martes, 9 de agosto de 2016

CADA UNO DEBE LLENAR SU PROPIA VIDA‏


En mi opinión, lo bueno, para unos, y lo malo, para otros, es que la vida la tiene que llenar cada uno con lo que quiera poner en ella.
Viene vacía de contenido –las vidas sólo tienen en común la necesidad de cubrir las necesidades fisiológicas-, y es cada uno quien tiene que poner en ella lo que considere más adecuado para ser feliz o para apreciar la sensación de plenitud y de sentirse a gusto con la propia vida. O para estropearse la vida.
Muchas veces no nos paramos a darnos cuenta de esta maravilla, y nos dedicamos a “sufrir” lo que la vida nos pone por delante –que no es cierto que sea así, ni tiene por qué ser así…-, y parece que se nos olvida la opción de decidir, de gobernarla, de poner las flores y la banda sonora que nos gustan.
Se nos olvida a menudo que nuestra vida es responsabilidad nuestra, y que tenemos que darnos cuentas a nosotros mismos de qué hacemos en ella y con ella; se nos olvida que cualquier omisión es motivo suficiente –y con razón- para que después podamos arrepentirnos de ello; que no es cierto ese pensamiento que a veces nos cruza fugazmente de que no podemos disponer de nuestra vida porque el destino ya está escrito o porque, por más que nos empeñemos –esto lo dice nuestro pesimismo- , nunca nos van a salir las cosas como nosotros queremos.
Si desoímos los límites, si eludimos las zancadillas, si los muros no son infranqueables para nosotros, entonces nos topamos con la libertad de poder decidir en casi el ciento por ciento de los casos.
Y eso produce un agradable e impagable estado de felicidad. Una sensación de plenitud, de que todo está en orden. Es el contacto más directo con la vida a nuestro servicio.
Es bueno sentir la sensación de pequeños dioses que pueden administrar la vida, que pueden poner en ella lo que quieran, y quitar lo que no quieran.
Y mientras más se vea uno en ese estado, más se dará cuenta de dos cosas: que le gusta y que es más fácil de lo que creía.
Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales
www.buscándome.es

lunes, 8 de agosto de 2016

La luz en el intelecto, el calor en el corazón y una voluntad libre - Omraam Mikhaël Aïvanhov

 
“La inquietud, la agitación, la perturbación, crean las peores condiciones para la actividad del pensamiento. Por eso, cuando tengáis que resolver un problema, cuando tengáis que tomar una decisión importante, empezad por serenaros.

Haced el silencio en vosotros y tratad de proyectaros lo más arriba posible dentro de vosotros mismos, porque es arriba donde se encuentra la luz.
 
Cuando sintáis que habéis logrado alcanzar una especie de cima, preguntad sobre lo que os preocupa y esperad… La respuesta os empezará a llegar más o menos claramente; quizá no sea más que una vaga impresión, difícil de interpretar, pero ya será un indicio. Así que, no abandonéis. Volved a empezar tantas veces como sea necesario, plantead de nuevo la pregunta: pronto sentiréis una claridad, una certeza y entonces, se acabaron las dudas, sabréis cómo debéis actuar.
 
La luz en el intelecto, el calor en el corazón y una voluntad libre: si cumplís estas tres condiciones, siempre encontraréis las mejores respuestas a las preguntas que hacéis y tomaréis las buenas decisiones.”

 Omraam Mikhaël Aïvanhov

♥♥


ES CONVENIENTE NO IDEALIZAR LAS COSAS‏


(IDEALIZAR, del diccionario: Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía)

En mi opinión, es conveniente no idealizar excesivamente las cosas –ninguna- ya que si luego no suceden del modo en que las hemos construido en nuestra imaginación o fantasía nos conducirán inevitablemente a una decepción que puede llegar a ser inconsolable.
El precio de que no se cumpla aquello que se ha idealizado, o que cuando se compruebe su auténtica realidad quede lejos de nuestra idealización, es que se volverá contra nuestra Autoestima y contra nosotros mismos directamente; inevitablemente, nos dejará marcados y afectados para mal.
A veces esperamos demasiado de los demás, y esperamos algo que no se han comprometido a hacer o entregarnos, ya que eso sólo ha existido en nuestra imaginación sin ningún compromiso por parte de los demás. Si nos hemos ilusionado –que es despertar esperanzas atractivas pero sin garantía de cumplimiento- es seguro que después nos desilusionaremos cuando comprobemos que las cosas no salen tal como las imaginamos. Así que conviene ser muy objetivos y muy sensatos con las ilusiones que nos creamos.
Esto también nos puede suceder con nosotros mismos, que desarrollemos en nuestro deseo o imaginación un Yo Ideal –esa persona ideal, perfecta y maravillosa que nos gustaría ser- y cada vez que comprobemos que no lo estamos siendo, que no lo estamos logrando, se nos caerá el mundo encima y el concepto propio se verá claramente dañado porque no hemos querido conformarnos con lo que somos en este momento, o con alguien que vaya creciendo poco a poco, día a día, sino que hemos diseñado un imposible que, lógicamente, es imposible de hacer realidad.
La felicidad se va aposentando en cada uno en función de intereses o preferencias personales. Y es algo que se va elaborando poco a poco y a medio plazo. Los placeres tienen una parte que es buena y otra parte que es menos buena. Es bueno porque tener placeres y vivir momentos de alegría aportan la sensación de felicidad –aunque no es real-, y “ver” y apreciar que a menudo nos sentimos a gusto, alegres, disfrutando los placeres, reafirma la creencia en que somos felices, y si lo creemos es muy posible que lo seamos.
La parte menos agradable de los placeres, de los momentos fiesteros y divertidos, del éxito en cualquier aspecto, es que si acabamos asociándolos a que eso es la felicidad, en el momento en que se terminen –que todos se terminan- nos encontramos de bruces con la realidad de que no somos felices. Nos hemos hallado en un estado que se parece a la felicidad, pero no es la felicidad. Y es un golpe muy duro. 
Cuando se acaba la fiesta, cuando se amaina la alegría, y cuando la diversión se extingue, uno se queda en su falta de rumbo e infeliz. 
Y creer que uno es feliz si se encuentra en cualquiera de esas situaciones le obnubila la capacidad de darse cuenta de que eso no es la verdadera felicidad y eso aplaza el momento de ponerse a buscarla dentro de sí para fomentarla y reafirmarla.
Lo que hace que uno se sienta y sea feliz no tiene por qué hacer feliz a otro, ya que la felicidad es personal e intransferible. Es algo que tiene que descubrir y desarrollar uno mismo y en sí mismo.
La felicidad viene de dentro porque mora dentro. Lo que viene de fuera es la risa, el alborozo, la diversión… y son muy interesantes, y se deben disfrutar todo lo que se pueda, pero no hay que olvidar lo que ha de ser la verdadera vocación: el encuentro con el Ser Interior que habita en cada uno, que es el inagotable proveedor de felicidad.
No se trata de lograr algo parecido a “estar feliz” –que está muy bien pero es sólo una apariencia-, sino de ser feliz, verdaderamente, a todas horas, aunque no se demuestre con una sonrisa permanente en la boca; y aunque se vivan momentos de dolor y desesperación, aún en esos momentos, uno ha de ser consciente de que son pasajeras sus manifestaciones pero al mismo tiempo ha de saber y sentir que la felicidad está dentro y no le abandona.
La felicidad es lo que es. Y pretender modificarla, pintarrajéandola o disfrazándola de lo que no es, no servirá de nada.
El resultado final del balance de la vida, y la vivencia de la misma a lo largo de los años, va a depender en gran medida de la felicidad, así que conviene dedicarle el tiempo y la atención necesaria para lograr una relación con ella que sea continua y tan espléndida como inmejorable.
Ahora ya depende de ti.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales