sábado, 1 de julio de 2017

EXPECTATIVAS Y SALUD


En muchas ocasiones, es realmente difícil ponerse a redactar una respuesta que resuma en un par de renglones toda una metodología y sus variantes o excepciones.
Pero si se trata de hacer un resumen general, yo podría atreverme a decir, que la salud depende de las expectativas de cada persona.

¿POR QUÉ?

Porque si mi estado emocional determina mi salud y mis expectativas determinan mi estado emocional, resulta realmente una gran complicación mantenerme sano todo el tiempo, a menos claro, que efectivamente permanezca yo en un equilibrado estado de coherencia.
Y justo ayer, le comentaba yo a la persona en consulta por la tarde, que casi siempre, en un 90% de las ocasiones yo escribo, al llenar el cuestionario de registro de los clientes, en el renglón que corresponde al estado de salud de la madre (del cliente) las siguientes dos palabras:
DIABETES / HIPERTENSIÓN
Es rara la ocasión, en que suelo escribir alguna otra palabra y más extraño aún, dejar ese renglón en blanco.
¿Esto quiere decir que TODAS las madres, en determinado momento de la vida están condenadas a sufrir estas dos enfermedades?
Por supuesto que no!
¿Qué está pasando entonces?
¿Y qué me dicen del 90% de las veces en que en el renglón de causa de muerte del abuelo materno y paterno escribo INFARTO?
¿Debo asumir entonces que si soy mujer en mis 40 debo prepararme para mi diabetes y mi hipertensión más adelante o incluso ya padecerlas?
¿Debo asumir entonces que si soy hombre moriré de infarto?
¿En dónde queda mi libre albedrío y el control sobre mi salud?
¿No será acaso que todas esas mujeres y hombres han colocado sus expectativas en las cosas equivocadas?
Si mi expectativa es que el fin de semana mis padres me lleven al parque a jugar, luego me compren un helado de cereza y finalice mi día con ellos abrazándome, seguramente, si el fin de semana cae una tormenta, la heladería está cerrada y mi padre no está porque le cambiaron el turno y tuvo que trabajar, yo me sienta decepcionada de la vida, triste y solitaria.
Pero aquí hay algo que no cuadra muy bien, porque en el ejemplo se trata de un niño o una niña, y es bien difícil que un menor de edad tenga expectativas.
Eso es más bien una cuestión de adolescentes para adelante.
Un niño o niña disfruta el momento, come lo que hay, no piensa en lo que hará mañana y no espera lo sigue como una meta. No está pendiente de un reloj.
Un adolescente va dejando ese “vivir el momento”, porque al socializar su vida toma un giro.
– Quiere pertenecer– Quiere ser aceptado
– Quiere ser escuchado
– Quiere ser amado

Para ello, él debe “comenzar a pre – ocuparse”. Planear lo que dirá, lo que se pondrá, lo que responderá, lo que permitirá, lo que rechazará y hasta cómo se peinará, etc. Y comenzará a sufrir las consecuencias de “sus falsas expectativas”. Comenzará a revisar el reloj.
Comenzarán los llantos, las desilusiones, las frustraciones, la ira, los miedos, el enojo.
Comenzará sin darse cuenta, a “dañar su salud”.
Porque ya sabemos que emociones específicas, dañan órganos específicos.
Entonces, obviamente dependerá de su carácter, de su fortaleza y de sus expectativas: su salud.
  • Comienzan los problemas amorosos, porque esa chica que me gusta no me hace caso y ese chico que me encanta está coqueteando con otra.
  • Comienzan los problemas de territorio, porque ese que yo consideraba mi mejor amigo, ha dejado de hablarme y ya formó otro “grupito”.
  • Comienzan los problemas de desvalorización, porque todos se burlan de mi manera de hablar, de vestirme o de la música que me gusta. Y hasta puede ser que yo comience a sufrir de un velado “miedo a morir” si me hacen bullying, lo que me hace sentir una basura total.
Aquí comienzan mis verdaderos cambios, comienzan a fortalecerse o debilitarse las bases que me dieron casa, lo que yo vi y sentí en mi casa.
  • Si vivo soledad y aislamiento en casa, salgo al mundo a buscar compañía.
  • Si vivo rudeza o frialdad en casa, salgo a buscar comunicación y amor.
  • Si yo vivo victimismo y violencia en casa, salgo a escapar.
Y voy creciendo, voy tropezando. Me siento saludable y fuerte, porque estoy joven, porque aún hay tiempo, porque mi vida será diferente, porque la vida tiene un camino de mil oportunidades para mí.
¿Pero qué hay con esas mujeres que llevan años y años en un matrimonio desastroso, lleno de rutina y silencios?
  • Que para ellas ya no hay “esperanza”, ya no hay tiempo, ya no hay miles de caminos, es más, ya no hay nada qué hacer.
  • ¿Y qué hay de esa mujer que lleva docenas de parejas y nomás no atina a encontrar compañero ideal y ya anda en sus 38 años?
Entonces ahora resulta que ya no sólo son las expectativas sino también la esperanza lo que puede mantenerme sano, combinado con el factor “tiempo”.
Conozco mujeres, cuya única expectativa es “encontrar marido”.
No importa si es infiel, si es alcohólico, si es un mantenido, si es un vicioso, un jugador o un hijo de mamá.
TODAS sus expectativas están puestas en la boda con alguien, el vestido, el salón, los invitados y hasta la mesa de postres.
Conozco mujeres, cuya única expectativa está en “cuidar a sus hijos las 24 horas”, alimentarlos, bañarlos, despertarlos, cargarlos, llevarlos, traerlos. Y no hay nada ni nadie más en la vida, que sus hijos.
Conozco hombres, cuya única expectativa es ser exitosos. No importa a quién tengan que pisotear, a quién tengan que dejar, a quién deban pagar. El éxito es su única meta.
Conozco hombres, cuya única expectativa es formar una familia, tener una casa, una esposa, unos hijos y un perro. La casa deberá ser grande, con jardín, cochera para 2 autos y portón de madera tallada.
Y entre más grandes estas personas, entre menos de sus expectativas han sido cumplidas, entre menos tiempo de vida tienen, más afectados emocionalmente resultarán.
Porque si esa mujer jamás encuentra un marido para tener el pretexto y poner su mesa de postres, si los hijos de esa otra señora crecen y se van a hacer sus vidas, si ese hombre jamás logra un ascenso, y si aquel otro hombre jamás logra formar la familia de sus sueños o construir su casa con el portón de madera, para ellos será como “no haber vivido”, “no haber logrado nada”, “haber perdido tiempo”, “morir”.
Entonces esas Diabetes y esas Hipertensiones tan comunes en las mujeres de más de 50 años, son sólo la consecuencia de necesidades emocionales mal gestionadas.
De una dulzura que ellas ya no viven, ya no sienten o que nunca tuvieron al 100%.
De un carácter estresado, lleno de preocupaciones y ansiedades sin sentido.
Esos infartos que lo único que demuestran son “pérdidas de territorio” mal manejadas, de frustración por envejecer, por ya no ser hombres productivos o por no haber obtenido la liquidación esperada.
Y afortunadamente, hay millones de personas, entre ellas tú, que pueden comenzar a revisar en dónde, en quién o en qué han colocado sus muchas expectativas. Tomando en cuenta, que mientras más altas sean colocadas, más fuerte será el impacto emocional si no funcionan o resultan.
Puedes soñar con encontrar al amor de tu vida, pero también debes estar plenamente feliz si eso jamás sucede.
Puedes soñar con tener hijos, pero debes vivir pleno y feliz si la vida no tiene ese plan para ti.
La vida no se trata de tener y conseguir, de plazos ni tiempos.
La vida es para disfrutarla con lo que trae, con sus tiempos, haciendo lo que te gusta y respirando.
De esa manera, todos los “extras” que te lleguen, serán valorados en su justa medida pero jamás olvidándote de ti.
No bases tu paz, tu felicidad o tus objetivos de vida en nada ni en nadie.

Esto es un viaje al que llegaste solito porque el Universo sabía que solito podías.
Cuando logres establecerte como tu única prioridad, como única expectativa, verás cómo enseguida comienzas a gozar de total salud, además de que llegarán docenas de cosas maravillosas a tus días.
Akasha Sanación Integral
Elizabeth Romero Sánchez y Edgar Romero Franco.

viernes, 30 de junio de 2017

El Maestro


La figura de un maestro ha representado siempre la sal viva sobre esta tierra. Son y han sido muchos los que han apostado por una visión distinta del hombre, y consecuentemente, del mundo.

    Muchos fueron perseguidos, otros acusados, otros sentenciados, otros quedaron en el anonimato, pero cada uno dejó impresa su huella, supo esparcir sus semillas en terreno fértil.

    Un maestro orienta, indica, reconforta, motiva, marca una dirección, transmite una enseñanza, pero no puede hacer el trabajo por ti. No puede traspasarte su experiencia, su lucidez, su discernimiento ni sabiduría, pero puede reavivar tu llama para reducir a cenizas tu ignorancia, tu atolondramiento. De ahí que a veces los métodos no sean iguales para cada persona, porque el maestro no responde preguntas, sino a quien las formula.

    El maestro es una luz que guía en la oscuridad, un faro que permite que veas los objetos con los que chocas, pero no le pidas que los aparte, que los retire, porque él también los tiene que sortear. Un maestro puede ser amable, noble y cercano, pero también firme, tajante y exigente. Eres tú quien se ha cruzado en su camino; él se mantiene en el suyo. Eres tú el que necesita beber de su fuente; él ya está saciado.

    Un maestro no trata de convencer. No impone, sino expone. Sus argumentos pueden no ser consistentes porque no quiere ir hacia tu mente, sino hacia tu corazón. Por ello su lenguaje no es el de un erudito que trata de adoctrinar, de imponer criterios, sino que provoca que llegue una brisa en tu rostro que obligue a girarte, a percatarte de otros vientos que pueden provenir de otras direcciones. El maestro sabe que si te rellenas de conceptos crearás un muro alrededor de ti, te aferrarás a ellos, te ocultarás tras los mismos. Su misión es destruir todo lo que crees que te protege; te deja inválido hacia una experiencia que debe ser tuya y nunca prestada por nadie. Pero para que la receptividad no provenga sólo de los pensamientos, el maestro provocará en ti una conmoción. Provocará que el discípulo deje a un lado su mente para que haya un acercamiento de seres, de almas.


El maestro no intenta cambiarte, sino que por ti mismo te hagas más consciente. Respeta la base esencial sobre la que te sustentas: tu propio ser. Sin embargo, un maestro carga con todas las proyecciones y expectativas que puedan generarse hacia él. Es de todos y de nadie, escurridizo y también cercano. Su actitud descoloca porque es imprevisible. No encaja en ningún esquema mental, desprende contradicciones porque es la manera de complementarse. Deroga cualquier responsabilidad exigida hacia su persona, porque en última instancia, el maestro, es una llama en sí misma, una luz que se autoilumina y que puede irradiar a quien esté receptivo y abierto. Es su energía lo que atrae, nunca su ego. Se sirve de símiles y comparativas porque sabe que el lenguaje es incompleto para expresar lo que está más allá de las palabras.

    Todo ello provoca un golpe de luz, destruye los cimientos de las creencias y las estructuras de cómo deben ser las cosas. Hace añicos lo que consideramos permanente para asomar la visión más allá de los muros que hemos creado alrededor. Es su manera de expresar su compasión, su amor. La compasión de un maestro no va ligada al apego ni a la docilidad perpetua. Por ello despierta celos, animadversión, y se despiertan los detractores. El maestro puede pasar de ser el más querido al más repudiado, porque falló en la expectativa generada, porque sigue su propio camino, porque no tiene en cuenta tu proyección. La manera de expresar su amor no es la convencional, por ello desconcierta a todos a su alrededor.


 Existe una leyenda hermosa sobre Buda. Se dice que cuando iba algún erudito a preguntarle, alguna persona cargada de conocimientos sin afán genuino de búsqueda, sin más intención que el de un cruce dialéctico, Buda invitaba a esa persona a estar a su lado durante dos años en completo silencio. Una vez pasaran esos dos años, aquella persona podía preguntarle sobre lo que quisiera. El tiempo pasaba, dos años junto a Buda sin preguntar nada, buceando en el silencio interior, profundizando en los recónditos recovecos del ser. Una vez pasaba ese tiempo, Buda les recordaba que ya podían iniciar la rueda de preguntas, comenzar a cuestionar todo lo que quisieran. Era algo muy significativo porque las personas que permanecieron durante esa temporada bebiendo de la misma fuente sintieron que las preguntas se desvanecían, se desintegraban, porque por contra, otro tipo de integración sucedía, otro tipo de comprensión se creaba, y ya las preguntas dejaban de ser relevantes, sustanciales. No preguntaban nada, no había nada que preguntar. Se postraban a sus pies y tan sólo le expresaban su agradecimiento, su manera de atajar la experiencia de la verdad. Así pues, Buda, que en apariencia podía parecer esquivo a atender preguntas, daba la oportunidad a través de la experiencia a que la respuesta surgiera dentro de cada persona, sin implicar la mente intelectiva, sino la comprensión profunda. Así evitaba el enredo discursivo, y en ese gesto, en ese acto, era la manera en la que se expandía su compasión.

    El maestro puede parecer frágil, débil, pues su fortaleza no está al alcance de los ojos de los demás. Puede parecer ingenuo, pues su saber es el florecimiento de una inocencia recuperada sobre una experiencia. Te puede hacer sentir incómodo, puede que no encaje en tu modelo de lo que es un maestro, puede que le veas cotidiano, mundano, terrenal. Puede que no sea solemne, sino jovial. Puede que disfrute de los pequeños placeres sin la espera de una recompensa celestial, y convertir así lo más sencillo en divinidad.

    Así evita el pedestal, el rango de superioridad. Así está en un mismo nivel al igual que el de cada uno, porque al fin y al cabo, maestro y discípulo subyacen en sí mismo.

    Al maestro también hay que saber soltarle, puede ser un lastre en la evolución personal y espiritual. Puede convertirse en un apego, en una barrera que nos vuelve dependientes, que entronca con la madurez individual. Como dijera Krishnamurti: ¨Al fin y al cabo lo importante es trabajar con uno y no con alguien¨.

    Aunque el maestro es una máxima ayuda, un reconfortante vehículo de la enseñanza, se debe utilizar como la indicación y no como el camino en sí, pues en definitiva, uno mismo es su propio maestro y en uno mismo reside su propio discípulo.



Raul Santos Caballero
http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

jueves, 29 de junio de 2017

Tú eres el resultado de ti mismo


No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar; corrigiéndote: el triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error.

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer; las circunstancias son buenas o malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte, enfrenta con valor y acepta que de una u otra manera, todo dependerá de ti; no te amargues con tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño; 
recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Si, tú has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú, nadie pudo haber sido por ti.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes, de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimento morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Comienza a ser sincero contigo mismo. Reconociéndote por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para justificarte.

Reconócete dentro de ti mismo, más libre y fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias,
porque tú mismo eres tu destino.

Y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.

Levántate, mira las mañanas y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de la vida

Ahora despierta, camina, lucha.

Decídete y triunfarás en la vida.

Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.


                                                                                                Pablo Neruda