viernes, 10 de noviembre de 2017

7 síntomas de trastornos psicológicos que no debes ignorar


Los problemas de salud mental abarcan una amplia gama de trastornos psicológicos y se manifiestan a través de síntomas diversos. Sin embargo, todos ellos tienen algunos puntos en común que permiten determinar la existencia de una dificultad.

La mayoría de los trastornos mentales siguen un curso crónico, lo cual significa que pueden agravarse con el paso del tiempo si la persona no busca ayuda ya que pueden terminar generando cambios en la bioquímica cerebral que consolidan los patrones de pensamiento, emociones y comportamiento disfuncionales.

¿Qué es un trastorno psicológico?


Un trastorno psicológico, también conocido como trastorno mental, es un patrón de síntomas psicológicos y comportamentales que afectan varias áreas de la vida y/o generan malestar emocional en la persona que lo padece.

Se calcula que 450 millones de personas en todo el mundo sufren algún tipo de trastorno mental, los cuales suponen el 11% de los casos de discapacidad. En Europa, se estima que una de cada cuatro personas mayores de 18 años sufrirá algún trastorno psicológico a lo largo de su vida. Por desgracia, se prevé que en 2020 el número de personas que sufran un problema psicológico aumente en un 14%. 

Los síntomas de los trastornos mentales


1. Aumento de la sensibilidad

Este suele ser uno de los primeros síntomas de trastornos mentales, aunque a menudo se pasa por alto. Sin embargo, en muchos casos es la antesala de problemas más graves. 

La persona suele presentar un incremento de la sensibilidad. Primero le molestan los olores fuertes, el sonido o los estímulos visuales y luego esa sensibilidad se extiende a otras facetas de la vida, hasta el punto de que comienza a recluirse en sí para evitar todas aquellas situaciones que considera híper estimulantes.

En muchos casos, en la base de esa hipersensibilidad se encuentra una incapacidad para gestionar el estrés cotidiano. El problema es que la persona va perdiendo recursos psicológicos, de manera que las situaciones cotidianas empiezan a abrumarla ya que no sabe cómo reaccionar de manera adaptativa. Como resultado, la realidad comienza a desbordar sus estrategias de afrontamiento.

2. Cambios en el estado de ánimo

Uno de los principales síntomas de los trastornos psicológicos son los cambios en la esfera emocional. De hecho, a menudo es el signo que da la voz de alarma en las personas más cercanas, sobre todo porque quien los padece suele volverse más irritable, nervioso e impulsivo.
Los cambios en el estado de ánimo varían según el tipo de problema mental. En la depresión mayor suele aparecer un estado de ánimo marcado por la tristeza y la desesperanza mientras que en las fobias la emoción que prevaece es el miedo. En el trastorno bipolar, la persona pasa de periodos de euforia a etapas depresivas y en el trastorno esquizoide de personalidad pueden parecer frías y distantes.

Cuando se mantiene la crítica de la enfermedad, la persona se da cuenta de esos cambios pero, por mucho que se esfuerce, siente que no puede hacer nada para evitarlos. Esa sensación de falta de control empeora aún más su estado, llegando a desencadenar una indefensión aprendida

3. Cambios en los patrones de pensamiento

Generalmente los trastornos psicológicos cursan con cambios en los patrones de pensamiento, que son más evidentes en patologías como la esquizofrenia y la psicosis pero también ocurren en trastornos como la ansiedad generalizada y la depresión mayor.

En práctica, la persona deja de evaluar la realidad de manera objetiva y según los patrones culturales para comenzar a desarrollar un patrón de pensamiento desadaptativo. Las personas con depresión, por ejemplo, ponen en marcha un pensamiento pesimista que las lleva a tomar nota exclusivamente de los hechos negativos. Quienes sufren ansiedad suelen tener pensamientos recurrentes sobre los posibles peligros que podrían enfrentar y las personas con un trastorno obsesivo-compulsivo desarrollan ideas fijas sobre su obsesión. 

En los casos más graves ocurre una disgregación del pensamiento, lo cual hace que la persona sea incapaz de seguir una línea directriz razonable ya que desarrolla un pensamiento errático. En otros casos la persona puede sentir que su pensamiento se ralentiza mucho, o que se acelera tanto que no puede seguir su ritmo. Sin embargo, cuando no existe “crítica de la enfermedad” la persona puede creer que sus patrones de pensamiento son perfectamente normales y racionales.

4. Afectación en las relaciones sociales 

Como regla general, los trastornos psicológicos terminan provocando una alteración en las relaciones sociales de la persona que los padece, si bien el grado de afectación variará según el problema y su intensidad.

En las fobias sociales, por ejemplo, la persona puede evitar el contacto con los desconocidos, hasta el punto de recluirse en casa mientras que en el trastorno de personalidad paranoide la persona se relaciona con los demás desde un patrón de desconfianza y recelo que resulta claramente desadaptativo. Por otra parte, la irritabilidad que acompaña a los trastornos de ansiedad suele generar fricciones en las relaciones interpersonales mientras que la depresión provoca un aislamiento, incluso de los más cercanos.

Por eso, un signo de alarma que puede indicar la presencia de un trastorno mental son los cambios en las relaciones interpersonales, ya sea porque la persona comienza a aislarse, se vuelve demasiado dependiente de los demás o se relaciona de manera “rara” asumiendo actitudes distantes emocionalmente o recelosas.

5. Síntomas físicos

Todos los problemas de salud son, en el fondo, enfermedades psicosomáticas ya que la mente y el cuerpo forman una unidad. En algunos casos, los síntomas físicos anteceden al trastorno mental, en otros casos se convierten en signos del trastorno psicológico cuando éste se agrava.

Algunos de los síntomas físicos más comunes que acompañan los trastornos mentales son: insomnio, cambios en el apetito, fatiga, dolores musculares, mareos por ansiedad y problemas gastrointestinales. En los ataques de pánico, por ejemplo, la persona puede experimentar taquicardia y dificultades para respirar, hasta el punto de pensar que está sufriendo un infarto. 

Aunque donde mejor se aprecia la relación entre los síntomas mentales y físicos es en los trastornos de conversión o trastornos disociativos. En estos casos, la persona presenta síntomas de una enfermedad neurológica pero estos no proceden de una enfermedad física sino mental. Estas personas pueden perder la visión, sufrir parálisis, tener desmayos, sufrir afonía o mutismo o incluso padecer convulsiones no epilépticas. 

6. Cambios en la memoria, percepción y/o concentración

Muchos trastornos psicológicos cursan con dificultades de memoria, atención y/o percepción. El principal problema es que dado que las personas que sufren estos trastornos viven cada vez más en su mundo, prestan menos atención al mundo exterior, por lo que experimentan despistes frecuentes. Por otra parte, los desbalances bioquímicos que se producen a nivel cerebral en la mayoría de los trastornos mentales también suelen provocar daños en la memoria ya que muchos afectan directamente el hipocampo.

Los problemas de percepción son más evidentes en los trastornos mentales que conllevan una pérdida de contacto con la realidad, como la esquizofrenia y las psicosis. En esos casos las personas pueden padecer ilusiones o alucinaciones propiamente dichas, lo cual significa que tienen una percepción distorsionada de la realidad, ya sea a través de los canales auditivo, visual o cinestésico. 

7. Disminución del rendimiento y problemas para satisfacer sus necesidades

Los diferentes síntomas de trastornos psicológicos suelen provocar una afectación en el nivel de responsabilidad que la persona es capaz de asumir. Como resultado, suele empezar a tener problemas en el área escolar o laboral ya que su rendimiento disminuye, lo cual es perfectamente comprensible puesto que una persona que tiene pensamientos obsesivos recurrentes o que no tiene un estado de ánimo bien dispuesto, difícilmente podrá concentrarse en las tareas cotidianas. Como resultado, suele cometer errores.

En los casos más graves, esa dejación de responsabilidades se extiende a su vida personal, de manera que la persona tampoco es capaz de satisfacer sus propias necesidades. En la depresión mayor, esquizofrenia o trastorno de conversión, la persona ni siquiera es capaz de asearse o comer, por lo que necesita la ayuda de los demás. Asimismo, en las fobias sociales, la persona es incapaz de salir a la calle para satisfacer sus necesidades, como ir a la tienda a comprar alimentos o realizar gestiones en las oficinas.

Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Nussbaum, A. M. (2015) Guía de Bolsillo del DSM-5 para el Examen Diagnóstico. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
APA (2014) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Madrid: Editorial Médica Panamericana.

jueves, 9 de noviembre de 2017

¿PERSIGUES TU FELICIDAD O LA CREAS?


Es importante que comprendas que no es tu mente quien esta al mando. Eres tú quien gobierna tu mente. El Yo Superior tiene el mando. Puedes abandonar tus antiguas ideas. Cuando tu vieja forma de pensar intente regresar diciendo: Es muy difícil cambiar, tú tienes que asumir el mando. Dile a tu mente: Ahora elijo creer que me resulta fácil efectuar cambios. Es posible que tengas que conversar bastantes veces con tu mente para que reconozca y acepte que eres tú quien dirige, y que hablas en serio. 
¿Persigues tu felicidad o la creas?. Imagínate que tus pensamientos son como gotas de agua. Un pensamiento, como una gota de agua, no es gran cosa. Cuando se repite una y otra vez, primero notas una mancha en la alfombra, después ya hay un pequeño charco, seguidamente una laguna, y a medida que los pensamientos continúan, se pueden transformar en un lago y finalmente en un océano.
¿Qué tipo de océano deseas crear? ¿Un océano contaminado y tóxico en el que no te puedas bañar? ¿O uno de aguas azules y cristalinas que te invite a disfrutar de su frescura?
  • No puedo evitar pensar esto —suele decirme mucha gente.
  • Si que puedes —contesto yo invariablemente.
Recuerda, ¿cuántas veces te has negado a aceptar un pensamiento positivo?
Solo tienes que decirle a tu mente que ahora si vas a aceptarlo. Decídete a dejar de pensar de forma negativa. Con esto no quiero decir que tengas que luchar contra tus pensamientos cuando desees cambiar cosas. Si surge un pensamiento negativo, repite sencillamente: Gracias por participar. De esta forma no lo niegas ni tampoco le cedes tu poder. Habla contigo mismo: di que ya no estas dispuesto a crear negatividad, que deseas crearte otra forma de pensar. Y repito, no es necesario que luches contra tus pensamientos negativos. Date por enterado de su presencia y continúa adelante dejándolos atrás.
►No te ahogues en el mar de tu propia negatividad cuando puedes nadar en el océano de la vida.
Has sido creado para ser una expresión maravillosa y amorosa de la vida. La vida está esperando que te abras a ella y te sientas digno del bien que te tiene reservado. La sabiduría y la inteligencia del Universo son tuyas para que las utilices. La vida está ahí para apoyarte. Ten la seguridad de que tu poder interior está a tu disposición. Cuando se siente temor, va muy bien prestar atención a la respiración, al aliento que entra y sale de nuestro cuerpo. Ese aire, la substancia más preciosa de la vida, se nos da con liberalidad. Tenemos lo suficiente para que nos dure tanto tiempo como vivamos.
Aceptamos esa preciosa substancia casi sin pensar, y sin embargo dudamos de que la vida satisfaga nuestras otras necesidades. Ha llegado el momento de que conozcas tu propio poder y sepas qué es capaz de hacer. Entra a tu interior y descubre quién eres.
►Para cambiar tu vida por fuera debes cambiar tú por dentro. En el momento en que te dispones a cambiar, es asombroso cómo el universo comienza a ayudarte, y te trae lo que necesitas.
Louise L. Hay
Vía: Consejos del Conejo

miércoles, 8 de noviembre de 2017

LA RESISTENCIA AL CAMBIO


La mente humana es conservadora por naturaleza. El cambio asusta, desbarata e incomoda. Cuando algún hecho importante, novedoso o diferente llega al cerebro, se introduce el desorden. La aparente paz y tranquilidad informacional se desequilibra, el nuevo dato pone a tambalear el sistema y la tradición psicológica se ve amenazada por el invasor. A la mente no le gusta revisarse a sí misma, se resiste, se niega, se esconde. Ella prefiere moverse en la costumbre, en los hábitos, y más en lo conocido que en lo desconocido, aunque este último parezca mejor.
Las modernas investigaciones en psicología e inteligencia artificial han demostrado que la mente funciona con el principio de la economía de la información: cuando el cerebro almacena una creencia, un valor o una teoría, las retiene a toda costa. Es menos gasto proteger lo viejo que aceptar lo nuevo. Somos perezosos y conformistas por naturaleza.
Lo increíble de estos hallazgos es que todas las creencias depositadas en la memoria, independientemente de su validez o utilidad, de su racionalidad o irracionalidad, son defendidas por igual. La mente no discrimina conceptos ni ideas: si se guardó en la memoria hay que preservar la información a lo que dé lugar.
Alrededor de los dos años de edad, los niños comienzan a fabricar y a consolidar teorías sobre ellos mismos y el mundo. Si las experiencias de contacto con los familiares y demás personas son saludables, aparecerán esquemas positivos: “El mundo es amable”, “Soy querible”, “La gente no es tan mala”. Si por el contrario, las vivencias son negativas, los esquemas tendrán un contenido malsano: “Soy torpe”, “Nadie me querrá”, “Soy feo”, “Nada lo hago bien”. Una vez instalados, la mente los patrocinará y cuidará todo el tiempo como si se tratara de una cuestión de vida o muerte.
A la tendencia obsesiva de mantenerse fiel a la memoria y defender la experiencia adquirida, se la llama autoengaño. Por ejemplo, evocamos mejor y más fácil eventos que confirman nuestras ideas (los que no concuerdan, los olvidamos). Atendemos más a aquellos estímulos que refuerzan nuestro pensar que los discrepantes. Incluso, podemos llegar a falsear la realidad para confirmar nuestras hipótesis (profecías autorrealizadas). Así somos; si no ganamos, empatamos.
Recuerdo un reconocido profesor universitario, cuyo pensamiento era manifiestamente discriminatorio respecto al sexo femenino. “Las mujeres no deberían estudiar carreras técnicas”, decía sin pena alguna. Y para “comprobar” la supuesta supremacía masculina, simplemente exigía mucho más a las alumnas que a los alumnos. Una estafa altamente peligrosa. Manipular los datos para hacerlos coincidir con nuestros pensamientos es el método más utilizado por los humanos para engañarse a sí mismos y a los demás.
No obstante, pese a que la mente se resista y los fanáticos del conformismo prohíban pensar y amenacen con la hoguera, con esfuerzo y perseverancia podemos llegar a modificar muchos de nuestros esquemas inadecuados. Las personas que hacen un culto a la autoridad, que eliminan por decreto la creatividad, el riesgo sano y la inventiva, son víctimas de la costumbre. No hay que momificarse para estar en lo cierto. Debemos aprender del pasado pero no anclarnos a él.
Anthony de Mello decía que los seres humanos nos comportamos como si estuviéramos en una piscina llena de excrementos hasta el cuello y nuestra preocupación principal fuera que nadie levantara olas. La verdadera transformación interior requiere ruptura y reestructuración, es decir,  salirse de la piscina. Tumbar para construir. Nada de reformismos tibios o pañitos de agua fría. 
A la mente hay que confrontarla sin anestesia y de frente. 
Cuando no le dejamos espacio para la trampa, cuando la obligamos a mirar los hechos tal como son, ella no tiene más remedio que acceder al cambio. Entonces, damos el brazo a torcer, el pensamiento abre una sucursal y la imaginación, audaz e irreverente, hace de las suyas.


Walter Riso
http://www.walter-riso.com