó lo que le debía sin chistar. Feliz de regreso a casa, tuvo que volver a atravesar el río, y pagarle al barquero.

Por la noche noche, al poner la cabeza en la almohada, se dio cuenta de que había invertido varias horas de su vida para reclamar una deuda y al final, había terminado con las manos tan vacías como por la mañana”.

Esta parábola nos remite a las personas que persiguen obsesivamente una meta, sin darse cuenta de que terminan descuidando asuntos mucho más importantes y, lo que es aún peor, su empecinamiento puede causar daño a ellos mismos o a los demás.

La malsana exaltación de la perseverancia

En nuestra sociedad valoramos la perseverancia, y deseamos transmitirle este valor a nuestros hijos. No hay nada de malo en ello. Siempre que se haga con mesura. El problema comienza cuando se asume como una obligación, cuando creemos que no tenemos más opción que perseverar. Sin duda, a ello han contribuido frases positivas que encierran una gran ingenuidad como: “nunca te rindas” o “la perseverancia hace que todos los obstáculos desaparezcan”.

Sin embargo, cualquier valor que se asuma como la única solución posible implica limitarse, porque nos impide ver otras alternativas, que quizá son menos dañinas o implican un costo emocional menor. Cuando pensamos que si abandonamos un proyecto que ha perdido su sentido o que ha dejado de motivarnos significa “fracasar” o “ser débiles”, tenemos un problema porque, en el fondo, ese pensamiento es una expresión de un “yo” rígido.

Perseverar es importante porque todas las grandes cosas demandan sacrificios y tiempo, pero también es importante desarrollar una actitud desapegada que nos permita valorar el esfuerzo realizado en términos de costos/beneficios, incluyendo en esa ecuación la esfera emocional.

Nuestras predicciones emocionales están sesgadas


A la hora de decidir si debemos perseverar o cambiar el rumbo, es fundamental tener en cuenta que las emociones pueden jugarnos malas pasadas. Nuestras predicciones emocionales están sesgadas. Psicólogos de la Universidad de Harvard llevan años estudiando el fenómeno de la predicción emocional y han descubierto que, aunque somos capaces de predecir la valencia de las emociones, no somos muy certeros prediciendo su intensidad ni su duración.

Eso significa que no somos muy buenos prediciendo cuán felices o satisfechos nos sentiremos al alcanzar determinadas metas ni por cuánto tiempo nos sentiremos mal por haber abandonado un proyecto o cuán intenso puede llegar a ser ese malestar. Solemos irnos a los extremos: pensamos que nos sentiremos muy felices cuando alcancemos nuestro objetivo y creemos que nos sentiremos fatal si no lo logramos, pero la realidad nos demuestra que no es así.

Esto se debe, al menos en parte, a que el esfuerzo que hemos invertido en el camino nos ha desgastado y los frutos obtenidos no terminan reportando tanta satisfacción como esperábamos. Esa es la razón por la que cuando logramos ciertos objetivos muy anhelados, puede quedarnos un sabor agridulce en boca. Sabiendo esto, podemos asumir una actitud más objetiva en el momento de valorar si vale la pena seguir perseverando.

A veces el resultado no es tan importante como el camino que hemos recorrido


En ocasiones nos empecinamos en lograr algo, solo porque no queremos tirar en saco roto el tiempo y el esfuerzo invertido. A este fenómeno se le conoce en el ámbito de la Economía como "costo hundido", una de las principales causas que nos llevan a tomar decisiones irracionales.

El costo hundido se genera por nuestra aversión a la pérdida. En práctica, pensamos que si no seguimos adelante con un proyecto en el que hemos invertido tiempo, sacrificio e incluso dinero, perderemos esa inversión. Al seguir invirtiendo, a menudo produce un sobrecosto, y nos encerramos en un bucle de insatisfacción.

Debemos darnos cuenta de que esa inversión ya está perdida, pero no tenemos necesidad de seguir invirtiendo en saco roto. Ya hemos gastado dinero en el billete de entrada, pero si a última hora decidimos que no nos apetece ver la obra, no tenemos que gastar nuestro tiempo y obligarnos a hacer algo que no nos apetece, simplemente podemos cambiar de planes.

Por eso, cuando ese proyecto ha dejado de tener sentido, ya no nos entusiasma o simplemente nos demandará mucha energía, quizá ha llegado el momento de abandonar. Cuando estamos empeñados en algo y la única razón que hallamos para seguir adelante es “porque ya he invertido tiempo y esfuerzo”, algo anda mal.

Cambiar de idea no es negativo, al contrario, puede ser sinónimo de crecimiento. Cambiar de proyectos o darse cuenta de que algo ha dejado de apasionarnos no significa que hayamos fracasado, nos queda las experiencias vividas, que pueden ser una fuente de sabiduría. De hecho, a menudo no importa el objetivo que hayas logrado sino la persona en la que te has convertido mientras recorrías ese camino.

Rendirse no es negativo, en ciertos casos puede ser una señal de inteligencia. La verdadera sabiduría radica en encontrar el equilibrio entre la perseverancia y el dejar ir, en ser capaces de discernir entre el empecinamiento y las posibilidades reales. Invertir en esa habilidad te permitirá ahorrar lo más valioso que tienes en tu vida: el tiempo.

Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Wilson, T. D. & Gilbert, D. T. (2003) Affective Forecasting. Advances in Experimental Social Psychology; 35: 345-411.
Arkes, H.R.; Ayton, P. (1999) The Sunk Cost and Concorde effects: are humans less rational than lower animals? Psychological Bulletin; 125 (5): 591-600.