lunes, 8 de agosto de 2016

ES CONVENIENTE NO IDEALIZAR LAS COSAS‏


(IDEALIZAR, del diccionario: Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía)

En mi opinión, es conveniente no idealizar excesivamente las cosas –ninguna- ya que si luego no suceden del modo en que las hemos construido en nuestra imaginación o fantasía nos conducirán inevitablemente a una decepción que puede llegar a ser inconsolable.
El precio de que no se cumpla aquello que se ha idealizado, o que cuando se compruebe su auténtica realidad quede lejos de nuestra idealización, es que se volverá contra nuestra Autoestima y contra nosotros mismos directamente; inevitablemente, nos dejará marcados y afectados para mal.
A veces esperamos demasiado de los demás, y esperamos algo que no se han comprometido a hacer o entregarnos, ya que eso sólo ha existido en nuestra imaginación sin ningún compromiso por parte de los demás. Si nos hemos ilusionado –que es despertar esperanzas atractivas pero sin garantía de cumplimiento- es seguro que después nos desilusionaremos cuando comprobemos que las cosas no salen tal como las imaginamos. Así que conviene ser muy objetivos y muy sensatos con las ilusiones que nos creamos.
Esto también nos puede suceder con nosotros mismos, que desarrollemos en nuestro deseo o imaginación un Yo Ideal –esa persona ideal, perfecta y maravillosa que nos gustaría ser- y cada vez que comprobemos que no lo estamos siendo, que no lo estamos logrando, se nos caerá el mundo encima y el concepto propio se verá claramente dañado porque no hemos querido conformarnos con lo que somos en este momento, o con alguien que vaya creciendo poco a poco, día a día, sino que hemos diseñado un imposible que, lógicamente, es imposible de hacer realidad.
La felicidad se va aposentando en cada uno en función de intereses o preferencias personales. Y es algo que se va elaborando poco a poco y a medio plazo. Los placeres tienen una parte que es buena y otra parte que es menos buena. Es bueno porque tener placeres y vivir momentos de alegría aportan la sensación de felicidad –aunque no es real-, y “ver” y apreciar que a menudo nos sentimos a gusto, alegres, disfrutando los placeres, reafirma la creencia en que somos felices, y si lo creemos es muy posible que lo seamos.
La parte menos agradable de los placeres, de los momentos fiesteros y divertidos, del éxito en cualquier aspecto, es que si acabamos asociándolos a que eso es la felicidad, en el momento en que se terminen –que todos se terminan- nos encontramos de bruces con la realidad de que no somos felices. Nos hemos hallado en un estado que se parece a la felicidad, pero no es la felicidad. Y es un golpe muy duro. 
Cuando se acaba la fiesta, cuando se amaina la alegría, y cuando la diversión se extingue, uno se queda en su falta de rumbo e infeliz. 
Y creer que uno es feliz si se encuentra en cualquiera de esas situaciones le obnubila la capacidad de darse cuenta de que eso no es la verdadera felicidad y eso aplaza el momento de ponerse a buscarla dentro de sí para fomentarla y reafirmarla.
Lo que hace que uno se sienta y sea feliz no tiene por qué hacer feliz a otro, ya que la felicidad es personal e intransferible. Es algo que tiene que descubrir y desarrollar uno mismo y en sí mismo.
La felicidad viene de dentro porque mora dentro. Lo que viene de fuera es la risa, el alborozo, la diversión… y son muy interesantes, y se deben disfrutar todo lo que se pueda, pero no hay que olvidar lo que ha de ser la verdadera vocación: el encuentro con el Ser Interior que habita en cada uno, que es el inagotable proveedor de felicidad.
No se trata de lograr algo parecido a “estar feliz” –que está muy bien pero es sólo una apariencia-, sino de ser feliz, verdaderamente, a todas horas, aunque no se demuestre con una sonrisa permanente en la boca; y aunque se vivan momentos de dolor y desesperación, aún en esos momentos, uno ha de ser consciente de que son pasajeras sus manifestaciones pero al mismo tiempo ha de saber y sentir que la felicidad está dentro y no le abandona.
La felicidad es lo que es. Y pretender modificarla, pintarrajéandola o disfrazándola de lo que no es, no servirá de nada.
El resultado final del balance de la vida, y la vivencia de la misma a lo largo de los años, va a depender en gran medida de la felicidad, así que conviene dedicarle el tiempo y la atención necesaria para lograr una relación con ella que sea continua y tan espléndida como inmejorable.
Ahora ya depende de ti.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales

domingo, 7 de agosto de 2016

Del olvido a la conciencia del ser


Equilibrio

La mente busca el equilibrio porque considera que detrás de él, una vez conseguido, se encuentra oculta algún tipo de perfección. Al mismo tiempo, y por alguna extraña razón, la mente asocia también, junto con el concepto de equilibrio, la idea de ser algo estático e inmóvil. Sin embargo, todo ello bien poco o nada tiene que ver con el verdadero equilibrio.


El equilibrio se expresa a través del movimiento y no en la quietud. El funámbulo que camina sobre el alambre ha de estar en permanente movimiento si no quiere caerse. Al igual que el ciclista, que ha de pedalear sin cesar para generar movimiento si quiere mantenerse en equilibrio.

El equilibrio es dinámico por propia naturaleza. Nuestro universo está en equilibrio precisamente porque no cesa en su movimiento; al margen de estar en constante cambio. De ahí nace la percepción de la impermanencia, que es la ley que rige la realidad del mundo exterior, material y relativo.

Sin embargo, a la mente le gusta considerar que el equilibrio ha de ser algo estático, en vez de dinámico. La propia fuerza dinámica de la vida se expresa a través de una fuerza centrífuga hacia el exterior, y otra centrípeta hacia interior.

Desde luego, nos estamos refiriendo a los Gunas, las cualidades de la manifestación: Rajas, actividad; Tamas, pasividad; y Sattwa, equilibrio. Sin estas dos fuerzas contrapuestas -Rajas y Tamas- no podría existir la tercera fuerza que es neutra: Sattwa, el equilibrio.

Es en la cualidad Sattwa donde el equilibrio se manifiesta. Descubrir esta tercera fuerza es uno de los objetivos fundamentales de la práctica del Radja yoga a través de la observación inafectada que se produce durante la meditación sentada y en quietud.

Por este motivo, la práctica de la meditación se realiza instalado en una postura que cuida al máximo el equilibrio postural, generando un centro de gravedad, al tiempo que el cuerpo está sumido en una profunda relajación, mientras que los sentidos están proyectados hacia el interior y al mismo tiempo hacia el exterior, gracias a una mirada introvertida y extrovertida al unísono.


Equilibrio inmóvil, la paradoja

Paradójicamente, aunque el equilibrio se manifiesta en la actividad y la acción, durante el tiempo de práctica del Radja Yoga se invita a la inmovilidad. ¿Qué se trata de encontrar a través de la inmovilidad? Sattwa, la fuerza neutra donde el equilibrio deja de ser un concepto más para convertirse en experiencia.
Sattwa es la fuerza que no interviene hacia fuera ni hacia dentro, pero que sin embargo es la que permite la expresión del movimiento y de la quietud, tanto en el mundo exterior como en el interior.

La postura del despertar, instrumento fundamental del Radja yoga, utiliza el cuerpo a modo de receptor para que la consciencia se “dé cuenta” y descubra el fondo estático sobre el cual se manifiesta y desarrolla el principio dinámico, el fenómeno de la vida, del que todos formamos parte indivisible.
Cuando la percepción de la realidad física, visible, material y tangible que conforma el principio dinámico se aquieta, aparece el principio estático, lo Real, lo intangible e invisible. ¿Quién queda ahí para darse cuenta?


(Fragmento del libro: Kevala Kumbhaka, entre el todo y la nada)
Emilio J. Gómez