miércoles, 4 de octubre de 2017

Autorreflexión: la clave del crecimiento personal y la libertad emocional


La autorreflexión nos invita a desapegarnos de las certezas, a cuestionar los pensamientos rígidos, y a su vez nos recuerda que somos seres libres, personas con la capacidad de ser autónomas a la hora de decidir. Pocas dimensiones del crecimiento personal favorecen esa conexión tan íntima y tan plena con el propio interior, para preguntarnos qué queremos realmente y qué es aquello que pone alambradas a nuestra felicidad.
A nadie le sorprenderá saber que gran parte de los gurús del desarrollo personal denominan a la conciencia autorreflexiva “el arte olvidado por la psicología”. Esto se debe a una razón muy sencilla: nuestra sociedad ha llegado a un punto en que resulta mucho más fácil echarle la culpa al otro o a la fortuna de lo que nos ocurre en lugar de tener la valentía -o la capacidad psicológica- de asumir que gran parte de lo que nos sucede es una consecuencia, evitable o inevitable, de nuestros actos.
             ►La vida es muy simple, pero insistimos en que sea complicada.
                                                                                  Confucio

Si me siento desgraciado es porque mi pareja no sabe hacerme feliz. Si no logro tener amistades en las que confiar es porque todas las personas son egoístas. Si suspendo ese examen una y otra vez es porque el profesor de dicha materia me tiene manía. Si no hay día en que no logre arrancarme esta infelicidad y frustración de encima es porque el mundo, sencillamente no sabe apreciar lo que valgo. Si…. es porque…..
A todos nos suenan estas frases que responde a la necesidad de encontrar una causa o un responsable último, estas argumentaciones que sin duda, habremos escuchado en alguna ocasión en boca de un amigo, de un familiar, de un compañero de clase o trabajo. El “arte perdido de la autorreflexión” es el origen de muchos vínculos disfuncionales en las familias, el causante de que se rompan relaciones afectivas y de los conflictos que surgen y se enquistan en muchos entornos laborales.
Si una persona no dispone de ese pensamiento activo con el que cuestionarse ciertas situaciones, se sentirá muy insatisfecha. Cuando esa misma persona tampoco es capaz de entender las propias emociones, de aprender de los errores o responsabilizarse de las propias acciones y sus consecuencias, vivirá en un estado mental donde la irreflexión solo generará un único resultado: la infelicidad.

Autorreflexión, un viaje directo al interior para alcanzar el bienestar

Muchos de nosotros hemos pasado esa época de nuestra vida en que nos decíamos aquello de “tengo que viajar, tengo que salir, tengo que cruzar mis fronteras personales para conocerme a mí mismo”. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que en realidad, no hace falta cambiar de meridiano para hallar esa versión auténtica del propio ser, porque vayamos donde vayamos siempre seguiremos siendo los mismos. El conocimiento está en el interior y parte directamente de la autorreflexión.
Asimismo, es oportuno recordar que esta capacidad no se aprende ni un día ni en dos. Es un proceso madurativo donde poder ver nuestra realidad desde diferentes cristales, ahí donde ser capaz de hacernos preguntas desafiantes para abrir la mente, para cuestionar todo aquello que nos rodea… e incluso a nosotros mismos. La autorreflexión es el motor del crecimiento personal, un viaje para el cual todos tenemos billete.
Aunque por curioso que parezca, no siempre hacemos buen uso de él.

La autorreflexión es la llave del éxito

Con “éxito” no nos referimos en exclusiva al hecho de alcanzar una posición privilegiada en la sociedad. Éxito es ante todo bienestar, es la capacidad de ser creadores de nuestra propia felicidad en cualquier ámbito de la vida. Así, y según las investigaciones de Daniel Goleman, la autorreflexión es crucial para poder desarrollar por ejemplo, una adecuada Inteligencia Emocional.
Debemos entender por tanto que eso que los psicólogos definen como “conciencia autorreflexiva” es en realidad una habilidad “meta- cognitiva ” que todos podemos entrenar y potenciar. Significa ante todo poder pensar y reflexionar sobre los propios procesos mentales y emocionales para comprenderlos y dominarlos.
Alguien con una buena capacidad de autorreflexión es una persona capaz de gestionar sus impulsos, alguien que planifica, que dispone de una adecuada conciencia social y que a su vez, entiende la vida es un aprendizaje continuo donde ser receptivo a todo lo que nos envuelve.
Es también una persona capaz de establecer un diálogo interno saludable y útil con el que intuir errores, carencias, inseguridades y malestares con el fin de sanarlos y construir día a día, una mejor versión de su persona.
Por otro lado, y solo como curiosidad, merece la pena recordar lo que dijo una vez Emmanuel Kant en “La Crítica de la Razón Pura”. Para el filósofo de Königsberg lo exterior, aquello que nos rodea es en realidad el reflejo de lo interior. Por tanto, si nuestra imagen interior se caracteriza por una nula capacidad de autorreflexión, baja autoestima y un pensamiento rígido, todas esas dinámicas tan pobres y negativas conformarán un mundo exterior opresivo, gris y poco facilitador.

Claves para desarrollar una buena autorreflexión

Más que un propósito es una necesidad. Desarrollar una buena autorreflexión es un objetivo cotidiano en el que deberíamos invertir esfuerzos y voluntades para convertirnos en aquello que tanto ansiamos: personas libres. Podríamos verlo como un renacer, como ese despertar a la conciencia, esa iluminación o “insight” que nos enseñaban en la película Matrix con el cual, descubrir que no estamos obligados a complacer a los demás de forma constante, que tenemos voz y herramientas adecuadas para ser aquello que deseamos.
Para lograrlo, podemos trabajar en las siguientes dimensiones.

1. Ahonda en tu educación, conoce tu historia familiar

Para conocernos a nosotros mismos, una buena opción pasa por detenernos un momento en nuestras raíces. En ocasiones, un estilo particular de crianza, un tipo concreto de educación determina muchas veces lo que somos ahora e incluso en el modo en que nos vemos a nosotros mismos.

2. Entiende tus necesidades, motivaciones y emociones

Los seres humanos tenemos impulsos sociales, tenemos necesidades de intimidad, el deseo de pertenecer a un grupo social determinado, de alcanzar ciertos logros, ciertos objetivos…
Si entendemos nuestras motivaciones comprenderemos también muchas de nuestras emociones. Es más, a veces descubriremos que muchos de esos deseos son simples apegos que no favorecen en nada nuestro crecimiento personal.

3. Entiende tus mecanismos de defensa

Los mecanismos de defensa se activan cuando nuestra identidad se ve amenazada o cuando estamos expuestos a un tipo de información dolorosa sobre nosotros mismos. Ser conscientes de qué origina estas reacciones y de qué de estrategias defensivas utilizamos nos dará sin duda una información objetiva de nuestros miedos más profundos, de nuestras carencias, vacíos, necesidades…

4. Ahonda en tus fortalezas y debilidades

Las personas somos un compendio de grandezas y debilidades, de virtudes y defectos, de luces y de sombras. Ser conscientes de cada una de estas dimensiones y ahondar en ellas, nos ofrecerá sin duda una herramienta imprescindible para trabajar en nuestra autorreflexión.

5. ¿Cuáles son tus propósitos de vida?

Una existencia sin propósitos no es vida, una mente sin objetivos no prospera, no es feliz, carece de motivantes y motivos para levantarse cada mañana.
Hagamos pues un listado sobre qué propósitos son los que nos definen en el momento presente y ahondemos en por qué son tan importantes para nosotros y qué estamos haciendo para alcanzarlos, para hacerlos nuestros.
Si no deseas sentirte frustrado continuamente, evita desear aquello que no depende de ti.
                                                           Epícteto
                                                                                 


6. Sé consciente de la “burbuja cultural y social” que te envuelve

La autorreflexión no tiene razón de ser si no la alimentamos también desde una perspectiva crítica. ¿De qué manera impacta en mí la sociedad en la que vivo? ¿Soy esclavo de las modas, me preocupo mucho por el “qué dirán”? ¿Priorizo antes el sentirme integrado a actuar conforme a mis deseos reales?…

7. Crea un hábito diario de autorreflexión

Dediquemos al menos media hora diaria a practicar la autorreflexión. Centrémonos en las cosas importantes de la vida, en nuestros estados emocionales y mentales, en el presente que nos envuelve. Practiquemos la atención plena, llevemos un diario, paseemos, pintemos o quedémonos en silencio durante un buen rato en ese parque que hay al lado de nuestro trabajo…
Para concluir, hagamos de la autorreflexión un hábito consciente donde atrevernos a ser un poco más libres cada día. Dejemos a un lado la superficialidad, los miedos y las tibiezas de la zona de confort para desarrollar un bienestar real donde reencontrarnos con ese ser que a menudo descuidamos y soltamos de la mano demasiadas veces: nosotros mismos.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

Referencias bibliográficas
Goleman, Daniel (2017). “Triple Focus”. Zeta Bolsillo
Dyer, Wayne (2010). “Tus zonas erróneas” DeBolsillo
Jung, Carl (2010). “Recuerdos, sueños, pensamientos” Colección nuevo ensayo                                                   

martes, 3 de octubre de 2017

El yogui Faro

Francisco de Asís nos transmitió que “la paz lo es todo”. Pero no son los que hablan de la paz los que crean la paz, sino los “guerreros de la paz” los que llevan en su interior el espíritu del yogui. No debemos exigir la paz cuando nosotros no la llevamos dentro. Es incoherente exigir la paz en el barrio o en tu país cuando tu casa es un infierno de desdicha.


Sin embargo el “yogui”, el guerrero de paz, crea la paz en su interior para convertirse en un faro. Los faros no exigen ni dicen a los barcos por donde tienen que ir, simplemente se encargan de iluminar para que los barcos vean claro y vayan a donde quieran sin tropiezos.
Todo aquello que quieres ver reflejado fuera, lo tienes que hacer florecer dentro; de lo contrario tu vida será un pozo sin fondo de ansiedad, conflicto y guerra.
¡Qué bellos son los faros! La disciplina del Yoga constituye un faro en nuestro devenir existencial. Pero ten presente que los faros no dan luz para ver mejor o juzgar mejor a los demás; los faros son luz, su esencia es iluminar. Un yogui se dedica a observar y analizar su vida, no la de los demás. Al cielo no le interesa lo que hagas por los demás si no haces nada por ti.
  • El Yoga no es un camino ancho, es una senda estrecha.
  • El Yoga no es el camino de la juerga y el cachondeo, es la senda de la alegría profunda “Shanta”. El cachondeo es una frustrante salida a la agonizante tristeza interior que carcome el alma cuando siente un desesperante vacío interno. La juerga y el cachondeo te inducen la mayor parte de las veces a la melancolía, la resaca y el vacío. El Yoga es la senda de la alegría profunda que habita en lo más profundo de nuestro ser y para ello tienes que atravesar las superficialidades de la vulgar personalidad que a todos nos envuelven.
  • El Yoga no es el camino de la dispersión, es la senda de la concentración, pues en el seno de la misma nace la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría y el discernimiento.
  • El Yoga no es el camino de placeres efímeros, es la senda del gozo perdurable. El placer es lo que demandan los sentidos, el gozo es la expresión del alma.
  • El Yoga no es el camino de los sentidos, es la senda del Espíritu. Los sentidos poseen un deseo, la satisfacción. El alma tiene una aspiración, la unificación con Dios.
  • El Yoga no es el camino de los deseos, es la senda de los propósitos y las aspiraciones. La consecuencia de dejarse arrastrar por los deseos es el sufrimiento. Un propósito, una aspiración, requieren voluntad, determinación, valor y paciencia y es lo que el alma nos comunica que debemos incorporar para que ella pueda guiar nuestra vida.
  •  El Yoga no es el camino de la soberbia y el orgullo, es la senda de la humildad. Sólo los humildes pueden convertirse en faros, recuérdalo.
  • El Yoga no es el camino de la autocomplacencia, es la senda del don de sí y de la entrega.
  • El Yoga no es el camino de la ambición, es la senda de la renuncia y la abnegación.
  • El Yoga no es una terapia, es un estado de unificación que comienza cuando hay salud en el cuerpo, paz en la mente y entusiasmo en el alma.
  • El Yoga no es propiedad de nadie, es herencia de todo aquel que aspira a unirse con el Dios que hay en todos los corazones humanos y también en el universo entero.
  • El Yoga permite que la vida aparezca bella a pesar del dolor y el reto que supone vivirla.
La ignorancia no tiene un comienzo pero tiene un final; el Yoga tiene un comienzo pero no tiene final. Por eso ser yogui implica embarcarse en un proyecto que no acaba nunca, porque ¿cuándo puedes decir que has acabado de unirte a Dios?
Algunos me preguntaréis: ¿pero el Yoga no es hacer ásanas, pranayama y relajación con un poco de meditación para estar bien y punto?
En Yoga, la primera fase es: información, la segunda: formación, la tercera: conformación, la cuarta es: transformación, y finalmente la quinta es: uniformación (volverse uno con todo). Normalmente cuando entramos en la tercera fase, la conformación se vuelve deformación debido al egoísmo que es el defecto más grande del alma humana.
La pureza del inocente es uno de los brillos del alma más lindos. Es la cualidad del que siempre está en actitud de aprendizaje. Con mayor o menor evolución, todos somos aprendices en este maravilloso planeta querámoslo o no, y reconocerlo de verdad te allana mucho el camino.
► No vengas al Yoga a ver milagros, ven a descubrir el milagro que eres tú.

Soma
http://www.yogaenred.com

lunes, 2 de octubre de 2017

No por mucho criticar, cambia el otro más temprano


La crítica no siempre es positiva, hay críticas que esconden resentimiento, frustración y hasta una dosis de envidia. Sin embargo, hay otras críticas, las críticas constructivas, que pueden ayudar a crecer o a enmendar errores. 

No obstante, para que una crítica sea bien recibida y produzca un cambio positivo en la persona, no solo debe ser sincera, verídica y con buenas intenciones sino que también se debe expresar de la manera adecuada y en el momento justo. Si alguno de estos ingredientes falla, es probable que la crítica sea recibida con recelo y no cumplirá su cometido.

Por eso, a la hora de realizar una crítica, es importante que seamos conscientes de que no por mucho criticar, cambia el otro más temprano, aunque tengamos razón.

La frustración de la persona que critica


A menudo la persona que critica sabe que tiene razón, por lo que insiste en su punto de vista. Sin embargo, cuando nota que la otra parte no es receptiva, o al menos no tanto como desearía, comienza a sentirse frustrada.

Sin embargo, el problema radica en que cuando la crítica se repite suele convertirse en reproche, de manera que quien critica termina acumulando frustración y tensión, que después descarga en el otro. Obviamente, cuando aparecen los reproches la persona pierde el control y no se da cuenta de que ha entrado en una espiral negativa. En este punto la crítica comienza a ser destructiva, se transforma en esa gota que cae continuamente y que termina por desbordar el vaso.

La persona que critica no se da cuenta de que está insistiendo en la dirección errónea, de que aunque tenga razón y quiera ayudar al otro, sus palabras, actitud o simplemente su insistencia, están siendo contraproducentes.

El enfado de quien es criticado

Por otra parte, la persona que es criticada suele percibir esas palabras como un ataque y se pone a la defensiva. Obviamente, ese estado mental no le permite vislumbrar cuánto puede haber de cierto en la crítica. Como resultado, esa persona puede sentirse vulnerable, culpable o enfadada, pero es bastante improbable que se sienta propensa al cambio.

Tampoco se le puede culpar porque los reproches suelen ser repetitivos y tienen una enorme carga emocional que termina siendo difícil de soportar. Además, a menudo se convierten en generalizaciones erróneas que solo expresan resentimiento.

Algunos ejemplos comunes de reproches que una vez pudieron ser críticas constructivas son: “Siempre haces lo mismo”, “A estas alturas ya deberías saberlo” o “¿No piensas cambiar nunca?” Esos reproches se pueden acompañar de palabras hirientes que producen heridas emocionales muy difíciles de reparar.

Molesta y desgasta pero no propicia el cambio


Al final, las críticas repetidas bajo forma de reproches simplemente acaban desgastando la relación, sin resolver nada. Cuanto más critica una parte, más se cierra la otra, haciendo que la comunicación sea cada vez más difícil.

En cierto punto, cada cual comienza a vivir en su mente. Quien critica piensa que el otro no tiene en cuenta sus opiniones y necesidades, y se lamenta por ello. Quien es criticado piensa que el otro no le estima lo suficiente y no le comprende, y se siente mal por ello.

¿Cómo salir de ese círculo vicioso?


Ante todo, es importante que asumas tu grado de responsabilidad. Si quieres que una persona tenga en cuenta tu opinión, debes plantearla de manera respetuosa, sin herir al otro ni intentar imponer tu punto de vista.

Si esa persona no te escucha a la primera, puedes repetir tu crítica, pero asegurándote de que no se convierta en un reproche. Dí lo que piensas sin emitir juicios de valor, expresa cómo te hace sentir ese comportamiento o actitud y brinda una posible solución.

He aquí los 5 puntos fundamentales de una crítica constructiva:

1. Ve directo al punto, no lances indirectas. En muchas ocasiones las personas se ven obligadas a repetir la crítica simplemente porque no se atreven a decir abiertamente lo que piensan y lanzan indirectas, con la esperanza de que el otro las capte. Sin embargo, de esta forma solo se genera malestar. Si algo te molesta, te hace sentir mal o crees que necesita ser cambiado, dilo de manera clara, directa y asertiva.

2. Expresa tus sentimientos y hazte responsable por tus emociones. A veces las críticas son percibidas como ataques, por lo que una excelente estrategia para lograr que la otra persona sea más receptiva consiste en conectar emocionalmente. Y para ello, debes expresar cómo te sientes. Por ejemplo, en vez de decir: “me sacas de quicio”, una frase con la que culpas al otro, puedes decir: “cuando llegas tarde, me pongo nervioso”, de manera que distribuyes la responsabilidad y enfatizas en el aspecto que te gustaría cambiar.

3. Concretiza, no generalices. Nadie puede cambiar por completo, sería pedirle peras al olmo. Por eso, si dices algo como “eres insoportable”, la otra persona no sabrá cómo reaccionar ni qué esperas de ella. Al contrario, la clave radica en ser lo más específico posible. Por ejemplo, puedes decir: “En estos días he notado que estás enojado, ¿te pasa algo?”.

4. Céntrate en el presente, no rebusques en el pasado. El pasado es pasado, no podemos cambiarlo y, si bien puede servir como un punto de apoyo, la crítica será mejor recibida si se centra en el presente o mira el futuro en vez de rebuscar en los errores del ayer. Por tanto, en vez de decir: “siempre llegas tarde”, puedes decir “me gustaría que no volvieras a llegar tarde. ¿Crees que puedes hacerlo?”. 

5. Sé amable. Aunque a veces resulta difícil controlar las emociones, es importante evitar la ironía en las críticas y usar el tono adecuado. A veces un simple "por favor", "lo siento" o "gracias" pueden predisponer positivamente a la otra persona a escuchar lo que tienes que decir.

Por último, recuerda que la otra persona es libre de decidir si aceptar o no tú crítica. Una vez que te has cerciorado de que ha comprendido qué desearía que cambie y por qué, debes dejarle espacio para que reflexione y tome una decisión. Insistir no servirá de mucho.

Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com
Fuente:
Pérez, A. (2016) No por insistir en la crítica, cambia el otro más temprano. La mente es maravillosa.