Mostrando entradas con la etiqueta relaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta relaciones. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de abril de 2018

¿QUÉ HACER FRENTE AL ABANDONO?


Pelear la vida. A regañadientes, a las malas, con las uñas, como quieras, pero no hay otra opción. Puedes sentarte a llorar tu mala suerte, a lamentarte de la “injusta” soledad, a sentir lástima por tu aporreado yo y autocompadecerte. O por el contrario, puedes levantar cabeza y aplicar una dosis de racionalidad a tu desajustado corazón.


Si te dejó, si se fue como un soplo, si no le importaste, si te hizo a un lado con tanta facilidad, si no valoró lo que le diste, si apenas le dolió tu dolor, si decidió estar sin tu presencia, ¿no será, y lo digo solo como hipótesis, que no te merece?.
Y si te dejó porque ya no te ama, porque se le agotaron los besos, y hasta la más simple de las caricias se le convirtió en tortura, ¿no será, y lo digo solo como hipótesis, que ya no te ama?
¿Y no será, que si fue cruel o se le terminó el amor, ya no tiene sentido insistir en resolver lo que ya está resuelto? ¿No será que hay que quemar las naves, cerrar el capítulo y dirigir la atención a otra parte? No se trata de no sufrir, sino de darle al sufrimiento un giro y elaborar el duelo (resignarse a la pérdida). No preocuparse por lo que podría haber sido y no fue, sino por que es.
Lo curioso del despecho es que los que han sido abandonados, casi siempre terminan por autocastigarse: “Si la persona que amo no me quiere, no merezco el amor” o “Si la persona que dice quererme me deja, definitivamente no soy querible”. La consecuencia de esta manera de pensar es nefasta. El comportamiento se acopla a la distorsión y el sujeto intenta confirmar, mediante distintas sanciones, que no merece el amor. Veamos cuatro formas típicas de autocastigarse que utilizan los “abandonados”:
1. Estancamiento motivacional: “No merezco ser feliz, entonces elimino de mi vida todo lo que me produzca placer” (autocastigo motivacional)

2. Aislamiento afectivo: “No merezco a nadie que me quiera. Cuánto más me guste alguien, más lo alejo de mi lado” (autocastigo afectivo)

3. Reincidencia afectiva negativa: Buscar nuevas compañías similares a la persona que nos hizo o todavía nos hace sufrir (profecía autocastigante)

4. Promiscuidad autocastigadora: Entregarse al mejor postor, “prostituirse” socialmente o dejar que hagan de uno lo que quieran (autocastigo moral)
Me pregunto, ¿Y no será que de pronto no eres tan culpable como crees, y que no haya ni buenos ni malos, vencedores y vencidos?
Ahora que te dejó, hay que comenzar a vivir de otra manera. Retomar lo bueno que tenías olvidado y arrancar. Todos somos capaces de recuperarnos del fracaso afectivo. Al principio duele hasta el alma, pero al cabo de un tiempo, si eliminamos el autocastigo, la mente empieza reponerse.
Piensa en las pérdidas que has tenido anteriormente en tu vida, y cómo ahora, no te producen ni rasquiña. Es muy probable que dentro de un tiempo, esta última decepción, la que ahora estás padeciendo, quede reducida a un recuerdo insípido y descolorido.

Y mientras tanto, te toca sobrevivir. Evitar caer en los puntos a, b, c y d. Rodearte de amigos y amigas de verdad, porque la amistad cura. También puedes acceder a la vida espiritual que tenías abandonada, y no me refiero a encerrarte en un templo, sino revisar tu sentido de vida. Las crisis activan la auto-observación y nos obligan a mirarnos desde una óptica nueva.
Siempre habrá alguien, testarudo y persistente, que nos quiera a pesar de todo. A esta hora, en algún lugar de la ciudad, hay una persona desconocida que aún no conoces, dispuesta a contagiarte de amor, que pronto entrará a tu vida. Es solo cuestión de tiempo.

Walter Riso
http://www.walter-riso.com

jueves, 26 de abril de 2018

La fidelidad es propia de los más inteligentes


Rodolfo Llinás es un neurocientífico colombiano que ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio del cerebro. Dirigió el programa NEUROLAB de la NASA y actualmente es director del departamento de psicología y neurociencias de la Universidad de Nueva York. Hace un tiempo dio una entrevista en la que sorprendió por el mapa que trazó con los conceptos de fidelidad, amor y felicidad.
Sus declaraciones prueban, desde el punto de vista neurológico, lo que muchos intuían por sentido común, experiencia u observación del comportamiento. Afirma que el cerebro es un sistema cerrado, que solamente es “perforado” por los sentimientos. Indica que su funcionamiento guarda cierta analogía con el de un ordenador, con la diferencia de que el cerebro tiene plasticidad y creatividad: se modifica, se nutre y cambia.
► La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella.
                                                                   Goethe  

Según sus extensos y profundos estudios sobre el cerebro, concluye que la estructura intelectual está basada en la emocional. Primero es la emoción y luego la razón. Nos formamos las ideas del mundo no tanto a partir de razonamientos, sino de lo que sentimos. El amor tiene un lugar destacado y la fidelidad es propia de los más inteligentessegún sus palabras.

La fidelidad y la inteligencia

Rodolfo Llinás indica que el área emocional del cerebro es una de las más antiguas. Fue una de las primeras en desarrollarse. Según sus palabras, “es el cerebro truhán, el de los reptiles, donde no existen más que patrones de acción fijos. Por eso ellos se acercan o se van si quieren comida; atacan si quieren defenderse, y tienen sexo si quieren reproducirse”.
El amor tiene su origen en la misma área, pero implica unas funciones fisiológicas diferentes. El amor, dice Llinás, es como una golosina. Y quien está enamorado se vuelve goloso. Desea tener más y más amor de la persona a la que ama. Agrega además que “nadie se muere por exceso de amor”.
El amor, señala el científico, no es como hacer gimnasia, sino como bailar, desde el punto de vista fisiológico. Frente al llamado “amor eterno” dice: “Ese es de inteligentes, que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como la mano de uno; cuidarla es mi responsabilidad, y viceversa. Saber que no habrá una puñalada trapera es la norma”.
La fidelidad contribuye a no desgastar energía emocional o intelectual innecesariamente. El ser humano, cuanto más inteligente, más orientado está hacia las grandes preocupaciones de la humanidad, deja de lado las situaciones que inestabilizan su vida o emplea energía para acciones más complejas.
Por todo ello, Llinás concluye que el amor eterno es un baile infinito de neuronas entre dos personas inteligentes.

Estudios sobre inteligencia y fidelidad

Rodolfo Llinás no es el único que ha hablado de la relación entre inteligencia y fidelidad. Un estudio dirigido por Satoshi Kanazawa, especialista en psicología evolutiva, llegó a una conclusión similar. En su investigación señaló que los hombres con coeficientes intelectuales más altos (superiores a 106) valoran más la fidelidad en pareja. En las mujeres es diferente: todas la valoran, sin que esto guarde relación con su nivel de inteligencia.
El estudio indica que la monogamia es una fase superior de la evolución humana. En principio, el humano está estrechamente ligado al comportamiento instintivo del mamífero. Esto le inclina a la poligamia. Pero, tanto en la historia de la humanidad como en la individual de cada hombre, la monogamia parece implicar un nivel superior de evolución.
Verdaderamente, la infidelidad tiene como condición tener mucho tiempo libre y mucha disposición emocional para el conflicto. Cuando una buena parte de nuestro tiempo está ocupado es más complicado gastar parte de él en las intrigas y las estrategias asociadas a la infidelidad. Tampoco se dispone de tanta energía emocional como para pagar el precio de actuar a escondidas, evitando ser pillados y manteniendo una fachada falsa.
Resulta mucho más inteligente establecer una relación y refinarla que ir saltando de relación en relación. La monogamia trae grandes satisfacciones, no es un sacrificio. Como toda situación humana con valor, implica esfuerzos. Sin embargo, es mucho más lo que aporta.
► Si la vida individual se enfoca hacia grandes objetivos, seguro que un compañero o compañera permanente de viaje es un gran tesoro. Y al contrario, si la vida se enfoca a lo banal, una relación estable entorpece esa futilidad e intrascendencia.


Edith Sánchez
Imágenes cortesía de Leonid Afremov
https://lamenteesmaravillosa.com

martes, 24 de abril de 2018

“¿Cómo estás?”, esa frase que a todos nos gusta escuchar

Un “¿cómo estás”? acompañado por una sonrisa sincera y una mirada que acoge esperando nuestra respuesta es terapéutico y reconforta. Porque a veces no hace falta más, porque en ocasiones bastan esas dos palabras mágicas para sentir que estamos a salvo, vinculados a alguien significativo y acogidos con los cinco sentidos del corazónpara entender que pase lo que pase, todo va a ir bien.
La psicología evolutiva, por curioso que parezca, tiene mucho que decir en este mismo tema. Dentro de esta perspectiva se defiende la idea de que el ser humano desarrolló su inteligencia social al promover el cuidado y protección de los miembros del grupo y al rechazar al cazador o recolector que iba “por libre”, al individuo que no cooperaba, que miraba únicamente por el propio beneficio renegando o no apoyando a sus semejantes.
   ► El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado, reconocido y valorado.
                                                               William James

Las múltiples pruebas arqueológicas y etnográficas nos demuestran también que en los inicios de nuestra agricultura la cooperación pacífica y el altruismo era habitual, y que gracias a ello, pudimos sin duda avanzar como especie. Asimismo, también existen evidencias de que los neandertales cuidaban de sus ancianos con delicada atención. Los honraban sin esperar nada a cambio, y más tarde realizaban ceremonias de enterramiento demostrando un claro simbolismo emocional y religioso.
Todo ello viene a demostrarnos claramente que preocuparnos por los demás, atenderlos, cuidarlos… es posiblemente lo que más dignifica a una especie determinada, a un grupo social. Aún más, toda conducta orientada a proporcionar alivio, apoyo o atención revierte de forma positiva en nuestro bienestar físico y psicológico, nos ayuda a sobrevivir, a conectar los unos con los otros de manera trascendente y significativa.
Por ello, un “¿cómo estás?” enunciado de forma sincera o escrito incluso a través de un mensaje de Whats App, puede hacer muchísimo más de lo que podemos creer en un primer momento…

Estoy aquí para ayudarte, estoy aquí para ti y no voy a pedirte nada a cambio

David Graeber es un conocido antropólogo que ha adquirido notable fama por su activismo social. Una de sus teorías más recurrentes es aquella donde focaliza su visión crítica sobre el modo en que el dinero y la economía está destruyendo por completo nuestro altruismo primigenio, nuestro “gen” por favorecer la cohesión, por fomentar esa unión esencial entre los grupos humanos con la que preservar nuestra supervivencia, nuestro bienestar y la armonía.
Para justificar esta idea Graeber nos habla de los Inuit de Groenlandia o de los iroqueses. Explica que en estas comunidades existió siempre no solo una preocupación sincera de los unos por los otros, sino que además, no se concebía la idea del pago de un favor o incluso la obligación de devolverlo. Tal y como dicen los Inuit “en nuestro país somos humanos y nos preocupamos los unos por los otros. Si alguien necesita unos zapatos, solo tiene que pedirlos. Si un cazador no ha tenido un buen día, sus vecinos compartirán con él parte de su comida.
Como vemos, tanto en el pasado como en algunos pequeños resquicios de nuestro presente, hay grupos de personas que basan todas sus interacciones en el altruismo y en un interés intrínseco, auténtico y constante por ese ser humano que al igual que yo, pasa sus dificultades, sus necesidades, que atraviesa sus miedos, sus hambres, sus soledades… Hay por tanto una voluntad sincera por alzar el rostro más allá de la pequeña isla del ego para sortear las fronteras individuales y apreciar así al otro como parte de uno mismo.
Algo que sin duda, deberíamos poner más en práctica en nuestras sociedades avanzadas y aparentemente, “aventajadas”.

Un “¿Cómo estás”? terapéutico, el que va más allá de los formalismos

Admitámoslo, en el día a día la expresión más recurrente en ese nuestro lenguaje cordial es el clásico “¿cómo estás?, ¿qué tal todo?”. Lo dejamos ir sin esperar respuesta, como entradilla al diálogo y donde rara vez esperamos que la otra persona se sincere, porque apenas dejamos tiempo de respuesta o porque sencillamente, preferimos los formalismos a la sinceridad, la apariencia a la autenticidad emocional.
               ► Sólo quien sabe cuidar lo ajeno puede poseer lo propio.
                                                                    George Gurdjieff
En esta sociedad del envase, como diría Eduardo Galeano, parece que hemos olvidado ese principio de humanidad de los Inuit o de nuestros ancestros más primitivos. Más que unos zapatos, más que una cena o ropa de abrigo, lo que las personas necesitamos es apoyo, consideración, cercanía, interés y atención.
Necesitamos palabras sinceras y personas preocupadas en escucharnos. Queremos que tras un “¿cómo estás?” se dé paso al silencio, a la espera y a esa mirada que nos trasmite la suficiente confianza como para tirar de nosotros, remolcándonos de nuestras escolleras, de nuestros agujeros negros.
Asimismo, cabe decir que no es necesario que nos suceda algo concreto para necesitar ese diálogo terapéutico capaz de favorecer el desahogo emocional. La mayor parte de las veces ese “¿cómo estás?” nos alegra el día, nos hace sentirnos parte de alguien, partícipes de un vínculo, piezas relucientes de un engranaje con el que la vida adquiere mayor sentido, mayor autenticidad.
No descuidemos pues a los nuestros, no caigamos en los meros formalismos y practiquemos el arte de la consideración, el reconocimiento y la reciprocidad. Practiquemos el “cómo estás” a diario preocupándonos realmente por el bienestar de las personas que nos son significativas.

Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de Clare Elssaeser
https://lamenteesmaravillosa.com

martes, 10 de abril de 2018

EL CONFLICTO MENTE- CORAZÓN


En mi opinión, esto de que algunas cosas sean imposibles de demostrar de un modo científico, y que no se puedan medir y explicar con claridad indiscutible, nos lleva a confusiones o a elucubrar teorías basadas solamente en una especie de sospecha o en una idea que no está clara del todo.

Cuando hablamos de la mente parece que ya hay algunas cosas que están “más o menos controladas”, pero siguen quedando muchas otras sin demostrar. Cuando hablamos del corazón -refiriéndonos a él como a “los sentimientos”-, nos pasa igual: “creemos”, “suponemos”, “puede ser que…”, pero tampoco se puede afirmar su funcionamiento de un modo concluyente.

Cuando se relacionan entre sí y al mismo tiempo ambas cosas, aún se complica más que cuando están por separado.

A la hora de hablar de nuestros sentimientos no tenemos la certeza de cuánto está interfiriendo la mente, y en los asuntos que debieran ser exclusivamente mentales tampoco sabemos cuánto se entrometen los sentimientos.

Y hay teorías para todos los gustos.

Hay quien opina que “no es del todo descabellada la idea de que es el corazón quien decide, y no la mente, a la que utiliza para que le proporcione un raciocinio que justifique su decisión”.

Otras veces la mente tiene una idea –que puede estar sin razonar- y se dedica nada más que a buscar explicaciones que la justifiquen –que están manipuladas inconscientemente-, en vez de afrontar la irrealidad o el sinsentido de su idea y buscar por otro sitio la verdad.

Otros opinan que el corazón obstruye la capacidad de raciocinio analítico de la mente, y que con sus sentimentalismos distorsiona el mensaje natural dotándole de unas emociones que pueden ser innecesarias o contraproducentes.

A veces creemos que pensamos, y lo que estamos haciendo en realidad es dejar que se manifieste el corazón, y como todo lo percibimos a través de la mente no sabemos si lo que “nos dice” nuestra mente lo dicta y suscribe ella o nos está trasmitiendo un mensaje del corazón.

A veces necesitamos pensar con raciocinio, desapasionadamente, y el corazón no se puede callar e interviene, dotando de humanidad o de confusión al asunto.

Esto se complica, sobre todo, en los asuntos de relaciones sentimentales, en los que se ve con claridad –si se mira objetivamente, desde fuera y sin pasión- cuándo algo claramente no está funcionando, pero el corazón se empeña en mantenerlo con excusas irrazonables, o por el contrario cuándo una relación en la que priman unos sentimientos convencidos y reales se ven entorpecidos por una mente que quiere controlar el incontrolable mundo de los sentimientos.

Todos los asuntos - relaciones con la mente son un poco complicados de manejar. El problema es que usamos la mente tanto para pretender entender los asuntos del corazón como para juzgar o comprenderse a sí misma. Hacemos de la mente al mismo tiempo sujeto que observa y objeto de esa misma observación. Complicado.

Hay quien opina que los asuntos sentimentales deben estar atendidos exclusivamente por el corazón y no permitir que la mente interfiera en ellos. ¿Cómo? Es cuestión de práctica, pero se puede llegar a diferenciar cuándo es la mente o son los sentimientos quienes se expresan.

La profundización en la meditación ayuda bastante en esto, pero también es útil tener claro dónde llevar nuestra atención. Si nos centramos en la parte del cerebro cercana a la frente, será mental todo lo que aparezca. Si somos capaces de trasladar nuestra atención hacia la zona del órgano del corazón, entonces contactamos mejor con los sentimientos.

Es un poco complicado hasta que se adquiere práctica y se convierte en sencillo, pero conviene centrarse en lo que se siente, en los sentimientos en sí mismos sin ocuparse de poner una etiqueta a lo que está pasando. Un suspiro, o un estremecimiento amable que nos recorra todo el cuerpo, o una sonrisa apenas perceptible, o una sensación de paz o de aceptación nos están diciendo más –a nosotros, no a la mente- que todo un proceso racional de ideas desprovistas de alma.

Requiere un poco de entrenamiento relacionarse bien con los sentimientos, pero realmente merece la pena hacerlo. Generalmente son más fiables –porque son naturales- que los pensamientos –que suelen estar contaminados por condicionamientos y prejuicios-.

Los sentimientos, cuando uno los conoce bien, son más certeros y dan sensación de seguridad y verdad, mientras que la mente difícilmente llega a quedarse plenamente satisfecha y se queda con la sensación de que puede faltar algo o que puede haber algún error en alguna parte.

Entrenar, practicar, atender, insistir… la mente y los sentimientos nos manejan. Dependemos de ellos. Conviene conocerlos, ponerlos a nuestro servicio, y que no sean ellos quienes nos controlen. 

Te dejo con tus reflexiones…



Francisco de Sales
http://buscandome.es

lunes, 9 de abril de 2018

Personas medicina: 7 rasgos que las caracterizan


Las personas medicina son alegres y motivadoras, nos contagian de sus actitudes y consiguen que, por cierto tiempo, estar a su lado nos haga sentir bien. Esto se explica por las llamadas neuronas espejo, que son aquellas que permiten la empatía y funcionan imitando emociones de otros que captan nuestra atención.
En nuestro estado de ánimo, y por ello en nuestra salud, no sólo influyen nuestras emociones, sino también las de las personas con las que nos relacionamos, ya que sin saberlo utilizamos la energía de los que nos rodean. Expertos como John Mattone,aseguran que es importante elegir bien nuestro entorno más cercano y saber rodearse de personas que sumen y nos permitan desarrollarnos.
Las personas medicinas se ajustan a estas características, son personas que trasmiten energía y nos ayudan a recorrer nuestro camino de manera más proactiva. Es necesario preguntarnos qué acciones, sucesos o personas nos aportan un estado energético positivo.
  ►  Si las actitudes son contagiosas, ¿merece la pena contagiarse de la tuya?

Las personas que nos rodean influyen en nuestra higiene mental

¿Cuando estás con tus amigos te sientes mejor? Esto sucede porque las buenas amistades mejoran nuestra calidad de vida y nuestra higiene mental. Investigadores de la Universidad de Brigham Young en los Estados Unidos, concluyeron, después de estudiar a 300 mil personas durante siete años, que las relaciones personales afectivas funcionan como una barrera protectora, ya que activan el sistema inmunológico y reducen el riesgo de sufrir enfermedades, tanto psicológicas como físicas.



Las personas con un amplio círculo de amigos reducen su riesgo de fallecer hasta en un 22%. Esto concluye un estudio realizado a lo largo de una década con más de mil 500 personas y publicado en la revista Journal of Epidemiology and Community Health.
En otra investigación de la Universidad de California el resultado fue más claro todavía. Llevado a cabo en el año 2006, con más de 3 mil mujeres que padecían cáncer de mama, este estudio demostró que aquellas mujeres que no tenían amigos íntimos eran cuatro veces más propensas a fallecer debido a su enfermedad que las que tenían diez o más amigos. En definitiva, tener amigos, concretamente buenos amigos, modifica el funcionamiento del cerebro, sobre todo en la zona asociada a las recompensas.
   ►   ¿Qué son las personas medicina? No son más que amor.

7 rasgos que caracterizan a las personas medicinas

Las personas medicinas se caracterizan por:
  • Son personas que escuchan, no juzgan. No ejercen ningún tipo de manipulación y observan a las personas como son, sin querer cambiarlas. Las personas medicina respetan tu historia.
  • Son coherentes con lo que hacen, piensan, sienten, y dicen. Son personas comprometidas que crean conciencia a través de sus actos.
  •  Son personas que quieren conocerte, pero no de un modo entrometido. Respetan tu espacio y tus momentos, son extremadamente prudentes.
  • Son personas atentas y amables. Destacan por su valor humano.
  • Son personas positivas. Las personas medicina observan la vida con el lado de la bondad. Su compañía es un regalo y estás deseando volver a encontrarte con ellas.
  • Configuran un entorno protector. Nadie nos puede privar de tener momentos malos, pero está claro que si tenemos un entorno saludable, esos espacios estarán más ajustados a situaciones que así lo requieran.
  • Contagian emociones saludables. El efecto contagio de las emociones es más que evidente. Cuando estás en compañía de una persona pesimista, un día tras otro, es posible que en algún momento te sientas arrastrado hacia esa corriente. Por el contrario, cuando estás rodeado de personas optimistas, experimentas sensaciones de bienestar con mayor facilidad gracias a las neuronas espejo.
  • De una u otra forma, las personas medicina llenan este mundo de luz y suponen un enorme, fuerte y maravillosos soporte para toda la humanidad. Son sin duda un ejemplo para todos los que nos gustaría cuidar y ayudar a las personas que queremos.
 
Como llegan lejos los rayos de aquella pequeña bujía, así brilla una buena acción en un mundo salvaje.
                                                              William Shakespeare 


Psicología/Fátima Servián Franco
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 8 de abril de 2018

El síndrome de Huckleberry Finn

Siempre que se habla de un síndrome se está hablando de un conjunto de síntomas y signos que son conocidos y que por lo tanto, han sido identificados como un cuadro clínico vinculado con problemas de salud. El síndrome de Huckleberry Finn es uno de esos conjuntos de síntomas que muestran disfuncionalidad, pero que no aparecen definidos como trastorno estrictamente.
El nombre de síndrome de Huckleberry Finn hace alusión a un personaje creado por Mark Twain en sus novelas. Aunque este aparece en varias de las obras del gran escritor norteamericano, es en Las aventuras de Huckleberry Finn donde se aprecia claramente su carácter y su problemática.
Antes de describir en qué consiste este síndrome es importante anotar que el síndrome de Huckleberry Finn es más bien una construcción de la psicología popular. No está referenciado como un problema psicológico o psiquiátrico en la literatura médica. Sin embargo, aporta una interesante descripción de ciertas personalidades, que vale la pena reseñar.
►Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz.

                                                                Tom Robbins

¿Quién era Huckleberry Finn?

El personaje más famoso de cuentos que creó Mark Twain fue Tom Sawyer. Este era un chico valiente, travieso y despierto que pasaba por un sinfín de situaciones problemáticas, de las cuales salía adelante. Uno de sus grandes amigos era Huckleberry Finn.
Lo que caracterizaba a Huck Finn era que no se daba por entendido de sus responsabilidades. Faltaba a la escuela y le daban igual sus compromisos. Apareció secundando las aventuras de Tom Sawyer, pero llamó tanto la atención que Twain decidió hacer una novela dedicada exclusivamente a Huckleberry Finn.
Es entonces cuando se muestra plenamente la personalidad de este chico, la cual contrastaba mucho con la de Tom Sawyer. Huck, a diferencia de Tom, era un niño abandonado. Vivía con una tía y tenía un padre que era malvado y alcohólico, toda una amenaza para él.
Su padre lo secuestra y lo mantiene cautivo. Logra escapar y es ayudado por un esclavo en fuga llamado Jim. Ambos viven peligrosas y emocionantes aventuras, hasta que son rescatados por el valiente Tom Sawyer. Como se aprecia, todo esto configura un cuadro psicológico, que da origen al llamado síndrome de Huckleberry Finn.

Los dos rasgos básicos en el síndrome de 

Huckleberry Finn

Al ser un chico abandonado y con un padre cruel, se configura una estructura psicológica que está caracterizada básicamente por dos rasgos: un vacío existencial y una búsqueda eterna de aquello que alivie su pena o le ofrezca felicidad.
Veamos estos dos rasgos esenciales, presentes en el síndrome de Huckleberry Finn:
  • Vacío existencial. Es la sensación intensa de que se carece de algo que dé significado a la vida. Se experimenta como un displacer constante y una sensación de vacío permanente. Este cuadro está muy cerca de lo que conocemos como depresión.
  • Búsqueda eterna. Como efecto de lo anterior, en el síndrome de Huckleberry Finn hay una búsqueda sin fin de algo que llene por fin esa sensación de vacío. Un profundo deseo de encontrar alguna realidad para sentirse completo.
Como se ve, detrás de la aparente despreocupación de quienes se comportan como Huckleberry Finn, lo que hay es una inquietud que no halla sosiego. Una falta de sentido que los lleva a picar aquí y allá, tratando de encontrar significados.

Otros rasgos en el síndrome de Huckleberry Finn

Además de los rasgos básicos también hay otras características que definen al síndrome de Huckleberry Finn. Una de ellas es que quienes lo padecen son también personas notablemente inteligentes. Esto se prueba en su capacidad para encontrar soluciones a diversos problemas. Además de esto, también aparecen otras características:
  • Les resulta relativamente fácil adaptarse a las diferentes situaciones, pero en el fondo nunca se sienten cómodos con nada.
  • Eluden las responsabilidades. Esto, porque rechazan la idea de echar raíces, ya que ellos mismos no tienen raíces sólidas.
  • Tuvieron una infancia desdichada y una figura paternal muy destructiva.
  • Tienen muy baja autoestima. No se consideran valiosos y por eso mismo son propensos a sufrir depresiones.
  • Cambian constantemente de amigos, de pareja, de trabajo… Les cuesta imprimir estabilidad a sus vidas.

  • Tanto el sentimiento de vacío como la dificultad para construir un proyecto de vida sólido nacen de la falta de un vínculo saludable con la familia, durante la infancia. Esto lleva a conformar una personalidad compleja e interesante. ¿Se puede superar el síndrome de Huckleberry Finn? Claro que sí. Con decisión y ayuda es posible reconciliarse con uno mismo y con un pasado difícil.

Psicología clínicaEdith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 7 de abril de 2018

Relaciones amorosas: ¿químicas o alquímicas?


“Le preguntaron a un Maestro cuál era la diferencia entre la química y la alquimia en las relaciones de pareja y contestó estas hermosas y sabias palabras:

– Las personas que buscan química son científicos del amor, es decir, están acostumbrados a la acción y a la reacción. Las personas que encuentran la alquimia son artistas del amor, crean constantemente nuevas formas de amar.
– Los químicos aman por necesidad. Los alquimistas por elección.
– La química muere con el tiempo, la alquimia nace a través del tiempo…
– La química ama el envase. La alquimia disfruta del contenido.
– La química sucede. La alquimia se construye.
– Todos buscan química, solo algunos encuentran la alquimia.
– La química atrae y distrae a machistas y a feministas. La alquimia integra el principio masculino y femenino, por eso se transforma en una relación de individuos libres y con alas propias, y no en una atracción que está sujeta a los caprichos del ego.

En conclusión, dijo el Maestro mirando a sus alumnos:
– La alquimia reúne lo que la química separa. La alquimia es el matrimonio real, la química el divorcio que vemos todos los días en la mayoría de las parejas.” 

Comencemos a construir relaciones conscientes, pues la química siempre nos hará desgastar el amor, mientras la alquimia siempre nos acariciará desde adentro. Que todas nuestras relaciones sanen.
                                                              *Jai Maa

Sabias palabras a través de las cuales podemos diferenciar entre lo tangible y lo sublime, lo temporal con lo trascendental dentro del marco de las relaciones amorosas. Si por lo menos teóricamente, tenemos claras algunas definiciones y diferencias, podemos establecer un norte y en la práctica trabajar por construir nuestra “alquimia” en nuestras relaciones.

La química siempre será importante en las relaciones y puede determinar las probabilidades de éxito e inclusive de ocurrencia de una relación, pero si no fomentamos la esencia, lo fundamental, lo que nos conecta más allá de nuestros cuerpos, probablemente nos encontremos vacíos e intentando revivir sensaciones en lugar de sentimientos.

Comencemos construyendo la alquimia con nosotros mismos, que la relación con nosotros sea la primera que sanemos y que a partir de allí, desde un verdadero amor propio, irradiemos amor al resto del mundo, dándole la importancia a nuestros seres amados que se merecen, desde el mejor sitio desde donde podemos amarlos, desde un Yo pleno y satisfecho por sí mismo, desde la mejor versión de nosotros mismos.