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jueves, 16 de noviembre de 2017

CUATRO PREMISAS PARA UN AMOR RACIONAL

Un amor racional es aquel que se siente y también se piensa. Es una manera de relacionarse, donde el “ser para sí” y el “ser para el otro” se integra en un “nosotros” saludable. En el amor racional el sentimiento, por si solo, no basta.



Un amor descerebrado es puro impulso. “Contigo, pan y cebolla” es un viejo dicho napolitano, el cual inspiró la película de los años cincuenta de Marcelo Mastroiani y Sofía Loren, que significa algo así como: “Si te tengo, no necesito nada más”. Afirmación peligrosa para quien quiera buscar su autorrealización. Para estar con los pies en la tierra sería conveniente tener presente las siguientes reflexiones, las cuales confirman que con el amor no basta.
Si alguien duda que te ama, no te ama. A los enamorados hay que frenarlos, no empujarlos. “No estoy seguro” o “Necesito tiempo”, son algunas de las expresiones del titubeo afectivo. Cuando el amor hace mella nos atraviesa de lado a lado como un choque eléctrico, es una evidencia que se sustenta a sí misma, no cabe la duda. En esto se parece al orgasmo: si alguien no está seguro que lo tuvo, no lo tuvo. Otra cosa es decir que no nos conviene, que quiero desenamorarme, que somos incompatibles, así exista afecto. “Te quiero, pero no te amo”: ¿quién no ha sido victima de esta frase tenebrosa? Amor subdesarrollado, que no llega, que se achica, que desfallece antes de germinar.
No te merece quien te lastima intencionalmente. ¿Para qué seguir con alguien que nos hace daño? Un amor saludable no exige eso. Amar no es hacer un culto al sacrificio ni negociar los principios fundamentales. Si la persona que supuestamente te ama, te hiere o viola tus derechos, pues su manera de amar es enfermiza. El sentimiento aquí no tiene nada que ver. No se trata de ser un buen samaritano o poner la otra mejilla, un denuncio a tiempo es más efectivo, un alejamiento más recomendable. No solo tenemos que hacernos merecedores del otro, sino que la pareja también debe merecernos. Repito: la dignidad no es negociable, no importa cuantas arandelas amorosas quieran colgarle.
El buen amor es recíproco. Democracia afectiva, equilibrio, Amor justo, sindicalizado, bien repartido, no milimétrico pero adecuadamente dosificado. Horizontal dentro y fuera de la cama, ¿No esperar nada a cambio? Eso es para un amor universal, que trasciende el individuo, eso es mística o sentido de vida o misión humanitaria. En las relaciones cara a cara todos esperamos: si eres fiel, esperas fidelidad; si das sexo, esperas sexo; si eres cariñoso, esperarás cariño. Los que creen que pueden vivir con dar y no recibir, al cabo de un tiempo se frustran y deprimen, ya que es natural y congruente con la condición humana buscar un balance interpersonal. Algunas persona solo saben relacionarse desde la explotación o adoptando actitudes de victima. Todo amor “vertical” está contraindicado.
En el amor hay que aprender a perder. Si no te aman, no hay que insistir, ni suplicar ni tratar de convencer al otro o la otra. Cuando no se es correspondido, lo mejor es matar toda esperanza, porque la expectativa puede hacer que uno se pegue a relaciones tóxicas por años esperando el milagro de una resurrección amorosa que nunca llega. Realismo de línea dura: si no te quieren, a otra cosa, así duela, así haya que pedir ayuda, así la depresión se haga presente. Es mejor sufrir el duelo y alejarse de alguien que no llega al umbral afectivo que necesitas, a sufrir inútilmente un día a día de indiferencia. Lo que se opone al amor no es el odio, sino la indiferencia.
Cuatro premisas sin anestesia. Tratamiento para el alma, ver lo que es, enfriar la cabeza y poner el corazón a buen resguardo. No importa lo que digan los enamorados del amor, el realismo afectivo salva gente y la ubica en un terreno fértil para que el “yo” no se destruya a si mismo persiguiendo un imposible, así sea en el nombre del amor.

Walter Riso.
http://www.walter-riso.com

domingo, 5 de noviembre de 2017

CARACTERÍSTICAS DE LOS DEPENDIENTES EMOCIONALES



PRIORIDAD DE LA PAREJA SOBRE CUALQUIER OTRA COSA

El dependiente emocional pone su relación por encima de todo, incluyéndose a sí mismo, a su trabajo o a sus hijos en muchos casos. No tiene que haber nada que se interponga entre el individuo y su pareja, que dificulte el contacto deseado con ella. Obviamente, dentro de una normalidad, pero siempre observando esa dinámica; por ejemplo, una persona va dejando poco a poco sus aficiones como el gimnasio o las clases de pintura para estar más tiempo con su compañero, hasta que prácticamente se convierte en su sombra; igualmente, una madre separada inicia una nueva relación y deja continuamente a sus hijos con sus abuelos para quedar todas las veces que pueda con el otro.


VORACIDAD AFECTIVA: DESEO DE ACCESO CONSTANTE

Para entender este rasgo, es muy importante que nos imaginemos que el dependiente puede decidir por sí mismo cómo, cuándo y de qué forma contacta con su pareja: luego explicaremos por qué. Suponiendo esto, si por el dependiente fuera, tendría el mayor roce posible con su pareja mediante todas las formas posibles. Por ejemplo, cuando ambos miembros de la relación están en casa, procurando estar juntos el máximo tiempo (nada de cada uno en su habitación, o uno viendo el ordenador y el otro trabajando). Asimismo, si la pareja sale con un grupo de amigos, estando todo el rato junto al otro y teniendo principalmente interacción y contacto físico con él. 

¿Y qué sucede cuando, por las obligaciones que todos tenemos, los dos miembros de la pareja están separados? Muy sencillo: el teléfono móvil e internet se han convertido en dos ayudas inestimables para satisfacer la voracidad afectiva de los dependientes emocionales, sea mediante llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos o programas de mensajería con los que el dependiente puede estar online con su pareja. El contacto puede ser muy frecuente y excesivo, hasta el punto de que llame la atención al entorno o de que ocasione algún problema en el trabajo. Ni que decir tiene que la persona con dependencia también presionará lo que pueda para que su pareja, inmediatamente que termine con sus obligaciones, marche presta a reunirse con ella.

Insisto en que, si por el dependiente fuera, estaría el máximo tiempo disponible con la otra persona, y cuando esto no se consigue se compensa esta situación con otros medios de comunicación con los que hay también contacto. Cabe añadir también que este rasgo está muy acentuado en algunos dependientes emocionales, pero no en todos (como la mayoría de los que exponemos en esta sección). 

Pero antes hemos dicho que nos debíamos imaginar en un supuesto: que la otra persona no pusiera pega ninguna al comportamiento voraz y “agobiante” del dependiente. Como es lógico, esto sucede a veces, pero en la mayoría de las ocasiones no es así y la pareja reclama espacio y recrimina este tipo de comportamientos. Si añadimos que también es frecuente que las personas que los dependientes escogen como pareja no siempre se comportan de una manera sensible y afectuosa, nos resulta que lo más normal sea que el otro ponga límites y condiciones al comportamiento voraz de su compañero, mediante los clásicos “no me llames tanto”, “necesito mi espacio”, “no me agobies”, “no creo que me dé tiempo a verte en toda la semana”, “quiero hacer esto solo”, etc. Y, claro, al dependiente no le queda otra que aceptar estas condiciones porque, de lo contrario, se puede producir lo que más teme: el rechazo e incluso la ruptura. Por lo tanto, no esperemos encontrarnos relaciones de “fusión” entre el dependiente y el otro porque esto sólo sucede algunas veces, ya que es precisamente la otra persona la que en muchos casos pone límites a la voracidad afectiva; además, lo normal es que dichos límites sean incluso abusivos porque el otro considera que tiene privilegios en la relación, ya que el dependiente le pone un cheque en blanco con sus nada disimulados deseos de contacto continuo y con su nada disimulada fascinación hacia él.

TENDENCIA A LA EXCLUSIVIDAD EN LAS RELACIONES

Como en todas las características que estoy exponiendo, en esta en concreto sucede que no es más que una exageración de la normalidad. Es decir, en toda relación hay un deseo de exclusividad en el sentido de que no queremos compartir a nuestra pareja con una tercera persona. Pero no es sólo esto lo que sucede en la dependencia emocional. Aquí, además, el dependiente quiere literalmente a su pareja para él solo: todo lo demás molesta, desde amigos hasta compañeros de trabajo, pasando por los hijos. 

De igual forma que sucede con la voracidad afectiva, la exclusividad es un aspecto que no se da en todos los dependientes emocionales con la misma fuerza; incluso en algunos no se produce más allá de lo normal.

IDEALIZACIÓN DEL COMPAÑERO

El otro se convierte con el tiempo en alguien sobrevalorado, eso si no lo ha sido desde el principio por tener un perfil determinado de endiosamiento o de lejanía hacia los demás. Será muy difícil que un dependiente emocional se enamore de alguien al que no admire o vea bastante por encima suyo, no desde un punto de vista racional u objetivo (por ejemplo, que sea mejor profesional o más inteligente), sino en general, como una sensación que él experimenta de estar con alguien más importante o más elevado y que transmite deseos de estar junto a él.

No obstante, no sólo se producirá una sobrevaloración general de la pareja sino que también se podrán distorsionar sus méritos y capacidades. Por ejemplo, si es artista o empresario, será de los mejores en su trabajo; si es más o menos atractivo, será el más guapo; si es prepotente en su forma de hablar, será muy inteligente; etc.

Al final, uno de los elementos que más influyen en esta idealización es cómo trata la persona al dependiente emocional. Cuántas veces he escuchado en mi consulta la afirmación de que los flirteos o pretensiones amorosas de alguien se consideran signo de debilidad o de comportamiento “baboso” (provenga de quien provenga, incluso de personas que pueden despuntar por su trabajo o por otras facetas), mientras que el desprecio, el escaso interés o la prepotencia se interpretan como signos de poder, fuerza o elevación. Realmente, no son aspectos concretos de otro individuo los que lo convierten en idealizable, sino su perfil general y, especialmente, el trato de dicho individuo hacia el dependiente emocional. 

SUMISIÓN HACIA LA PAREJA


La consecuencia lógica de ser muy voraz afectivamente, de priorizar a la relación sobre cualquier otra cosa o de idealizar a la pareja, es que el trato hacia ella va a ser de subordinación, es decir, “de abajo a arriba”, como si alguien muy bajito se dirigiera a un gigante al cual necesita. Da la sensación en ocasiones de que los dependientes se comportan con sus parejas como sacerdotes que realizan ofrendas a algún dios al que le permiten absolutamente todo, al que le justifican todos sus actos y al que, a pesar de los pesares, le intentan satisfacer con lo que pida.

Antes he puesto el ejemplo de esa persona que le hacía la cena a su marido y a su amante en su propia casa, pero podría poner otras situaciones de sumisión como las de aceptar todo tipo de descalificaciones por parte del otro, permitir infidelidades, hacer siempre lo que quiere la pareja, soportar las descargas de sus frustraciones –que pueden llegar incluso al plano físico- o también ser y actuar como pretende o desea el compañero.

PÁNICO ANTE EL ABANDONO O EL RECHAZO DE LA PAREJA

El dependiente emocional idealiza tanto a su compañero y se somete tanto a él, considerando la relación de pareja como lo más importante de su vida, que le tiene verdadero terror a una ruptura. Hay personas que, literalmente, se encuentran incapaces de romper una relación, y no por quedarse descolgadas en el plano económico o de cualquier otra forma, sino porque afectivamente lo encuentran devastador. En estos casos no vale la frase de “más vale solo que mal acompañado”; es más, una de las manifestaciones más usuales tras una ruptura es “con él estaba fatal, pero es que ahora estoy mucho peor”.

Como veremos en la siguiente característica, en muchas ocasiones es el terrorífico síndrome de abstinencia el que acongoja de tal manera al dependiente que le hace pensar y sentir con absoluta realidad que es totalmente imposible romper la relación, y que si no lo hace el otro no habrá forma humana de que se produzca esa situación.

Pero lo más normal es que las rupturas no solo se consideren inalcanzables, sino que además no se deseen en absoluto. El dependiente emocional, en casos graves, puede aguantar prácticamente todo con tal de que no se rompa la relación porque prefiere estar fatal dentro de ella que sin sentido de la vida o de la existencia fuera. Esto produce un gran terror a los rechazos en el seno de la pareja, a los  comportamientos de escasa aprobación o a los signos que se den por parte del otro que indiquen una falta de interés o una falta de cariño.

TRASTORNOS MENTALES TRAS LA RUPTURA: EL “SÍNDROME DE ABSTINENCIA”

Ya he expuesto que los dependientes tienen un miedo cerval a lo que acontece tras una ruptura, que es el “síndrome de abstinencia”, llamado así por analogía a las adicciones a las drogas. Este bien llamado síndrome supone realmente el padecimiento de un trastorno mental que variará según la persona y según la intensidad, pero que de manera habitual es un trastorno depresivo mayor con ideas obsesivas, o, dicho en otras palabras, una depresión muy fuerte con pensamientos repetidos y angustiosos en torno a un tema que, en este caso y como no podía ser de otra forma, es la relación perdida y todo lo que ello conlleva: recuerdos, planes para reanudar la pareja, remordimientos por supuestos errores cometidos, etc.

El golpe psicológico es tan brutal que no sólo hay una inmensa tristeza, sino que además habitualmente se sufren síntomas de ansiedad intensos que impiden la concentración y que se traducen en molestias físicas o sensaciones muy desagradables, y también en pensamientos sobre el poco sentido que tiene la vida que pueden derivar en ideas suicidas. En este sentido, recuerdo perfectamente a una persona que nada más entrar por primera vez en mi consulta me dijo que ya tenía fecha para morirse. Esto llama la atención porque se suelen asociar las ideas suicidas con otros problemas, pero en la dependencia emocional y muy especialmente dentro del síndrome de abstinencia se dan, aunque hay que decir que lo más usual es que sólo se dé, que no es poco, una pérdida muy sustancial de apego por la vida.

En el síndrome de abstinencia lo que domina es el deseo de retomar la relación, las ideas continuas de, con cualquier excusa, contactar con la otra persona para no tener la sensación de pérdida o de desaparición definitiva. A veces, estas excusas se las da el individuo a sí mismo en forma de autoengaño, por el que uno se autoconvence de que no pasa nada por llamar a la ex pareja ya que se puede tener una simple amistad, o de que sólo se está contactando con el otro para “cantarle las cuarenta”.

Todo el padecimiento descomunal de este síndrome desaparece de un plumazo con una simple llamada de la otra persona. Donde había lágrimas, ansiedad y auténtica desesperación, se pasa a la tranquilidad y a la sonrisa.

BÚSQUEDA DE PAREJAS CON UN PERFIL DETERMINADO

El tipo de persona que suele preferir el dependiente emocional, al que llamaré “objeto” , es normalmente alguien engreído, distante afectivamente, egocéntrico, y a veces hostil, posesivo o conflictivo. También hay un perfil habitual y es  de la persona con problemas, con un fondo importante de vulnerabilidad o fragilidad emocional con el que el dependiente se identifica, produciéndose igualmente una relación desequilibrada con ella por la que  se intenta cuidar y controlar a  dicha persona, mientras que ella, en muchas ocasiones, se aprovecha de ese comportamiento sumiso y atiende sólo a intereses egoístas o también afectivamente enfermizos.

Amplio historial de relaciones de pareja, normalmente ininterrumpidas

Puedo decir, en tono jocoso, que las primeras visitas con un dependiente emocional son un listado inagotable de relaciones de pareja que se producen desde la adolescencia. Estas personas viven su vida alrededor del amor y no la conciben sin él: necesitan, o eso creen ellas, a alguien permanentemente a su lado. Por este motivo, nada más terminan una relación, y aunque sea en pleno síndrome de abstinencia, buscan otra persona para reemplazar a la anterior, incluso al mismo tiempo que se intenta reanudar dicha relación rota.

Normalmente, el tiempo que transcurre entre una relación de pareja y otra es muy escaso, y cuando es largo puede deberse a que todavía se arrastre la que se ha roto (por ejemplo, siendo amante de la ex pareja y estando siempre pendiente de cualquier contacto por su parte) o a que se mantenga una actitud de constante flirteo por la que el dependiente no se siente realmente solo, ya que tanto por internet como por el teléfono móvil hay correos electrónicos, mensajes de texto y demás que producen sensación de inmediatez y de proximidad; esto sin contar las citas puntuales que se den con estas personas con las que existe dicho flirteo.

BAJA AUTOESTIMA

Por obra general, los dependientes emocionales son personas que no se quieren a sí mismas. ¿Qué significa quererse a sí mismo? Porque esto realmente es algo muy abstracto, por más que tenga manifestaciones concretas y de lo más palpables. Quererse a uno mismo no significa necesariamente que tenga que considerarse con virtudes o cualidades; por ejemplo, considerarse guapo, buen profesional, inteligente, etc. Existen dependientes emocionales y otras personas que saben racionalmente que presentan algunas de estas cualidades, y sin embargo no se quieren de una forma adecuada. Lo que acabamos de describir es el autoconcepto, es decir,  la idea racional que todos tenemos sobre nosotros mismos. Digamos que sería un listado de cualidades, carencias, virtudes y defectos que todos tenemos sobre nosotros.

No obstante,  la autoestima es algo diferente al autoconcepto, aunque en muchas ocasiones van por caminos similares. De igual forma que podemos considerar a alguien guapo o inteligente pero al mismo tiempo detestarle; podemos pensar sobre otra persona que no es muy atractiva pero que estamos con ella a muerte. Los sentimientos no tienen por qué ir necesariamente por el mismo camino que nuestra idea racional. 

Querernos a nosotros mismos es exactamente lo mismo que querer a uno de nuestros seres queridos, pero siendo uno mismo el destinatario de esos sentimientos. Podemos protegernos cuando nos atacan, consolarnos si estamos sufriendo, ayudarnos cuando tenemos problemas haciendo lo posible por resolverlos, valorarnos cuando hacemos las cosas bien, alegrarnos si nos ocurren cosas positivas, y sobre todo no poner condiciones para querernos. Demos ahora la vuelta a la situación y pongámonos en cómo se trata una persona sin autoestima, sea como sea su autoconcepto: no se protege cuando recibe ataques e incluso se los inflige ella misma, no se consuela si está sufriendo sino que aprovecha su vulnerabilidad para atacarse más duramente, se hunde ante las adversidades sin intentar resolver sus problemas, no se valora cuando hace las cosas bien sino que se busca el error o el defecto, y se pone condiciones para quererse como despuntar en el físico, tener muchos estudios, posición social, etc., ya que cualquier pretexto es bueno con tal de escatimarse el cariño.


Miedo a la soledad

Verdaderamente, no es de extrañar que si alguien tiene esos sentimientos hacia sí mismo no soporte estar solo, porque es como estar continuamente junto a alguien al que detestamos. Por ejemplo, los dependientes no aguantan mucho tiempo estar solos en casa o con la perspectiva de no salir en todo el domingo: enseguida se buscan planes o llaman por teléfono a alguien con cualquier excusa. La soledad les provoca incomodidad, malestar e incluso ansiedad, y la idea más o menos intensa de que no son importantes para nadie, de que nadie les quiere y están abandonados.

Aparte del temor a esta soledad en un sentido extenso, también temen a la soledad entendida como “estar sin pareja”. No cabe duda de que aquí es un temor cercano al terror: les da auténtico pavor no tener a alguien ahí sea como pareja o como sucedáneo (una aventura, un flirteo continuado…) La consecuencia, como ya he dicho, es el encadenamiento sucesivo de relaciones para evitar esas sensaciones tan desagradables.


Necesidad de agradar: búsqueda de la validación externa

Este rasgo no aparece en todos los dependientes, pero sí es bastante común. Cuando aparece, el individuo intenta satisfacer a la mayoría de las personas con las que trata, de manera que se les quede a dichas personas una idea inmaculada del dependiente. Necesita tanto de la aprobación externa que lo pasa francamente mal cuando no la tiene o cuando interpreta que ha sido rechazado; en estas situaciones, es habitual que haga “comprobaciones” de la relación como llamar por teléfono para ver si todo sigue igual con esa persona o para detectar anormalidades en el tono de voz, por ejemplo.

Los dependientes que se comportan así suelen ser modélicos para los demás. No crean conflictos con sus familiares más próximos, no ponen problemas para planificar las citas con los amigos, se prestan a cualquier cambio de turno imprevisto que haya en el trabajo, no se adhieren a ningún grupo sino que intentan llevarse bien con todas las personas, etc. Son descritos por los otros como buenas personas que intentan favorecer siempre y que se desviven por ayudar.

Los dependientes que necesitan agradar presentan una tendencia muy marcada a la validación externa. Esto significa que su valor no se lo dan a sí mismos, sino que lo cogen prestado del que reciben de los demás. Por ejemplo, un dependiente puede haber quedado inicialmente satisfecho de un informe que ha hecho en el trabajo, pero si no le ha gustado al jefe dudará de su desempeño. Una persona con tendencia a la validación interna criticaría la postura de su jefe y continuaría manteniendo su criterio.

En los dependientes con buen autoconcepto y en situaciones similares, podrían disponer de esta tendencia a la validación interna, pero en situaciones distintas de tipo afectivo que impliquen aceptación o rechazo nos aparecerá de nuevo la tendencia contraria, es decir, la que proporciona el valor por parte de los otros: por ejemplo, si un compañero de trabajo no invita a una celebración de cumpleaños a un dependiente, este se considerará poco querible, poco válido por sentirse rechazado. Otra persona con una tendencia a la validación interna se mostraría dolida o disgustada, pero respetaría la decisión o la criticaría sin por ello alterar su idea sobre sí mismo porque su valía como individuo no depende de la valoración o del rechazo ajenos.

 Fuente: "Cómo superar la dependencia emocional"
 J. Castelló Blasco. Editorial Corona Borealis,  2012.

www.jorgecastello.org
twitter: @jorgecastellob

lunes, 23 de octubre de 2017

La pareja que escoges representa una relación proporcional al amor que te tienes


Las parejas que nos permitimos son el reflejo de lo que llevamos en nuestro interior, hablan un poco de lo que somos, de lo que tememos, de lo que nos gusta y de lo que debemos trabajar. Siempre nuestras creencias en relación a lo que merecemos se manifiestan en nuestra vida, en nuestro entorno, en la congruencia entre lo que decimos querer y lo que realmente queremos.
Algunas veces no llegamos a decirlo, pero cada uno de nosotros, por más seguro que se proyecte, por más capaz y cómodo que se sienta, puede llevar consigo creencias que nos perjudiquen, complejos o limitaciones que se tornen en contra al momento de seleccionar una pareja.
Quizás nos sentimos mayores, no tan atractivos, gordos, poco inteligentes, malgeniados, intolerantes o cualquier otro atributo que sintamos que debamos bajar el nivel de las expectativas de lo que merecemos en el amor.

Probablemente carguemos a cuestas ideas distorsionadas que aunque carezcan de sentido si las racionalizamos, pero que de igual manera pueden influir de forma negativa en nuestras vidas en cualquier ámbito, especialmente en las relaciones que escogemos.
Todas las personas que tocan nuestras vidas lo hacen por algún motivo, nosotros nos quedamos con algo de ellas y ellas con algo nuestro, nadie lo hace de manera casual o aleatoria. A veces sentimos que alguien que está a nuestro lado es completamente inadecuado para nosotros y pensamos que nos hemos equivocado en la selección, pero lo que debemos hacer es justamente darnos cuenta de esa persona está mostrándonos algo y a veces ese algo es que no nos valoramos y nos estamos conformando con relaciones mediocres, con relaciones que dañan, con relaciones que nos avergüenzan, solo por albergar creencias que sí son inadecuadas en nuestras vidas.
A veces aspiramos poco por creernos poco, sentimos que lo que llamamos éxito, le pertenece a unos cuantos, que no tenemos las condiciones necesarias para llegar a donde queremos o simplemente no llegamos a arriesgarnos para ir por lo que queremos, generalmente por el miedo a fracasar.

Pero debemos considerar que el verdadero fracaso se materializa cuando nos conformamos, cuando no nos sentimos a gusto y no hacemos nada por cambiar esa realidad o al menos la manera de enfocar las cosas. El verdadero fracaso es llegar al fin de nuestros días sintiendo que desperdiciamos la vida en un sitio que nos correspondía, con las personas “equivocadas”, haciendo cosas diferentes a las que nos hacían vibrar el alma.
Ámate como a nadie, respétate, proyéctate y verás cómo tendrás a tu lado una persona tan especial que verás como la compañía perfecta para este trayecto llamado vida.

Sara Espejo
https://rincondeltibet.com

domingo, 13 de agosto de 2017

Personas que no aportan nada: ¿Cuándo dejarlas marchar?


Cuando el amor aprieta, es que no es de tu talla”. Esta frase, que leí en algún lugar, se me ha quedado impresa porque recurre a un símil particularmente esclarecedor. Cuando vamos a la tienda y nos probamos un par de zapatos o un vestido, si nos queda chico, pedimos una talla mayor, nos damos cuenta inmediatamente de que no está hecho a nuestra medida y debemos cambiar. Sin embargo, lo que resolvemos en cuestión de segundos en una tienda puede llevarnos años cuando se trata de las relaciones interpersonales. Y es que normalmente nos aferramos a las personas y a las experiencias que hemos vivido con ellas, aunque nos hagan daño o ya no nos aporten nada gratificante. 

A veces nos resistimos a aceptar que hay relaciones que están heridas de muerte y prolongar su agonía solo implica hacerse daño innecesariamente, es como hurgar en la herida para provocar más dolor. Cuando una persona no nos aporta nada, lo mejor es dejarla marchar. De esta forma ambos podremos pasar página con mayor rapidez y mirar al futuro.


Las señales que indican que una relación ha llegado a su fin


- Los intereses han cambiado. A veces conocemos a personas en determinadas etapas de nuestra vida, personas con las cuales conectamos inmediatamente pues descubrimos gustos e intereses comunes. Sin embargo, con el paso del tiempo todos cambiamos y no es difícil que desarrollemos intereses distintos que nos alejen. Cuando sentimos que “nada es lo mismo”, ha llegado el momento de replantearnos el sentido de la relación, sobre todo si la otra parte ya ha decidido que la separación es el mejor camino.

- Los acuerdos son una misión imposible
. Hay relaciones en las que cada una de las partes quieren cosas diferentes por lo que llegar a un acuerdo es casi imposible. En estos casos lo usual es que las discusiones sienten casa, se convierten en pan cotidiano y terminan afectando el equilibrio psicológico de todos los implicados. Cuando en vez de disfrutar del tiempo que pasamos con el otro, lo empleamos en discutir, ha llegado la hora de dejar ir esa relación pues aporta más cosas negativas que positivas.

- La confianza se ha esfumado. En cualquier tipo de relación, ya sea de pareja o de amistad, la confianza y la sinceridad son pilares fundamentales. Cuando se deja de confiar en el otro se comienza a desarrollar una relación basada en las dudas, la incertidumbre y el recelo. Este tipo de relación no es beneficiosa para nadie y, a la larga, si la confianza no se recupera, solo provocará dolor ya que es probable que ambas partes se hagan daño.

- El peso de la relación recae sobre una persona. Cuando sientes que eres el único que lucha para que la relación funcione, que llevas todos los problemas sobre tu espalda porque la otra persona no pone de su parte, ha llegado el momento de poner punto final. Una relación solo es satisfactoria cuando ambas partes están comprometidas y dispuestas a cambiar o a trabajar para solucionar las dificultades. Si solo una persona arrastra con el peso de los problemas, es porque el otro ha perdido el interés y eso significa que no tiene sentido seguir luchando por algo que ya no existe.



¿Por qué nos aferramos a este tipo de relaciones?


- Nostalgia. En muchas ocasiones nos aferramos a una relación simplemente porque hemos vivido buenos momentos y, cuando los recordamos, nos invade la nostalgia, un sentimiento que nos da la falsa sensación de seguridad. Simplemente preferimos mantenernos atados al pasado en vez de mirar al futuro.

- Miedo. Dejar ir a una persona que ha estado a nuestro lado durante mucho tiempo puede ser aterrador por lo que en ocasiones preferimos a “un malo conocido que a un bueno por conocer”. La creencia de que el futuro es incierto o de que no encontraremos a otra persona nos genera tal desasosiego que preferimos mantener el estado actual de las cosas.

- Hábito. Las relaciones que se han mantenido durante años han ido construyendo a su alrededor una serie de hábitos que han echado raíces. Abandonar estas costumbres y apostar por el cambio puede dar pereza y por eso, a veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort, al lado de una persona que en realidad ya no nos aporta nada.

- Esperanza. Detrás de la esperanza casi siempre se encuentra el amor, muchas personas se aferran a relaciones heridas de muerte simplemente porque tienen la esperanza de que el otro cambie. Sin embargo, recuerda que tampoco se le pueden pedir peras al olmo.

Dejar ir: Un proceso liberador


Cuando en una relación se llega al punto en el cual esta no nos reporta prácticamente nada positivo sino que se ha convertido en una carga de tensión, negatividad y problemas, lo mejor es dejar que esa persona se marche.

Al contrario de lo que muchos piensan, cuando ponemos ese dejar ir en la balanza, no suele ser doloroso sino liberador. Después de meses de discusiones, desencanto y estrés, poner punto final es un alivio. Por supuesto, eso no significa que sea sencillo y mucho menos fácil pero en muchas ocasiones es la única solución para poder continuar adelante.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

lunes, 7 de agosto de 2017

Amar sin depender


Si hay dependencia, el temor al abandono se manifiesta permanentemente. Si hay amor uno no tiene miedo a perder a la persona amada.
En la dependencia son comunes los celos incontrolados e irracionales. En el amor no hay celos infundados.
En la dependencia los sentimientos de inseguridad crecen como la espuma. En el amor la autoestima se fortalece.
En la dependencia el “yo” se desvanece en los requerimientos del otro hasta perder la propia esencia. En el amor puedo seguir siendo “yo”, con mis intereses, gustos y necesidades en pleno funcionamiento.
En la dependencia hay tristeza y estrés. En el amor hay alegría.
Si te dejaron de amar, asume que no hay nada que hacer, saca a pasear la dignidad y no te humilles jamás. Si te lastiman o maltratan será que no te merecen. Si no sabes si te aman, olvida esta relación, a los enamorados de verdad no hay que convencerlos de su amor. Hay que practicar el realismo afectivo: no dejar que el amor adicto te arrastre a la irracionalidad, descartar el autoengaño y descartar la esperanza inútil, la que nos aleja del aquí y del ahora.

Lo que nos hace inmunes a la adicción afectiva es explorar el mundo buscando otras fuentes que nos hagan sentir llenos, hacernos cargo de nosotros mismos y exaltar la autonomía, darle un sentido a la propia vida y potenciar el crecimiento personal y la vocación.

                                                                                   Walter Riso

martes, 18 de julio de 2017

Siembra expectativas: cosecha frustraciones


Es casi inevitable formarse expectativas en nuestras relaciones. Esperamos que nuestros padres nos den todo lo que creemos necesitar de ellos. Y como seguramente no lo hicieron, guardamos rencor y encono contra de ellos. Después esperamos que nuestras amigas o amigos sean como nosotros deseamos. Y resulta que son como son. Más adelante, al formar una pareja, esperamos que sea una mezcla perfecta: que me quiera, que me acompañe, que me consienta, que me mantenga, que me cuide, que me aconseje, que me divierta y que no piense más que en mi. Luego, esperamos de nuestros hijos: que me cuiden, que me acompañen, que me admiren, que me mantengan…
¡Es terrible vivir así!

Mucho sufrimiento sería ahorrado si dejamos de esperar que los otros nos den lo que deseamos.
Muchas relaciones serían infinitamente mejores si no estuviéramos esperando que las personas dejen de ser lo que son y sean lo que nosotros creemos merecer.

A mayores expectativas mayores desilusiones.

Los demás son como son. Y nosotros debemos agradecer que quieran compartir con nosotros. Imponer nuestra necesidad nos impide respetarlos.

Los demás no están para resolver nuestras carencias. Ese es un trabajo individual del que debemos hacernos cargo para poder realmente amar.

domingo, 4 de junio de 2017

EL HOMBRE LUNAR Y EL DIVINO MASCULINO


El Hombre Lunar es el hombre Presente, sensible, que ofrece nobleza, protección, provisión y fuerza para la creación de toda vida. Explora su Alma, y es capaz de limpiar su energía de los programas que lo alienan.

El Hombre Lunar está naciendo en los corazones y cuerpos de muchos hombres, nace en Silencio.

Hacen falta hombres iniciadores que, como en las antiguas tribus, acompañen a sus hermanos, codo con codo, a retomar su Esencia Masculina. Sus padres raramente pudieron iniciarlos, los últimos iniciadores fueron, quizás, los bisabuelos.
El hombre de nuestro tiempo guarda internamente el deseo de recuperar su orgullo sagrado como Amante y Padre, protector de su entorno.
Kali Yuga es tiempo de mujeres solas, pero en la Consciencia de Unidad que crece, esto también está llegando a su fin.

La Mujer Radiante sana e inicia al Hombre Lunar.

Puede hacer esto porque está nutrida desde dentro, siente al Espíritu vibrar en su cuerpo, ha alcanzado una sensualidad que crece, no importa su edad, como resultado de su profunda conexión con la Esencia de Vida.

Entonces, está en tren de superar su tendencia a controlar al hombre y poseerlo.

Esta Respiración de ella, como una tierra aireada que puede retener la semilla sin ahogarla, le permite a él permanecer, sanarse, refugiarse y crecer.
Él le ofrece el apoyo que, a fuerza de acostumbrarse a autogenerarse, ella había olvidado que era posible recibir.

Ella forjó o está forjando su independencia, pero el anhelo de una Unión auténtica sigue intocable en sus profundidades. Ella está comenzando a distinguir entre desapego y renuncia.

La guerra de los sexos, inducida, también está terminando.

El Paraíso en la Tierra, convoca pares, parejas equilibradas, y está potenciando encuentros. Estos encuentros forman parte de los próximos pasos del Despertar, ya que, fuera de todas las ilusiones románticas, la relación en intimidad es una iniciación a una más y más amplia apertura del corazón para ambos. El Hombre Lunar es el amante compañero de la Mujer Solar, la Mujer Radiante.

Juntos construyen el Paraíso de la Nueva Tierra, un Edén que florece y no conoce el destierro.

Alana Messineo
https://elportaldealana.com

martes, 21 de marzo de 2017

Elige a alguien que quiera evolucionar a tu lado


El amor es una emoción fuerte que trasciende el tiempo y el espacio, mueve montañas y muchas veces desafía la razón. El amor es lo que nos deja aceptar a los demás por quienes son, a pesar de sus fallas o defectos. Cuando encuentres al amor en tu vida, te esforzarás por mantenerlo, pero es natural que también quieras saber que la experiencia sea real y duradera.
El amor requiere para trascender de confianza y eso quiere decir certeza, esa certeza que viene de la honestidad plena. Es como saber que estás en un puerto seguro donde no hay dudas. A continuación una hermosa reflexión:

Elige a alguien que quiera Evolucionar a tu lado.

Elige a alguien que decida liberar su corazón. Que quiera sanar sus heridas en lugar de embalsamarlas entre murallas. Que desee expandir todo lo que tiene dentro, aprender de la vida y compartir su Amor.
Elige alguien que esté dispuesto a Amar; Amar con lealtad, con honor y respeto. Que pueda mirarte como complemento y una extensión de su templo interno.
Que sea bondadoso con todos los seres y busque armonía en la vida.
Elige a alguien que entienda que el Amor es sagrado, que cuando los cuerpos se tocan las almas se conectan y comparten su energía en un acto divino.
Elige a alguien que te ofrezca su luz y no te haga pagar por sus sombras. Que desee crear, crecer y manifestar a tu lado, esa es la finalidad de ser pareja: acompañarse.
Elige a alguien que quiera evolucionar a tu lado… Llegarás a mí, cuando me convierta en lo que busco de ti.
Infinita Luz Dorada

sábado, 18 de marzo de 2017

La ciencia lo confirma: Mejor solo que mal acompañado



Las relaciones interpersonales son una inmensa fuente de alegría, pero también causan grandes desilusiones. Por eso, si bien numerosos estudios han demostrado que contar con una sólida red de apoyo social es importante para recuperarnos de las enfermedades y mantener a raya problemas como la depresión, no es menos cierto que en algunos casos, es válido el viejo refrán: “mejor estar solos que mal acompañados”.

Una relación de pareja tóxica puede afectar tu salud


Psicólogos de la Universidad Estatal de Nueva York han puesto el dedo en la llaga al comprobar que una relación de pareja que nos haga infelices puede tener un impacto muy negativo sobre nuestra salud, tanto física como psicológica. De hecho, la calidad de una relación puede afectarnos mucho más de lo que podríamos pensar.

En la investigación, estos psicólogos analizaron durante dos años las relaciones de pareja de 200 jóvenes, tanto noviazgos como matrimonios, con el objetivo de determinar cómo estas influían en la salud de sus miembros.

Descubrieron que aproximadamente un tercio de los jóvenes experimentaron cambios significativos en sus relaciones a lo largo del tiempo, así como en su estado de salud. Cuando en la relación de pareja predominaba el amor, apoyo, afecto, compromiso y comprensión, la salud de ambos miembros mejoraba. 

Sin embargo, cuando la relación estaba marcada por la hostilidad y las críticas, las personas se sentían infelices y frustradas. Si estas relaciones se mantenían a lo largo del tiempo, la salud de sus miembros comenzaba a resentirse, aparecían síntomas de depresión, problemas con el alcohol y otros malestares físicos. También se apreció que cuánto más rápido las personas dejaban atrás esas malas relaciones, mejor se recuperaban, lo cual indica que mientras más dure esa mala relación, más difícil nos resultará recuperarnos, tanto en el plano emocional como físico.

Hostilidad y falta de apoyo, sensaciones psicológicas que tienen consecuencias físicas


Una mala relación de pareja puede precipitarnos en un estado de estrés en el que la desilusión se mezcla con el pesimismo y la ira. Obviamente, mantenernos en ese estado durante mucho tiempo terminará provocando cambios a nivel fisiológico que afectarán nuestra salud.

En este sentido, una serie de investigaciones realizadas por especialistas de la Universidad Estatal de Ohio son especialmente reveladoras ya que demuestran sin lugar a dudas el enorme impacto que una relación de pareja puede tener sobre nuestro estado de salud.

Estos investigadores estudiaron a 76 mujeres, la mitad de ellas casadas y la otra mitad divorciadas o a punto de separarse. Al realizarles un examen de sangre descubrieron que quienes mantenían una relación de pareja complicada o seguían atadas emocionalmente a una relación difícil, mostraban una respuesta más débil del sistema inmunitario.

Luego, reclutaron a 42 matrimonios con el objetivo de investigar qué sucede en nuestro organismo durante una discusión de pareja. Un día la pareja debía hablar durante media hora sobre un tema que le granjeara el apoyo mutuo pero otro día debía abordar un tema en el que no estaban de acuerdo y que generara tensión. 

Mientras hablaban, los investigadores les hicieron pequeñas quemaduras en los brazos para analizar el efecto del apoyo o la incomprensión en el proceso de curación. Comprobaron que cuando las parejas discutieron, sus heridas tardaron un día más en sanar. Y entre las parejas que se apreció mayor hostilidad, las heridas tardaron dos días más en cicatrizar.

Estos datos sugieren que el estrés que podemos experimentar en una relación de pareja realmente desencadena cambios en nuestro organismo que, a largo plazo, pueden pasar factura a nuestra salud. Por tanto, si estás "atrapado" en una relación tóxica, que te genera más insatisfacción que felicidad, deberías hacer un alto para repensar el camino que habéis emprendido, reflexionar y buscar la mejor solución para ambos.


Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Barr, A. B. et. Al. (2016) Romantic relationship transitions and changes in health among rural, White young adults. J Fam Psychol; 30(7): 832-842. 
Kielcot-Glaser, J. K. et. Al. (2005) Hostile marital interactions, proinflammatory cytokine production, and wound healing. Arch Gen Psychiatry; 62(12): 1377-1384.